La frase "Tax the Rich" (Cobra impuestos a los ricos) escrita a mano con pintura roja y una letra particular se volvió viral este año en TikTok cuando The Velvet Bandit, artista callejera de Sausalito, California, la esparció por su ciudad. Una vez viralizada, The Velvet Bandit ha podido vender stickers y remeras con "Tax the Rich" pintada a mano con su reconocible letra roja.
Hace unos días, The Velvet Bandit publicó en Instagram: "¿Les suena? Alexandra Ocasio Cortez en la Met Gala con un vestido de Aurora James que se parece muchísimo a mi diseño". "De arriba abajo, este vestido tiene mi letra".
The Velvet Bandit no busca pelea, sino laburo: "Admiro a estas mujeres y me encantaría colaborar con ellas", escribe. "Soy cocinera y madre soltera a tiempo completo y no tengo cómo llegar a personas famosas". "Por favor, etiqueten/compartan/tuiteen/envíen una paloma mensajera a Alexandra Ocasio Cortez y Aurora James y díganles que tienen que trabajar conmigo".
El año pasado, una plataforma digital que produce gráficos y resúmenes de "periodismo independiente" para compartir en redes sociales, dirigidos a un segmento de mercado de gente de clase media-media alta autopercibida como "izquierdista", llamada El Surtidor, fue denunciada por numerosos usuarios cuando plagió en uno de sus diseños una obra del pintor paraguayo Fidel Fernández.
Hace unos meses, la artista argentina Fátima Pecci Carou fue denunciada por un artista de animé cuando vendió como propia una creación del mismo. Le siguieron más denuncias de otros creadores de fanart por la misma razón.
El establishment cultural argentino, en el cual Pecci Carou ocupa actualmente un lugar destacado, reaccionó con desprecio contra estos creadores de fanart que, señalando lo injusto de que otra persona ganara dinero y prestigio con lo que ellos crean y difunden gratis, solicitaban simplemente el reconocimiento de su autoría. Sesudos artículos de críticos de arte llenaron los principales diarios para denostar a esa plebe ignorante que no conoce conceptos como los de "apropiación" artística.
Algo parecido sucedió en Paraguay con el plagio de la obra de Fidel Fernández cometido por El Surtidor. La reacción del establishment "culto" y "progresista" fue cerrar filas en torno a la plataforma contra esa plebe ignorante que era incapaz de diferenciar un "homenaje" de un robo, etc. (En esa plebe ignorante estaría incluido el propio artista plagiado, que denunció inteligente y sobriamente lo cometido, sin palabras, solo con imágenes, en sus redes sociales.)
En el caso de la congresista estadounidense y su diseñadora, simplemente no ha habido respuesta alguna.
Sabemos que el capitalismo tiene la capacidad de convertirlo todo en materia de márketing y objeto de consumo. Que el mercado lo absorbe todo, incluso lo que critica su hegemonía. Que en este sistema la "gente famosa" (como la llama The Velvet Bandit) suele parasitar impunemente el trabajo de la gente "anónima" o, más sencillo, socialmente peor posicionada (término, no por azar, mercadotécnico). Que con ese trabajo unos hacen negocios, otros amasan fortunas, y otros construyen sus carreras. Periodísticas, políticas o artísticas.
Cobra impuestos a los ricos, sí. Pero no robes a los pobres
Hace unos días, The Velvet Bandit publicó en Instagram: "¿Les suena? Alexandra Ocasio Cortez en la Met Gala con un vestido de Aurora James que se parece muchísimo a mi diseño". "De arriba abajo, este vestido tiene mi letra".
The Velvet Bandit no busca pelea, sino laburo: "Admiro a estas mujeres y me encantaría colaborar con ellas", escribe. "Soy cocinera y madre soltera a tiempo completo y no tengo cómo llegar a personas famosas". "Por favor, etiqueten/compartan/tuiteen/envíen una paloma mensajera a Alexandra Ocasio Cortez y Aurora James y díganles que tienen que trabajar conmigo".
El año pasado, una plataforma digital que produce gráficos y resúmenes de "periodismo independiente" para compartir en redes sociales, dirigidos a un segmento de mercado de gente de clase media-media alta autopercibida como "izquierdista", llamada El Surtidor, fue denunciada por numerosos usuarios cuando plagió en uno de sus diseños una obra del pintor paraguayo Fidel Fernández.
Hace unos meses, la artista argentina Fátima Pecci Carou fue denunciada por un artista de animé cuando vendió como propia una creación del mismo. Le siguieron más denuncias de otros creadores de fanart por la misma razón.
El establishment cultural argentino, en el cual Pecci Carou ocupa actualmente un lugar destacado, reaccionó con desprecio contra estos creadores de fanart que, señalando lo injusto de que otra persona ganara dinero y prestigio con lo que ellos crean y difunden gratis, solicitaban simplemente el reconocimiento de su autoría. Sesudos artículos de críticos de arte llenaron los principales diarios para denostar a esa plebe ignorante que no conoce conceptos como los de "apropiación" artística.
Algo parecido sucedió en Paraguay con el plagio de la obra de Fidel Fernández cometido por El Surtidor. La reacción del establishment "culto" y "progresista" fue cerrar filas en torno a la plataforma contra esa plebe ignorante que era incapaz de diferenciar un "homenaje" de un robo, etc. (En esa plebe ignorante estaría incluido el propio artista plagiado, que denunció inteligente y sobriamente lo cometido, sin palabras, solo con imágenes, en sus redes sociales.)
En el caso de la congresista estadounidense y su diseñadora, simplemente no ha habido respuesta alguna.
Sabemos que el capitalismo tiene la capacidad de convertirlo todo en materia de márketing y objeto de consumo. Que el mercado lo absorbe todo, incluso lo que critica su hegemonía. Que en este sistema la "gente famosa" (como la llama The Velvet Bandit) suele parasitar impunemente el trabajo de la gente "anónima" o, más sencillo, socialmente peor posicionada (término, no por azar, mercadotécnico). Que con ese trabajo unos hacen negocios, otros amasan fortunas, y otros construyen sus carreras. Periodísticas, políticas o artísticas.
Cobra impuestos a los ricos, sí. Pero no robes a los pobres
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