Antonín Dvořák (pronúnciese «Bórsak») compuso este efervescente cuarteto mientras estaba de vacaciones en Spillville, un pueblecito de Iowa. El compositor checo vivía por entonces en Nueva York, dirigía el Conservatorio Nacional de Música y aquellas largas vacaciones estivales representaron un respiro en su apretado programa docente y un saludable alejamiento del bullicio de la Gran Manzana.
Por las cartas que escribió a sus amigos por entonces, sabemos que Dvořák estaba relajado, contento y con «buen ánimo». Rodeado de naturaleza y aire puro, con su familia y con el apoyo de una comunidad local de expatriados checos, estaba en buena forma creativa: tomando a «Papá Haydn» como modelo, pero bebiendo en el mundo del espiritual y las tradiciones folclóricas afroamericanas, Dvořák bosquejó en solo tres días la base de esta obra melodiosamente espléndida y la terminó en menos de una quincena después. «Gracias a Dios —comentó—. Estoy contento. Fue rápido».
Clemency Burton-Hill
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