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El efecto Bob Dylan


A raíz de la entrada de Darkius sobre Bob Dylan (Crónicas, Volumen 1) se me ha dado por investigar un poco. Más allá de que me importa un bledo cualquier Nobel, más allá de que no escucho a Dylan pero he leído y disfrutado de su poesía, un premio estúpido al que en nombre de la Paz se ha premiado a Henry Kissinger (1973) o Barack Obama (2009), mientras que el galardón nunca se fue otorgado a Mahatma Gandhi. Como decía el poeta Jorge Luis Borges, el Nobel es una decisión de suecos, pero no por ello dejamos de tener ecos interesantes.

Aunque creo que Dylan pertenece más al mainstream que tanto critico que a un verdadero estrato revolucionario... aunque nunca le haya cantado a los palestinos, ni a las ablaciones ni a las víctimas de los diamantes de sangre, o a la deforestación o cosas similares... pero represeta a la contracultura y los derechos cíviles (al menos lo representa su obra, creo que él hace ya mucho tiempo que no representa nada de ello). Si bien el premio al cantante no fue un verdadero sacudón muchos se desgarraron las vestiduras (para mí, de manera increíble). Personalmente me hubiese gustado más que el receptor fuera alguien alejado del dominio anglosajón... como Adonis (el poeta sirio), o algún otro escritor de África ¿acaso nadie escribe en África? tenemos a gente como Ngũgĩ wa Thiong'o, el escritor kikuyu, y cuantos habrá fuera del ámbito académico. Pero es la academia sueca... su casa, sus reglas...

¡Viva Dylan! Y viva la capacidad de criticar, de salir de las reglas. Al fin y al cabo el premio a Dylan representa un premio hacia la cultura popular y alejada de la élite cultural que tanto detesto. Así que festejamos el premio con un texto que me pareció interesantísimo, de una escritora guatemalteca. Por favor, pasen y lean, los invita el blog cabezón.



Después de que la secretaria permanente de la Academia Sueca de las Letras, Sara Danius, anunciara como ganador del Premio Nobel de Literatura 2016 al cantautor norteamericano Bob Dylan, las voces de millones de personas se levantaron para aplaudir o embarrar al galardonado, al galardón y a la entidad que lo confiere. Todo un culebrón académico al pedo. Peor no por ello menos interesante cuando han aparecido opiniones como la siguiente, que me han parecido muy itneresantes.


Ayer fue un día raro, reí tanto. Reí porque me alegró el Nobel a Bob Dylan. Ustedes dirán, ¿y ésta mica cómo es que sabe de Dylan si ni hablar inglés puede? Pues es que curiosamente escuché sus canciones prácticamente todos los días en mis años de recién emigrada, en casa de una mujer anglosajona cuando trabajaba de empleada doméstica. Y tuve el privilegio de escucharlas en el silencio y la soledad de aquella mansión, acompañada de la aspiradora, el trapeador y el cepillo de lavar baños. ¡Qué panzazo! ¿Verdad? Ya ven pues, suerte tienen los que no se bañan. Pero este texto no es para contar historias de mis días de mil oficios en este país en donde soy inquilina, es para reflexionar sobre el efecto que ha causado en la jauría de letrados que el Nobel de Literatura se le entregara a un cantante de composiciones populares.

El efecto fue el de una avalancha y el de un tizón encendido en el candelero: los emperifollados que nadan en títulos universitarios y doctorados, sintieron el galardón como una bofetada a su clasismo y a su mundillo de lisonjas y erudiciones apestosas a exclusión. Creen que todo les pertenece, que solo los de adentro del aro son y pueden. Creen que el talento solo pertenece a una clase social y es la de ellos, lo demás es imitación y porquería. Que sino es letrado no existe. Por esa razón menosprecian todo lo que no huela a naftalina y por el contrario tenga esencia y agallas. Rechazan los cisnes negros por su belleza y le temen a la fuerza de la tormenta, precisamente por su personalidad.

Se revolcaban en su propia bilis, se daban golpes de cabeza contra la pared, y ofrecían puñetazos al primero que celebrara frente de ellos el Nobel a Dylan. No solo, también sentían la potestad de dictar cátedra acerca de la Academia. Pues sí, ellos y su Academia, nadie se las está quitando, de verdad, que lo sepan; lo popular no busca absolutamente nada en la Academia, existe por sí mismo. Es algo muy sublime y original como para pretender dejar lo más por lo menos.

Junto con el Nobel a Dylan viene el reconocimiento a la poesía silvestre, a la que brota del humo de un cigarrillo de un niño huela pega, la que escurre sangre en los muslos de una niña recién violada. A la que nace del cantante callejero que toca en los autobuses sus propias composiciones. A la poesía que escribe un drogadicto agonizando en la soledad de sus infiernos. La que camina descalza en los pies de los jornaleros. La que nace de una bala y de una bomba en guerras planificadas para deshumanizar. A la poesía de un árbol arrancado desde la raíz para adorno de Navidad.

Es un reconocimiento a los que con hambre y sed sueñan con cambiar el mundo: esos locos de mierda, que no sirven de ni mierda al capitalismo, porque no anhelan un título de la Academia para explotar a sus hermanos, sueñan nada más y nada menos que con cambiar el mundo.

Con el Nobel a Dylan se reconoce el talento de tantos poetas que con sus versos hicieron llorar de nostalgia las cuerdas de una guitarra, el corazón de un bandoneón y el alma herida de más de un soñador marginado. El alma de quien siente en carne propia el dolor ajero. A todo poeta que sabe que la poesía es más poderosa que una bomba atómica y que un verso puede hacer del infierno más amargo la oda más hermosa y la quimera más anhelada. Que acompaña la soledad de los inquebrantables y la magia del rocío de un amanecer otoñal en los ojos de quien está duerme en las calles.

El Nobel de Literatura a un poeta popular rompe paradigmas y sacude las telarañas de un galardón que pocas veces es justo. Hoy con Dylan vuelve al origen y estremece a aquellos que dieron todo por visto, dicho y hecho. Y que creen que por letrados la vida se trata solo de soplar y hacer botellas.

Con cierta tristeza, con el efecto Bob Dylan compruebo que la humanidad: egocentrista, mediocre y clasista, sigue a pasos acelerados hacia su autodestrucción. Que no hemos aprendido nada de la vida y de la historia. Que por más que nos muestren el horror no tenemos la capacidad de reacción. Que nos conformamos con vivir en nuestra burbuja para sentirnos a salvo y exentos de responsabilidades colectivas. Compruebo una vez más que somos la peor peste que ha habitado en la tierra. Y que sí, la Academia solo ayuda a que las personas muestren lo que realmente son.

Ya quisiera yo que así como sacudieron las redes sociales con sus pronunciamientos de ilustrados, de conocedores de literatura y de definiciones y conceptos, tuvieran las agallas para pronunciarse por el genocidio en Palestina, Yemen y Siria. Que Aleppo les pesara y les doliera más que Dylan. Que la imagen de los niños multados por los criminales que trafican con los Diamantes de Sangre, les escupiera en la cara, tal vez así la ofensa los hiciera reaccionar.

Que les hiciera tomar las calles la inhumanidad de la ablación de clítoris que viven miles de niñas alrededor del mundo. Que la bilis, que la espuma que les sale de la boca a borbotones, que la furia incontrolable les brotara de lo más profundo del alma por las violaciones sexuales de niñas, adolescentes y mujeres y por los feminicidios. Que la voz de trueno que pregonaron menospreciando el talento de Dylan la gritaran a los cuatro vientos por los miles de niños que mueren de hambruna alrededor del mundo.

Que lo letrado les sirviera para alfabetizar y que esos libros que tanto han leído los compartieran con los niños de las periferias y de los pueblos más remotos. Que los títulos les sirvan para darle la mano a quién lo necesita y que la mirada no sea altiva, de mente colonizada, por el contrario, sea humilde y sincera: fiel y humana. Transformadora de una sociedad podrida en su codicia e ineptitud.

Ya quisiera yo que tuvieran coherencia por primera vez en sus vidas y dejaran la palabrería y las lisonjas y que esos títulos universitarios les sirvieran para cambiar patrones, para humanizarnos, para abrir caminos, crear oportunidades y cambiar el sistema putrefacto del que se benefician los holgazanes vividores.

Que se pronunciaran por el bloqueo a Cuba, por la invasión militar que prepara Estados Unidos en Venezuela, por esa terrible guerra económica. Por el Golpe en Brasil. Por las migraciones forzadas, por el genocidio de migrantes y refugiados. Por los niños que duermen en la calle, por el tráfico de personas con fines de explotación sexual, laboral y tráfico de órganos. Por las torturas y las desapariciones forzadas. Que exijan cárcel a los perpetradores de dictaduras y guerras.

Que se les encendiera la sangre por los ecocidios y las deforestaciones, por el abuso a los Pueblos Indígenas. Que las agallas las tuvieran para crear revoluciones que erradiquen el patriarcado, la misoginia y la violencia de género. La homofobia y el odio. Que de sus bocas salieran como en verso la palabra: igualdad social.

Que el efecto Bob Dylan no fuera solo para alardear sus perchas de títulos universitarios y sus libreras interminables en sus casas y oficinas. Que respetaran la palabra, con la misma integridad, conciencia y humanidad de la poesía que nace desde el averno más profundo de los locos que desean transformar el mundo.

Pero qué va, mucho inglés pueden saber, muchos libros pudieron haber leído, podrán tener docenas de títulos universitarios y reconocimientos y fotografías con personalidades del mundillo culeco de la Academia, pero les falta lo vital: arrestos, conciencia, dignidad y humanidad.

Es imposible pedirle a mediocres que entiendan una sola canción de Bob Dylan. Qué van a saber de poesía quienes leen por leer. Si las comprendieran estarían celebrando el Nobel y aplaudiendo esa nueva brecha de una posibilidad y el reconocimiento a la expresión más sublima que puede tener el alma de un ser humano.

Si comprendieran las letras de Dylan, este mundo sería otro. Pero ese otro mundo solo habita en las mentes de los locos que sueñan con quimeras, los incomprendidos. Los que nunca calzarán en conceptos retorcidos, y que se descarnan en los versos de un poema que se atreve a nombrar el horror de la insensibilidad y la ternura de la sonrisa de un niño de la calle. Lo demás, lo demás es solo Academia y ahí entre el chucho y el coche. La vida está en otro lugar.
Ilka Oliva Corado - Escritora y poetisa. Guatemalteca en Estados Unidos. Inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo.





Comentarios

  1. Excelente post Moe. Gracias por compartir el extraordinario texto de la poeta Corado.

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    Respuestas
    1. Estimado Calle Nep,

      ¿Qué era lo que veníamos diciendo usté y yo, unos días antes del Nobel?
      Por lo menos a la generación hippie/beatnik/contracultural algo le tenían que reconocer o dar, ¿verdá?

      Cabe aclarar que hay una "vieja hippie" que por su lucha a favor de las víctimas de los conflictos también le han otorgado el Nobel de la Paz, pero fue por lo que hizo y sigue haciendo, y no como al charlatán de Santos (pte. colombiano) que se lo dieron por lo que dice que va a hacer, para peor de sus males, al pueblo ni siquiera le gustó lo que prometió! Sorry, pero no me acuerdo el nombre de esta bella (por su espíritu y lo que hace) mujer.

      Saludos

      Dark-ius

      Eliminar
  2. Dice Dylan en la última estrofa de su tema Maggie’s Farm:

    Yo no voy a trabajar a la granja de Maggie nunca más
    No, yo no voy a trabajar a la granja de Maggie nunca más
    Bien, yo intenté hacer lo mejor
    Para ser solo lo que soy yo
    Pero todo el mundo quiere que tú
    seas solo como ellos son
    Mientras ellos cantan, te esclavizan a ti, y yo ya de eso me aburrí
    Yo no voy a trabajar a la granja de Maggie nunca más.

    La canción es una excelente metáfora, en la gente aporta todo tipo de significados desde históricos y políticos hasta personales. Así que La Granja puede ser entendida como cualquier empresa, organización o nación, o también como la familia o hasta el matrimonio. Lo maravilloso de la canción es que se puede completar con los significados con los que uno se sienta identificado. Lo que es indudable es el valor que le asigna a la frustración del individuo al no poder ser como siente que necesita ser, y su derecho a la dignidad y a decir NO MÁS.

    Es bueno que un tipo que piensa de esta manera, que brinda un espacio de inclusión tan grande,
    sea reconocido por la Academia, sin importar de última cual sea esta.

    Y que bueno que una persona como Ilka Oliva Corado ¿será Corrado? que a pesar de su condición de inmigrante latina irregular, se ponga a defender los valores de la contracultura que Dylan ha sabido representar durante tanto tiempo.

    Buena esa, Viejo Moe!!!

    Dark-ius

    ResponderEliminar
  3. Que grande esta mujer. No lo había leído esto hasta ahora. Grande, Moe

    ResponderEliminar

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