La oposición entre proyectos políticos fundados en perspectivas
humanistas, que reivindican la solidaridad y la cooperación como clave
del avance civilizatorio, choca de manera frontal con el auge del
fundamentalismo ultranacionalista, hermanado a la exaltación
incondicional de los mercados. ¿Cómo hemos llegado a esta situación en que la que se prenden todas las luces rojas?. El problema está representado por la irrupción de la violencia desenfrenada. Hoy se dice que la Democracia está en peligro, pero es un error, es la propia sociedad al borde de la disgregación y degradación total, de la pauperización masiva, del retroceso a la era cavernaria. Basta pensar que Milei afirma que la Justicia Social es una aberración, lo único que le falta poner a su cruel plataforma es la libertad de practicar el canibalismo.
El mundo ha transitado en el siglo XX por enormes tragedias colectivas y ello obliga a levantar los sistemas de alerta ante el complejo panorama que la democracia tiene por delante.
Las corrientes fascistas que hoy prosperan por todo el mundo adoptaron la defensa de banderas negacionistas del cambio climático, la condena de la inmigración, el odio racial, reivindicación de la represión y dictaduras, o como sucede en nuestro país, donde hay voces altisonantes que cuestionan el "Nunca Más" y vuelven a alegar consignas reivindicando y justificando el terrorismo de Estado. Estas reivindicaciones representan valores esenciales que hoy en día están bajo una seria amenaza.
Como salida a la crisis imperante, desde perspectivas simplistas, emparentadas con el nacionalismo ultra, surgen soluciones radicales, infantiles y mágicas que apelan a la militarización y a la mano dura, como la respuesta más adecuada a los nuevos problemas que nos afligen. Pero nada dicen sobre la desigual distribución de la riqueza, la persistencia de focos de pobreza y miseria, la falta de oportunidades y de futuro para miles de jóvenes. Despotrican sobre la casta política, pero nada dicen sobre la casta económica, la casta judicial, la casta empresaria o la casta imperialista.Los abusos constantes de los grandes poderes corporativos, con la abierta complicidad de un sistema neoliberal disfrazado de desarrollo, han transformado a la sociedad en un siniestro juego de poder en donde la vida humana ha dejado de tener importancia. Este marco, cuyos límites se reducen a la búsqueda incesante de concentración de la riqueza, ha convertido al todo social en un campo de batalla en el cual se impone una estrategia de exterminio.Para el Imperialismo y la Oligarquía a la Argentina le sobran cuarenta millones de habitantes. Buena salida sería que se consuman unos a otros. Sería parte de la libertad del mercado.
No estamos dispuestas a regalar nuestras vidas, la historia y las palabras al fascismo. Que no ocurra en Argentina lo mismo que sucedió en Brasil. Todo lo que falta para ser libres, iguales y felices nunca podrá ser alcanzado en un gobierno fascista.
Tenemos 30.000 ejemplos morales para seguir luchando. Hay que votar en clave de autodefensa, pero también debemos saber que esta democracia necesita que la participación ciudadana no se ejerza sólo en las urnas. Sino, seremos pan comido.
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