En los espacios políticos, sociales y mediáticos, la
actuación represiva del Gobernador Gerardo Morales no ha afectado su
imagen, por el contrario, fue aplaudido por sectores cada vez más violentos y derechizados y le aseguró el puesto de candidato a
vicepresidente acompañando a Larreta, y le permite pasearse por
distintos programas televisivos presentándose como el dirigente que pudo
poner en caja a sindicalistas, piqueteros e indios que hacen reclamos, cosa que no hace más que evidenciar el fascismo creciente, declarado también en papel y ley en la reforma constitucional pactada por la coalición oficialista Cambia Jujuy y el Partido Justicialista.
Asistimos con asombro a los actos autoritarios de un gobernador que ejerce poderes dictatoriales, pero avalado por el poder real y amplios sectores de la sociedad. Para envidia de Milei y Patricia Bullrich, Morales ha puesto en práctica
la prometida decisión de la derecha de "poner orden". En este campo de siembra el avión fumigador, con sus vuelos de la muerte, es un claro ícono del veneno al que somos expuestos, mientras que Jujuy anticipa el futuro, no solo desde los planes de la derecha, también desde la respuesta popular.
Los hechos en Jujuy son toda una alegría para el embajador de Estados Unidos Marc Stanley, en su propuesta de avanzar con "los cambios necesarios", sustentándose políticamente en una alianza de los partidos mayoritarios. Cambia Jujuy es una alianza de Juntos por el Cambio y el Frente Renovador de Sergio Massa; el PJ jujeño, que avaló la reforma. La reforma constitucional limita el derecho a la protesta y crea condiciones no solamente para que las multinacionales extractivistas avancen en la apropiación de territorios de comunidades originarias, sino que termina de atropellar a nuestra democracia frágil e imperfecta, que es la que tenemos y debemos fortalecer y mejorar. Su agresión puede tener consecuencias imprevisibles para el futuro, y abre la puerta a una represión desmedida contra los más débiles, que nos hundiría en el caos y en la violencia.
Estamos en
una democracia más que discutible. Termina la dictadura y se impone el argumento de que solo los
militares fueron responsables, lo que impidió una comprensión profunda
de qué había sido esa transformación política y social de la Argentina.
Así nace nuestra democracia, con el poder económico impune. Cuando
Alfonsín cae, cae por un golpe de mercado, de eso nadie habla. Aún hay
radicales que señalan que fue el peronismo el desestabilizador. Menem
fue una estafa electoral absoluta. Prometió salariazo y revolución
productiva y a los dos meses se abrazó con Alsogaray. Entonces uno dice
para qué necesito elecciones si después votás y no pasa nada, votás y te
jodés, te callás y basta. Eso es una democracia restringida. El kirchnerismo tuvo la virtud de
autonomizarse relativamente frente a los poderes fácticos. Aunque
Cristina haya admitido que ella solo tenía el 25% del poder. ¿El 75%
restante estaba en manos de otras fuerzas políticas? No. Lo tenían las
corporaciones. ¿De qué hablamos cuando hablamos de democracia? Estamos concediendo demasiado al llamar a esto
democracia. Pienso en Jujuy: llego, cambio la Corte, pongo a mis amigos,
pongo a la familia, encarcelo opositores, persigo, después cambio la
Constitución y reprimo. El poder dominante llama a eso democracia.
Ricardo Aronskind - Economista, docente e investigador
Los hechos en Jujuy son toda una alegría para el embajador de Estados Unidos Marc Stanley, en su propuesta de avanzar con "los cambios necesarios", sustentándose políticamente en una alianza de los partidos mayoritarios. Cambia Jujuy es una alianza de Juntos por el Cambio y el Frente Renovador de Sergio Massa; el PJ jujeño, que avaló la reforma. La reforma constitucional limita el derecho a la protesta y crea condiciones no solamente para que las multinacionales extractivistas avancen en la apropiación de territorios de comunidades originarias, sino que termina de atropellar a nuestra democracia frágil e imperfecta, que es la que tenemos y debemos fortalecer y mejorar. Su agresión puede tener consecuencias imprevisibles para el futuro, y abre la puerta a una represión desmedida contra los más débiles, que nos hundiría en el caos y en la violencia.
Por ello decimos que no está tan lejos el extractivismo (cuya destrucción se evidencia en Jujuy), la fumigación en todo el país y la caída en el nivel de vida de todos los argentinos. La "dignidad fumigada" tiene muchas aristas, muchas miradas y muchas realidades pero en todas se estampa la violencia de unos pocos y por el otro lado el sufrimiento de las grandes mayorías.
Tanto es así, que si en la siguiente nota cambian "fumigación" por "extractivismo", verán que terminan hasta siendo sinónimos.
La vida de un pobre no vale nada. Nada de verdad, absolutamente. Lo que le pase como consecuencia de las actividades que desarrolle para la sobrevivencia cotidiana, importa demasiado poco en el devenir de la sociedad. Tampoco importan los que no participan de esos trabajos, las familias en general y los niños en particular. No hay disculpa válida ante esta realidad palpable, a la vista de quien conserve un poquito de consciencia de la pertenencia a un colectivo social. Y no existe razón alguna en las perversas declaraciones de quienes detentan el poder para darle continuidad casi infinita a este oscuro estado de cosas.
Se suele decir que, al conocer la realidad, las personas sabrán evaluar con mayor capacidad las respuestas que demanden los hechos en cuestión. Pero la verdad no suele tener buena prensa, ni contener las necesidades impuestas a quienes las soportan con la voluntad quebrada por la extorsión del hambre y el desamparo. El fantasma visible de la miseria golpea cada noche en las casuchas donde se amontonan las familias esclavizadas por la indignidad de los capangas llamados, pomposamente, “empresarios del campo”.
Así sucede en cada rincón de nuestro territorio enajenado, donde la producción agraria fue reconvertida en un vaciadero de venenos a los cuales se les pretende bajar la toxicidad denominándolos “agroquímicos” o “fitosanitarios”. “Cruel en el cartel, la propaganda duele...”, dice un memorable tango. Así es como se ve la parafernalia publicitaria de esos tóxicos con rango de “imprescidibles”, para convencer de una modernidad que tan sólo lo es como método destructivo de la naturaleza a la que invade sin piedad. Una naturaleza que incluye a todos los seres vivos, sin importar especie alguna. Los humanos, también están ahí, bajo el fuego de este bombardeo casi silencioso y cotidiano, de esa lluvia que moja hasta acabar con cualquier signo de vida.
Pocos se atreven a contradecir los mandatos de un poderío avasallante hasta de la ciencia. Profesionales del agro niegan lo observable a simple vista, desacreditan a quienes se animan a plantear la masacre acreditada por las centenares de víctimas visibles y de las que nunca salen a la luz. Jueces y fiscales se convierten antes en resguardo de las millonarias fortunas de los “empresarios del campo”, que compran y venden voluntades como quieren y necesiten para sus enfermas ambiciones. Algunos abogados se ponen al frente de la defensa de los afectados que pierden a sus seres queridos por efecto de esta devastación programada, lo que generalmente culmina con fallos tan escasos de justicia como la social, perdida bajo la andanada de balas húmedas de esos “venenos productivos”.
Los gobernantes patean para adelante la pelota mojada por la insolencia productiva a costa de la muerte. Las promesas de mayores puestos de trabajo y los supuestos desarrollos promisorios, son el anzuelo para que los mismos desamparados les voten, en otra batalla perdida ante el Poder Real que maneja estos hilos desde las poltronas de oficinas lejanas a las tierras mojadas con el sudor envenenado de quienes alimentan sus cajas de caudales. Los legisladores discuten minucias leguleyas en los proyectos de declaraciones vacías, especies de lavado de consciencias que les ayudan a soportar tanta desvergüenza.
Hasta la instituciones de investigación científica están cooptadas por ese suprapoder envenenador de las transnacionales, que les construyen algún pabellón o becan a los científicos para comprar resultados a la medida de sus intereses. Ni hablar del poder mediático, donde se distribuyen miles de millones para solventar a supuestos “especialistas” que nos relatan las fantasías productivas como cuentos de hadas, a sabiendas que la muerte será el págo para el último eslabón en esta repugnante cadena económica.
Cada tanto, alguna nota reproducida en algún periódico, generalmente escondida en sus páginas menos visibles, nos despertará de un letargo provocado de exprofeso para anular las lógicas reacciones que se debieran tener. Siempre tarde, nos anunciarán las muertes de niños fumigados, atravesados por sufrimientos indescriptibles, abandonados por todos, incluso por quienes todavía podemos comer a diario, aún cuando lo que ingerimos también está envenenado. Porque allí radica esta búsqueda de concientización, en la necesaria conexión entre la muerte directa y la indirecta, provocada por los mismos agentes químicos, que nos penetran lentamente, como la gota que horada la piedra, hasta despertarnos las enfermedades que la medicina no podrá curar.
No cabe el asombro, porque no es novedad. No es lógica la sorpresa, cuando las advertencias vienen siendo sostenidas desde hace décadas, pero ignoradas en nombre del “crecimiento”. A la vuelta de la esquina de cualquier calle de los pequeños pueblos, están presentes y a la vista los agentes del mal, esos que caen sobre los suelos, penetran en las raíces y llegan hasta las aguas que perdemos irremediablemente, en nombre de una productividad apropiada por muy pocos. Como aquellos vuelos de la muerte de la ferocidad dictatorial, adormecen las conciencias, compran las voluntades, amaestran a sus adláteres y matan, sin piedad alguna, a quien se ponga por delante de sus miserables intereses. Asesinan con placer a sus víctimas más inocentes, reduciendo la moral a una masa informe de mentiras y soberbias.
Sólo cabe rebelarse y contar estas verdades cada día, en cada rincón, escuchando a los sobrevivientes y, sobre todo, a los padres y madres de las víctimas más dolorosas. Difundir y provocar consciencia es un trabajo lento que requiere de mucha voluntad y paciencia. Pero exigir a las autoridades “distraídas” de sus deberes, es una labor mucho más directa y concreta. Modificar esta estructura productiva de supuestos avances “cientificoides”, debe ser tomado como fundamento de quien pretenda reconvertir a este territorio fumigado por la perversión de tan pocos, en una Patria que termine para siempre con la indignidad del hambre y la pobreza.
Se suele decir que, al conocer la realidad, las personas sabrán evaluar con mayor capacidad las respuestas que demanden los hechos en cuestión. Pero la verdad no suele tener buena prensa, ni contener las necesidades impuestas a quienes las soportan con la voluntad quebrada por la extorsión del hambre y el desamparo. El fantasma visible de la miseria golpea cada noche en las casuchas donde se amontonan las familias esclavizadas por la indignidad de los capangas llamados, pomposamente, “empresarios del campo”.
Así sucede en cada rincón de nuestro territorio enajenado, donde la producción agraria fue reconvertida en un vaciadero de venenos a los cuales se les pretende bajar la toxicidad denominándolos “agroquímicos” o “fitosanitarios”. “Cruel en el cartel, la propaganda duele...”, dice un memorable tango. Así es como se ve la parafernalia publicitaria de esos tóxicos con rango de “imprescidibles”, para convencer de una modernidad que tan sólo lo es como método destructivo de la naturaleza a la que invade sin piedad. Una naturaleza que incluye a todos los seres vivos, sin importar especie alguna. Los humanos, también están ahí, bajo el fuego de este bombardeo casi silencioso y cotidiano, de esa lluvia que moja hasta acabar con cualquier signo de vida.
Pocos se atreven a contradecir los mandatos de un poderío avasallante hasta de la ciencia. Profesionales del agro niegan lo observable a simple vista, desacreditan a quienes se animan a plantear la masacre acreditada por las centenares de víctimas visibles y de las que nunca salen a la luz. Jueces y fiscales se convierten antes en resguardo de las millonarias fortunas de los “empresarios del campo”, que compran y venden voluntades como quieren y necesiten para sus enfermas ambiciones. Algunos abogados se ponen al frente de la defensa de los afectados que pierden a sus seres queridos por efecto de esta devastación programada, lo que generalmente culmina con fallos tan escasos de justicia como la social, perdida bajo la andanada de balas húmedas de esos “venenos productivos”.
Los gobernantes patean para adelante la pelota mojada por la insolencia productiva a costa de la muerte. Las promesas de mayores puestos de trabajo y los supuestos desarrollos promisorios, son el anzuelo para que los mismos desamparados les voten, en otra batalla perdida ante el Poder Real que maneja estos hilos desde las poltronas de oficinas lejanas a las tierras mojadas con el sudor envenenado de quienes alimentan sus cajas de caudales. Los legisladores discuten minucias leguleyas en los proyectos de declaraciones vacías, especies de lavado de consciencias que les ayudan a soportar tanta desvergüenza.
Hasta la instituciones de investigación científica están cooptadas por ese suprapoder envenenador de las transnacionales, que les construyen algún pabellón o becan a los científicos para comprar resultados a la medida de sus intereses. Ni hablar del poder mediático, donde se distribuyen miles de millones para solventar a supuestos “especialistas” que nos relatan las fantasías productivas como cuentos de hadas, a sabiendas que la muerte será el págo para el último eslabón en esta repugnante cadena económica.
Cada tanto, alguna nota reproducida en algún periódico, generalmente escondida en sus páginas menos visibles, nos despertará de un letargo provocado de exprofeso para anular las lógicas reacciones que se debieran tener. Siempre tarde, nos anunciarán las muertes de niños fumigados, atravesados por sufrimientos indescriptibles, abandonados por todos, incluso por quienes todavía podemos comer a diario, aún cuando lo que ingerimos también está envenenado. Porque allí radica esta búsqueda de concientización, en la necesaria conexión entre la muerte directa y la indirecta, provocada por los mismos agentes químicos, que nos penetran lentamente, como la gota que horada la piedra, hasta despertarnos las enfermedades que la medicina no podrá curar.
No cabe el asombro, porque no es novedad. No es lógica la sorpresa, cuando las advertencias vienen siendo sostenidas desde hace décadas, pero ignoradas en nombre del “crecimiento”. A la vuelta de la esquina de cualquier calle de los pequeños pueblos, están presentes y a la vista los agentes del mal, esos que caen sobre los suelos, penetran en las raíces y llegan hasta las aguas que perdemos irremediablemente, en nombre de una productividad apropiada por muy pocos. Como aquellos vuelos de la muerte de la ferocidad dictatorial, adormecen las conciencias, compran las voluntades, amaestran a sus adláteres y matan, sin piedad alguna, a quien se ponga por delante de sus miserables intereses. Asesinan con placer a sus víctimas más inocentes, reduciendo la moral a una masa informe de mentiras y soberbias.
Sólo cabe rebelarse y contar estas verdades cada día, en cada rincón, escuchando a los sobrevivientes y, sobre todo, a los padres y madres de las víctimas más dolorosas. Difundir y provocar consciencia es un trabajo lento que requiere de mucha voluntad y paciencia. Pero exigir a las autoridades “distraídas” de sus deberes, es una labor mucho más directa y concreta. Modificar esta estructura productiva de supuestos avances “cientificoides”, debe ser tomado como fundamento de quien pretenda reconvertir a este territorio fumigado por la perversión de tan pocos, en una Patria que termine para siempre con la indignidad del hambre y la pobreza.
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