El año comenzó con una noticia estremecedora. En 2021, en pleno auge de la pandemia, la fortuna de las 500 personas más ricas del mundo creció en más de un billón de dólares.
Para tener una idea de lo que esto significa, basta saber que, en 2020, el PIB de Brasil –la suma de todos los bienes y servicios de una población de 212 millones de personas– fue de 7,5 billones de reales.
Si sumamos el patrimonio líquido de ese selecto club de 500 supermillonarios, el resultado es de 8,4 billones de dólares (49,9 billones de reales), superior al PIB de cualquier país del mundo, salvo Estados Unidos y China.
Wallerstein planteaba que este sistema estaba llegando a su fin, aunque no puedo citar textos suyos donde mencionara la descomposición en curso. Propongo cinco temas de estricta actualidad que enseñan algunos rasgos de esa descomposición, en la que, naturalmente, los Estados Unidos juegan un papel destacado por ser la potencia que encabeza el sistema-mundo.
El primero es el signo de los tiempos: el renovado papel de los militares en un mundo que se escora hacia la guerra entre potencias (EEUU vs Rusia, EEUU vs China, son las dos más trascedentes y probables) y la consiguiente crisis de las democracias.
En abril de 2021 se difundió una carta abierta firmada por 20 generales retirados, un centenar de oficiales y más de mil soldados, en Francia. La carta denuncia al “islamismo y las hordas suburbanas”, que llegan a controlar “territorios sujetos a dogmas contrarios a nuestra constitución”, por lo que consideran que “mañana la guerra civil pondrá fin a este caos creciente, y las muertes, de las que tú tendrás la responsabilidad, se contarán por miles», en alusión al presidente Emmanuel Macron (https://bit.ly/3EKalHO).
En diciembre tres generales de los Estados Unidos alertaron del riesgo de un golpe de Estado en 2024. “Estamos congelados hasta los huesos al pensar que un golpe podría tener éxito la próxima vez”, en referencia al asalto al Capitolio del 6 enero por los partidarios de Donald Trump (https://bit.ly/3eLxL4T). Advierten que puede darse “un colapso total de la cadena de mando por líneas partidistas”, en un país dividido entre republicanos y demócratas, colores de piel, lugares de residencia, clases sociales y fracturas culturales.
El segundo es el brutal enriquecimiento de los super-millonarios durante la pandemia. Las 20 mayores fortunas se enriquecieron en un 30% en 2021, por el crecimiento de las bolsas y del mercado inmobiliario, dos sectores que no tienen la menor relación con la economía real y que forman parte del casino especulativo del capital financiero.
Esos 20 super-ricos son varones y la mayoría abrumadora estadounidenses, que vieron crecer su patrimonio conjunto en 500.000 millones de dólares (https://bit.ly/3eJ87xQ), mientras la pobreza creció en el mundo, a la vez que la ansiedad y la depresión se hacen carne en las personas más jóvenes.
El análisis de Financial Times es elocuente: “Cuando el virus se propagó, bancos centrales de todo el mundo inyectaron 9.000 millones de dólares en las economías con el objetivo de mantenerlas a flote. Gran parte de ese estímulo ha ido a parar a los mercados financieros, y de ahí al patrimonio de los ultra ricos” (https://bit.ly/34iqp78).
Peor aún, la riqueza de los más ricos registró “el aumento más espectacular registrado en el ranking anual de súper ricos elaborado por la revista Forbes”. En un mundo con semejante desigualdad, no puede llamar la atención que haya desde insurrecciones violentas hasta el abandono masivo del empleo. ¡Qué lejos queda aquel mundo en el que las clases dominantes aspiraba a integrar a los sectores popularse!
El tercer síntoma de esta descomposición sistémica es la proliferación de muros que separan poblaciones y naciones. Cuando la caída del Muero de Berlín, en 1989, había unos diez muros en el mundo. Hoy se multiplicaron hasta llegar a 70: el que separa EEUU de México; el de Calais para impedir a los migrantes llegar al túnel que los lleva a Gran Bretaña; el de Hungría con Serbia; los de Bulgaria y Grecia con Turquía; los que separan Marruecos de Ceuta y de Melilla; el de Israel para aislar a Cisjordania; India para separar a la Cachemira pakistaní; y Arabia Saudí ante Irak, a los que deben sumarse el construido por Marruecos en el Sahara Occidental y el que separa ambas Corea (https://bit.ly/3sYvSdt).
La gran novedad es la multiplicación de muros en la democrática Europa, la que fuera paraíso democrático en el mundo, incluyendo a la ignominiosa Francia que, además, sigue enviando militares a sus ex colonias mostrando la rabiosa actualidad el colonialismo. La mayoría de estos muros se construyeron contra los inmigrantes, o sea contra las y los pobres del mundo.
El cuarto tema es la “muerte de la imaginación política de Estados Unidos”, como la denomina el historiador Daniel Immerwahr en un ensayo en The New York Times (https://nyti.ms/32Dk2Lf). Sostiene que desde 1945, cuando EEUU conquistó la hegemonía global, “sus autoridades se han vuelto extra centralizadas, extra opacas y menos democráticas”. En su opinión, el mejor ejemplo es el Consejo de Seguridad Nacional, “un grupo no electo que supervisa los asuntos mundiales”.
En un análisis importante que coincide con el primer punto (el papel de los militares), Immerwahr sostiene que los militares comienzan a hacer en el extranjero lo que luego aplican en casa: “Envías Humvees a Falluja y en breve estarán patrullando Ferguson”.
Por último, quizá el tema más importante. Las elites estadounidenses, y las occidentales que las siguen mansamente, han perdido contacto con la realidad. En este punto coinciden un filósofo crítico, como Giorgio Agamben, y un economista del sistema, como Paul Craig Roberts, ex subsecretario del Tesoro en la administración de Ronald Reagan.
En relación a la ofensiva contra Rusia, Roberts sostiene que el gran problema es que los líderes estadounidenses “están desconectados de la realidad”, lo que les impide comprender las razones de Moscú para no aceptar la integración de Ucrania en la OTAN (https://bit.ly/3sYIHV9).
En efecto, nadie en su sano juicio puede pensar que Rusia va a aceptar misiles en sus fronteras, que en cinco minutos alcanzarían Moscú. Sentencia: “Washington se siente demasiado cómodo en su arrogancia y se aferra firmemente a lo que ahora es el engaño de su omnipotencia”, concluye Roberts.
Agamben, por su parte, llama a las fuerzas de la oposición en Italia a cambiar de táctica ya que “ante un gobierno que ignora la ley, parece un poco inútil invocar derechos” (https://bit.ly/3pOmWW2). Luego de analizar la miseria moral de los gobernantes, concluye que “luchar contra un oponente muerto es más difícil que luchar contra uno vivo, espiritualmente vivo, con el cual se pueden contrarrestar argumentos, temas, razones”. Por eso llama a reinventar las viejas estrategias.
A todo lo anterior podrían sumarse datos sobre la economía secuestrada por el capital financiero, los problemas derivados de la deuda, las crecientes fracturas en el bloque occidental y la pujanza de la alianza Rusia- China, entre otros.
Una mirada amplia, permite concluir que la descomposición del sistema-mundo ya ha comenzado, que puede llegar a ser traumática y, sobre todo, que los pueblos debemos tomar nota de la brutal tormenta que se cierne, ante la cual debemos decidir cómo defendernos.
Raúl Zibechi - Periodista, escritor y pensador-activista uruguayo, dedicado al trabajo con movimientos sociales en América Latina.
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