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La Música en el Espacio Exterior

Canciones más allá de la atmósfera. Música en el espacio 1961–2015. Desde que el soviético Yuri Gagarin viajó alrededor del mundo en una cápsula hasta la Estación Espacial Internacional son muchas las piezas musicales que se han escuchado más allá de la atmósfera. Aquí, un recuento más o menos detallado. Si esto no es "Space Rock"... ¿el Space Rock dónde está?


Por Juan Carlos Gallegos Rivera
 
 

Music has been a constant from the very earliest space missions.
—Richard Hollingham, BBC

Music makes it seem less like a space ship, and more like a home.
—Carl Walz, astronauta

When David Bowie wrote and recorded Space Oddity in 1969, I wonder if he ever imagined it being played in orbit?
—Chris Hadfield, astronauta

Las misiones espaciales y la música han estado unidas desde que aquellas comenzaron, al menos desde el momento en que hubo vuelos tripulados. No sólo se han escuchado canciones como parte misma de las actividades de los astronautas, sino que gracias a éstos, en su tiempo libre, también han sido interpretadas o, incluso, grabadas algunas originales, y más aún, pues unas pocas fueron enviadas lejos a través del cosmos, allá donde ninguna creación humana había llegado, para que quizá sean descubiertas por alguna civilización extraterrestre. En este artículo se narran los momentos más representativos de la música escuchada o interpretada en el espacio.

El primer hombre en el espacio.
El primer hombre en el espacio.

 

Gagarin, 1961. Desde el primer momento

El 12 de abril de 1961 es una fecha importante en la exploración espacial. Ése fue el día en que Yuri Alekséyevich Gagarin se convirtió en el primer cosmonauta soviético. Su misión era la de ser tripulante de la nave Vostok 1, la cual estuvo en órbita alrededor de la Tierra en un vuelo que duró 108 minutos en total, y todo el tiempo se mantuvo en comunicación y bajo control terrestre, con el objetivo de que los científicos obtuvieran información sobre los efectos de la ingravidez en un ser humano. Según lo dice Richard Hollingham, de la British Broadcasting Corporation (BBC), Gagarin había tenido una noche de insomnio, como es obvio imaginar, pero no todos los acontecimientos del día correspondieron a esa emoción. El despegue se retrasó por problemas técnicos de último minuto, de modo que el estado de ánimo de aquel pionero pasó poco a poco de la excitación y la tensión al aburrimiento, pues lo único que podía hacer, ya sin poder salir de su vehículo, era esperar. El Control de Misión se comunicó con él. Dada la situación la música le vendría bien, les dijo. El resultado fue que Gagarin pudo escuchar canciones rusas de amor. Cuáles fueron o si las escuchó durante su trayecto son datos que quedan a un lado ante el otro, que es inaugural: la historia de la exploración espacial tripulada había comenzado, y la música era uno más de los tripulantes.

 

El Programa Gemini, 1965. El fin del silencio espacial… y ¿un avistamiento ovni?

A finales de 1965 el programa espacial estadounidense Gemini realizó el primer encuentro espacial (space rendezvous), es decir, un encuentro entre dos naves que, en la misma órbita, logran igualar sus velocidades orbitales al grado de poder lograr un acoplamiento. Las naves Gemini 6 y Gemini 7 lograron acercarse a tan sólo treinta centímetros. Esto ocurrió el 15 de diciembre de 1965.

Los tripulantes de la Gemini 6, Walter Schirra y Thomas Stafford, no sólo concluyeron con éxito la maniobra asignada sino que además fueron los primeros en la National Aeronautics and Space Administration (NASA) en recibir una “wake up call”, es decir, una canción enviada por Control de Misión a manera de alarma matutina. En aquella ocasión se trató de “Hello Dolly”, cantada por Jack Jones. A partir de entonces la música fue parte de las misiones: la tuvieron las Gemini 9 y 12, las Apollo 10, 12, 15 y 17, que tuvieron lugar de 1969 a 1972, las llevadas a cabo en el Skylab, estación espacial estadounidense que orbitó la Tierra de 1973 a 1979, pero sobre todo las propias del programa del Transbordador espacial (Space Shuttle, o Space Transportation System, como se le conoce oficialmente), que abarcó desde 1981 hasta 2011.

A partir de 1965 los periodos de permanencia en el espacio fueron más extensos, lo que facilitaba que las canciones fueran enviadas sobre todo en periodos de inactividad y no sólo al momento de despertar. A pesar de esto, el nombre de “wake up calls” permaneció. Su finalidad era animar a la tripulación y hacer referencia a los objetivos del día, aunque también podían ser significativas en el plano personal, puesto que las canciones no sólo eran seleccionadas por el Control de Misión o los astronautas, sino también por los seres queridos de éstos. Las últimas misiones de los transbordadores ofrecieron la oportunidad de elegir la música a la población interesada por medio de Internet.

Mucho podría decirse de décadas de “wake up calls”, como por ejemplo que Colin Fries, de la División de Historia de la NASA, recopiló en Chronology of Wakeup Calls, un archivo de ochenta y nueve páginas, en orden cronológico, todas las canciones que han formado parte de esta tradición, que reúne desde la música de Johann Sebastian Bach a Chuck Berry y Beyoncé, así como soundtracks de películas como Star Wars, Star Trek o la Godzilla original (o incluso mensajes: la misión final del Transbordador Discovery contó con uno del capitán James T. Kirk, de la serie Star Trek). También puede decirse que las misiones a Marte, que incluyeron a los vehículos robóticos Spirit y Opportunity, contaron con música, esto para “despertar” a quienes trabajaban con ellos y hacer que se enfocaran en las actividades del día.

Las “wake up calls”, que en su inicio designaron a las primeras canciones escuchadas en el espacio, lograron que el silencio espacial que escuchaban los astronautas ya no sólo fuera perturbado por el trabajo de ellos mismos, además contribuyeron a la camaradería general entre los involucrados en las misiones, como puede leerse en más de una ocasión en la cronología de Fries, en testimonios de trabajadores de la NASA con los que enriquece su investigación.

Aquel diciembre de 1965 Schirra y Stafford no sólo participaron en el primer encuentro espacial y en el comienzo de la larga tradición de las “wake up calls”, sino que también formaron parte de otro momento inicial. Todo comenzó con el inesperado reporte del avistamiento de un objeto volador no identificado por parte de Gemini 6.

Gemini VII, this is Gemini VI. We have an object, looks like a satellite going from north to south, up in a polar orbit. He’s in a very low trajectory traveling from north to south and has a very high climbing ratio. It looks like it might even be… Very low. Looks like he might be going to reenter soon. Stand by one… You might just let me try to pick up that thing.

Después de estas palabras, que también llegaban al Control de Misión, en Houston, se escuchó durante apenas dieciséis segundos la melodía “Jingle Bells”. Schirra dijo luego, para que quedara claro, “That was live 7, not taped”.



“Jingle bells”, esa canción escrita por el estadounidense James Pierpont y publicada en 1857 con el título original de “One Horse Open Sleigh”, una de las canciones más famosas de Navidad, si no la que más, a pesar de que en su letra no se hable de tal festividad, se convirtió en la primera canción interpretada en el espacio. La armónica, una Hohner “Little Lady” de una pulgada de largo por 3/8 de ancho, y las campanas pequeñas que la acompañaron, se conservan en exhibición en el Instituto Smithsoniano, por ser los primeros instrumentos musicales tocados fuera de la Tierra.

Misión Gemini 6: primer encuentro espacial, primera “wake up call” y primera interpretación musical en el espacio. Nada mal para una misión que duró del 15 al 16 de diciembre.

 

Apolo 11, 1969. Inseparable y extraña

Aunque el Apollo 10 recibió varias “wake up calls”, los miembros de la tripulación habían llevado consigo un casete que contenía un puñado de canciones que de alguna manera evocaban el viaje espacial. Algunas de ellas eran “Going Back to Houston” (que se volvió frecuente, según Fries, al final de muchas misiones), “Moonlight Serenade” y, sobre todo, “Fly me to the Moon”. Esta última, escrita por Bart Howard en 1954 con el título de “In other words”, en la versión cantada por Frank Sinatra, tendría un lugar especial en la historia de la música en el espacio exterior. Resultó que la histórica misión del Apollo 11, que concretó el primer alunizaje, podría haberse quedado sin una sola nota musical, pues no contó con “wake up calls”. En su lugar Neil Armstrong, Edwin Eugene “Buzz” Aldrin y Michael Collins escucharon noticias y deportes. Aunque Aldrin había llevado consigo, al igual que sus antecesores, un reproductor de casetes. Se supone que el astronauta habría reproducido la canción una vez que llegó a la superficie de la Luna, junto con Armstrong, para convertirla así, aunque dentro de una nave, en la primera canción reproducida en el satélite terrestre.

El 4 de noviembre de 1969 salió a la venta en el Reino Unido un disco titulado David Bowie, que fue relanzado en 1972 como Space Oddity. La canción inicial, homónima al segundo nombre que recibió el álbum, resulta significativa por varios motivos. Su letra habla del ficticio Mayor Tom y su viaje al espacio, que incluye una cuenta regresiva, referencias a la falta de gravedad y a la sensación de soledad que produce el estar a miles de millas de todo; el final resulta trágico, pues el regreso no es posible debido a un desperfecto en la nave: “Your circuit’s dead, there’s something wrong”, comunica el “Ground Control”. Su lanzamiento como sencillo ocurrió el 11 de julio de 1969, cinco días antes de que el Apollo 11 despegara. Tanto por la cercanía de fechas como por su temática, relacionada con la exploración espacial, la BBC tomó una de esas decisiones extrañas que parecían caracterizarla en la década de los sesenta (como borrar o destruir bastantes cintas de sus programas, incluidos los inicios de la serie de ciencia ficción Doctor Who) y la utilizó, a pesar de la tragedia explícita que canta, para musicalizar su cobertura del alunizaje.

Hay tres videos de “Space Oddity”: el original, de 1969, otro de 1972, en el que Bowie aparece caracterizado como su personaje Ziggy Stardust, y uno más, gracias al cual la canción se relacionó de nuevo, y de manera mucho más estrecha, con la exploración espacial. Mas este video no lo realizó Bowie y fue hecho décadas después, a centenas de kilómetros de la Tierra…

 

Las sondas Voyager, 1977. Un disco de oro

Dos pequeñas naves estadounidenses no tripuladas fueron enviadas hacia los planetas exteriores, es decir, los más lejanos al Sol, empezando por Júpiter. La Voyager 1 se lanzó el 5 de septiembre de 1977 y la Voyager 2 el 20 de agosto del mismo año. Los diversos objetivos de su misión se cumplieron en varios momentos de la década siguiente, pues les tomó varios años alcanzar a cada uno de los cuerpos celestes. Después de que la Voyager 2 se acercara a Neptuno en 1989 ambas sondas continuaron alejándose, y aún siguen así, por lo que son los objetos construidos en la Tierra que más se han alejado de ella. Se espera continuar recibiendo sus datos, como hasta ahora, para estudiar el ambiente espacial.

Sonidos de la Tierra en el disco de oro del Voyager.

Ambas sondas llevan consigo un disco de oro, cuyo contenido, sonidos e imágenes que representan la diversidad cultural, tecnológica, natural y biológica terrestre fue seleccionado por la NASA y un comité científico que presidió el astrónomo, astrofísico y divulgador científico Carl Sagan. Son varias las secciones de audio. La primera incluye un saludo en inglés del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas de aquellos años, la segunda, saludos en 55 idiomas, una más, llamada “Sonidos de la Tierra”, sonidos animales y de la naturaleza, aunque también aparecen algunos como aviones, trenes, el código Morse. La música no podía estar ausente, así que otra sección reúne veintisiete canciones de diversas latitudes y que van desde música aborigen a grabaciones del siglo XX, de Beethoven y Mozart a Louis Armstrong y Lorenzo Barcelata y el Mariachi México. Una pequeña anécdota puede insertarse aquí: Carl Sagan pidió permiso para incluir “Here Comes the Sun”, de The Beatles. Ellos aceptaron, pero la discográfica EMI se negó, con lo cual evitó que una creación del cuarteto abandonara la Tierra.

Los discos de oro, a pesar de toda la información que reúnen, se consideran más una cápsula del tiempo que un intento real de comunicarse con alguna posible civilización extraterrestre, dada la inmensidad del espacio y el pequeño tamaño de las sondas. Se calcula que las Voyager tardarán 40 mil años en alcanzar la estrella más próxima al sistema solar.

 

“Last Rendez–vous”, 1986. La historia de un trágico desencuentro

A mediados de la década de los ochenta ya la tradición de las “wake up calls” tenía veinte años de haberse iniciado y prácticamente era parte de las misiones del Transbordador. Escuchar música en el espacio no era nada extraño, lo que sí lo era seguía siendo la interpretación o creación de piezas musicales. Por esos años ocurrió que alguien tuvo la idea de grabar, al menos en parte, una canción en órbita. En 1985 la NASA invitó al compositor francés de música electrónica Jean–Michel Jarre para celebrar al año siguiente con un concierto el veinticinco aniversario de la fundación del Lyndon B. Johnson Space Center, ubicado en Houston, en el cual se lleva a cabo el entrenamiento de los astronautas, la investigación y el control de vuelos tripulados. En 1986 también se celebraba el 150 aniversario de la fundación de Houston.

Jarre aceptó y pensó aprovechar la oportunidad para presentar varias de las canciones que se incluirían en su nuevo disco, Rendez–vous, además de grabar una de ellas, parcialmente, en el espacio. Esto último era viable gracias a la colaboración de su amigo Ronald McNair, quien tocaba el saxofón y estaba previsto que viajaría en enero en una misión del Transbordador Challenger, entre cuya tripulación de siete miembros en esa ocasión se encontraba Christa McAuliffe, una activa profesora, sobre todo de ciencias sociales, elegida entre más de once mil candidatos como astronauta por parte del programa Teacher in Space de la NASA, el cual comenzaba con ella y tenía contemplado tener un profesor en el Transbordador, quien se comunicaría con los estudiantes para darles lecciones. Este programa, se supone, facilitaría la posterior participación de civiles en las misiones espaciales.

Eran días aciagos los de aquel 1986. Las dificultades habían amenazado la realización del concierto: tanto por una tormenta y un fuerte viento que dañaron parte del equipo ya instalado unos días antes de la fecha, así como problemas con los vecinos, que se quejaban del ruido constante, la policía local e incluso agentes del Federal Bureau of Investigation (FBI), que se veían privados de electricidad. Ninguno de estos problemas fue de suma importancia, salvo por el primero, ocurrido unos meses antes: el accidente del Challenger.

El Transbordador había despegado en Cabo Cañaveral, Florida, el 28 de enero, luego de varios retrasos, que consumieron seis días, y de eludir una serie de problemas técnicos que no habían sido reportados de manera adecuada o no habían sido corregidos a tiempo, además de que el clima aquel día no era el óptimo. Estos factores combinados repercutieron gravemente, creando una reacción en cadena puesta en marcha al momento del despegue y agravada por las condiciones normales de la ascensión. Ésta se llevó a cabo ante un grupo de personas, en el cual se encontraban los padres de Christa McAuliffe, y ante las cámaras de televisión que ofrecían una cobertura nacional e internacional. Entonces ocurrió una de las mayores tragedias en la historia de la NASA y la exploración espacial: a los setenta y tres segundos de haber sido lanzado el Challenger se desintegró.

Muchas fueron las consecuencias, entre ellas la cancelación de las misiones espaciales de la NASA durante treinta y dos meses, así como también, y de manera definitiva, el programa Teacher in Space. Cuando Jarre se enteró de lo ocurrido quiso olvidarse del concierto, pero hubo quienes le pidieron continuar, entre ellos un grupo de astronautas, para ofrecer así un homenaje a sus compañeros fallecidos. El 5 de abril de 1986 alrededor de millón y medio de personas escucharon a Kirk Whalum tocar el saxofón en la canción “Last rendez–vous”, que fue renombrada, como homenaje a McNair, “Ron’s Piece”.

El primer intento de crear una canción en colaboración Tierra–espacio quedó frustrado por una tragedia que mostraba, en sumo grado, los peligros de la exploración espacial y lo vulnerable que eran quienes estaban involucrados de manera directa en ella, a pesar de todos los años de investigación y desarrollo de tecnologías y de que se suponía que había medidas de seguridad. La destrucción del Challenger hirió a una de las empresas más representativas de la inventiva humana y una de las que quizá haya sido de las últimas en contener aún incólume el espíritu científico moderno: la conquista del mundo a través del conocimiento.

 

Estación Espacial Mir, 1995. Guitarras: ni rusas ni estadounidenses

La Estación Espacial Mir (en ruso significa “paz” o “mundo”), que primero fue soviética y después rusa, fue la primera en ser habitada en forma permanente. Concebida como un conjunto de laboratorios y observatorio astronómico, llegó a tener hasta siete módulos, que son las partes especializadas en que se divide una estación espacial. El primero de éstos se lanzó el 19 de febrero de 1986. Estaba planeado que la Mir operara sólo durante cinco años, pero lo hizo por trece. El inicio del fin llegó en 1997, con un incendio, y una posterior colisión con una nave de carga, que ocasionaron muy serios problemas. Los últimos dos años que la Mir orbitó la Tierra estuvo abandonada y, debido a que se le consideró demasiado inestable se decidió su reentrada en la atmósfera para que se desintegrara. Este procedimiento concluyó el 23 de marzo del 2001.

Antes de todo esto la Mir fue testigo del final de la época soviética, cuando se crearon los programas Euromir y Shuttle–Mir, apertura internacional por parte de Rusia que dejó como resultado la colaboración conjunta con la Agencia Espacial Europea (European Space Agency o ESA) y la NASA, precedente de lo que vendría en el siglo XXI. Hubo momentos memorables en la estación: aparte de un periodista japonés a bordo y varios récords de permanencia rotos, la presencia de la música ya se vaticinaba cuando, en su tercer y último vuelo, en 1987, el cosmonauta Yuri Romanenko escribió veinte canciones, pero al parecer no las grabó, al menos no en órbita.

Gracias a un video que la misma Agencia Espacial Canadiense (Canadian Space Agency, o CSA) subió a YouTube, se dejó constancia de la actividad musical que ocurrió en 1995. En esa breve grabación, de apenas treinta y nueve segundos, aparece un par de astronautas tocando la guitarra. Uno de ellos el alemán Thomas Reiter, de la ESA, el otro, el único canadiense que estuvo en la Mir y que ya en su primer vuelo había llevado la música consigo: Chris Hadfield. El instrumento que éste tocó era eléctrico y estaba modificado pues era plegable. La melodía que tocan parece ser la de “Dust in the Wind”, de la banda estadounidense Kansas, aunque se supone que las canciones que tocaron fueron de The Beatles, así como baladas rusas. Mientras la música fluye los otros tripulantes se esfuerzan porque salgan en la toma, suspendidas por causa de la microgravedad, algunas hojas de arce, idénticas a la que aparece en la bandera de Canadá.

 

Ellen Ochoa, 1999. La primera en más de un sentido

Ellen Ochoa fue la primera mujer astronauta de ascendencia hispana, pues aunque nacida en Los Ángeles, sus abuelos paternos eran mexicanos. Al despegar en una misión del Transbordador Discovery el 27 de mayo de 1999 se iba a convertir también en la primera en tocar un instrumento en el espacio. Al ser intérprete de música clásica, había llevado consigo su flauta. La tocó sólo una vez, como parte de un video educativo para estudiantes. Más tarde, para una entrevista que publicó la NASA, comentó que el viaje espacial no sólo produce un desgaste físico, sino también psicológico, el cual está relacionado con los largos periodos que se pasan fuera del planeta, y que cada vez son mayores. Una manera de enfrentarlo, comentó, es hacer actividades que se harían usualmente. Muchas no pueden realizarse en órbita, pero la música sí es una de ellas. Ochoa fue nombrada directora del Centro Espacial Lyndon B. Johnson en enero del 2013.

 

Estación Espacial Internacional, 1998 / 2015. Un concierto orbital, un hogar hecho de música

El escenario

La Estación Espacial Internacional (EEI) se encuentra a unos cuatrocientos kilómetros sobre la superficie terrestre. Le da la vuelta al planeta cada poco más de 92 minutos y se desplaza a una velocidad de alrededor de 7.6 km por segundo. Su construcción comenzó el 20 de noviembre de 1998 y ha estado tripulada de manera permanente desde noviembre del 2002. Desde noviembre del 2000 ha recibido misiones de larga duración, que en promedio han sido de entre tres y cinco meses, y reciben el nombre de “expediciones”. La Expedición 1 duró del 2 de noviembre de 2000 al 18 de marzo del 2001. En el momento de escribir estas líneas la Expedición 46, con duración del 11 de diciembre del 2015 a marzo del 2016, es la actual.

En el desarrollo de la EEI intervienen varias agencias: la NASA, las ya mencionadas CSA y ESA, la Agencia Espacial Federal Rusa (FKA), la Agencia Japonesa de Exploración Espacial (JAXA) y la Agencia Espacial Brasileña (AEB). Debido a su continua construcción tiene unas dimensiones aproximadas de más de setenta metros de largo, más de cien de ancho y veinte de altura, y por el momento consta de más de dieciséis módulos, así como algunos portentos tecnológicos, como los móviles y enormes paneles solares, de cincuenta y ocho metros de largo y 375 metros cuadrados de superficie, o el Canadarm2, un brazo robótico externo de 17.6 metros de largo, con la capacidad de manejar hasta 116 toneladas que ha ayudado en varias tareas. Uno de los módulos, llamado Cúpula por su forma, cuenta con siete ventanas, gracias a la cuales, entre otras funciones, sirve como observatorio de la Tierra. La Cúpula ha sido escenario de videos musicales. Ahí Catherine Coleman tocó su flauta. También ahí Hadfield grabó algunas escenas de su video musical.

Preparativos

Varios instrumentos musicales han sido llevados a la EEI. Allá se ha tocado al menos uno de los siguientes: guitarra, teclado, flauta, armónica, gaita, sho (instrumento japonés de viento) y didgeridoo (instrumento aborigen australiano de viento), aunque éste apareció en su “versión electrónica”. Los periodos de estancia en la EEI al ser más largos que los de las misiones espaciales de antaño propician que haya más tiempo libre, el cual es aprovechado para dedicarse a la música, que suena igual que en la Tierra, pues la física del sonido es la misma. Lo que cambia es la manera de tocar. Una guitarra, por ejemplo, no necesita de una correa, aunque la acción de pulsar un teclado flotante lo alejaría, por lo que debe estar sujeto, al igual que el astronauta, que debe poner sus pies dentro de agarraderas que están fijas a las paredes de algún módulo. Otro caso es el de los instrumentos de viento. Aun el poco aire que expulsan al ser tocados es suficiente para impulsar al ejecutante.

Hacer música en el espacio no consiste sólo en evitar los efectos de la microgravedad. Mike Pedley, quien fuera director de Materiales y Procesos de la EEI por parte de la NASA en 2003, era el encargado de verificar que los instrumentos no resultaran un factor de riesgo. Un teclado electrónico podría serlo, pues emite radiación electromagnética que puede causar interferencia con el funcionamiento de la estación. Para evitar problemas se realizan modificaciones. Así, a un teclado puede cambiársele su cubierta: una de metal deja escapar menos radiación que una de plástico. Los instrumentos acústicos también deben manejarse con cuidado, pues son inflamables.

Teloneros

Muchos son los astronautas que han tocado música en la EEI. Son tantos que se bromea con que algún día darán algún concierto en órbita. Basta entrar a la página web de la NASA y escribir “music” en su buscador para descubrir numerosos artículos y noticias al respecto. Algunos casos son los de Edward Tsang Lu, miembro de la Expedición 7 que llegó el 28 de abril de 2003 a la estación y tocó en teclado el tema de “Peanuts” durante una entrevista de CBS Radio; Joseph Acaba, participante de las expediciones 31 y 32 de 2012, quien creó música en su Joe Show, transmitido por Internet y dirigido a estudiantes, que contenía, según se dijo, una mezcla de ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas y arte, y Don Pettit, miembro de las expediciones 30 y 31, quien utilizó una aspiradora de la estación, un tubo largo y flexible de un material de textura plástica, a manera de didgeridoo, y lo tocó como parte de un experimento de observación del comportamiento de fluidos no newtonianos en un ambiente sin gravedad, en otras palabras, experimentaba con el sonido que él producía y dos grandes gotas de agua.

Las bandas

Los astronautas no podían conformarse con crear música sólo en el espacio. Algunos de ellos han creado al menos dos bandas de astronautas: Max Q y Bandella. La primera fue formada en 1987 por Robert L. Gibson, George Nelson y Brewster Shaw. Debido a sus ocupaciones, han rotado y cambiado posiciones con por lo menos veinte integrantes más, incluidos Chris Hadfield y Carl Walz (de quien se hablará más adelante). Gibson le puso el nombre a la banda en referencia al término de ingeniería para referirse a la máxima presión dinámica de la atmósfera experimentada por una nave espacial ascendente. En cuanto a Bandella, aunque ha habido varios integrantes, como en Max Q, tiene como miembros constantes a Chris Hadfield, Catherine “Cady” Coleman, y Micky Pettit, esposa del astronauta Don Pettit.

 

Astronautas músicos

Carl Walz, 2001/02. Un vínculo con el hogar

Carl Walz fue miembro de la Expedición 4 en los años 2001 y 2002. En su momento rompió el récord norteamericano de permanencia en el espacio, en conjunto con su colega Dan Bursch, luego de 196 días. También en su momento fue la voz principal de Max Q. En una nota de la NASA, en español, se dice que “toca para la iglesia de su ciudad natal, canta en la banda de astronautas, es conocido por sus imitaciones de Elvis y, durante su estancia en la estación, no sólo tocó el teclado sino que también encontró tiempo para aprender algo de guitarra”. Poco hay que agregar, salvo que, para hacerle justicia, fue de los primeros en crear música en la EEI. En esa misma nota de la NASA Walz comenta que la música es un vínculo con el hogar, en el sentido que menciona uno de los epígrafes de este texto.

Catherine “Cady” Coleman, 2011. La primera, en otro sentido

Catherine Coleman participó en la Expedición 27 del 16 de marzo al 23 de mayo de 2011. Como integrante de Bandella llevó su flauta a la EEI. No fue la primera mujer en tocar ese instrumento en el espacio, Ellen Ochoa se le había adelantado por doce años. Aunque sí fue la primera en otro sentido. El 12 de abril de 2011 colaboró en el primer dueto Tierra–espacio, junto con Ian Anderson, fundador de la banda británica de rock progresivo Jethro Tull. Ambos unieron el sonido de sus flautas, por medio de una conexión de video entre la estación y Perm, Rusia, en un evento que conmemoraba el cincuenta aniversario de la llegada del primer cosmonauta, Yuri Gagarin, al espacio. La melodía interpretada fue un extracto de “Bourée”, cuya versión original es el quinto movimiento de la Suite en mi menor para laúd compuesta por Johann Sebastian Bach, la cual se incluye, con el estilo de aquella banda británica, en su disco Stand Up de 1969.

Chris Hadfield, 2012–2013. Una nueva era de exploración

A pesar de todo lo que han hecho sus colegas, el canadiense Chris Hadfield quizá sea el astronauta más conocido de los últimos años. Es el primer astronauta canadiense en viajar al espacio y el segundo comandante de la EEI que no era ni ruso ni estadounidense, sólo antecedido por el belga Frank De Winne, que comandó la Expedición 21 en 2009. Hadfield fue comandante de la Expedición 35, del 19 de diciembre del 2012 al 13 de mayo del 2013. Durante su estancia en la EEI utilizó en gran medida las redes sociales, incluidas Reddit y Tumblr. Además, estuvo muy activo en su canal de YouTube. Hadfield aprovechó Internet para múltiples actividades, entre ellas mostrar y explicar experimentos científicos de manera sencilla y divertida o tocar la guitarra Larrivée Parllor que había llevado consigo.

Si bien son varios los astronautas que han tocado canciones en el espacio, Hadfield se diferencia en dos aspectos: la cantidad de piezas musicales interpretadas y el haber aprovechado su estancia en la estación para grabar ahí más de una inédita, como la primera canción original grabada en el espacio, llamada “Jewel in the night”, cuyo video se publicó en la cuenta de Twitter y en el canal de YouTube del astronauta el 24 de diciembre del 2012.

“I.S.S. (Is Somebody Singing)”, la primera canción que en su estreno incluye una colaboración Tierra–espacio, fue escrita por Hadfield y Ed Robertson, de la banda canadiense de rock alternativo Barenaked Ladies. Este último fue quien escribió la música. Las iniciales I.S.S. hacen, por sus siglas en inglés, una obvia referencia a la estación, a la cual también se hace alusión en la letra. La frase final de ésta habla de la ya extinta “carrera espacial”, esa competencia, consecuencia de la Guerra Fría, en la que Estados Unidos y la Unión Soviética se esforzaban por alcanzar metas en la exploración del espacio antes que su rival: “What once was fuelled by fear / Now has fifteen Nations orbiting together here”. En el video, que fue colgado en el canal de YouTube de CBC music el 7 de febrero de 2013, Hadfield aparece en la Cúpula, y en los estudios de la Canadian Broadcasting Corporation (CBC) de Toronto se encuentran Robertson y los demás miembros de su banda, así como el coro de jóvenes Wexford Gleeks, del Wexford Collegiate School for the Arts .

El 12 de mayo de 2013 apareció en YouTube el primer video musical de la historia filmado en el espacio. En él se escucha aquella canción que la BBC usó para su cobertura del primer alunizaje, cuarenta y cuatro años antes, interpretada por un hombre que había soñado con ser astronauta cuando, siendo un niño en una granja de maíz, veía en televisión las imágenes en que Armstrong y Aldrin pisaban la Luna. Las imágenes en que el astronauta flota con su guitarra en diversos módulos de la EEI, y sobre todo las vistas de la Tierra que se obtienen desde la Cúpula, se volvieron virales. Al cabo de un año el contador indicaba que el video se había visto 23,489,187 veces. En su página oficial Chris Hadfield nos hace conocer la opinión al respecto del creador de “Space Oddity”: “Bowie himself loved it, posting on Facebook that it was ‘possibly the most poignant version of the song ever created’”.

Hadfield realizó cambios en la letra. Se menciona a la estación y a las naves Soyuz, que son las utilizadas por las expediciones luego del retiro del servicio del transbordador. Sin embargo, el cambio más significativo es lo relativo al destino del astronauta cantante, el Mayor Tom, cuyo diálogo original es “And I think my spaceship knows which way to go / Tell my wife I love her very much, she knows / Ground Control to Major Tom / Your circuit’s dead, there’s something wrong”, mientras que en el de Hadfield la situación es diferente: “And before too long I know it’s time to go, / A commander comes down back to Earth and rolls. / Ground control to Major Tom: / The time is near, there’s not too long”. La versión de 2013, como resulta obvio, no incluye tragedia alguna.

Por cuestiones legales, el video tuvo permiso para permanecer en línea un año. Después de ese periodo se gestionó un nuevo permiso, el cual se otorgó en noviembre de 2014, esta vez por dos años. Para finales de 2015 tenía casi veintisiete millones y medio de visitas.

Koichi Wakata, 2014. Un sho en las estrellas

El japonés Koichi Wakata fue el tercer comandante de la EEI que no era ni ruso ni estadounidense, sólo antecedido por el ya mencionado De Winne y Hadfield. Participó en la Expedición 39, en 2014, en la que fue acompañado por Kirobo (su nombre es una combinación de las palabras “esperanza” y “robot”), el primer robot humanoide astronauta de Japón. El 2 de mayo del 2014 colaboró, desde la estación, en un evento llamado A Live Synchronous “StarJam”, de una duración aproximada de una hora, el cual incluyó varias colaboraciones musicales. En éste participaron el violinista y compositor Kenji Williams, quien conceptualizó el StarJam, la astronauta y flautista Catherine Coleman, la también flautista y educadora Jami Lupold y el violinista de la Orquesta Sinfónica de Houston, Sergei Galperin, además del coro de la escuela primaria Pearl Hall, de Houston, así como un grupo de estudiantes ubicado en la Universidad de Tenri, Japón, institución educativa que donó el sho con el que Wakata interpretó música tradicional gagaku.

Kjell Lindgren, 2015. Una gaita de plástico para decir adiós

Kjell Lindgren es un astronauta estadounidense de origen taiwanés, miembro de las expediciones 44 y 45 efectuadas en 2015. El 12 de noviembre de ese año subió en su cuenta de Twitter un video en el cual aparecía tocando un instrumento que no había sido llevado a la EEI: la gaita. Ésta, considerada la primera gaita espacial, fue hecha de plástico por la compañía británica McCallum Bagpipes, tras el pedido de Lindgren. Kenny Macleod, uno de sus creadores, dijo que este material “es mucho más fácil de mantener limpio y de cerciorarse de que no se ha contaminado”. La canción que Lindgren interpretó fue “Amazing Grace”, un himno cristiano escrito en 1772 por el clérigo y poeta inglés John Newton, el cual tiene una muy amplia difusión en los países angloparlantes y que se relaciona con momentos relativos a la muerte y la redención. Esta canción se utilizó en la ceremonia conmemorativa tras la tragedia del Challenger. Lindgren interpretó la melodía en poco menos de un minuto, en honor a Victor Hurst, fallecido repentinamente en octubre, quien trabajaba para la compañía Wyle Science como científico investigador e instructor de astronautas. Hurst fue el instructor de Lindgren.

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Resulta obvio decir que la música ayuda a los astronautas a sentirse más cómodos en el espacio, un toque de hogar a aquel lugar sin gravedad y sin sonido. Tal vez porque ese silencio era tanto pudo llenarse tan fácil con la música desde un inicio, en las misiones de los años sesenta. Y aquellos que abandonaban la Tierra no se conformaban con “wake up calls”, sino que llevaban sus casetes y armónicas, y después, una variedad de instrumentos, modificados o hechos en específico para su estancia en el espacio.

La música no sólo mitigó la soledad que allá debe sentirse, sino que generó camaradería. Ese breve video de 1995, en el que en la Estación Espacial Mir un grupo de hombres de al menos tres nacionalidades tocan y disfrutan de los acordes de un par de guitarras, es ejemplo de ello (y también es indicador de lo otro que ya pasaba: la carrera espacial devino en un esfuerzo en conjunto). Mas la música no sólo fue antídoto y unión, sino que fue educativa, como en el caso de Ochoa, o amalgamó al pasado con un presente que parece futuro, como cuando Wakata tocó el sho, o se convirtió en homenaje, cuando Lindgren usó su gaita y Coleman su flauta. Tal vez por ser parte de éstas y otras aristas de la condición humana, porque representa tanto de nosotros, es que es la única arte que cuenta con su propia sección en los discos de oro de las Sondas Voyager.

Las canciones interpretadas en la EEI son algo más. El terrible desastre del Challenger golpeó a una empresa humana en esencia moderna: la exploración del espacio. Para llegar a ese momento se dedicaron décadas de investigación para poder construir transportes de avanzada tecnología, y uno de ellos, en aquel 1986, se perdió, junto con las vidas de su tripulación, en tan sólo setenta y tres segundos, por errores humanos y decisiones que pudieron haberse evitado. La antítesis más visible de aquel suceso llegó, en esta historia hecha de momentos de la música en el espacio, veintisiete años después, cuando una “Space Oddity” en la que al Mayor Tom no se le niega su regreso a casa es cantada por alguien que soñó, cuando era un niño de granja, con viajar al espacio al ver en televisión el primer alunizaje. Ese video de Hadfield es un símbolo, una reivindicación de lo moderno, pues lo es en todo sentido: en la ficción modificada de la letra de Bowie, en cuanto al logro científico que es trasfondo y escenario, en cuanto a proyecto artístico realizado y aun como posible puerto para otros barcos que quizá puedan venir, desde algún usuario de YouTube que del entretenimiento de una canción pase al contacto con la ciencia al ver un video sobre qué pasa cuando se llora en el espacio, hasta el que ese 2013 se convierta en otro 1969.

La explosión del Challenger.
La explosión del Challenger.

Pero el contrapeso de la tragedia del Challenger no sólo es la “Space Oddity” de Hadfield. También lo es esa otra canción de 1969, “Boureé”, que surgió brevemente y a la vez, en dos lugares lejanos, gracias a Coleman y Anderson, así como también lo son la “Amazing Grace” que tocó Lindgren, las melodías del sho de Wakata, las guitarras en la Mir, los teclados de Walz, la flauta de Ochoa, el didgeridoo eléctrico de Pettit. Y también lo son en retrospectiva la armónica y las campanas de Schirra y Stafford que resguarda el Smithsoniano, así como todos los otros nombres e instrumentos que no fueron mencionados en este texto. Todos esos momentos y lo que hay detrás de ellos, décadas de investigación, las muchas primeras veces en que se hizo algo y todas las veces posteriores en que aquello se realizó, la nueva tecnología, que trajo mejores naves y a la EEI, constituyen, a pesar de que el ocurrido en 1986 no fue el único capítulo oscuro, lo que no se pudo detener.

Aún hay algo más que es esa música creada en el espacio. Muestra la organización que tienen los astronautas en sus actividades. Robertson, el coautor de “ISS (Is Somebody Singing)”, pensó de Hadfield que éste era un individuo altamente funcional, pues en los ratos libres que le dejaba el prepararse para comandar la Expedición 35 escribía la letra de la canción. Vale decir lo mismo para todos los astronautas músicos, quienes en sus tiempos libres en la EEI se dan tiempo de cumplir proyectos musicales y algunos aún aprenden a tocar otro instrumento. Estas personas, además de viajar al espacio, con todo lo que implica, se permiten el convertir una afición en algo como Max Q o Bandella. No todos podemos ser astronautas o músicos, pero sí tenemos la capacidad de esforzarnos por cumplir nuestras misiones, después de todo el futuro más que en las estrellas está en nosotros mismos.

Juan Carlos Gallegos Rivera



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Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.