Durante los años de la Gran Guerra los granjeros que adquirían tierra en las grandes praderas norteamericanas la destinaban a producir trigo a mansalva ya que había gran demanda para alimentar a las tropas y para venderlo a las potencias europeas en liza, con lo cual era un negocio rentable. Pero al acabar la guerra el precio bajó y los granjeros tuvieron que producir más para obtener el mismo beneficio, con lo cual la tierra se vio sobreexplotada. Además, los métodos que usaban los granjeros que venían de zonas más lluviosas como los Apalaches, contribuían a esa sobreexplotación ya que se dedicaron a quitar el pasto autóctono, a veces quemándolo, con lo que se eliminaba la fina capa de nutrientes que poseía la tierra de las praderas norteamericanas. No obstante, de 1924 a 1931 la lluvia fue abundante y las cosechas fueron buenas.
El Dust Bowl |
Pero a partir del año 31 las lluvias empezaron a escasear. Los expertos de diversas universidades, que habían dicho que la lluvia no cesaría para así incentivar el cultivo de trigo, se equivocaron. Tenían que haber escuchado a los más ancianos del lugar, viejos cow-boys que recorrían con sus reses las praderas por las que antaño pastaba el búfalo; ellos sabían que en la zona a un periodo húmedo le seguía un periodo seco porque ya habían vivido una prolongada sequía en los años 90 del siglo XIX. Hoy día sabemos que el clima de esa zona de EEUU está bajo la influencia de un fenómeno meteorológico llamado ENSO (El Niño – Southern Oscilation), por el cual, cuando predominan las corrientes frías en Océano Pacífico (o sea, la corriente cálida de El Niño se debilita), al haber menos evaporación de agua, no se forman nubes (a lo sumo nieblas sobre la superficie del mar) y puede dar pie a un largo periodo de sequía. A la sequía se le unió una plaga de conejos que, muertos de hambre, se lanzaron a comer lo poco verde que había sobre la tierra y a los que hubo que eliminar a garrotazo limpio, lo que generó escenas dantescas. Posteriormente hubo otra plaga de saltamontes que, como apenas encontraron cosechas que comer, roían los mangos de madera de los aperos de labranza. Era como una sucesión de plagas bíblicas y, de hecho, muchos predicadores aprovecharon la coyuntura para amedrentar a los granjeros, que era gente de por sí muy religiosa, diciéndoles que era todo por culpa de sus pecados.
Así las cosas, la sequía hizo que el viento (esa área es una zona plana por donde se pasean los tornados) erosionara la tierra yerta y levantara grandes tormentas, primero de arena, y después de polvo. Éstas últimas, las “dust blizzards” fueron las más dañinas porque sepultaban pueblos enteros, mataban el ganado y mataban incluso a la gente, produciendo una letal epidemia de neumonía. Tal era la cantidad de polvo que se levantaba que la gente no podía circular por las calles sin mascarilla y gafas protectoras e incluso tenían que agarrarse a una cuerda para no perderse porque la visibilidad era nula. El polvo y la arena se metían en las casas, en la comida y en la bebida. Y lo peor de todo era la sensación de que el resto del país les había dado la espalda. Pero las tormentas de polvo del año 34 tuvieron tal magnitud que la ciudad de Nueva York, a más de 3.000 kilómetros de distancia tuvo que encender las luces a medio día para que la gente pudiera ver algo por la calle. El polvo del Dust Bowl incluso se depositó en el despacho del presidente Roosevelt en Washington DC, quien se dio cuenta de que la catástrofe ecológica no era cosa de un puñado de estados en el centro del país sino que afectaba a la nación entera.
Marineros de Nueva York viendo cómo llega la nube de polvo desde el centro de EEUU. |
Roosevelt, que ya había destinado fondos y comida para los granjeros arruinados como parte del New Deal, se dio cuenta de que el problema del Dust Bowl debía solucionarse de raíz y buscó la ayuda de un ingeniero agrónomo experto. La tarea no fue fácil y no pocos expertos le sugirieron evacuar a la población del área afectada y dejarla deshabitada pero al final apareció el tipo idóneo: Howard Finnell, un especialista en erosión del suelo nacido en Mississippi. Finnell, que se convirtió en una pieza clave del Soil Conservation Service de Roosevelt, después de inspeccionar el terreno dañado, sugirió cambiar drásticamente la manera de cultivar la tierra. En primer lugar, mandó recuperar los pastos nativos en las zonas más cercanas al desierto, para retener el avance de éste. Esta tierra fue comprada o directamente expropiada por el estado federal, que la mantuvo de su propiedad. Luego mandó mejorar las técnicas de cultivo para no acabar con los nutrientes de la tierra. Además, promovió la construcción de presas, como la del río Rita Blanca, para tener agua con la cual regar en caso de sequía. A todo aquel que seguía estas indicaciones el estado le concedía subvenciones pero al que se negaba no se le daba absolutamente nada. Todas las obras públicas (que también incluían la construcción de escuelas y hospitales) fueron llevadas a cabo por la Works Progress Agency, una agencia estatal que contrataba a los parados de la zona y que se convertiría en el mayor empleador del país. E incluso se llegó a imponer la ley marcial para que se llevaran a efecto todas estas medidas. Y así fue cómo la población del Dust Bowl, tremendamente conservadora, individualista y seguidora del liberalismo a ultranza del Partido Republicano, fue cambiando sus simpatías y sus votos hacia el Partido Demócrata de Roosevelt y su política socialdemócrata (“socialista”, según las clases altas.)
Imagen del Black Sunday en Texas |
Sin embargo, las medidas tardaron en surtir su efecto y hacia el año 35 la sequía y las tormentas de polvo se intensificaron. La peor tormenta de polvo de todas tuvo lugar el domingo 14 de abril de 1935 y fue captada por Robert Geiger, un fotógrafo de Associated Press que estaba haciendo un reportaje en Boise City, Oklahoma, en el corazón del Cuenco de Polvo. La nube negra de polvo fue tan densa y gigantesca que de pronto se hizo de noche y Geiger se tuvo que refugiar en casa de un granjero, de lo contrario quizá no lo habría contado. Fue, de hecho, Geiger quien inventó la expresión Dust Bowl. La tormenta se fue desplazando hacia el sur, engullendo pueblos, incluido Pampa, en Texas, donde un joven Woody Guthrie, quien luego sería el cronista musical del Dust Bowl, la presenció en su terrible apogeo. A ese domingo se le llamó Black Sunday. Pero quien mejor captó el drama del Cuenco de Polvo fue Arthur Rothstein, un joven fotógrafo judío de Nueva York, que fue enviado por el gobierno federal a hacer un documental fotográfico para sensibilizar al resto del país sobre esta tragedia. Rothstein tomó las fotos más emblemáticas de la sequía en las grandes praderas norteamericanas, en especial una hecha en el Cimarron County, en la que un padre y dos niños mal vestidos se disponen a refugiarse de una tormenta de polvo en su casa, una paupérrima choza semienterrada en la arena de lo que parece el desierto del Sahara. La foto llegó a las cuatro esquinas del país haciendo visible la catástrofe.
La más emblemática foto del Dust Bowl, tomada por Arthur Rothstein |
Solo a partir de 1938 volvió poco a poco la lluvia cuya humedad fue retenida por el pasto sembrado a propuesta de Howard Finnell y el Soil Erosion Service. El 11 de julio de ese año Roosevelt dio un mitin en Amarillo, Texas, la población más importante del Texas Panhandle, y durante ese acto empezó a caer la lluvia. Fue un acto propagandístico redondo para Roosevelt y su New Deal. Ello le supuso una gran cantidad de votos en una zona que tradicionalmente era republicana a ultranza. Pero ante todo demostró de manera palpable que Finnell estaba en lo cierto. Posteriormente, en los años 50, hubo un ciclo seco de tres años en la zona pero ya sin efectos devastadores sobre cultivos y personas. Además se introdujo un sistema que regaba con agua del acuífero de Ogalalla, una gran reserva de agua subterránea procedente de la fusión de los hielos de la última glaciación con que paliar los efectos de las sequías cíclicas.
Niños yendo a la escuela con mascarillas y gafas en el área del Dust Bowl |
El GRAN ÉXODO “OKIE”
Los efectos del fenómeno meteorológico antes descrito sobre los habitantes del sur de las grandes praderas de EEUU fueron catastróficos. Las políticas ultraliberales del republicano Hoover, predecesor de Roosevelt, fueron nefastas no solo porque la especulación sobre la tierra y la búsqueda del beneficio a corto plazo y a cualquier precio resultaran como hemos visto desastrosas sino también porque fue el responsable del crack bursátil del 29. La caída de la bolsa se unió a la sequía e hizo que los granjeros no pudieran pagar las hipotecas de sus granjas y lo perdieran todo, dando lugar a una gran crisis hipotecaria sin precedentes. Así, muchos granjeros arruinados se convirtieron en “hobos” (mendigos itinerantes) o, peor aún, se ahorcaban en su granja (a veces aparecían muertas familias enteras) antes de que viniera la autoridad a desalojarles por la fuerza. La situación de penuria masiva generó un éxodo desde la zona del Dust Bowl a zonas más prósperas del país, especialmente al Golden State, California.
Este éxodo la mayoría de las veces fue dramático. Los habitantes de esta zona deprimida, que pasaron a ser llamados despectivamente “okies” por ser la mayoría de ellos de Oklahoma, cargaban sus pertenencias y a sus familias en sus destartalados automóviles (“jalopies”) y se lanzaban hacia el oeste por la “Mother Road”, la histórica Ruta 66, esa emblemática carretera para la cultura rock gracias al tema de Bobby Troup luego versionado por Chuck Berry y los Rolling Stones. Algunos emigrados del Dust Bowl incluso llegaban a California a pie y entonces eran detenidos y encarcelados porque se les consideraba “vagrants” (vagabundos) y en el Estado Dorado había duras leyes contra la mendicidad. Y los que conseguían pasar el puesto fronterizo de Needles a orillas del río Colorado se sentían decepcionados ya que lo primero que veían era el desierto de Mojave, aún más árido que su Oklahoma natal. Sin embargo, según pasaban la primera barrera orográfica llegaban al Valle Central de California, un sitio fértil lleno de campos de frutales donde los “okies” buscaron trabajo para sobrevivir. Allí tuvieron que levantar chozas hasta que alguien les daba empleo como braceros. A esos asentamientos de chabolas sin agua potable y en condiciones infrahumanas se les llamó shantytowns o Hoovervilles (en honor al presidente que había hecho saltar por los aires la economía del país.) Los que conseguían llegar a grandes ciudades como Los Angeles o San Francisco, a menudo pernoctaban en bancos de algún parque público.
Zona del Dust Bowl, y rutas de emigración de sus habitantes |
Una de esas personas refugiadas del Dust Bowl que al principio dormía al raso en LA era Sanora Babb. Babb había nacido en el condado de Osage, Oklahoma, y al llegar a la ciudad más poblada de California tuvo que dormir en Lafayette Park hasta que tuvo la suerte de encontrar un empleo como secretaria en la Warner Bros. Con el tiempo llegó a ser guionista de radio e incluso trabajar para la Farming Security Agency, una agencia gubernamental del New Deal para la que hizo una serie de informes denunciando las condiciones en las que trabajaban y vivían los “okies”. Lo que vio le hizo afiliarse al Partido Comunista y hacerse afín al círculo intelectual de John Reed. Babb, quiso usar sus notas de campo sobre las pésimas condiciones de los refugiados del Dust Bowl para escribir una gran novela de denuncia social pero cuando las notas estaban aún siendo leídas por un editor de Los Angeles salíó a la luz Las uvas de la ira de John Steinbeck (dicen las malas lenguas que el editor, de Random House para más señas, le pasó a Steinbeck las notas de Sanora Babb en las que parcialmente se basó para escribir su mejor obra). Random House pensó que con una novela sobre refugiados del Dust Bowl ya era bastante y el libro de Babb (de título Cuyos nombres son desconocidos) tuvo que esperar hasta el año 2004 para ser publicado. Se casó con el director de fotografía de Hollywood James Wong Howe, de origen chino, no sin antes batallar para que se derogara la ley antimestizaje de California que prohibía los matrimonios interraciales. Además fue investigada por el Comité de Actividades Antiamericanas y puesta en su lista negra por subversiva, por lo que tuvo que huir a México.
Sanora Babb y su marido, James Wong Howe |
Pero no cabe duda que el documento más conocido sobre el éxodo “okie” a California fue Las uvas de la ira de John Steinbeck, además de la excelente versión cinematográfica de John Ford. En él se cuenta las calamidades por las que tienen que pasar la familia de Tom Joad, un “okie” arruinado por el Dust Bowl, que en la película de Ford es interpretado magistralmente por Henry Fonda. A pesar de algunas diferencias entre el libro y la película, ambos denuncian lo mismo, a saber, que los refugiados del Dust Bowl no eran queridos en la próspera California y eran tratados como los extranjeros pobres que cruzan a nado la frontera del Río Grande. De hecho, en la miniserie documental producida por la PBS (la TV pública de EEUU) The Dust Bowl (2012) dirigida por Ken Burns una de las entrevistadas, una anciana “okie”, explica cómo el término “okie” era usado de manera despectiva en California, tan despectivo como el apelativo “nigger” para los afroamericanos, cómo se burlaban del “gracioso” acento de Oklahoma y cómo en los cines y teatros se separaban a “okies” y “niggers” de la gente “normal”. (Como se puede ver aquí, la discriminación tiene en realidad más que ver con el status socioeconómico, con la clase social, que con el color de la piel.) Todo esto hizo que los religiosos, conservadores e individualistas “okies” se radicalizaran y nutrieran las filas de partidos de izquierda y sindicatos y participaran activamente en piquetes y huelgas.
Finalmente, también podemos encontrar referencias a los “okies” en obras literarias posteriores a la Gran Depresión. Así, en On the Road (1957) de Jack Kerouac, el autoestopista protagonista del libro, en realidad Kerouac mismo, cita con cariño a los “okies” de California, siempre dispuestos a dar comida y alojamiento al viajero sin recursos. Qué lejos quedaba ya para los “okies” el individualismo de los años 20.
Cartel sugiriendo a los “okies” que llegan a California que se vayan por donde han venido. |
WOODY GUTHRIE Y SU FOLK “ROJO”
Woodrow Wilson Guthrie (llamado así en honor al presidente Wilson) nació en Okemah, un pueblo pequeño del centro de Oklahoma. Su familia, que era muy tradicionalista y conservadora (su padre llegó a pertenecer al KKK), se vio pronto acuciada por las deudas y por la desgracia: su madre tuvo que ser internada muy joven en un hospital psiquiátrico por lo que creían en la época que era demencia. El caso es que su padre tuvo que emigrar a Texas para despistar a sus acreedores y Woody se quedó mendigando por Oklahoma, trabajando esporádicamente para poder comer. Pronto desarrolló su gusto por la música tradicional y se dedicó a aprender canciones que habían llevado los colonos británicos a EEUU. Por otra parte recibió el influjo del blues y la música afroamericana a través de su amigo George, un limpiabotas negro que tocaba la armónica. Pronto empezó a cantar y a tocar la guitarra y la armónica en la calle para ganarse la vida.
Tras vivir el Black Sunday en Pampa, Texas, junto a su padre, se unió al gran éxodo de okies que huían hacia California en busca de una vida mejor. Allí Woody trabajó en lo que pudo (fregando platos o cantando en bares) hasta que consiguió un mejor trabajo en la emisora de radio de Los Angeles KFVD, cuyo dueño, Frank W. Burke, era firme partidario del New Deal de Roosevelt. En la radio pudo tener su propio programa y cantar las canciones de su primer álbum Dust Bowl Ballads (1940). Dicho trabajo, retoma la tradición de folk combativo de Joe Hill, quien fue uno de los primeros en tomar temas tradicionales (muchas veces religiosos) y ponerles una letra de denuncia social. Aquí Guthrie hace lo propio con el folk que venía de los Apalaches (hoy lo llamaríamos bluegrass) y lo mezcla con blues para hablar de la catástrofe ecológica y sus devastadoras consecuencias (“Talking Dust Bowl Blues”, “The Great Dust Storm”, “Dust Pneumonia Blues”), de las dificultades para encontrar una vivienda mínimamente salubre (“I Ain’t Got No Home In This World Anymore”), de la discriminación hacia los okies en California (“Do Re Mi”, “Dust Bowl Refugee”), de la brutalidad policial y parapolicial (“Vigilante Man”), etc. A veces Guthrie, al igual que Joe Hill, tomaba la melodía de una canción tradicional, por ejemplo “John Hardy” (una murder ballad de un ejecutado en West Virginia en el siglo XIX) y le ponía letra a su conveniencia. Así surgen “Tom Joad – Part 1” y “Tom Joad – Part 2”, el homenaje de Guthrie al personaje principal de Las uvas de la ira de Steinbeck. Todo ello con una guitarra acústica tocada al estilo bluegrass, con púa plana, riffs martilleados y con ocasional acompañamiento de armónica. Posteriormente el disco tuvo una reedición en 1964 en el que se incluía una canción, “Pretty Boy Floyd”, sobre un atracador de bancos de Oklahoma que antes de pasar a la clandestinidad dio una fuerte suma de dinero a los granjeros para que pudieran pagar sus hipotecas. Y aquí Woody hace gala de un exquisito sarcasmo: “He viajado por todos lados / y he visto muy curiosos tipos de hombre / unos te atracan con un revólver / y otros con una pluma estilográfica”. Ni que decir tiene que el disco es una obra seminal que abrió el camino al folk de los 50 y 60 de Pete Seeger a Bob Dylan pasando por Phil Ochs.
Woody con su máquina de matar fascistas. |
La desnudez e inmediatez de los temas y lo hiriente de las letras tenían un sentido muy concreto. Guthrie los escribió para tocarlos sin cobrar nada a cambio en las “hobo jungles” (asentamientos de vagabundos y desempleados), en los campamentos de jornaleros y en los piquetes durante las huelgas. De hecho, Woody se mojó como pocos por la clase trabajadora y denunció los abusos contra los más pobres siempre que pudo. Así, obtuvo una columna fija en el periódico del Partido Comunista de EEUU, People’s World, que él llamó “Woody Sez” (Woody dice) y en la que escribía en dialecto hillbilly para espanto de las clases altas californianas. A la pregunta de si era comunista Woody solía contestar: “I‘m not a Communist, but I‘ve been in the red all my life” (literalmente: “no soy una comunista siempre he estado ‘en lo rojo’ toda mi vida”). Esto es otra muestra de humor por parte de Guthrie ya que subyace cierta ambigüedad; Oklahoma es la tierra roja (“red dirt”), así que hay un deliberado juego de palabras para no hablar claro. Lo que sí parece seguro es que estuvo afiliado a los IWW. El caso es que nuestro cantautor acabó exaltando la Unión Soviética y consiguió que lo echaran de la emisora de radio.
La expulsión de la radio le hizo irse a Nueva York, donde tocó para recaudar fondos para ayudar a los trabajadores desplazados a California y conoció a un folk-singer un poco más joven que él: Pete Seeger. Seeger le presentó a los Almanac Brothers, otros folkies contestatarios con quienes Guthrie acabó colaborando. En Nueva York Woody compuso “This Land Is Your Land”, su gran himno, un tema que quería ser una contestación al patriotero “God Bless America”. La melodía fue tomada de un viejo tema de bluegrass de la Carter Family llamado “Oh My Loving Brother”. De su época en Nueva York es la icónica imagen de un Woody Guthrie animando a luchar contra el nazismo con una pegatina en su guitarra que reza: “Esta máquina mata fascistas”. Ni que decir tiene que Guthrie apareció durante mucho tiempo en el Security Index del FBI por subversivo. Lo de los Almanac Bothers fue aún peor: fueron víctimas de la caza de brujas tras la guerra.
Woody Guthrie murió joven, en 1967, a los 55 años. Al final resultó que la enfermedad de su madre no era demencia sino Huntington, una grave enfermedad neurodegenerativa que heredó Woody. De sus últimos días, postrado en un hospital de Nueva York junto a su esposa, hay una filmación en la que su hijo Arlo Guthrie (también músico) y Pete Seeger están tocando para él. A veces Woody, prácticamente convertido en un vegetal, parece seguirles con la mirada.
Mural en Okemah, Oklahoma, recordando a Woody Guthrie. |
EL SONIDO BAKERSFIELD
Los okies de segunda generación, algunos nacidos ya en California no tenían el compromiso político de sus padres al no haber vivido de cerca la catástrofe del Dust Bowl. Aún así, llevaron a California el sonido vaquero de las grandes praderas. Y fue precisamente en la ciudad de Bakersfield, en el Central Valley, uno de los centros principales de cultura okie en el Golden State, donde surgiría la versión Californiana del country, una especie de réplica a la preponderancia de Nashville, meca del género. En Bakersfield había una gran cantidad de honky tonks (garitos de vaqueros) regentados por refugiados del Dust Bowl donde tocar, lugares ideales para que se fuera formando un estilo rítmico y eléctrico, antesala del rock and roll. A ello contribuyó la invención por parte de Leo Fender, un californiano de Anaheim (cerca de LA), de una de las primeras guitarras eléctricas, la Fender Telecaster. Con su cuerpo sólido hecho de fresno californiano y su sonido punzante y chillón, la Telecaster se convirtió en el instrumento más emblemático del sonido Bakersfield.
Buck Owens con sus Buckaroos. |
Uno de los virtuosos del instrumento creado por Leo Fender fue Buck Owens. Owens había nacido en Sherman, Texas, justo debajo de Okhlahoma en el año del crack bursátil. Su familia se mudó al poco tiempo a Mesa, Arizona, huyendo de los estragos de la Gran Depresión pero acabó en Bakersfield, California. Allí formó Buck Owens and the Buckaroos, uno de los combos de country que ya anunciaban la llegada del rock and roll por el espectacular uso de la guitarra eléctrica que hacía Buck. En su repertorio destaca “I’ve Got a Tiger by the Tail” (1964) y ese bombazo instrumental que fue “Buckaroo” (1965), un tema tan rockero que The Byrds llegaron a versionarlo varias veces en sus conciertos.
Merle Haggard y su Telecaster. |
Pero la figura más conocida del Bakersfield Sound fue Merle Haggard. Hijo de okies desplazados desde Checotah, en el este de Oklahoma, fue paradigma del country outlaw (forajido), junto con Johnny Cash. Su estilo desvergonzado e insolente, más propio del blues o del rock, y su voz barítona y algo aguardentosa, no parecieron al principio entusiasmar al establishment del country, más acostumbrado a los temas más dulzones y sobreproducidos que salían de las disqueras de Nashville. A destacar ese “Okie from Muskogee” (1969), en el que exalta el modo de vida sano de los granjeros de Oklahoma frente a la escena psicodélica hippie de San Francisco, a pesar de que él tuvo muchos problemas con el alcohol, la marihuana y la cocaína a lo largo de su azarosa existencia.
Wanda Jackson, reina del rock and roll. |
Aunque no tan fácil de encasillar en el Bakersfield Sound, otra de las grandes figuras relacionadas con la escena musical okie de California fue Wanda Jackson. Wanda Jackson, es okie de nacimiento y nunca renunció a su Oklahoma natal, donde aún vive hoy a sus 83 años de edad. Como otras familias del estado de la “red dirt”, los Jackson emigraron a California donde vivieron en diversas ciudades, entre ellas Bakersfield, donde Wanda empezó a cantar y a tocar la guitarra. Ante todo, Wanda Jackson era una precursora de lo que iba a venir. Así, tras sus comienzos bajo la influencia del country, se movió hacia terrenos cercanos al rhythm and blues, con esa potentísima voz chillona a la vez que ronca, y acabó en el rockabilly. De hecho, tocó con Elvis, además de Jerry Lee Lewis y Buddy Holly. A destacar su desgarrador “Funnel of Love” (1960). Si Elvis era el rey del rock, Wanda Jackson era la reina.
LA ESCENA MUSICAL “OKIE” ACTUAL
En la actualidad Oklahoma cuenta con una escena musical muy rica sobre todo en el terreno del folk, el country, el blues y la Americana Music en general, una escena que reconoce como padre a Woody Guthrie. A parte del inevitable Garth Brooks, un peso pesado en el establishment del country, hay una serie de artistas menos conocidos que merece la pena escuchar.
Wink Burcham. |
Uno de los más destacables es Wink Burcham. Burcham es un genio infravalorado del que, no obstante, sus compañeros de profesión hablan maravillas. Y no es para menos. Se mueve por el folk, el pop, el country, el blues y el rock and roll como pez en el agua. Su sonido es acústico y claro como el cristal y su voz cálida y doliente. Podríamos decir que es alt-country porque su música no tiene afán de ser pasto de las listas de éxitos. Su aspecto es de granjero okie desaliñado pero sincero. Uno de sus mejores discos es Cleveland Summer Nights (2016), un álbum con mucho blues, country, rockabilly y sobre todo ese himno folk-rock que le da título que es impagable.
También en el terreno del alt-country, aunque con mucha más guitarra eléctrica y distorsión, está la cantautora de Oklahoma City Carter Sampson. Su música es una mezcla de Americana y rock de los 90 saturado de electricidad. Es muy destacable su álbum Mokingbird Sing (2011), donde podemos encontrar joyas como “Queen of Oklahoma” o la enésima versión de “John Hardy”, la que fuera reconvertida en “Tom Joad” por su paisano Guthrie.
Carter Sampson, reina de Oklahoma. |
Por último, citaremos a otro artista joven, Levi Parham, un okie que se ha dedicado a aportar sangre nueva al blues. Y aquí hay que recordar que a Oklahoma siempre han llegado vientos del sureste de EEUU cargados de raíces afroamericanas. Su disco An Okie Opera (2013) es una mezcla de blues pantanoso y soul retro al estilo del sello Stax que atrae al oyente desde la primera escucha.
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