Vivimos en el siglo de las luces: en el siglo de las luces de los monitores, de las pantallas, de los reflectores. Todo ilumina. Todo reverbera. La luminiscencia vibra en las calles, en los atuendos, en los peinados, en los teléfonos móviles. Las luces del siglo XXI parecen representar el vacío de una época en la que el dios espectáculo fundó una religión nueva. La cultura se ha reducido al entretenimiento. El entretenimiento, convertido en un rentable negocio, ha reducido la vida a un espectáculo que se ha convertido en una jugosa fuente de poder económico. Así, la información se somete a la publicidad, la publicidad manda, y es en este escenario donde se gesta el terreno propicio para la aparición de la dictadura mediática: una dictadura en la que los tanques y las armas sobran; una dictadura que, en decir de Umberto Eco, sólo necesita de cadenas radiotelevisivas para darse. Mientras tanto, perdemos de vista la comunicación cercana, popular, accesible y directa, y ella es uno de las únicas herramientas con las que podremos hacer frente a la deshumanización creciente.
La deshumanización ejercida por Corporación Cambiemos S.A., hoy expresada en violencia de patotas sobre medios de comunicación recuperados por sus trabajadores, con el caso de Tiempo Argentino, debe traer a la reflección a una sociedad que ha hecho nacer a un Frankenstein y que hasta ahora no hay indicios de que quiera detenerlo.
Con la llegada de Corporación Cambiemos S.A. al gobierno, todo el arco de comunicación popular ha sido objeto de la prepotencia, el autoritarismo y la absoluta falta de criterio profesional y censura solapada. Los profesionales de la comunicación sufren el maltrato, el destrato y el ninguneo bajo la careta hipócrita del "Ceder la palabra" o la "pluralidad de voces" de los agentes policíacos de la "Revolución de la Alegría" que necesita desplegar su política de hambre bajo la fachada de "pobreza cero" y para ello utiliza burócratas de la infamia bajo la fachada de "todas las voces" y "libertad de prensa", con directivos que espían perfiles en las redes sociales.
La deshumanización ejercida por Corporación Cambiemos S.A., hoy expresada en violencia de patotas sobre medios de comunicación recuperados por sus trabajadores, con el caso de Tiempo Argentino, debe traer a la reflección a una sociedad que ha hecho nacer a un Frankenstein y que hasta ahora no hay indicios de que quiera detenerlo.
"Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia."Aldous Huxley
Con la llegada de Corporación Cambiemos S.A. al gobierno, todo el arco de comunicación popular ha sido objeto de la prepotencia, el autoritarismo y la absoluta falta de criterio profesional y censura solapada. Los profesionales de la comunicación sufren el maltrato, el destrato y el ninguneo bajo la careta hipócrita del "Ceder la palabra" o la "pluralidad de voces" de los agentes policíacos de la "Revolución de la Alegría" que necesita desplegar su política de hambre bajo la fachada de "pobreza cero" y para ello utiliza burócratas de la infamia bajo la fachada de "todas las voces" y "libertad de prensa", con directivos que espían perfiles en las redes sociales.
Vivimos en la era del shopping, del lifting, del zapping y ahora del "texting". Las cuatro actividades que más ocupan tiempo en la vida contemporánea son trabajar, dormir, ver televisión y estar conectados al ciberespacio. A diario millones de personas acceden a la información a través de los medios, y ésta, obligada a vender, necesita ser variada y entretenida. Sí, debe entretener, competir y en una dictadura mediática menos que informar debe dirigirse a producir reacciones. A persuadir. Ni analizar o desentrañar temas le interesa a una información en manos de gobiernos dictatoriales.
Los medios de comunicación privados tienen un alto porcentaje de acción en los países. Relacionados con lo mercantil se encuentran alejados de los pueblos, pues la información que produce está alineada a una agenda mediática determinada que oculta o muestra temas acorde a intereses políticos, económicos que no están alineados con la constitución de una comunicación social, dialógica que refleje realidad, pero sobre todo, está distanciada de una democratización real.
En ese contexto, es importante dinamitar cualquier proyecto de comunicación popular, verdaderamente democrática y comunitaria, y va en concordancia con la política de concentración de parte del gobierno Neoliberal. Golpear a todo lo que mínimamente huela a democratización de la comunicación parece ser una de las prioridades de los gobiernos de derecha, legítimos e ilegítimos, en la región. Lo que ha ocurrido con el diario Tiempo Argentino es un claro ejemplo, como así también la persecución de Centros Culturales barriales y comunitarios.
Leemos en la web de la radio amiga FM FRIBUAY:
Informamos a nuestros oyentes, a los medios de comunicación y a la comunidad en general que nuestra emisora ha tomado la decisión de suspender su transmisión por aire durante la franja de trasnoche (de 00 a 06 hs)FM FRIBUAY
La medida obedece a la imposibilidad de afrontar los aumentos en las tarifas de electricidad, golpe que se suma a la cancelación de pautas municipales y congelamiento de los programas de fomento a la gestión de los medios comunitarios.
Como agravante, se registra un pronunciado descenso en la recepción de la publicidad privada, relacionado con la dura actualidad económica que enfrentan las Pyme y los comercios locales, que son quienes históricamente apoyan proyectos de comunicación comunitaria como el que llevamos adelante desde hace 18 años.
Este cuadro de situación pone en riesgo el normal desarrollo de nuestro medio, al igual que el de muchas otras radios de distintas localidades.
Porque sostenemos que el derecho a la comunicación no puede estar supeditado a variables económicas, exigimos medidas urgentes por parte del Estado Nacional, Provincial y Municipal, que garanticen la continuidad de Fm Fribuay y de todas las radios del sector sin fines de lucro afectadas en esta coyuntura.
La guerra mediática (según Aram Aharonian) es conocida como terrorismo mediático. Los medios de comunicación reproducen información que no se asemeja a la realidad. Para él, el poder de la comunicación está en la construcción de redes que posibiliten otra comunicación, más personal y cercana, comunal, barrial. En la actualidad es imposible tener mensajes de reproducción masiva, la comunicación debe ser realizada desde abajo. Incluyendo la construcción de contenidos y de agendas mediáticas propias que no ameriten una relación con los medios privados. Ese cambio de contenido es vital para cambiar las lógicas de organización y movilización.
La democratización de la comunicación es base de una sociedad que construya sujetos hacedores de políticas. En Argentina fue el lado flojo del kirchnerismo que apostó a dudosos empresarios de la comunicación masiva mientras se dejó de lado el apoyo a múltimples proyectos germinales de genuina calidad y representación de sectores postergados de la sociedad, que refleje nuestras propias realidades y necesidades.
La comunicación debe ser realizada desde abajo. Incluyendo la construcción de contenidos que no ameriten una relación con los medios privados, empezando a construir la democratización de la comunicación. En Argentina la Ley de Medios fue un importante puntapié ahora neutralizado y malogrado por los multimedios de siempre. Las Corporaciones de medios de comunicación se han robado el escenario. De un plumazo y de entrada de juego, Marioneta Macri, al asumir su mandato en Argentina, vía decreto ejecutivo prácticamente desarma la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, para proteger al puñado de monopolios mediáticos que gravitaron en su elección. Esta ley, una de las leyes más discutidas de la historia de ese país, fue aprobada en 2009 tras una laboriosa construcción ciudadana con la participación de una multiplicidad de sectores sociales y políticos. Sin embargo, por la lentitud y limitaciones en la implementación de disposiciones legales los cambios que se podrían haber operado quedaron muy fragilizados y expuestos a una permanente arremetida del poder mediático, principalmente por parte del multimedios Clarín, que se mueve de manera muy sincronizada, nacional e internacionalmente, en torno a ejes estratégicos definidos, con ofensivas comunicacionales integrales y sobre la base de un tejido de diversos sectores muy articulado (partidos políticos, Ongs, think tanks, sectores académicos, etc.)
En Brasil, donde está en curso un golpe impulsado por poderes fácticos (empresariales, mediáticos, sectores judiciales, policiales y de la derecha parlamentaria), el presidente interino Michel Temer no solo intentó cerrar el Ministerio de Cultura y ordenó el cierre de TV Brasil, sino también pretende cerrar ilegalmente la Empresa Brasileña de Comunicación, organismo creado en 2007 para gestionar las emisoras públicas federales de radio y televisión. De hecho, una de las poquísimas medidas adoptadas en este campo por el ex-presidente Lula.
El mensaje es claro: no les basta con tener un poderoso blindaje mediático, también quieren poner coto a las conquistas (mayores o menores) que se inscriben en la óptica de democratizar el campo comunicacional. Es más, por el carácter antipopular de las políticas que contemplan sus programas neoliberales, incluso buscan aniquilar cualquier espacio de manifestación pública.
Durante la campaña electoral de 2010 en Brasil, la presidenta de la Asociación Nacional de la Prensa, María Judith Brito, sin mayor tapujo señaló: "los medios de comunicación han asumido de hecho una posición opositora en este país ya que la oposición está profundamente fragilizada". Y, precisamente, por ese rol de articulador político que asumen esos medios es que nació el calificativo de "Partido de la Prensa Golpista" (PIG, por sus siglas en portugués). Y que jugó un rol clave en el golpe que impusp el poder económico sobre la decisión democrática.
Por lo mismo, el 5 de mayo, con diversas manifestaciones públicas, ese país fue escenario de la "Jornada Nacional de Lucha contra el Golpismo Mediático", para denunciar "cómo el monopolio privado en las comunicaciones, representado principalmente por las Organizaciones Globo, hiere a nuestra democracia, la libertad de expresión y el derecho a la comunicación".
En el Foro Latinoamericano y Caribeño de Comunicación Popular y Comunitaria – II Congreso Internacional sobre Comunicología del Sur, con sede en Quito, se busca abrir las puertas a las preguntas y a las respuestas que dialogan con las rutinas de los actores sociales y populares. En la conferencia inaugural el catedrático de FLACSO, Mauro Cerbino identificó como "el mayor desafío hoy en día, la expansión del modelo capitalista de tipo neoliberal, que aniquila el lugar –antropológicamente hablando- y suprime todas las condiciones para la vida. Hay que construir el común, superar lo privado".
El papel de los medios privadoses la concentración de votos y la invisibilización de las luchas de grupos sociales. Además de ser medios concentrados en pocas personas relacionadas con la política, la información que producen no se acerca a las necesidades de los pueblos y atacan a los gobiernos que no se alinean con sus intereses. Desde la experiencia de Brasil y Argentina, el linchamiento mediático hacia políticas populares es palpable y denota una parte de la guerra mediática. Pero su límite no es sólo ese, ya que los medios privados ejercen censura en los ciudadanos, eliminando la libertad de expresión. Sobre todo, al criminalizar a los movimientos sociales.
Pero la guerra mediática contra los medios comunitarios es desigual desde la falta de inversión hasta en los espacios que se difunden. A esta perspectiva se asocian medios y periodistas que mantienen lógicas de mercado y mantienen discursos hegemónicos.
La comunicación popular es el camino
Hay claramente dos equipos que juegan en desigualdad de condiciones: por una parte están los que actúan con lógicas comerciales, los medios hegemónicos que asumen la información como mercancía generadora de ganancias para los de "arriba" y del otro, los que se sustentan sobre la participación popular, el diálogo, la horizontalidad y fundamentalmente, sobre proyectos políticos inclusivos, reivindicadores, humanizadores de los "de abajo".
La comunicación popular parte, sobretodo, de la experiencia de que más allá de transmitir, importa compartir, en términos de dialógicos y participación.
Hacer comunicación desde otras lógicas, no comerciales, no banalizadas, y que genere una recepción crítica no solo de los contenidos de esa comunicación, sino de la realidad misma y con poder popular, es una manera de contribuir a que las personas, los colectivos y las comunidades desarrollen más capacidades para cortar de raíz la dominación, que desdeña a los pueblos y sus potencialidades para protagonizar procesos comunicativos y sobre todo, para tomar las riendas de sus propias vidas.
El tema será cómo ponerlas en marcha, cómo hacerlas crecer y sobretodo, cómo cuidarlas entre todos.
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