De manera similar a lo que sucede en los dominios neoliberales de cualquier parte del mundo, los amarillos evalúan la gestión del Felino Macri con argumentos polémicos que rememoran no sólo los momentos dictatoriales de nuestro país sino también las antesalas de fascismos y nazismos universales. Quizás el Nuevo Orden Neoliberal que se impone en la cultura del capitalismo neoliberal globalizado, que es, dicho resumidamente, la cultura de la derecha. No solamente lo demuestra así el caso Maldonado o Milagro Sala sino toda una serie de atentados contra la democracia que los medios ocultan sistemáticamente.
Creer que la derecha se ha convertido en un actor democrático porque ahora se ha maquillado y ha suavizado su discurso es una peligrosa ilusión. Su dominio antidemocrático se ha perfeccionado con lo que Noam Chomsky denomina "estrategias de manipulación mediática", es decir, el imperio de la "posverdad" en sus medios y en su discurso. Por ello el macrismo post-democrático puede encarcelar sin ley, echar jueces con la argucia de demorar un acto de asunción, omitir votos, suspender conteos y criminalizar la protesta social.
El dirigente radical Ernesto Sanz evalúa como positivo el inicio del jury al camarista Eduardo Freiler (perpetrado con una maniobra sucia) y el despido de dos funcionarios del Ministerio de Trabajo vinculados a la CGT, manifestando que ambas acciones representan "mensajes contundentes" para "disciplinar a las corporaciones, la judicial y la sindical", ya que para el dirigente radical, la intervención mediante la presión del Ejecutivo sobre el Judicial asegura "respeto", desconociendo que la democracia se basa en la independencia de los poderes (parece ser que los Amarillos son "repúblicanos" no muy democráticos):
Pero obviamente no es el único. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich dijo que, bajo el terrorismo de Estado, "los demonios no eran tan demonios" (!!!) y volvió a defender a la Gendarmería, acusada por la desaparición de Santiago Maldonado, volviendo a negar que sea víctima de una desaparición forzada. Las declaraciones levantaron distintas voces de repudio. José Schulman, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, expresó: "Sus palabras son agraviantes para la familia, para los organismos de derechos humanos y para la lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Su postura persiste en convalidar la desaparición forzada de parte de Gendarmería, porque nadie encuentra lo que no busca. Y su posición no sólo es una nueva demostración de las políticas negacionistas del Gobierno y violatorias de los derechos humanos, sino que creemos que además son un obstáculo insalvable para conseguir la verdad sobre la desaparición de Maldonado".
Maldonado sigue sin aparecer, Milagro sigue siendo atropellada en sus derechos mínimos como ser humano pero no es la única presa política, hay varios en todo el país y uno de los más notorios es Agustín Santillán, whichi y luchador, detenido desde hace casi 150 días en Formosa. Los casos de gatillo fácil se multiplican, al igual que los atentados contra opositores al régimen neoliberal, fraudes electorales que amenazan con profundizarse y socabar definitivamente la democracia en pos de un régimen neoliberal.
Las sociedades y de la gente, repitiendo el gran error, recurren y se refugian en antagonismos llenos de violencia de un paisaje del pasado para intentar responder a inquietudes del futuro.
En épocas de crisis terminal y necesidad de cambios profundos de la Humanidad la pregunta fundamental ha sido siempre y es: compasión o egoísmo, bondad o maldad, belleza o monstruosidad, luz u oscuridad. Humanismo o anti-humanismo, Violencia o No-violencia.
En estas épocas, de crisis profundas de la Humanidad, de necesidades urgentes, de situaciones límites, el dilema fundamental que se necesita resolver, es sencillo y profundo. Se trata de trazar claramente la línea divisoria entre lo que está bien y lo que está mal, entre la belleza y la monstruosidad, entre la solidaridad y el egoísmo, entre el amor y el odio, entre la reconciliación y la venganza, entre la luz y la oscuridad.
Es difícil negar el encanto del consumismo: éxito fácil, individualismo, marcas, ostentación, viajes, turismo, autos de lujo y actitud competiviva, entre otras cosas, expresan la vigencia de valores, creencias y comportamientos emanados de la cultura mercantilista predominante, pero además trae consigo políticas acordes a tamaña violencia. Políticas también acordes a un tipo de sentido ya construido desde la misma vida cotidiana de cada persona en su día a día.
Los megacentros comerciales, las supertiendas, los parques temáticos, los casinos y el turismo son las islas de fantasía que el capitalismo globalizado ha creado para el disfrute de unos consumidores deseosos de nuevas experiencias que los liberen de los temores e incertidumbres que se generan ahí afuera, en la realidad real. El mayor éxito de la cultura de derecha predominante es haber impuesto sobre sectores amplios de la sociedad, principalmente en la clase media, la aspiración a "ser como los ricos", lo cual quiere decir comportarse como ellos, desear lo que ellos desean, pensar como ellos y buscar poseer, a toda costa, lo que ellos poseen. Y como esto último es imposible que se logre a plenitud, no queda más remedio que acceder, aunque sea de forma limitada, a aquello que -asociado al estilo de vida de los ricos y famosos- el mercado ofrece a quienes puedan pagarlo
El modo cómo las derechas alrededor del mundo han impuesto su hegemonía no es sólo por la violencia lisa y llana, sino también por la vía de una cultura del consumo y del éxito fácil. Con esa cultura, han logrado "encantar" no sólo a amplios sectores populares y de clase media, sino también a intelectuales (universitarios, artistas, periodistas) y a personas de izquierda, que no han resistido el "embrujo" de todo lo que ofrecen, en términos de "buena vida", los bienes y servicios que muestran la publicidad y los escaparates en los centros comerciales. Ese "encantamiento" ha llevado a hacer propio el estilo de vida empresarial capitalista, con la consecuencia de ambicionar, en el fondo del ser de cada uno –y también en la superficie— aquello que rodea y convierte a los ricos en tales: dinero y todo lo que se puede comprar con él cuando se tiene en abundancia.
Es tal el bombardeo simbólico acerca de la felicidad asociada a la posesión de dinero, el auge y predominio de unas empresas de comunicación con un poder económico extraordinario y reproductoras de una cultura de derecha mercantilista, competitiva y consumista. Estas empresas se consolidaron como estructuras casi monopólicas en el marco de procesos de transición democrática -con fuerte predominio de las derechas políticas y económicas—, en los cuales un mercado capitalista globalizado tiene la capacidad de fagocitar para su beneficio convirtiendo en mercancía cualquier producto, obra o actividad, independientemente de sus orígenes y propósitos.
Esta nueva era de manipulación apenas empieza. Contener la arremetida de la derecha y frustrar sus planes no será tarea sencilla. Requerirá una enorme acumulación de poder popular, de voluntades plebeyas que se sumen a un proyecto de recuperación democrática y nacional que sólo podrá ser exitoso si se construye "desde abajo" y democráticamente. Y recordemos también que no será la primera vez que el pueblo argentino desbarata los planes de sus opresores.
Creer que la derecha se ha convertido en un actor democrático porque ahora se ha maquillado y ha suavizado su discurso es una peligrosa ilusión. Su dominio antidemocrático se ha perfeccionado con lo que Noam Chomsky denomina "estrategias de manipulación mediática", es decir, el imperio de la "posverdad" en sus medios y en su discurso. Por ello el macrismo post-democrático puede encarcelar sin ley, echar jueces con la argucia de demorar un acto de asunción, omitir votos, suspender conteos y criminalizar la protesta social.
El dirigente radical Ernesto Sanz evalúa como positivo el inicio del jury al camarista Eduardo Freiler (perpetrado con una maniobra sucia) y el despido de dos funcionarios del Ministerio de Trabajo vinculados a la CGT, manifestando que ambas acciones representan "mensajes contundentes" para "disciplinar a las corporaciones, la judicial y la sindical", ya que para el dirigente radical, la intervención mediante la presión del Ejecutivo sobre el Judicial asegura "respeto", desconociendo que la democracia se basa en la independencia de los poderes (parece ser que los Amarillos son "repúblicanos" no muy democráticos):
"El país está viciado por las corporaciones de todo tipo, políticas, judiciales, económicas. La única forma de disciplinarlas es por medio del ejercicio del poder puro y duro. En este país, las corporaciones sólo te respetan si observan que hay un gobierno que ejerce el poder. Y Macri lo está ejerciendo"Ernesto Sanz
Pero obviamente no es el único. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich dijo que, bajo el terrorismo de Estado, "los demonios no eran tan demonios" (!!!) y volvió a defender a la Gendarmería, acusada por la desaparición de Santiago Maldonado, volviendo a negar que sea víctima de una desaparición forzada. Las declaraciones levantaron distintas voces de repudio. José Schulman, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, expresó: "Sus palabras son agraviantes para la familia, para los organismos de derechos humanos y para la lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Su postura persiste en convalidar la desaparición forzada de parte de Gendarmería, porque nadie encuentra lo que no busca. Y su posición no sólo es una nueva demostración de las políticas negacionistas del Gobierno y violatorias de los derechos humanos, sino que creemos que además son un obstáculo insalvable para conseguir la verdad sobre la desaparición de Maldonado".
La frase de Carl von Clausewitz rezaba: "La guerra es la continuación de la política, por otros medios". Con ello, el estratega militar prusiano, exponía que las pasiones populares (odio, deseo de venganza, xenofobia, racismo), se tenían que instrumentar y conducir a través de la estrategia militar, en favor de los intereses de la clase dominante (lo que Clausewitz llama Inteligencia o Política). La mayor manifestación de este encauzamiento del odio popular se da dentro del fenómeno del nazismo, entre 1932 y 1945, por medio de la "Propaganda". Campañas intensas que, a través de todos los medios de comunicación de aquel entonces, encabezados por la industria fílmica, convencían al ciudadano común de su identificación con el aparato industrial-militar que trabajaba en favor de los intereses particulares de una élite, llamada a sí misma: "Alemania". Göbbels, ministro de propaganda del Rercer Reich, fue el encargado de definir el término y dotarle de una serie de principios que se mantienen vigentes. Sin embargo las ideas de von Clausewitz ya tenían largo tiempo de haberse difundido y propagado alrededor del mundo y, aunque no se contase con el manual de Göbbels, se practicaba la manipulación fascista, tanto entre los aliados nazis, como entre sus enemigos.
Maldonado sigue sin aparecer, Milagro sigue siendo atropellada en sus derechos mínimos como ser humano pero no es la única presa política, hay varios en todo el país y uno de los más notorios es Agustín Santillán, whichi y luchador, detenido desde hace casi 150 días en Formosa. Los casos de gatillo fácil se multiplican, al igual que los atentados contra opositores al régimen neoliberal, fraudes electorales que amenazan con profundizarse y socabar definitivamente la democracia en pos de un régimen neoliberal.
Las sociedades y de la gente, repitiendo el gran error, recurren y se refugian en antagonismos llenos de violencia de un paisaje del pasado para intentar responder a inquietudes del futuro.
En épocas de crisis terminal y necesidad de cambios profundos de la Humanidad la pregunta fundamental ha sido siempre y es: compasión o egoísmo, bondad o maldad, belleza o monstruosidad, luz u oscuridad. Humanismo o anti-humanismo, Violencia o No-violencia.
En estas épocas, de crisis profundas de la Humanidad, de necesidades urgentes, de situaciones límites, el dilema fundamental que se necesita resolver, es sencillo y profundo. Se trata de trazar claramente la línea divisoria entre lo que está bien y lo que está mal, entre la belleza y la monstruosidad, entre la solidaridad y el egoísmo, entre el amor y el odio, entre la reconciliación y la venganza, entre la luz y la oscuridad.
Es difícil negar el encanto del consumismo: éxito fácil, individualismo, marcas, ostentación, viajes, turismo, autos de lujo y actitud competiviva, entre otras cosas, expresan la vigencia de valores, creencias y comportamientos emanados de la cultura mercantilista predominante, pero además trae consigo políticas acordes a tamaña violencia. Políticas también acordes a un tipo de sentido ya construido desde la misma vida cotidiana de cada persona en su día a día.
Los megacentros comerciales, las supertiendas, los parques temáticos, los casinos y el turismo son las islas de fantasía que el capitalismo globalizado ha creado para el disfrute de unos consumidores deseosos de nuevas experiencias que los liberen de los temores e incertidumbres que se generan ahí afuera, en la realidad real. El mayor éxito de la cultura de derecha predominante es haber impuesto sobre sectores amplios de la sociedad, principalmente en la clase media, la aspiración a "ser como los ricos", lo cual quiere decir comportarse como ellos, desear lo que ellos desean, pensar como ellos y buscar poseer, a toda costa, lo que ellos poseen. Y como esto último es imposible que se logre a plenitud, no queda más remedio que acceder, aunque sea de forma limitada, a aquello que -asociado al estilo de vida de los ricos y famosos- el mercado ofrece a quienes puedan pagarlo
El supuesto democratismo y la adhesión a los valores republicanos del macrismo corresponde a la adhesión de la derecha argentina a dichos valores. Digamos de entrada que la derecha, desde la Revolución Francesa hasta hoy, nunca fue democrática, ni en Europa, ni en Estados Unidos, y mucho menos en América Latina.Atilio Borón
Es preciso distinguir liberalismo de democracia. La derecha abrazó al primero, luego de una larga batalla contra los bastiones del orden conservador, pero jamás adhirió a la democracia. Sus grandes teóricos lo fueron del liberalismo, no de la democracia. Esta se fue construyendo a pesar –y no con el favor– de la derecha, en una lucha centenaria signada por periódicas regresiones autoritarias –los fascismos europeos, por ejemplo– y, en la periferia del sistema capitalista, por frecuentes baños de sangre y feroces dictaduras. Los sujetos de la democracia fueron las clases y sectores populares, comenzando por las capas medias a mediados del siglo XIX y siguiendo por las distintas fracciones y estratos del universo popular: los obreros fabriles, los campesinos, el “pobretariado” urbano, las mujeres y, en algunos países, los jóvenes y los pueblos originarios. Estas tentativas fueron implacablemente combatidas por la derecha, ilegalizando a sus principales actores; reforzando los aparatos coercitivos del estado; sancionando legislaciones represivas; desterrando, encarcelando o asesinando sus líderes y provocando golpes de estado cada vez que la "amenaza democrática" aparecía incontenible. Todo esto, además, haciendo gala de un racismo, una xenofobia, una homofobia incompatibles con el espíritu democrático. La historia argentina es pródiga en ejemplos de todo esto.
El padre fundador del neoliberalismo, Friedrich von Hayek, decía que el libre mercado era una necesidad y la democracia una conveniencia, aceptable siempre y cuando no interfiriese con el primero. Las burguesías de todo el mundo aceptaron a regañadientes los avances de la democracia bajo dos condiciones: uno, cada vez que la correlación de fuerzas se inclinaba decisivamente hacia el campo popular –y en este sentido la sola presencia de la Revolución Rusa fue decisiva para el avance de ese proceso en Europa y, más indirectamente, en el Tercer Mundo; y, dos, cuando la democracia fue vaciada de su contenido radical sintetizado en la célebre fórmula de Abraham Lincoln: "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo" y reemplazada por otra que asimila la democracia al "gobierno de los mercados, por los mercados y para los mercados". Creer que la derecha se ha convertido en un actor democrático porque, en un alarde de oportunismo demagógico, ahora se ha maquillado y suavizado su discurso es una peligrosa ilusión. Su dominio antidemocrático se ha perfeccionado con lo que Noam Chomsky denomina "estrategias de manipulación mediática", es decir, el imperio de la "posverdad" en sus medios y en su discurso. Como bien recuerda María Pía López, al macrismo es post-democrático: "puede encarcelar sin ley, echar jueces con la argucia de demorar un acto de asunción, omitir votos, suspender conteos" y, agregaríamos nosotros, criminalizar la protesta social.
Pero la derecha tampoco es republicana, pese a que se ufana día a día en proclamar su republicanismo discursivo que no resiste la prueba de los hechos. Desde el intento de designar a dos jueces de la Corte Suprema por decreto hasta el desconocimiento de la resolución de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos exigiendo la liberación de Milagro Sala pasando por la "picardía" de suspender al Camarista Eduardo Freiler con una trampa leguleya y administrativa (que si se hubiera hecho durante el kirchnerismo las denuncias y la gritería de los custodios de la república habrían sido escuchadas hasta en Júpiter) hasta el vicioso ataque en contra de la Procuradora Alejandra Gils Carbó y la inacción estatal ante la desaparición de Santiago Maldonado a manos de las fuerzas represivas del estado hablan de un republicanismo "para la tribuna", de labios para afuera y de más que dudosa credibilidad. Si a esto le agregamos la involución neocolonial de un gobierno que en el flanco internacional ha cedido posiciones en todos los frentes, desde Malvinas hasta la Unasur, pasando por todas las instancias intermedias como el abandono del proyecto ARSAT III, su gris desempeño en el G20 y su triste papel como mandadero de Washington para hostigar a Venezuela, comprobaremos la "insoportable levedad" de su democratismo y su republicanismo. Sobre todo si como lo ha hecho el gobierno de Macri se asumen como propias la agenda exterior, las prioridades y los intereses de Estados Unidos, en desmedro de nuestra viabilidad como nación soberana y dueña de su destino. Y esto es suficiente para desechar cualquier pretensión de la derecha de embanderarse con la democracia porque esta tiene como condición sine qua non la soberanía popular, que se convierte en una piadosa ficción ante la ausencia de soberanía nacional. Y si hay algo a lo que el macrismo y toda la derecha argentina han renunciado es a preservar un mínimo de autodeterminación nacional en aras de forjar una nueva "relación carnal" con el veleidoso emperador que tiene al mundo en vilo. Por lo tanto, esa derecha no puede ser democrática, por más que su fachada y sus rituales se esfuercen por dar la impresión contraria. Y tampoco es genuinamente republicana.
El modo cómo las derechas alrededor del mundo han impuesto su hegemonía no es sólo por la violencia lisa y llana, sino también por la vía de una cultura del consumo y del éxito fácil. Con esa cultura, han logrado "encantar" no sólo a amplios sectores populares y de clase media, sino también a intelectuales (universitarios, artistas, periodistas) y a personas de izquierda, que no han resistido el "embrujo" de todo lo que ofrecen, en términos de "buena vida", los bienes y servicios que muestran la publicidad y los escaparates en los centros comerciales. Ese "encantamiento" ha llevado a hacer propio el estilo de vida empresarial capitalista, con la consecuencia de ambicionar, en el fondo del ser de cada uno –y también en la superficie— aquello que rodea y convierte a los ricos en tales: dinero y todo lo que se puede comprar con él cuando se tiene en abundancia.
Es tal el bombardeo simbólico acerca de la felicidad asociada a la posesión de dinero, el auge y predominio de unas empresas de comunicación con un poder económico extraordinario y reproductoras de una cultura de derecha mercantilista, competitiva y consumista. Estas empresas se consolidaron como estructuras casi monopólicas en el marco de procesos de transición democrática -con fuerte predominio de las derechas políticas y económicas—, en los cuales un mercado capitalista globalizado tiene la capacidad de fagocitar para su beneficio convirtiendo en mercancía cualquier producto, obra o actividad, independientemente de sus orígenes y propósitos.
Esta nueva era de manipulación apenas empieza. Contener la arremetida de la derecha y frustrar sus planes no será tarea sencilla. Requerirá una enorme acumulación de poder popular, de voluntades plebeyas que se sumen a un proyecto de recuperación democrática y nacional que sólo podrá ser exitoso si se construye "desde abajo" y democráticamente. Y recordemos también que no será la primera vez que el pueblo argentino desbarata los planes de sus opresores.
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