Hoy es el día nacional de Australia, así que parece un momento oportuno para recordar a una de las más interesantes compositoras clásicas de los tiempos modernos. Elena Kats-Chernin (nacida en Uzbekistán y afincada en Australia) es autora de óperas, ballets, música vocal, obras orquestales y música de películas. Pero en concreto me entusiasman sus meditaciones sobre las cartas de amor no enviadas de Erik Satie, el compositor francés de vanguardia.
Satie fue uno de los genios de la música verdaderamente originales (véanse el 1 de junio, el 1 de julio y el 3 de septiembre) que llevó una vida plagada de paradojas y aparentes contradicciones. Virtuoso y exhibicionista en público, en privado era introvertido y tímido. En público aparecía pulcramente vestido con prendas de seda y terciopelo, pero en casa era desaliñado y vivía en un completo caos. Desdeñado por sus profesores, que lo consideraron «el alumno más vago del conservatorio», escribió música que figura entre la más espléndida, imaginativa y memorable del siglo XX.
Satie murió en 1925 y unos años después un grupo de amigos consiguió entrar por fin en su cochambroso domicilio de la Rue Cauchy 22 de Arcueil, en el extrarradio de París, al que había vedado la entrada a todo el mundo durante veintisiete años. Allí encontraron dos pianos de cola, uno encima del otro, siete trajes de terciopelo, multitud de paraguas, una silla, una mesa y montañas de cartas de amor dirigidas a su musa, amante y vecina Suzanne Valadon, y que no había enviado. Inspirada en ellas, Kats-Chernin ha escrito una suite de veintiséis exquisitas miniaturas para piano, cada una de las cuales reflexiona sobre un elemento del arte, el amor y la vida excepcionales de Satie. Si pueden escucharlas con un cóctel francés en la mano, mucho mejor…
Clemency Burton-Hill
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