Una zamba que no fuera igual a otras zambas
Por Lidia Ferrari
El problema de ‘de dónde venimos’ es un tópico de todas las culturas. Y la renegación del propio mestizaje es una operación también generalizada en la historia de los pueblos. Que sobre un error del Presidente se instale un arremetida ‘bárbara’, como la operación distintiva que ciertos pueblos civilizados hicieron sobre su 'otro' a expulsar, es parte de esa manera en que cada uno de nosotros se ubica en el lugar políticamente correcto. Siempre es el otro el 'bárbaro'. El furcio del presidente tiene una historia. Que los más racistas y segregacionistas lo acusen de eso es prueba de su cinismo y su inescrupulosidad. Pero los de este lado, que se monten ferozmente para ubicarse en un lugar impoluto, es parte de no reconocer que hemos debido trabajar para deconstruir y deconstruirnos de una historia racista y segregacionista. Lo muestran inclusive en estos tiempos tantas personas de genealogía indígena, que han debido recuperar la dignidad de su origen, después de un trabajo sobre ellos mismos. No nacimos, lo debemos confesar, lúcidos acerca de ‘cómo son y cómo han sido las cosas’. Hemos debido trabajar para ello. Ha debido suceder una lucha contra prejuicios raciales y, sobre todo, contra sentidos comunes instalados desde hace quinientos años. Esta sería una oportunidad para trabajar sobre eso, no para que cada uno se coloque la camiseta de indigenista de la primera hora y, desde allí, disparar contra un presidente, porque representaría a su ‘otro’ que no lo es.
Como he dicho en mi libro ‘La diversión en la crueldad. Psicoanálisis de una pasión argentina’:
“Se instala en la cultura argentina un modo renegatorio por el cual, por un lado, la inmigración que constituye la Argentina es menospreciada y nunca hará posible una Argentina potente. Por otro lado, y al mismo tiempo, se persevera en seguir sosteniéndose como la Europa de Sudamérica y, con ello, renegar de su mestizaje, de su hibridación. Con el soporte de ambas opciones hay una renegación de la falta constitutiva y un sostén casi demente de una ubicuidad imposible. Ambas opciones se sostienen en un repudio y un asentimiento, al modo de la Verleugnung freudiana: nuestra inmigración europea fue defectuosa, no es la Europa de nuestros deseos, pero somos la Europa de Sudamérica.”
Lo que subyace en esa frase no es un simple tema de discriminación, tampoco es una mera discusión mediática. Porque el problema no es que a nuestro territorio haya llegado gente europea, con distinto color de piel y con distintas identidades, lo terrible es que muchos trajeron una ideología de odio que aquí cultivaron; una ideología basada en la explotación, la invasión, la apropiación y el privilegio.
Evidentemente la desconstrucción del pensamiento colonial lejos está de quienes son mandatarios o quienes administran los destinos de este país. Sin embargo, tiene que haber un mensaje para el resto de los argentinos: la identidad como nación no fue consultada sino impuesta y el primer acto fundacional que tuvo el Estado argentino fue quedarse con los territorios ancestrales indígenas. Pero la sociedad argentina tiene que saber que los originarios de estas tierras fueron masacrados y hasta hoy son asesinados impunemente, como sucedió con Rafael Nahuel o como quienes intentan apoyarlos, como Santiago Maldonado y otros tanto anónimos. La sociedad argentina también tiene que saber que aún esos originarios están y que existen por más que los nieguen.
Ellos no bajaron de ningún barco.
Su Presidente debería a ponerse a estudiar Historia sobre los primeros pobladores de Argentina
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