La masacre policial de cuatro pibes en San Miguel del Monte marcó una nueva escalada de la Doctrina Chocobar. No fue tiroteo, fue gatillo fácil. La policía nos debería cuidar y que por el contrario nos mata. Nos siguen matando niños, y cada vez nos sirve para recordar a todos les pibes que cayeron en manos de las fuerzas policiales. Entre sospechas de sospechas de narcotráfico policial, el estado volvió a matar, una y otra vez. Cada 21 horas. Asesinatos, encubrimientos y otros delitos. Ayer fueron nuevos nombres y mañana cambiarán, pero el estado sigue y seguirá matando. Otra vez buscarán encubrir el hecho, otra vez la culpa la tienen las víctimas, otra vez los medios justificando, otra vez las Fuerzas amenazando, otra vez la justicia especulando. Y otra vez la Policía, otra vez Bullrich, otra vez Vidal, otra vez Ritondo. La Doctrina Bullrich permite tirar sin mirar a quien, permite el abuso de autoridad y la posibilidad de actuar sin medir sus actos. Y los resultados están a la vista. Se puede disparar, amenazar, coimear y matar sin culpa, sin miedo y sin límites. Antecedentes y responsabilidades de un gobierno que batió el récord de violencia institucional.
La masacre de San Miguel del Monte es la representación más brutal de esta locura de la mano dura por parte del Estado. Con el guiño del gobierno, se sienten impunes para hacer lo que quieran. La masacre policial de cuatro pibes de 13, 14 y 22 años en San Miguel del Monte constituyó una tragedia anunciada. Con protocolos, actos, gestos y decisiones políticas, el Gobierno de Cambiemos promulgó un vía libre para que los uniformados disparen a discreción.
¿Se puede describir el dolor? No hay forma de encontrar las palabras indicadas para retratar lo que sienten las familias de les pibes víctimas del gatillo fácil. No se trata de un gobierno. La problemática viene desde hace décadas y no se ha dado hasta ahora una respuesta clara. Se ningunean a los familiares, se les ríen en la cara. No solo los políticos, parte de la sociedad adoctrinada por los medios hegemónicos también les dan la espalda.
La persecución que terminó con la vida de Santiago Maldonado, el fusilamiento de Rafael Nahuel, el aplauso, medalla y beso al policía Chocobar y el protocolo que habilita a las Fuerzas de Seguridad a disparar sin siquier dar la vos de alto, sin hitos en la escalada de demagogia punitiva que el pasado domingo 19 se cobró la vida de cuatro pibes en un pueblo bonaerense.
La Doctrina Bullrich se inscribe dentro de este contexto. La ministra de seguridad ha dicho reiteradas veces, sin ningún escrúpulo, que las fuerzas de seguridad iban a tener la posibilidad de tirar sin dar la orden de alto. Esto ha generado aun más abuso de autoridad por parte de quienes deberían cuidar a les ciudadanes. La condecoración a Chocobar fue la frutilla del postre. La policía recibió así el aval del gobierno nacional para actuar, sin medir sus actos.
La ministra Patricia Bullrich no tuvo tapujos en atacar a los familiares de Luciano Arruga al asegurar que todo lo que ocurrió en torno a ese caso fue construido y que todo lo se dijo en torno al accionar policial (torturas, amenazas, persecución y posterior muerte) era una mentira. Una canallada que además omite que hay un policía condenado a 10 años de prisión por esa causa. Lo único que parece movilizarla es limpiar el nombre de las fuerzas de seguridad, como lo hicieron con la desaparición de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel.
La oposición le exige respuestas a Ritondo por el accionar de la Bonaerense, sobretodo por las sospechas
Según esa versión, la feroz persecución de 40 cuadras se debió a que los pibes que iban en el Fiat 147 Spazio habían sido testigos de una maniobra ilegal de un grupo de policías: una típica operación relacionada con el narcotráfico.
Los nombres de esos chicos se suman a la nutrida lista de víctimas de la violencia estatal que, en la era macrista, alcanzó un nuevo récord: un muerto cada 22 horas. Algunos casos, como la masacre de Monte, llegan a la opinión pública. Pero la mayoría se diluye en el oscurantismo judicial.
El relevamiento anual de la Correpi indica que Cambiemos registra el mayor pico represivo desde el retorno de la democracia.
El emblema de ese aval al gatillo fácil fue la cálida recepción que el presidente Mauricio Macri y su ministra, Patricia Bullrich, ofrendaron Luis Chocobar, el policía comunal de Avellaneda que asesinó a un joven por la espalda. Correpi detectó que en los días posteriores a esa postal se incrementaron los casos de violencia. A saber:
Y los casos continúan. Pero el gatillo fácil no es la única modalidad en la que se manifiesta la brutalidad policial. También deben contabilizarse los casos de torturas y muertes en cárceles y comisarías. Es parte del añejo y aceitado mecanismo de violencia y delitos que desarrollan las Fuerzas de Seguridad, y del cual se viene sirviendo el macrismo para contener a balazos el conflicto social provocado por un modelo económico que potenció la pobreza y la exclusión.
La masacre de San Miguel del Monte es la representación más brutal de esta locura de la mano dura por parte del Estado. Con el guiño del gobierno, se sienten impunes para hacer lo que quieran. La masacre policial de cuatro pibes de 13, 14 y 22 años en San Miguel del Monte constituyó una tragedia anunciada. Con protocolos, actos, gestos y decisiones políticas, el Gobierno de Cambiemos promulgó un vía libre para que los uniformados disparen a discreción.
¿Se puede describir el dolor? No hay forma de encontrar las palabras indicadas para retratar lo que sienten las familias de les pibes víctimas del gatillo fácil. No se trata de un gobierno. La problemática viene desde hace décadas y no se ha dado hasta ahora una respuesta clara. Se ningunean a los familiares, se les ríen en la cara. No solo los políticos, parte de la sociedad adoctrinada por los medios hegemónicos también les dan la espalda.
"La estrategia de la ministra en un año electoral es clara, esa mano dura es la que de alguna manera busca el voto duro, y de la misma manera que ganaron elecciones prometiendo pobreza cero para matarnos de hambre, hoy prometen inseguridad cero para matarnos a tiros. Nos quieren discutir un hecho policial, esto no es un hecho policial, es un hecho político: Patricia Bullrich fue quien no dio la voz de alto, y la que asomó medio cuerpo por el auto para disparar se llama Maria Eugenia Vidal".Nacho Levy - La Poderosa
La persecución que terminó con la vida de Santiago Maldonado, el fusilamiento de Rafael Nahuel, el aplauso, medalla y beso al policía Chocobar y el protocolo que habilita a las Fuerzas de Seguridad a disparar sin siquier dar la vos de alto, sin hitos en la escalada de demagogia punitiva que el pasado domingo 19 se cobró la vida de cuatro pibes en un pueblo bonaerense.
La Doctrina Bullrich se inscribe dentro de este contexto. La ministra de seguridad ha dicho reiteradas veces, sin ningún escrúpulo, que las fuerzas de seguridad iban a tener la posibilidad de tirar sin dar la orden de alto. Esto ha generado aun más abuso de autoridad por parte de quienes deberían cuidar a les ciudadanes. La condecoración a Chocobar fue la frutilla del postre. La policía recibió así el aval del gobierno nacional para actuar, sin medir sus actos.
La ministra Patricia Bullrich no tuvo tapujos en atacar a los familiares de Luciano Arruga al asegurar que todo lo que ocurrió en torno a ese caso fue construido y que todo lo se dijo en torno al accionar policial (torturas, amenazas, persecución y posterior muerte) era una mentira. Una canallada que además omite que hay un policía condenado a 10 años de prisión por esa causa. Lo único que parece movilizarla es limpiar el nombre de las fuerzas de seguridad, como lo hicieron con la desaparición de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel.
La oposición le exige respuestas a Ritondo por el accionar de la Bonaerense, sobretodo por las sospechas
Según sospechan desde el entorno de las víctimas, la persecución habría iniciado porque los chicos podrían haber presenciado "un movimiento policial relacionado con narco menudeo”. Así lo afirmó la abogada Dorina Bernardez, representante de la familia de uno de los fallecidos, a Página 12.Notas - Periodismo popular
La letrada sospecha que existe una relación entre la masacre y la desafectación que ese mismo viernes se impuso sobre Héctor Enrique Ángel y José Durán por haber infringido la ley de drogas. Detrás de la hipótesis existen audios de Whatsapp que la respaldan. En la madrugada del lunes 20, durante una conversación vía la mencionada aplicación de mensajería, un oficial aseguró que “el Pipi y otros más estaban bajando droga (…) y los chicos cruzaron y lo vieron. Y los sacaron a correr porque estaban bajando droga."
Según esa versión, la feroz persecución de 40 cuadras se debió a que los pibes que iban en el Fiat 147 Spazio habían sido testigos de una maniobra ilegal de un grupo de policías: una típica operación relacionada con el narcotráfico.
Los nombres de esos chicos se suman a la nutrida lista de víctimas de la violencia estatal que, en la era macrista, alcanzó un nuevo récord: un muerto cada 22 horas. Algunos casos, como la masacre de Monte, llegan a la opinión pública. Pero la mayoría se diluye en el oscurantismo judicial.
El relevamiento anual de la Correpi indica que Cambiemos registra el mayor pico represivo desde el retorno de la democracia.
El emblema de ese aval al gatillo fácil fue la cálida recepción que el presidente Mauricio Macri y su ministra, Patricia Bullrich, ofrendaron Luis Chocobar, el policía comunal de Avellaneda que asesinó a un joven por la espalda. Correpi detectó que en los días posteriores a esa postal se incrementaron los casos de violencia. A saber:
- El 26 de enero, se registró el fusilamiento de un joven en Córdoba, en el Barrio Argüello, en manos de un policía que le disparó, bajo el pretexto de que el joven estaba queriendo ingresar a robar a una vivienda.
- El 1° de febrero, al mismo tiempo que el juez procesaba y embargaba a Chocobar, un policía vial de Quilmes, baleó a su ex novia de 19 años, frente a la comisaría de la mujer de Florencio Varela, cuando esta se dirigía a realizarle una denuncia por violencia de género, y terminó baleando también a otros efectivos policiales que se encontraban en el lugar.
- El 3 de febrero, un policía de la Ciudad de la Comisaría N°28 de Barracas asesinó a un pibe de 19 años, que supuestamente lo había interceptado junto con otros jóvenes que bajaron de un auto para robarle sus pertenencias, en la zona de Quilmes Oeste. La UFI 4 de Quilmes catalogó el hecho como "homicidio en ocasión de rob" y dejó en libertad al policía hasta que se realicen las pericias.
- El 4 de febrero falleció en Las Talitas, Tucumán, un joven de 23 años. La policía bajo el pretexto de estar buscando a un delincuente, ingresó en su casa disparando balas de goma y rompiendo todo a su paso, acusando a su hermano de haber sido el culpable y golpeándolo, golpiza que estaba recibiendo por parte de los agentes policías. Una mujer que, con su hijo en brazos, registraba el hecho con la cámara de su celular fue estrangulada por la policía y obligada a soltar el aparato. Un policía le disparó una posta de goma directamente a la cara al hermano del sospechoso, y luego lo golpeó con la culata del arma, lo cual generó que el joven perdiera el conocimiento y falleciera al día siguiente.
- El 7 de febrero, un efectivo del grupo Halcón asesinó por la espalda a un joven de 17 años, porque supuestamente habría intentado robarle el celular. La UFI 4 de Quilmes caratuló el hecho como homicidio, y se desafectó al policía de su cargo.
Y los casos continúan. Pero el gatillo fácil no es la única modalidad en la que se manifiesta la brutalidad policial. También deben contabilizarse los casos de torturas y muertes en cárceles y comisarías. Es parte del añejo y aceitado mecanismo de violencia y delitos que desarrollan las Fuerzas de Seguridad, y del cual se viene sirviendo el macrismo para contener a balazos el conflicto social provocado por un modelo económico que potenció la pobreza y la exclusión.
La madrugada del martes mi mamá me despertó llorando, desconsolada: “Se murió, se murió Danilo”. En un segundo sentí cómo se me partía el alma. Fui hasta el lugar de los hechos donde estaba lleno de oficiales, que lo primero que hicieron circular fue que los chicos habían robado. Aunque nunca nos faltó para comer, nosotros somos una familia humilde, de laburantes. Imagínense cómo dolió que digan eso de mi hermano. Imagínense cómo duele que mucha gente se haya solidarizado con nosotros, pero que no hayamos recibido ningún llamado de la gobernadora Vidal ni de nadie del gobierno.Nicolás Ruíz Dia - Hermano de Danilo Sansone, víctima fatal en la masacre de San Miguel del Monte.
Le encantaba rapear, cantar, ayudar en la casa y andar con su tabla de skate por todos lados. Estaba en segundo año de la secundaria y tenía un sueño: desde hacía cuatro años juntaba firmas para que construyan un buen lugar para patinar. Pero nunca lo escucharon y se fue sin su pista. Le gustaba mucho jugar a la pelota, era un buen defensor que dejó varios trofeos. Es muy triste todo esto. Mis hermanos más chiquitos preguntan por él y no pueden dormir bien. Esa vida nos quitaron. ¡Su vida! Y fue la Bonaerense, que en vez de protegernos, mata.
En Monte no hay robos. Lo peor que puede suceder es que alguien se lleve una garrafa. Sin embargo, con esto quedó demostrado una vez más el accionar policial: oficiales asesinos, corruptos, que no cumplen su rol, que se llevan a pibes a las comisarías y los cagan a palos sin razón. Pero de ninguna manera es casual lo que pasó, porque va en línea con la Doctrina Chocobar que instaló Patricia Bullrich, creyendo siempre en la versión de las Fuerzas o mintiendo como ayer al describir el caso de Luciano Arruga como una “construcción”. Lo que dijo fue cualquier cosa. Y lo que incentiva a hacer mucho más: su discurso potencia que la Policía haga lo que se le cante, como ocurrió en esta masacre.
Están acostumbrados a la impunidad y es evidente que intentaron lavarse las manos. Por eso, en vez de esperar a los peritos sacaron el auto con una grúa rápidamente, buscando limpiar la escena. Aunque no podamos más, tenemos claro que si nos quedamos quietos no habrá justicia y la Policía continuará por este mismo camino. Jamás voy a comprender cómo, teniendo hijos, pueden sentarse en una mesa tranquilos, tras haber asesinado a un niño.
A nosotros ya nos destrozaron.
Ahora, para que no vuelva a pasar, hay que salir a gritar.
Poco falta para que la violencia e ignorancia no sea más que un sueño de la selva, que intenta ley sobre la natura; para que en vez de frutos salgan billetes de sus flores.
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