La historia de la música clásica está alfombrada de matrimonios destrozados y tempestuosas aventuras amorosas, pero Richard Strauss fue una excepción, ya que estuvo felizmente casado con Pauline durante cincuenta y seis años.
Puede que fuera una coincidencia, pero Strauss escribió muchas óperas con mujeres fuertes como protagonistas. Están Salomé, Electra, Ariadna, Helena, Arabella, Dafne y quizá la más fascinante de todas, la Mariscala de la ópera Der Rosenkavalier, «El caballero de la rosa», una comedia romántica que se desarrolla en el mundo aristocrático de Viena y que se estrenó en el Reino Unido tal día como hoy del año 1913.
La infelizmente casada Mariscala tiene un amante de diecisiete años, el conde Octaviano. En un (inventado) ritual de petición de mano, Octaviano es elegido para entregar una rosa de plata a la encantadora Sofía en nombre del viejo barón Ochs, el lascivo primo de la Mariscala que quiere casarse con ella. Pero ay, Octaviano y Sofía se enamoran nada más verse, la Mariscala debe ceder su amante a la joven y el barón queda como el bufón que es.
Strauss, junto con Gustav Mahler, representa la culminación del posromanticismo alemán y, aunque la música de la ópera es descaradamente viva de principio a fin, llega al cenit emocional en este electrizante y melódicamente espléndido trío en el que la Mariscala, Octaviano y Sofía reflexionan sobre sus ideas e ideales amorosos.
La ópera tuvo un éxito clamoroso: para satisfacer la demanda del público se puso en circulación un tren especial Rosenkavalier entre Berlín y Dresde; los comerciantes astutos vendieron artículos con la marca Rosenkavalier, por ejemplo champán; y en un chiste aparecido en la revista New Yorker vemos a un hombre en su lecho de muerte que pide oír este trío por última vez. No se lo reprocho.
Clemency Burton-Hill
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