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Black Sabbath - Vol. 4 (1972)

Y seguimos con más aportes de LightbulbSun, ahora con el cuarto álbum de Black Sabbath, editado en 1972, cuyo título iba a ser "Snowblind", pero según el señor Wikipedia, la discográfica se lo vetó por ser una clara apología a la droga. Incluso la canción "Snowblind" tuvo que ser regrabada, ya que en la toma original, Ozzy "Bruja Cachabacha" Osbourne gritaba "cocaine" después de cada verso. Un disco que, como muchos otros por el estilo, fue reeditado con una espectacular remasterización a cargo de Steven Wilson. Aquí, un imprescindible del rock y más para los grandes fans del heavy metal.

Artista: Black Sabbath
Álbum: Vol. 4
Año: 1972
Género: Hard rock / Heavy metal
Duración: 43:17
Referencia: Progarchives
Nacionalidad: Inglaterra


Ozzy Osburne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward lanzaron en 1972 "Vol. 4", cuarto álbum de Black Sabbath. Ese disco incluyó algunos de los que son ahora, décadas después, clásicos atemporales de la banda. Podemos hablar por ejemplo de "Supernaut", "Changes" y "Snowblind". Otro clásico que no podía quedar afuera del blog cabeza.
El siguiente y bastante moralista comentario hace referencia a la reedición Super DeLuxe de este disco.

Black Sabbath Vol. 4: camino a la perdición
La reedición del cuarto título de la banda más grande del heavy metal con una espectacular remasterización, remezclas de Steven Wilson y material en vivo, nos traslada a un punto de quiebre en la historia de Black Sabbath. A partir de 1972, los oscuros héroes de Birmingham iniciaron la cuenta regresiva hacia la autodestrucción mediante un clásico espolvoreado con cocaína y locura.
El espiral descendente había comenzado en la gira promocional del exitoso Master of reality (1971), el álbum donde Black Sabbath enriqueció el lenguaje del metal diseñando subcategorías como el stoner, deslizando a la vez una inspiración cristiana y pesimista antes que satánica. Siguiendo la tradición de la estrella rock inglesa arrasando ciudades como tornado en Estados Unidos, el cuarteto cogió la vía rápida hacia el descontrol con el combustible del alcohol y las drogas. En aquel tour asomaron las primeras alertas de desquiciamiento.
Alojados en el Edgewater Inn de Seattle, el hotel sobre el agua que permitía pescar a sus huéspedes, donde Led Zeppelin capturó un pequeño tiburón para utilizarlo como juguete sexual con una fan, Ozzy Osbourne también lanzó el anzuelo. Pescó un escualo y como tenía que dar un show, llenó la bañera para dejarlo ahí. Al regreso el tiburón estaba obviamente muerto, motivo suficiente para que lo destripara dejando un reguero de vísceras y sangre. El guitarrista Tony Iommi hizo lo propio. Pescó un tiburón para lanzarlo a la cama del baterista Bill Ward, víctima predilecta de sus jugarretas. Cuando caía inconsciente solía encender fósforos entre sus dedos o quemar su barba, hasta que un día vertió el combustible de un encendedor en sus pantalones y le prendió fuego. El batero fue a dar al hospital más molesto por el jean arruinado que por las quemaduras.
En ese mismo periodo, Ward contrajo hepatitis B por usar jeringas infectadas. Con apenas 23 años, el alcoholismo le impedía combatir la ictericia, la coloración amarilla de la piel asociada a la hepatitis. Remitida la enfermedad que significó cancelar conciertos en Japón, Bill volvió a sus costumbres etílicas y narcóticas como si nada.
A pesar de los excesos, a comienzos de 1972 Black Sabbath disfrutaba del éxito de sus primeros tres álbumes editados en apenas dos años, que habían conquistado público y rankings en ambos lados del Atlántico dando vida al heavy metal. Por primera vez tenían tiempo para grabar un nuevo disco sin la presión de las giras.
La banda inició los ensayos en Birmingham con Tony Iommi asumiendo la producción. Tras unas jams poco productivas, Ozzy, Geezer Butler y Bill Ward partían a un bar con la excusa de dejar tranquilo al zurdo guitarrista, responsable de la composición. Regresaban ebrios y exigían avances. Iommi, líder proclive a los puñetazos con los compañeros de grupo y los periodistas, se cabreó. Cuando el manager Patrick Meehan sugirió grabar en Los Angeles para evitar impuestos, el líder aprobó de inmediato.
Caballo parlante
El contrato de arrendamiento de la mansión de Bel Air incluía dos anfitrionas francesas y un enorme salón de baile con vistas a una piscina, transformado en sala de ensayos. El estudio de moda, Record Plant, quedaba cerca. Durante dos meses Black Sabbath se movió entre ambos lugares mediante un elemento químico central: la cocaína.
“Estábamos muy jodidos”, confiesa Ozzy en la biografía Symptom of the universe (2011) de Mick Wall. “Los traficantes venían todos los días con cocaína, el puto Demerol, la morfina, todo venía a la puta casa”. El consumo de coca -”un ritual” según Iommi- ocurría sobre la mesa de un gran comedor donde destacaba una montaña de polvo blanco digna de Tony Montana, mientras las groupies esperaban su turno haciendo fila en los jardines. Con ese panorama, para Geezer Butler lo único deprimente de la estadía era concurrir al estudio.
Completamente jalado, Tony Iommi ampliaba su lenguaje musical. Hizo arreglos de cuerdas para la canción más significativa del álbum, Snowblind, y en el majestuoso instrumental Laguna Sunrise, donde aflora una sensibilidad acústica y orquestal en contraste a las tinieblas asociadas al sonido de su guitarra. Hasta las cejas de hachís, marihuana y coca, se desnudó en el estudio, cogió la guitarra y grabó los golpes de su crucifijo contra las cuerdas. Un minuto y 44 segundos de autoindulgencia, el interludio FX, que antecede la furia funk metal de Supernaut, con Bill Ward en uno de sus mejores momentos. Multifacético y energizado, Tony tocó piano en la balada Changes acompañado de Geezer en el melotrón.
En tanto, la locura seguía su curso en la mansión. Un día, completamente drogado y borracho, Ozzy activó una alarma de seguridad conectada a una comisaría. Cuando arribó una patrulla cundió el pánico. En escasos minutos se deshicieron por los retretes de 10 mil dólares en cocaína y yerba.
En otra ocasión, Geezer y Ozzy tomaron LSD en una casa playera, invitados por una chica. El cantante fue a nadar aunque sólo se revolcaba en la arena. “En aquella época, en Estados Unidos, la gente era muy aficionada a echar ácido en las bebidas. A mí no me importaba. Solía tragar puñados de estampillas de ácido a la vez”. De vuelta en Inglaterra, Ozzy quedó enganchado al LSD. Un día tomó diez estampillas y se fue a pasear al campo. “Acabé de pie hablando con un caballo durante una hora. Al final, el caballo se dio la vuelta y me mandó a la mierda”.
La alienación producto de la cocaína se volvió un tema central en las letras de Geezer Butler. “La gente siente cosas malas, pero nadie canta nunca sobre lo que es aterrador y malo”, declaró a la prensa una semana antes del lanzamiento. Su poesía describe así los efectos de la coca en Snowblind: “Me hace feliz, me deja congelado, mis ojos están ciegos, pero puedo ver”.
La canción bautizaría al disco hasta que el sello sugirió algo menos explícito. Finalmente quedó como Vol. 4, un tributo velado a Led Zeppelin y su reciente cuarto álbum sin título. Eran sus admiradores y les unía una amistad, al punto que John Bonham fue padrino de bodas de Tommy Iommi. De todas formas, Black Sabbath expresó en los créditos del disco su reconocimiento “a la gran compañía COKE-Cola de Los Ángeles”.
Publicado el 25 de septiembre de 1972, en la consiguiente gira confirmaron el estatus de grandes estrellas. Viajaban con dealer y grupos satanistas les seguían por doquier. Como en Almost famous (2000) de Cameron Crowe, las groupies sabían más del itinerario del tour que la propia banda, y se contagiaron de enfermedades de transmisión sexual con dolorosos tratamientos. La presencia de las drogas era tan cotidiana, que Tony Iommi apenas se dio cuenta de un intento de asesinato en un concierto en el Hollywood Bowl.
Entre el caos narcótico y el éxito afloraron las primeras grietas. Tony y Geezer armaron un bando donde los excesos seguían presentes pero no al nivel sobrehumano de Ozzy y Bill. El cantante se hizo adicto al sedante Seconal. Acostumbrado a tragar media docena de pastillas, varias veces estuvo a punto de asfixiarse, hasta que su compañero lo salvaba de la muerte.
Mezcle todo
La edición en vinilo consiste en cinco álbumes. En cedé son cuatro discos mientras en Apple Music y Spotify (Santiago es la tercera ciudad en el mundo donde más se escucha Black Sabbath, según esta última plataforma), sólo está disponible la remasterización.
Comparado a las reediciones de 2009, los resultados son fenomenales. Si hasta hace un tiempo estos lanzamientos sólo podían ser apreciados en equipos de alta gama, ahora las mejoras son notorias. Hay más presencia, volumen y detalles, como un cuadro al que se le retira el polvo ofreciendo nuevas tonalidades y sutilezas.
El material restante incluye 79 minutos de descartes remezclados por Steven Wilson, el as del rock progresivo que ha desarrollado un trabajo de joyería remezclando quirúrgicamente las discografías de King Crimson, Yes, Jethro Tull y Tears for Fears, entre varios clásicos. Retrata a la banda probando tempos -Supernaut era mucho más lenta y acompasada-, distintas letras, tanteando arreglos, diálogos e interrupciones que transportan a la sala de grabación, donde se fraguaron algunas de las mejores composiciones de los británicos.
Las canciones grabadas en vivo en Inglaterra en 1973 que completan el último disco, son la prueba definitiva de Black Sabbath en su mejor momento. A pesar del cargamento de drogas, alcohol y distorsión, eran imbatibles y paradojalmente focalizados. Cabalgando en la batería incesante de Bill Ward, y la alianza de azufre en el sonido de baja afinación de Tony Iommi y Geezer Butler, la voz de Ozzy Osbourne es el ulular de una sirena que anuncia desazón existencial y escasa fe en la Humanidad. Heavy metal 100 por ciento.

Marcelo Contreras

Haciendo un paralelismo entre dos grandes como Black Sabbath y AC/DC, Vol. 4 de los primeros vendría ser el Powerage de los segundos. En definitiva esa clase de álbum que nunca se llevará los honores de ser el más popular, pero sí el más apreciado por muchos de sus fans acérrimos, que sienten como verdaderamente suyo, y donde encuentran la verdadera esencia de la banda. Esto representa Vol. 4 en la discografía de Black Sabbath.
Un trabajo englobado en esa primera media docena de álbumes que el propio Henry Rollins dijo una vez que era en lo único que se podía confiar en la vida y que a punto de cumplir su medio siglo de vida -se editó originalmente en 1972- sigue siendo todo un tótem en lo que a influencia se refiere. Registrado en plena decadencia cocainómana de la banda -la leyenda dice que se gastaron más dinero en polvo blanco que en la propia grabación del álbum- cada uno de sus 42 minutos vale su peso en oro.
Los riffs de Iommi en temas como ‘Tomorrow’s Dream’ y ‘Snowblind’ son prácticamente imposibles de superar, Ozzy demuestra que a pesar de los pesares es un cantante único, su interpretación en ‘Changes’ sigue poniendo los pelos de punta, y es imposible encontrar una sola fisura en la base rítmica de Butler/Ward. En definitiva, una banda funcionando a su más alto nivel… y eso hablando de Black Sabbath es decirlo todo.
Para esta mega edición de lujo se ha sacado petróleo. No olvidemos que eran tiempos donde las bandas editaban uno o dos álbumes por año y no había canciones que pasaran el corte de ser grabadas y luego no incluidas en los discos, pero por fortuna, sí muchas tomas alternativas que ahora podemos disfrutar con sus pequeñas imperfecciones.
En esta reedición Super Deluxe, aparte del álbum original remasterizado, encontramos dos CDs de esas tomas alternativas – uno de ellos con seis temas remasterizados por Steve Wilson- que le dan un valor extra a lo ya conocido en el álbum. Añadamos un directo grabado en su gira británica en 1973, más un libreto y demás parafernalia de primera y vale, te piden una pasta por esto, pero qué difícil es resistirse a artefactos como éste cuando los tienes en tus manos. Pocos discos se merecen tanto un trato de lujo como Vol. 4.

Richard Royuela



Creo que esta cita de Henry Rollins es muy adecuada para abrir fuego hoy. Es el turno de una de las más grandes bandas de la historia del heavy metal en particular, y de la música en general. Damas y caballeros, hoy cumple cuarenta y cinco años nada más y nada menos que Black Sabbath Vol.4. Volviendo a la cita de Rollins, a mi me resulta imposible escoger uno sólo entre esos seis álbumes. Pero estoy de acuerdo en que son básicos para entender la evolución del rock y que, de no haber existido, la historia del metal hubiera sido muy diferente. Pero ojo, aunque próximos en el tiempo no podemos englobarlos en un único y monolítico bloque, ya que presentan muchas similitudes pero también diferencias debido a las circunstancias de los periodos de grabación, el contexto, etc. Ninguno es, desde luego, melódico, pop o comercial. Vamos, que no eran de fácil asimilación. Pero si que creo que nunca llevaron tan lejos su sonido como en el caso concreto que hoy nos ocupa. Por supuesto, no desaprovecharemos la oportunidad de reivindicarlo como una obra adelantada a su tiempo, compleja, memorable y que impulsó a la banda a dar un paso adelante y explorar terrenos musicales que poco o nada habían transitado hasta entonces. De todo esto se puede deducir que los miembros del grupo atravesaban en aquel momento una fase de introspección personal, que su curiosidad les había llevado a experimentar con nuevos sonidos o que su progresión como músicos y compositores les había hecho alcanzar la madurez como artistas. Y es posible que algo de eso hubiera, no digo que no. Pero la realidad es que este disco fue fruto de cuatro personalidades con marcada tendencia al exceso, cuyas vidas durante el proceso de grabación giraron en torno a ingestas de drogas y alcohol en cantidades industriales.
El día a día durante dicho proceso fue un caos puro y duro. Y en la actualidad los propios miembros del grupo confiesan tener problemas para recordar ciertas etapas de aquella época. Pero tanto Ozzy como Iommi en sus libros autobiográficos describen la grabación de Vol.4 como caótica. Y en el libro How Black Was Our Sabbath sus autores David Tangye y Graham Wright (que trabajaban en el equipo del grupo en aquellos años) también se refieren a ella como un periodo en el que los miembros del grupo estaban totalmente fuera de control. Ozzy y compañía venían de una zona obrera de Birmingham y en pocos años habían pasado de ser unos completos desconocidos a ostentar la condición de superestrellas, por lo que decidieron beberse la vida y afrontar cada día como si fuera el último. En 1972 los componentes de Black Sabbath vivían en una fiesta continúa, totalmente fuera de la realidad. La fama y la presión del éxito fue demasiada para ellos y no lograron asimilar el cambio sin perder la cabeza. Pese a ello el grupo logró, no solo mantenerse, sino que se sacó de la manga un disco que sigue perdurando en la memoria colectiva como uno de sus mejores trabajos. En la edición original en vinilo (puedes verlo en las fotos bajo este texto) la banda no olvida mencionar en los agradecimientos la estupenda COKE-cola de la ciudad de Los Angeles, clara referencia a la cocaína.
Iommi y los suyos estaban en la cima del mundo en aquel instante. El año anterior habían publicado el inmenso Master Of Reality, añadiendo a su repertorio temazos como Sweet Leaf, After Forever, Into The Void o Children Of The Grave. Ese disco consiguió auparlos al Top-10 estadounidense, además de aumentar su popularidad en Europa vendiendo más de dos millones de copias. Para tratar de revalidar tamaño éxito los cuatro músicos se encerraban en los estudios Record Plant en Los Angeles. Tras tres discos grabados en Gran Bretaña decidieron cruzar el charco para vivir el glamour norteamericano en persona. Y por ello alquilaron una mansión en Bel Air para vivir mientras la grabación se llevaba a cabo. Como novedad, además, tomaron la decisión de prescindir del que había sido su productor hasta ese momento encargando dicha tarea a Patrick Meeham. Y aunque Vol.4 supuso un paso adelante por parte de Sabbath no se puede decir que se produjera una total ruptura con respecto a su obra anterior. Sería más correcto hablar de una continuación. Porque aunque he mencionado drogas en grandes cantidades no estamos hablando precisamente de hippies, ni de canciones folk pregonando paz y buen rollo. En 1972 Black Sabbath equivalía a heavy metal y este cuarto trabajo no hizo más que reafirmarlo. El brutal inicio con la larga Wheels Of Confusion y Tomorrow´s Dream confirmaba que los cuatro de Birmingham no habían perdido ni un gramo de talento o inspiración. Pese al descontrol que los rodeaba se apañaban para componer enormes canciones con cortantes y memorables riffs. Y Ozzy continuaba cantando con su incomparable estilo e imponiéndose por encima de la suciedad y distorsión de sus compañeros. Estos dos temas definían a la perfección la visión que tenían Black Sabbath del rock. No sólo no buscaban estribillos con gancho o melodías tarareables sino todo lo contrario. Eran temas machacones, con varios cambios de ritmo y una estructura compleja (sobre todo Wheels Of Confusion). Sonaban sucios, secos y áridos. Nada que fuera a triunfar en las emisoras de FM pero que hacía enloquecer a miles de fans.
Pero en este vol.4 no solo había sitio para el metal o la distorsión. Laguna Sunrise era una canción acústica con orquestaciones y que evocaba un ambiente bucólico muy alejado de lo que solían sugerir las canciones del grupo. Y FX era un breve tema instrumental de menos de dos minutos que en realidad sólo reproducía una serie de efectos sonoros. Además también podemos disfrutar de Ozzy cantando esa fabulosa balada con piano que es Changes. Un reto del cual el cantante salió airoso y con nota. La canción fue compuesta por Iommi al piano y tal cual se registró con la única adición de un mellotron. Como curiosidad, decir que en 2016, Charles Bradley grabó una brillantísima versión. De todas maneras, como decía un par de párrafos atrás, hablamos de un disco metálico hasta la médula. Y si el inicio era demoledor, el resto del disco no le iba a la zaga. Supernaut y Snowblind eran dos pedazos de dinamita cuya influencia se extiende hasta nuestros días en las que docenas de bandas tratan de emular su sonido. Snowblind fue además el título inicialmente pensado para el disco, pero el sello discográfico Vertigo vetó la idea debido a sus indisimuladas referencias a la cocaína.
Cornucopia era otra potente y retorcida canción que por algún motivo trajo de cabeza a Bill Ward (que por otra parte hizo una estupenda labor en este Vol.4). El entrañable batería, tras verse obligado a repetir docenas de tomas acabó odiándola con toda su alma. Una pena, pero desde mi óptica imparcial el muro de sonido de Ward, Butler y Iommi funciona en esta canción como una apisonadora. Esa saturación que solo ellos sabían manejar y que posteriormente tanto escucharíamos en docenas de bandas de stoner rock era aquí más evidente que nunca. Una influencia que también era patente en St. Vitus Dance. Para finalizar el álbum, el grupo se reservó otro de esos temas largos y poco accesibles. Al igual que el inicio con Wheels Of Confusion, este cierre con Under The Sun/Every Day Comes And Goes es largo, cambiante y todo un desafío para la audiencia. Seis minutos de despedida magistrales, con dos canciones fusionadas en una sola que sintetizan a la perfección la paleta estilística del grupo mostrándonos su faceta metálica más acelerada para terminar con su cara más doom que tanta huella dejó posteriormente en multitud de canciones y discos.
El disco fue puesto a la venta el 25 de septiembre de 1972, escogiéndose Tomorrow´s Dream como single promocional. Pese a ser una obra difícil con muy poco potencial radiofónico, en menos de un mes este Vol.4 alcanzaba ya el disco de oro mientras la banda estaba embarcada en una gira mundial que les llevaba incluso a lugares como Australia en los que nunca habían tocado. De todos modos, es un disco de largo recorrido que ha ido ganado adeptos con el tiempo, siendo muy apreciado incluso fuera de la comunidad metálica por su atrevimiento, solidez y vanguardismo. Hoy puede no parecerlo, pero cuarenta y cinco años atrás no era nada habitual el sonar como los británicos lo hacían. Superando la etiqueta heavy blues, Vol.4 llevó el metal a otra dimensión y sigue vigente hoy en día como referencia ineludible dentro del género en particular y de la música en general. Al año siguiente publicarían el también histórico Sabbath Bloody Sabbath, pero eso será materia a tratar en otro momento. Hoy nos toca sumergirnos en la oscuridad y dejarnos envolver por el lado oscuro del metal. Un aquelarre sónico con Ozzy como maestro de ceremonias, con sonido oscuro, potente y venenoso, que sigue asombrando cuatro décadas después de ser editado, y lo seguirá haciéndolo dentro de otras tantas. Turn up the volume and… go!!!

Jaime Taboada




Lista de Temas:
1. Wheels of Confusion / The Straightener (8:14)
2. Tomorrow's Dream (3:12)
3. Changes (4:46)
4. FX (1:43)
5. Supernaut (4:45)
6. Snowblind (5:31)
7. Cornucopia (3:54)
8. Laguna Sunrise (2:53)
9. St. Vitus Dance (2:29)
10. Under the Sun / Every Day Comes and Goes (5:50)

Alineación:
- Ozzy Osbourne / vocals
- Tony Iommi / lead & acoustic (8) guitars, piano (3), Mellotron (3)
- Geezer Butler / bass
- Bill Ward / drums, percussion
With:
Orchestra (6,8)



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