“la llave que yo tengo puede abrir
tan sólo el corazón
de los extraños”
De gente virtuosa de la música clásica está lleno. De cantautores, o artistas muy buenos también. Tal vez había menos en los tempranos setenta, pero tampoco importa tanto, porque no imagino a quienes vinieron después si no hubieras marcado rumbos. También debe haber muchos que escupen poesías increíbles sin quererlo; que les sale así, un poco porque así viven. Pero me parece que de compositores y productores que saben entender su época la lista se reduce mucho más, probablemente sean un puñado los que están activos cada década. Pero todavía mucho menos que esos son los trovadores de un pueblo, que saben regalarle las palabras que le faltan para sentirse menos solos. Pero vos, Garcia; vos elegiste ser todas las anteriores. Curaste nuestras heridas y nos encendiste de amor.
Hay personas que logran formar parte de todas las familias, meterse en cada casa, formar parte de cada red de vínculos, de todas las rancheadas. A veces escriben ficción, a veces filosofía o poesía, a veces juegan al fútbol. Alguna vez Mercedes Sosa dijo que Atahualpa era el máximo juglar de nuestra tierra. Pero vos sos de los que saben construir las palabras que saben dar fe, materializar las catarsis que generaciones enteras necesitan. Quienes saben ser la voz del inconsciente colectivo cargan la responsabilidad de crear momentos y lugares donde la gente pueda vivir esas cosas que asombran, los grandes misterios de vivir, ya que no felicidad en soledad. Transportan sentidos que inundan sus acciones, el karma de vivir bajo la luz constante de la atención pública. De no poder desistir aunque te digan que ya no hay nada más que hacer, todo mientras se busca el placer de estar vivo.
Creo que mitad por casualidad, mitad por convicción, estuviste siempre ahí. Siempre cerca. Tuvimos tu amor, que muchas veces nos salvó y nos sirvió. Que quisiste curar tus heridas y, casi sin querer, curaste las nuestras. Que desde hace tantos años, en tus mil vidas y canciones transmitiste una irreverencia única; una que no necesita a nadie, a nadie a su alrededor. En su eterna adicción por lograr titulares polémicos, hasta la televisión de vidrieras siempre buscó tergiversar tus frases enigmáticas en titulares amarillos. Respondiste con sátira todo eso que no te interesaba avalar, y te reapropiaste de esos sitios para transgredir. Eso genera no sólo fanatismo, genera conexión, inspira devoción. Las ironías que fueron y son parte de nuestra cultura, parte de nuestra religión.
Porque si hay algo que te caracterizó, camaleónico García, son esas mil facetas. Tu irrefrenable capacidad de cambiar junto a nosotrxs a lo largo de los años, de transitar los lugares ciertos sin perder nunca identidad, o capacidad de condensar en sonidos lo que nos pasa. Me dan bastante rechazo los compilados de tus canciones. Siento que quiebran la cronología, desarman una linealidad temporal entre tu voz y lo que sucedía a su alrededor que veo fundamental.
En esa atemporalidad está el deseo de quienes lloran que el pasado está equivocado. La melancólica historia nacional que se piensa como eterna tragedia, pregón de esa porción de la argentina que tiene nostalgia por el futuro que nunca fue. Que te incluye en esa batería de cosas por las cuales indignarse, quienes fueron educados con odio hacia este país por lo que es, en contraste de quienes lo amamos profundamente a pesar de todo lo que es. Creo que llevaste, junto con tantas otras voces nuestras, una cuota de mártir en saber recibir las culpas y el veneno de quienes te culpan de arruinar todo por dejar un camino sin andar.
Construcción de chivo expiatorio, acusaciones a quien se arruinó a sí mismo, quien fue envenenado por la soberbia nacional. Que con la misma soltura con la que te califica de loco y no opina sobre tu vida, opina sobre adicciones, locura, salud mental, genialidad. Flashea que como buen rockero estallaste por volar demasiado cerca del sol, en la cúspide de tu carrera, pero que sobreviviste. No te moriste como las estrellas del rock supuestamente deben morirse, lidiando con la presión pública, la fama, la adicción y los excesos.
Adivinó que nunca te interesó demasiado vivir como digan. Cumplir vaya uno a saber qué imágenes de futuro que las personas necesitan encuadrar con las del pasado, para que mañana sea como ayer otra vez. Si romper las expectativas, si cagarte en sus pretensiones conservas no es intransigencia, si eso no es lo que llamamos rock, si vos no sos el rock ¿el rock dónde está? Se escapaban tus gedencias, tus demonios, y así aparecían los nuestros. Nuestros ídolos no pueden ser perfectos, sólo pueden ser reales.
Tal vez en pandemia se confunden aún más dos tipos de dolores que rodean a cualquier muerte. La pérdida y la ausencia. Las despedidas, los velorios, los entierros son procesos que pueden ayudarno a lidiar con la pérdida y el final de alguien. Pero el dolor más complicado es el de lidiar con la ausencia, que no encuentra momentos específicos, el que aparece por oleadas, el que te azota cuando te dan ganas de compartir alguien con el que ya no está.
Siempre creí en los homenajes en vida, y cuando el Flaco se nos fue, entendí lo que significaba perder a quienes no conocemos, pero siempre nos acompañaron. Y no voy a esperar, porque nunca entendí nada del fútbol en términos deportivos, pero cuando se fue mi tía en Abril, cuando Maradona pasó a la eternidad, cuando mi viejo se fue en diciembre y yo me pude despedir, cuando tantas partidas y tanto caos a nuestro alrededor no amaina y cuando presiento el fin de un amor, cómo no escribirte García querido. Amar con contradicciones, disputar a los símbolos populares, claudicar el deseo de tener razón, abrazar el dolor, rendirse al afecto. Algún día ya no habrá confusión, nos rescataremos con el tiempo, y vamos a ver cómo nos diste tu amor, y ese día habrá perdón, sabremos que nos diste el tuyo y no necesitaste el nuestro, aunque igual lo veamos en vos.
Tal vez mi deseo más grande es que puedas estar ahí para cuando te vayas. Sentir ahora el amor que vas a recibir en el después. Que veas y formes parte de los festejos a tu vida, los funerales de Aquiles, tus discos a todo volumen resonando en cada parlante, maratones que van a durar semanas, de canciones que durarán por siempre. No te puedo prometer que Argentina no va a llorar por vos, pero sé que no le tenés miedo a ese momento, que hace rato soñás con el fin, cuando todo termine. Por eso te lo digo así, abiertamente, porque se que de este lado vas a seguir estando siempre a nuestro lado. Que a la muerte le dedicaste tu primer canción, pero la enfrentaste cada semana. Deseo de corazón que puedas ser libre de verdad, y si esa es la única forma, acá estamos para despedirte y, mucho más, para agradecerte siempre. No quiero perder tanto la fe, si estas palabras me la pudieran dar, ojalá me ayuden también a agradecer. Gracias Charly. Gracias.
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