No sé si existen las casualidades, pero hace poco me reencontré nuevamente con este disco. El día del niño mi hijo Santiago pidió un disco en formato CD. Por un lado entendí que Spotify no puede reemplazar el vínculo afectivo con el objeto, con ver materializada la idea del artista más allá de la condición intangible de la música; por el otro, me llevé la sorpresa de la escasez de casas de música, por lo menos las tradicionales de La Plata, que brillan por su ausencia.
De repente me invadió el paso del tiempo y extrañé la musicalización de los espacios. Esa música que diseminada en el aire hacía que uno llegara a la disquería elegida con los ojos cerrados.
Eso nos llevó hasta calle Corrientes, donde todavía se logran rescatar algunos tesoros legendarios.
Adiós Sui Generis
nos pareció el indicado, por la mística, por la leyenda, pero sobre
todo porque este niño, que hoy también cumple años, ya escuchó toda la
discografía de Charly García.
La música tiene la cualidad de erosionar la palabra tiempo. No importa
el momento de la creación porque ella tiene la capacidad de exaltar el
momento en que se escucha. La constelación de la obra con la vida
personal de quien la recepciona y el trasvasamiento que se da de
generación en generación.
Es por eso que hay bandas, grupos, músicos, compositores que no están catalogados por época, esos son los que perduran.
Sui Generis es uno de ellos. Es un dúo que facilitó la apertura a un espacio de libertad mínimo entre tanta opresión. La profundidad de las letras provocó una rebelión ante el sistema impuesto, ante una atmósfera que ya anticipaba la dictadura más terrible que viviría nuestro país.
El principio
Hablar solamente del final sería una imagen sesgada dentro del
fenómeno Sui Generis. Un nuevo sonido que irrumpió en la escena del rock
“pesado” y que de alguna manera fue catalogado como blando, como la
antítesis de lo que se venía gestando. Sin embargo deslumbró a la
población adolescente que, como bien dice Sergio Marchi en No digas nada, amplió el consumo y sumó al rock a muchos jóvenes que aun no se habían acercado.
Charly y Nito se conocieron en la escuela secundaria, ambos fueron
atraídos por el interés musical y eran integrantes de sendas bandas: To
walk Spanish y The Century indignation. Cantaban música en inglés
influenciados principalmente por The Beatles y en bandas que Charly
admiraba como Vanilla Fudge y Procol Harum.
Cuando se fusionaron para el proyecto Sui Generis, Charly empezó a
mostrar sus composiciones. En ese momento estaban en cuarto año.
Cuando terminaron la secundaria las familias de los dos esperaban la
continuidad universitaria, pero ya era tarde, Charly y Nito querían
dedicarse a la música.
Sergio Marchi cuenta dos anécdotas que representan el momento, por el
lado de Charly la resistencia sobre todo del padre se argumentaba en que
se iba a cagar de hambre y por el lado de Nito la madre se encargó de
llamar a cada una de las madres de los integrantes del grupo para
generar una causa común.
Las oposiciones familiares no dieron resultado. Ellos avanzaron
intuitiva y esforzadamente en el objetivo que se habían trazado y en el
que creían sobre todas las cosas.
El rock reflexivo y sano se hizo un lugar gracias a Pierre Bayona, Billy Bond y el sello Mandioca de Jorge Álvarez.
Primero fueron soporte de otros grupos hasta que grabaron Vida (1972) y fueron forjando un público propio que los quería ver de manera individual. Vida vendió 80 mil unidades.
Así arrancaron con una efusividad que contemplaba la identificación con el público adolescente y masivo.
Un piano, una flauta, una batería y un bajo era la formación original.
Letras simples y profundas, pero no por eso inocentes, que provocaron
una resonancia sostenida y que fue sorprendida por un adiós inesperado.
En 1971 a Charly le tocó hacer la colimba, eso generó un parate natural
del grupo que ya iba cambiando formaciones, también aportó una
experiencia fuerte y nuevas canciones cargadas de cuestionamientos y
críticas a las instituciones.
Cuenta Sergio Marchi que Charly hizo todo lo posible por lograr la
expulsión del ejército y no lo lograba entonces llegó al extremo,
levantó un muerto de la enfermería, lo subió a una silla de ruedas y lo
sacó al sol: “Lo note muy pálido,” explicó.
Eso lo exoneró definitivamente de la colimba, que no solamente lo
atormentó física y psicológicamente sino que también le valió una visión
angelada que le inspiró “Canción para mi muerte” y “Botas locas”.
Canciones que motivaron un revuelo inusitado de censuras y prohibiciones
tiempo después. Etapa en la cual sufrió cambios en el disco Instituciones que luego se llamó: Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974).
Confesiones de invierno (1973) fue el segundo álbum de Sui Generis. Dentro de una intensa vida profesional que el dúo transitaba de un lado al otro en colectivo.
En No digas nada se revela el momento in situ:
“Cuando Nito y Charly viajaban en un micro, rumbo a un show en Castelar en 1973, García le dijo a su compañero que tenía un tema nuevo.
−Pero lo quiero cantar yo solo, con la guitarra−recalcó.
−No hay problema, hacelo−fue la contestación de Nito. Ese tema era “Confesiones de invierno”.
La separación
Muchos factores incidieron en la separación del grupo en pleno auge.
Algunos quiebres naturales, más las deserciones de algunos integrantes,
más el intento fallido de grabar Ácido que luego fue Ha sido, fue llevando a la despida del grupo que gozaba de un éxito llamativo.
En un documental Nito Mestre cuenta: “Charly estaba casado con María
Rosa, yo vivía con Rinaldo Rafanelli, solteros, era medio caótico todo y
Juan era más grande que nosotros y de otro palo. Nos veíamos solo para
tocar. Visto de afuera gran éxito, pero de adentro tirando a aburrido”.
Cuando Charly decidió la disolución del grupo, Jorge Álvarez gestionó la despedida, sería con un show en el Luna Park, disco doble y película incluida, dirigida por Bebe Kamin, quien también dirigió Los chicos de la guerra.
Juan Rodríguez (baterista) cuenta que costó convencer a Tito Lectoure siendo que en el último recital de rock para La pesada del Rock And Roll, de Billy Bond había generado disturbios y roturas, atendiendo al pedido conocido de: “rompan todo”, entonces ya no quería alquilarlo más. La excusa fue perfecta: son dos jóvenes un piano y una flauta. El recital va a ser tranquilo.
La primera venta de localidades se agotó a las pocas horas, era de 11 mil personas, por lo cual Álvarez puso a la venta 4 mil localidades más, que también volaron. Fue tal la revelación que se agregó una función más, con todas las entradas vendidas nuevamente. Como al día siguiente había boxeo en el Luna, hicieron las funciones continuadas, una a las 20 h y otra a las 23 h; lo cual también dificultó el ingreso de la segunda función ya que costó desalojar a los primeros espectadores eufóricos por la despedida.
Sui Generis estaba haciendo historia, fue el primer recital de rock en la Argentina que llenó dos Luna Park con 30 mil localidades agotadas. La marea de gente colmó las calles aledañas al Luna, se estaba viviendo un hito del cual Charly y Nito todavía no habían tomado dimensión.
Al respecto Nito dijo: “El tiempo es el que te hace medir las cosas”, efectivamente más de cuarenta años después continua la vigencia. “Sui generis es un caso excepcional, son muy pocas las bandas que se siguen escuchando después de 40 años y que siguen sumando fans,” comentó Nito en el 2015 cuando se cumplieron 40 años del recital.
La noche del Adiós
Los músicos llegaron de Santa Fe y Rosario venían haciendo giras muy prometedoras. Estaban cansados, según cuenta Juan Rodríguez, los mandaron a un sauna para que pudieran relajarse un poco y hacer baños de vapor. Aun no se imaginaban la revolución que habían provocado.
La banda formada por Charly García, Nito Mestre, Juan Rodríguez y Rinaldo Rafanelli se preparaba para recibir un caudal de público único en su tipo, haciendo honor al nombre.
Un mes antes habían tocado en Montevideo y los habían detenido por tocar “Botas Locas”. La anécdota es la siguiente: cuando los detuvieron en plena dictadura uruguaya fueron a declarar, Charly declaró primero y les dijo a los demás: “Ustedes no sabían la letra”, tal es así que cada uno de los que siguió aventuró lo mismo; Nito “yo toco la flauta, no se la letra entera”; Rino “yo solo toco el bajo, no tengo idea la letra” y Juan “solo batería no se la letra” luego fueron liberados.
Al ver la resolución con tanta celeridad le preguntaron a Charly: “¿Qué dijiste?” Charly lúcido como siempre había cambiado la letra sobre la marcha “donde decía: si ellos son la patria/ soy extranjero dije: Si ellos son la patria/ yo me juego entero”.
Luego de esa experiencia y ante la tensión política que se vivía en Argentina, aun no de facto pero con Isabel en el gobierno y las intervenciones de López Rega y la Triple A, llegaron a una certeza: tocarían “Botas locas” en el segundo concierto. “Total si íbamos presos ya habíamos hecho los dos shows”, dice Nito.
El Luna Park desbordó, esa noche los jóvenes de la Argentina encontraron un pequeño espacio de libertad entre tanta opresión.
Ese acústico como le habían dicho a Tito Lectoure para persuadirlo se convirtió en el show más concurrido hasta el momento, en la revelación del rock nacional, en la puerta de entrada a una movida que ya se estaba gestando con La pesada, con Los gatos, con Pescado, con Manal pero a la que todavía le faltaba la masividad. Esa noche se estaba despertando.
La llegada de Sui a la escena rockera no había sido fácil, un Charly muy sano con impronta clásica vino a cambiar el paradigma, a ampliar las posibilidades. Sufrió un rechazo pertinente al principio y luego fue adoptado por todos y elegido como el mejor compositor y pianista de la época. A esa situación natural de desplante, él respondía con música, por ejemplo: “Mr. Jones” es una respuesta contundente a que él también sabía hacer rock and roll.
Estaba la reminiscencia de Chopin pero eso era un valor agregado que sumaba y enaltecía a la música Argentina del momento.
Charly fue desde siempre una persona fuera de serie y hay una anécdota de León Gieco en No digas nada que lo representa: “Cuando los últimos espectadores desaparecieron por la calle Corrientes, Charly se tomó un taxi junto a su mujer María Rosa y se fueron a comer al restaurante Zumbier, hoy desaparecido, en Corrientes y Callao. Allí los encontraron León Gieco y Alicia, que se fueron caminando del Luna. “Veníamos pensativos-recuerda León-; yo sentía una mezcla de admiración y celos, porque tenían un éxito muy grande. Cuando llegamos al restaurant, encontramos a Charly y a María Rosa. El flaco me dijo: “Loco, hace media hora dominaba un Luna Park lleno de gente y ahora estoy solo”. No lo olvidaré jamás”.
No tendría que haber sido un final
El Luna era el principio de una gira de despedida por todo el país, Juan Rodríguez lo recuerda así: “No tendría que haber sido un final, tendríamos que haber seguido en distintos lugares y no pudimos hacerlo. Estábamos volviendo de Caleta Olivia, volcó la camioneta y se rompieron todos los equipos. Charly tenía un mellotrón, un sintetizador, piano Fender y acá no había técnicos para arreglarlos y ahí se paró un tiempo”.
Charly dice: “La separación misma fue por abandono (…) la visión era tremenda: un sintetizador en la punta de un acantilado, unos bafles más abajo. Ahora me río, pero me quise morir en el momento. Lo que más lamento es no haber tenido una cámara de fotos, porque era una cosa casi artística ver tantos equipos desparramados en ese lugar. Y esa fue la señal más clara de que no podíamos seguir. ¡Si ya no nos quedaba nada!
Libertad
Cuando en un documental le preguntan a Charly qué le quedó de esa noche, dice: “Me quedé con un sentimiento de libertad. La primera vez que pude juntar todas las ideas. Sui Generis es lo más puro de eso. Rescato toda esa energía.”
Sui Generis sigue siendo eso: el paroxismo de la sensibilidad en el arte, una construcción de sentido única, un hecho estético que cambiaría todo para siempre.
Nito en una entrevista que tuve el placer de hacerle hace unos años me dijo: “La música hoy no tiene edad. Los fans de los Stones, de Led Zeppelin no habían nacido cuando surgieron las bandas. La revolución de los medios rompió la barrera de la edad. Lo importante es si estaba bien hecho o no. Ahora se busca lo comercial. Antes de sacar un disco hay que tomarse tiempo porque es algo que queda para siempre”.
Muy en consonancia con esa enseñanza de Charly en su definición de la música: “Para mí la música es melodía, armonía y ritmo”.
Esa es la vigencia de Sui Generis. Lo que perdura y trasciende el adiós 46 años después.
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