La ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, realizó un anuncio insólito: los alumnos y alumnas de las escuelas secundarias de la Ciudad estarán obligados a la "Educación Financiera" trabajando gratis en empresas como Mercado Libre y Ualá. "Ya son más de 265 empresas que apuestan al desarrollo personal y profesional de los estudiantes de la Ciudad" dicen alegremente en la web de la ciudad de Buenos Aires, mientras la educación financiera queda a cargo de empresas que especulan ¿Porqué no se da en las clases de economía a cargo de sus docentes? ¿Ahora las empresas privadas se han formado en Educación? ¿Práctica laboral o trabajo esclavo?. En un contexto de ajuste perpetuo contra la educación pública, y sin un peso más para formar docentes en la Escuela de Maestros, el anuncio parece más una provocación que una preocupación real por la formación estudiantil. No es el mercado, no es la educación, es la ideología de los hijos de puta.
La política de la educación como crueldad. ¿Los alumnos son esclavos? ¿Para cuando las subastas y tratas de esclavos? ¿Para cuando los latigazos como escarmiento?
"Un disparate": así fue como definieron miembros de la comunidad educativa al proyecto del Gobierno de la Ciudad que busca implementar cursos de educación financiera en las escuelas, política que hace recordar otros emprendimientos neoliberales por otras pampas.
Amparo López - Vocal del Centro de Estudiantes del Lenguas Vivas
A razón de eso, de los hijos de puta, de todo tinte y calaña, bien podrían venir las siguientes palabras.
Tomemos simplemente tres hechos de los más destacados de los últimos días, que dominan la agenda política en los medios y las redes sociales: la marcha convocada para el 1º de febrero contra la Corte Suprema, las interminables negociaciones con el FMI y los cortes de luz que se viven en algunos lugares del país, en especial en el AMBA donde los servicios los prestan empresas privadas.
Frente a la marcha, la oposición -que intentó meter por la ventana y por decreto dos de los miembros de esa Corte- imposta indignación republicana como si jamás hubieran cometido tropelía alguna contra las instituciones, los derechos y garantías ciudadanas, como por ejemplo espionaje ilegal para la persecución de opositores políticos y sindicales. La indignación incluye al "amigo" Gerardo Morales, que en Jujuy y apenas asumió el gobierno, armó lisa y llanamente una Corte Suprema a su medida con parientes, correligionarios, legisladores del palo y hasta ex funcionarios.
Sobre el acuerdo con el Fondo ya se ha dicho todo, o casi todo. Los que cuando fueron gobierno lo firmaron en menos de cinco minutos y sin un puto papel comprometiendo al país en 57.000 millones de dólares sin que el asunto pasara siquiera por la puerta del Congreso, ahora tienen exigencias distintas todos los días, simplemente para sentarse a discutir con el gobierno como renegociar el demencial calendario de pagos que ellos mismos diseñaron.
Y en el colmo del descaro, los tipos también opinan sobre los cortes de luz y los achacan a la falta de inversión, reclamando implícitamente aumentos de tarifas que por supuesto cargarán luego a la cuenta del gobierno, por alimentar la inflación. Nada dicen, obviamente, del destino de los cuantiosos fondos que todos los argentinos les transferimos -vía tarifas y subsidios- a las privatizadas, como consecuencia de los descomunales aumentos de tarifas que ellos otorgaron cuando fueron gobierno.
Así podríamos seguir con cualquier tema de la realidad nacional que involucre el modo de relacionamiento de la oposición con el gobierno nacional, pero lo único que conseguiríamos es indignarnos al pedo, sin ningún sentido políticamente productivo. Sería tan inútil como la absurda apelación al diálogo y la responsabilidad institucional del gobierno de Alberto.
Si hay algo que agradecerles es que son previsibles, tanto que si sorprenden, siempre es para peor: del burro solo se pueden esperar patadas. Pero ellos, actuando así, responden a quienes los votaron, que no son pocos: un 40 % de los argentinos comulga con esas ideas, y se lo recriminaría si no las pusieran en práctica. (...)
Ahora estamos presenciando un nuevo tipo de maldad. Las bromas pesadas, la maldad y el montaje sádico son formas que tiene la sociedad de tramitar lo que los psicoanalistas llaman la pulsión de muerte. Podríamos decir que la maldad contemporánea ha dado un nuevo giro, que consiste en dañar al otro pero haciéndose mucho daño a uno mismo. Es decir, no me importa lo que me ocurra a mí; el verdadero malo actual no es el egoísta de antes, el que piensa solo en sí mismo o el que está muy interesado sólo en lo que le ocurre a él, sino alguien que es capaz de dañarse a sí mismo con tal de dañar a los demás. Esto también me lo suscitó el libro de Lidia, pensando en las formas de maldad contemporáneas que se consuman en algo que no está en la lógica de las sectas, sino en estas nuevas formas del denominado terrorismo, donde alguien puede inmolarse con tal de matar a los otros. Pero eso es un caso extremo. Creo que en muchas formas de vínculo social aparecen fenómenos donde las personas son capaces de ir contra ellas mismas, contra sus propios intereses incluso más vitales con tal de generar un mal en relación a lo que odian.
¿En qué otra cosa pueden pensar cuando se imaginan la política de la educación como crueldad?
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