Sir Harrison Birtwistle, que nació este día, tiene fama de ser un enfant terrible de la música actual inglesa, un tonificante e inteligente provocador que con sus colegas manchesterianos Peter Maxwell Davis y Alexander Goehr, vapulearon la complacencia sentimental de la escena musical inglesa de mediados del siglo XX, que creía haberse librado de lo peor de los excesos atonales y amorfos de la época.
La ópera The Last Supper, de 1999, contiene tres motetes latinos, muy ambientales, que son, creo, un buen punto de arranque para entrar en la música de Birtwistle. Aunque los tres se compusieron para la ópera, ocupan un lugar aparte en ella. A diferencia del resto, basado en un libreto actual, el texto de los motetes procede de una oración del siglo XIV y un himno de Tomás de Aquino. A pesar de haberse escrito en el umbral del nuevo milenio, a mí me suena más a renacentista que a generación Y.
No es de extrañar, porque Birtwistle siempre ha saqueado vorazmente el mundo antiguo. Aunque formado con la energía torrencial de, por ejemplo, un Pierre Boulez, «Harry«, como lo llaman cariñosamente los músicos, se ha sentido igualmente atraído por las quejumbrosas disonancias del canto llano medieval y la polifonía de la vieja escuela. Además, sus más sustanciosos temas operísticos son del pasado, por ejemplo Gawain, The minotaur y, en el presente caso, los Evangelios.
Clemency Burton-Hill
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