"Este libro, basado en hechos reales", explica Arambarri, "se adentra en la conexión entre el complicado laberinto geopolítico y la enorme influencia de la música en el ser humano en circunstancias extremas". Y así, se despliega en estas páginas, a caballo entre la realidad y la ficción, todo un botín de historias insólitas protagonizadas por algunos de los mejores músicos de los últimos tiempos que abandonaron sus cómodos refugios europeos y americanos para desplazarse a primera línea de guerra con el fin de llamar la atención sobre el conflicto. Nombres como los del citado Leonard Bernstein, Daniel Baremboim, Pinchas Zuckerman, Itzhak Perlman Jacqueline du Pré o Zubin Metha.
Es también la historia de una evolución. Porque si los primeros artistas que aterrizaron en Israel en 1967 lo hicieron de parte, para animar y evadir a los judíos de los horrores de la guerra mientras los palestinos huían en masa de sus tierras para acabar en el exilio o en los campos de concentración, más tarde se amplía el objetivo hasta abarcar al ambicioso y esperanzador proyecto del israelí Barenboim apoyado por el intelectual palestino Edward Said: una orquesta forma por jóvenes árabes, israelíes y palestinos que mostrara, a través de la música, que dos pueblos enemigos podían dejar de matarse para tocar juntos. La armonía de la paz contra el ruido de la guerra
El ruido de la guerra
Pocas guerras han sido tan contadas, mencionadas, disputadas, pocas contiendas han despertado pasiones tan encendidas, pocas también, tristemente, han durado tanto, con sus intermitencias, desde que un minuto antes de la medianoche del 15 de mayo de 1948, cinco ejércitos árabes invadieran el recién nacido estado de Israel. El sorprendente poderío militar judío demostrado entonces llevó, seis meses después, tras el fin de las hostilidades, a que un 78% del territorio de Palestina fuera tomado por Israel. Se trazaron líneas verdes de demarcación, se alzaron muros, la ocupación había comenzado. Generaciones de palestinos habían vivido y labrado en paz con sus vecinos judíos y cristianos unas tierras de las que ahora eran expulsados. Para no volver.
Los episodios bélicos se sucederían. En 1956, al
estallar la Guerra del Sinaí, tras la nacionalización del canal de Suez;
en 1967, al relampaguear la Guerra de los Seis Días; la del Yom Kippur,
en 1973... Más tarde arreciarían la guerra del Líbano de 1982, las
intifadas, la segunda guerra del Líbano de 2006, la Operación Plomo
Fundido en Gaza en 2009, y nuevamente Gaza en 2014. Las vidas de los
músicos de ambos bandos fueron determinadas por la larga serie de las
batallas, las notas musicales alternaron con el plomo y la metralla.
Historias de amor de trágico final como la del pianista Daniel Barenboim
y la violonchelista Jacqueline du Pré prendieron bajo las bombas de la
guerra de los Seis Días. Y Arambarri, una narradora excepcional, da
cuenta de todo ello en 'Música contra los muros' alternando documentos, declaraciones, verdad y literatura. Du Pré y Barenboim
"La situación era extrema. Cuando a mitad del concierto sonaban las sirenas, la orquesta tenía que dejar de tocar, mientras los espectadores se colocaban la máscara antigás en prevención de un ataque. La orquesta ofrecía dos conciertos al día, uno a las doce del mediodía y otro a las seis de la tarde. La población israelí acudía a pesar de estar bajo una fuerte presión psicológica. Asistían al concierto después de sufrir la inquietud de los bombardeos nocturnos o de oír sirenas antiaéreas que alertaban de ataques con misiles. Entonces, los ciudadanos tenían que buscar un refugio hasta dos veces seguidas, lugares herméticamente cerrados donde debían esperar un tiempo, que se hacía eterno, hasta verificar que el ataque había terminado. Para algunos, la música era la manera de olvidar, para otros, un momento de esperanza que les evitaba pensar en la noche siguiente y en el dramático sonido de las alarmas aéreas".
La armonía de la paz
Berlín, 2019. Una orquesta milagrosa celebra sus 20 años de existencia. Se llama West-Eastern Divan y la fundaron en 1999 el maestro argentino-israelí Daniel Barenboim y el influyente pensador palestino Edward Said. Sus conciertos se han escuchado en Nueva York, París, Damasco, Tel Aviv o Ramala. Sus músicos son egipcios, sirios, palestinos, turcos, libaneses, jordanos, israelíes y españoles que empezaron a tocar juntos no sin recelos para acabar forjando amistades -y amores- inquebrantables. El propio Barenboim ha bromeado sobre este asunto en televisión: "Debe ser muy excitante hacer el amor con el enemigo". La música ha roto barreras y le ha demostrado al mundo, casi con insolencia, que la convivencia y la paz son posibles.
Poco antes de morir de leucemia el 25 de septiembre de 2003, a los 67 años, Edward Said hablaba así de a West-Eastern Divan: "Ha sido lo más importante que he hecho en mi vida".
Daniel Arjona - 01/03/2020
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