Zigmunt Bauman, el sociólogo y filósofo polaco, uno de los mayores pensadores contemporáneos, fallecido a los 91 años de edad, nos legó, en sus más de cincuenta libros publicados y en especial en la trilogía "Modernidad líquida", "Vida líquida" y "Amor líquido", una profunda y crítica conceptualización de la postmodernidad (a la cual él llama modernidad líquida), que permite comprender los cambios que la vida de los seres humanos y de sus relaciones sociales, políticas e incluso íntimas, experimentan en esta fase caracterizada por la volatilidad. Bauman señala que la modernidad sólida ha llegado a su fin: sólida porque- a diferencia de los líquidos- conservan su forma y persisten en el tiempo, duran. Sólida, también, porque en ella era posible aún, pese a la secularidad que la caracteriza, establecer raíces ideológicas, espirituales, que generaban confianza de pertenencia, de identidades colectivas. En cambio, los líquidos son informes, se transforman constantemente: fluyen, cambian, se mueven. Esta metáfora de Bauman ha servido para comprender mejor las diferencias entre el mundo sólido del industrialismo, con sus clases, ideologías y certezas y el mundo más inaferrable y sin certezas del siglo XXI. La metáfora de la liquidez intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante, incierta y cada vez más imprevisible, en una decadencia permanente del Estado del bienestar, en un autoritarismo neoliberal que habla de excedentes, que la gente es superflua, innecesaria, porque cuantos menos trabajadores haya, mejor funciona la economía. Un sistema líquido que impone un tiempo sin certezas, donde la cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de todo futuro posible.
Zygmunt Bauman fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico de origen judío. Su obra, que comenzó en la década de 1950, se ocupa, entre otras cosas, de cuestiones como las clases sociales. El propósito principal de Modernidad líquida es tratar de responder las preguntas que la sociedad moderna nos plantea, una tarea nada fácil, donde el filósofo Zygmunt Bauman realizó un valioso análisis sociológico: la "modernidad líquida" -como categoría sociológica- es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados.
Las claves para entender la “Modernidad liquida” en Zygmunt Bauman
La modernidad líquida -como categoría sociológica- es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados.
La metáfora de la liquidez -propuesta por Bauman- intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones.
Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante -incierta- y cada vez más imprevisible, es la decadencia del Estado del bienestar.
La modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta; la cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro.
Modernidad Líquida ¿Qué es?
En Modernidad Líquida Zygmunt Bauman explora cuáles son los atributos de la sociedad capitalista que han permanecido en el tiempo y cuáles las características que han cambiado.
El autor busca remarcar los trazos que eran levemente visibles en las etapas tempranas de la acumulación pero que se vuelven centrales en la fase tardía de la modernidad. Una de esas características es el individualismo que marca nuestras relaciones y las torna precarias, transitorias y volátiles.
La modernidad líquida es una figura del cambio y de la transitoriedad: “Los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados”.
“El otro” tipificado como extraño por desconocido es un portador innato de incertidumbre, de potencial peligro, siendo, tal vez, su mayor amenaza, el atentar contra la clasificación misma que sostiene el orden del espacio social en el que se inscribe mi mundo.
Justamente, los extraños irritan, desagradan, desconciertan porque tienden con su sola presencia a ensombrecer y eclipsar la nitidez de las líneas fronterizas clasificatorias que ordenan el mundo en el que vivo, y de éste modo, cuestionar de manera radical la presunta comprensión recíproca que el “Yo” tiene con el “Otro”.
El extraño, como cuestionador implacable del orden al que ingresa desde tierras ignotas, ha sido a menudo tipificado con el estigma de ser portador de suciedad, puesto que la suciedad es el caos contaminante que el orden existente pretende expulsar, o bien, portador de ambivalencia, puesto que ésta los hace irregulares e impredecibles en sus reacciones.
Es el caso de los marginados sociales que, como una categoría o tipificación de una clase de extraño contemporáneo, reciben sobre sí los rasgos sobresalientes de la ambivalencia y la suciedad: a ellos se les atribuye la falta de confiabilidad por lo errático de su rumbo, su laxa moralidad y promiscua sexualidad, su deshonestidad comercial, etc.
“Dicho de otra manera, los marginados son el punto de reunión de riesgos y temores que acompañan el espacio cognitivo. Son el epítome del caos que el espacio social intenta empeñosamente sustituir por el orden”.
Estados transitorios y volátiles de los vínculos humanos; desvinculación
Bauman se refiere al miedo a establecer relaciones duraderas y a la fragilidad de los lazos solidarios que parecen depender solamente de los beneficios que generan.
El se empeña en mostrar cómo la esfera comercial lo impregna todo, que las relaciones se miden en términos de costo y beneficio -de “Liquidez” en el estricto sentido financiero .
Bauman se vale de conceptos tan provocadores como el de “Desechos humanos” para referirse a los desempleados, que hoy son considerados “Gente superflua, excluida, fuera de juego”.
Hace medio siglo los desempleados formaban parte de una reserva del trabajo activo que aguardaba en la retaguardia del mundo laboral una oportunidad. Ahora, en cambio,
“Se habla de excedentes, lo que significa que la gente es superflua, innecesaria, porque cuantos menos trabajadores haya, mejor funciona la economía”.
Hay que cultivar el arte de truncar las relaciones, de desconectarse, de anticipar la decrepitud, saber cancelar los contratos a tiempo.
Desterritorialización; adicción a la seguridad y miedo al miedo
Nuestras ciudades, afirma Bauman, son metrópolis del miedo, lo cual no deja de ser una paradoja, dado que los núcleos urbanos se construyeron rodeados de murallas y fosos para protegerse de los peligros que venían del exterior.
Nos hemos convertidos en ciudadanos “Adictos a la seguridad pero siempre inseguros de ella”, lo aceptamos como si fuera lógico, o al menos inevitable, hasta tal punto que, en opinión de Zygmunt Bauman, contribuimos a “Normalizar el estado de emergencia”.
El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; nos ronda sin ton ni son; cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible situarla en un lugar concreto.
“Miedo” es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que no se puede hacer para detenerla o para combatirla.
Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios un ataque terrorista, las plagas, la violencia, el desempleo, terremotos, el hambre, enfermedades, accidentes, el otro Gentes de muy diferentes clases sociales, sexo y edades, se sienten atrapados por sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros globales que nos afectan a todos, como el miedo al miedo. Los miedos nos golpean uno a uno en una sucesión constante aunque azarosa, ellos desafían nuestros esfuerzos de engarzarlos y seguirles la pista hasta encontrar sus raíces comunes, que es en realidad la única manera de combatirlos cuando se vuelven irracionales.
El miedo ha hecho que el humor del planeta haya cambiado de manera casi subterránea.
Mundo globalizado y policéntrico
El dominio económico y militar europeo no tuvo rival los cinco últimos siglos, de manera que Europa actuaba como punto de referencia y se permitía premiar o condenar las demás formas de vida humana pasadas y presentes, como una suerte de corte suprema.
Bastaba con ser europeo para sentirse dueño del mundo, pero eso ya no ocurrirá más: pueblos que hace sólo medio siglo se postraban ante Europa muestran una nueva sensación de seguridad y autoestima, así como un crecimiento vertiginoso de la conciencia de su propio valor y una creciente ambición para obtener y conservar un puesto destacado en este nuevo mundo multicultural, globalizado y policéntrico.
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