22 de febrero
Sonata para dos pianos en re mayor, K. 448 2: Andante
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
No es fácil ser pianista de concierto: aparte de la formidable habilidad técnica y las incontables horas de práctica que necesitas, puedes acabar llevando una vida solitaria, ya que por lo general no tocas con orquestas; si eres solista, estás a solas casi siempre y ni siquiera puedes desplazarte con tu instrumento.
Mozart debió de saber esto perfectamente, ya que hizo muchas giras por Europa y tocaba
con los instrumentos que le ponían delante.
Qué capacidad, pues, la de un Mozart, que, además de escribir obras musicales de todas clases, dirigía su atención hacia el género, relativamente restringido, de la música para piano. Porque además de esta sonata, escribió un concierto para dos pianos, otro para tres pianos y muchos duetos para cuatro manos.
Un crítico despreciaba esta obra aduciendo que era «puro entretenimiento», lo cual resume muy bien por qué la música
clásica tiene un problema de imagen. (¡No permita el Cielo que nos entretengamos!)
Esta sonata, dicho sea de paso, es la pieza usada por los
científicos que investigaron el fenómeno popularmente conocido como «efecto
Mozart». Se trata de lo siguiente: basta oír esta música durante diez
minutos al día para cambiarle
las pilas al cerebro y darle más viveza.
También es útil en el tratamiento de la epilepsia
y otras enfermedades neurológicas (quien sabe). Los interesados pueden ver esta
investigación en Internet,
por lo pronto yo aprovecharía cualquier oportunidad para escucharla de nuevo.
Clemency Burton-Hill
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