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King Crimson - Starless and Bible Black (30th Anniversary Series) (1974 - 2000)

#Músicaparaelencierro. Sigue la maratón crimsoniana gracias a LightbulbSun, y aquí vamos con el último disco de los cuatro fantásticos de King Crimson: Fripp, Wetton, Bruford y Cross.  "Starless and Bible Black" aparece en el blog cabezón, y lo hace con la mejor calidad de sonido dado que llevó el catálogo King Crimson de hace décadas al siglo XXI. Aquí, el lado más salvaje y aventurero de King Crimson en, según muchos, su mejor momento, con sus canciones frenéticas, improvisaciones asombrosas y un ataque a los oídos de mano de cuatro bestias. El Mago Alberto nos dice: "Muchos comentaristas de la época consideraron esta obra como un altibajo dentro de las otras obras que venían arrasando cerebros, pero al pasar los años, "Starless and Bible Black" fue adquiriendo el verdadero matiz de toda su musicalidad, y hoy es un imprescindible dentro de la inmensa obra de KC". Otro aplauso para el LightbulbSun por traer este joyita, y ahora también con el mejor sonido.

Artista: King Crimson
Álbum: Starless and Bible Black: 30th Anniversary Series
Año: 1974 - 2000
Género: Progresivo ecléctico
Nacionalidad: Inglaterra

 

Hace décadas que tengo la sensación que Mr Fripp nos vendió a la fuerza que el cuarteto ochentoso era la gran cosa, la gran formación de su mejor KC. A lo kung-fu que vengo defendiendo al indestructible trinomio: Bruford-Fripp-Wetton. Tarea difícil mantener la química que hizo que terminaran repeliéndose uno al otro, tanto como en KC como luego en UK con Bruford-Wetton... y Fripp tratando de mantenerse con Belew-Bruford-Levin en los 80's, cosa que nunca terminé de asimilar. Todo bien con Adrian, bien con Zappa, excelente solista, con Bowie, con los Talking Heads, buscaba estabilidad creativa, laboral, etc. Pero mi definitivo KC tampoco es el primero, el de Greg Lake tampoco... es este, el de Starless, el de Red. En fin. Gracias por todo Bill, Robert y John. 

Exequiel Cariaga en Face del blog cabezón

A continuación, las palabras del Mago Alberto que un día nos presentó esta joyita en la versión Steven Wilson:
Un disco que no puede pasar desapercibido entre la discografía de los King Crimson, "Starless and Bible Black", que aparece para el placer de los mortales luego de esa obra monumental llamada "Larks Tongues in Aspic".
Un trabajo con la formación que tantos adeptos tiene en la comunidad cabezona, y hablo de Fripp, Wetton, Bruford y Cross, conservando toda la impronta de estos grandes caballeros, con canciones frenéticas, tal el caso de "The Great Deceiver", otras sincopadas como "We'll Let You Know" y la melosa "The Night Watch", un disco que tiene una atmósfera especial, y la madurez de cuatro bestias que por momentos no parecen de este fucking mundo.
Muchos comentaristas de la época consideraron esta obra como un altibajo dentro de las otras obras que venían arrasando cerebros, pero al pasar los años, "Starless and Bible Black" fue adquiriendo el verdadero matiz de toda su musicalidad, y hoy es un imprescindible dentro de la inmensa obra de KC.
Por supuesto los crimsonianos saben muy bien de que se trata, así que no tanto preambulo para este proyecto que fue el último del cuarteto, pero con mejor sonido adquiere otra dimensión.
Bon appetit!!!

Mago Alberto


 

Pero el Mago no es el único que tiene algo para decir sobre el disco...

La inestable, controversial y eximia banda del progrock King Crimson, experimentaba una relativa estabilidad en su formación entre 1973 y 1974. Sólo el percusionista Jamie Muir había desertado de sus líneas. El bajista y vocalista John Wetton, el violinista David Cross, el baterista Bill Bruford y la columna vertebral, el guitarrista Robert Fripp, ya venían de grabar el excelente álbum llamado Larks’ Tongues in Aspic.
Ahora, con ocho nuevas composiciones, se consolidaban como una fuerza innovadora, poderosa e incluso reverencial. 1974 fue el año de  Starless And Bible Black, una obra discográfica sin desperdicio y con un balance perfecto entre el orden y el caos que le convirtió entre los más deseados de la época. Hoy, un álbum clásico del rock.
La imagen de Tom Philips es una invitación a la contemplación. El nombre de la banda encabezando la portada y justamente debajo de éste, el título del álbum, ambos sobre una desgarrada tira de multi-tonalidades verdes sobre un fondo blanco, conforman la carátula de Starless and Bible Black. Peter Henderson es el encargado de la ingeniería de audio.
En aquellos días la prensa desplegaba titulares como “No para tímidos”, “Crimson: el negro es hermoso”, “Una invasión británica de rock es liderada por King Crimson” o “Crimson, inventivo pero infeliz” o esta otra, “Crimson fija conciertos para octubre” y una más inspiradora, “Crimson en el estudio”. Esa era la forma como la prensa escrita de Inglaterra llamaba la atención sobre el nuevo álbum de la super banda.
El resultado, ocho composiciones, algunas de ellas instrumentales, pero todas con el atractivo lenguaje de sus protagonistas, todo resumido en una sola palabra, King Crimson, dos palabras a las que Robert Fripp se referiría como “un modo de hacer las cosas”, una retórica que en el fondo lograba conciliar las frecuentes deserciones, ausencias y presencias que han caracterizado a la banda desde sus inicios.
Al igual que The Mothers of Invention y Yes, King Crimson ha sido una escuela, un conservatorio que ocasionalmente ha cerrado sus puertas para dar un respiro y retornar con renovadas ideas e impresionantes propuestas. Starless And Bible Black…es una de las más recordadas.
“The Great Deceiver” (El Gran Impostor) abre el álbum con un explosivo comienzo de toda la banda. Fripp lidera la pieza que tras varios segundos llega a un alto de modo abrupto y es entonces la dilatada voz de Wetton que nos dice “Health-food faggot with a bartred bride..” y que culmina en el estribillo “Gran impostor, cigarrillos, helados, estatuillas de la Vírgen María, cigarros, helados, Cadillac, blue jeans…” con variantes a lo largo de la pieza.
Compuesta por Richard James-Palmer, Wetton y Fripp, destaca la Gibson Custom de Robert a todo lo largo y ancho, mientras la letra parece criticar el modo de vida americano. Fripp nunca fue tan dominante como en este instante.
Sin pausa alguna nos llega “Lament” (Lamento). “Realmente trato de enseñarte como, tomo mi guitarra y el comerciante aplaude…”,  nos relata John Wetton. La percusión de Bill Bruford y el punteado bajo de John son el eje de la pieza. Fripp, inicialmente, asume un rol menos protagónico que en el tema anterior hasta el “solo” a mitad de la pieza y el final.
La tríada culmina con “We’ll Let You Know” (Te haremos saber). Es el turno para David Cross al violín, Fripp, Wetton y Bruford, este último demostrando buena parte de su complejo vocabulario en la percusión. Compuesta por el cuarteto, el tema es un marcado contraste instrumental con los dos anteriores, debido a su riqueza de color y texturas.
La segunda tríada empieza con “The Night Watch”. El mellotron de fondo da un cierto toque orquestal. Compuesta por Fripp, Wetton y Palmer-James, despliega un efectivo solo de guitarra. Los detalles de los armónicos añaden un delicado toque. De mayor belleza es el quinto surco, “Trio”, donde ampliamente destaca David Cross.
Como si se tratara de una composición pastoral, la banda sorprende enormemente. Es el “I Talk To The Wind” o el “Cadence and Cascade” de Starless And Bible Black. Con 5’39”, es en mi opinión la más hermosa del catálogo del Rey Carmesí.
Le sigue a ésta el sonido de una turbina al que se le une la percusión de Bruford. Fripp con una textura áspera va adentrándose en “The Mincer”, que es una de esas excentricidades compuesta en forma colectiva y donde parece predominar la improvisación. Wetton nos dice entre tantas cosas “Ellos vienen de mejor presencia pero no amanerados” ¿Será el “Solapado”?

Los dos temas que componen el lado B son el que da título al álbum y la extraordinaria “Fracture”, los cuales suman unos 20 minutos. Ambas son King Crimson en su mejor faceta y ambas instrumentales con un desarrollo a modo del Bolero de Ravel. Bruford con toda libertad, está en su mejor momento en las dos composiciones.
El modo como Robert Fripp va desplegando cada tema es un testimonio de su genialidad como guitarrista y compositor y que evidenciamos perfectamente en “Fracture”. La percusión de Bruford es la aliada perfecta en esta pieza. Bill demuestra acá por que es uno de los más grandes bateristas de la historia del rock.
El violinista David Cross también da importantes aportes al dramatismo que caracteriza a esta composición. Wetton no juega un rol protagónico pero su sonido crudo y desgarrado es un elemento vital, sobre todo en el 7’45”, donde el estallido de Fripp desencadena un caos sónico y tras el cual John sí juega un papel más relevante.
King Crimson ha sabido reinventarse sabiamente en cada década con propuestas sólidas e innovadoras que signan una clara evolución. Aunque su último trabajo en estudio data de 2003, su más reciente trabajo es un recopilatorio en vivo titulado Radical Action To Unseat The Hold Of Monkey Mind de 2016, una interesante retrospectiva que cubre todas las épocas pero que Fripp nos la presenta con Tony Levin en el bajo y stick, Mel Collins en los vientos, Gavin Harrison, Bill Rieflin y Pat Mastelotto en las baterías (en simultáneo) y Jakko Jaksziyk en la voz y guitarra.
El boxset es un excelente inicio para quienes aún no han oído a éstos genios de la música. King Crimson sigue siendo “El Rey”.

Leonardo Bigott







Hacia 1973, Fripp había auditado más personal que la mayoría de bandas y proyectos, y finalmente se había establecido en una de las encarnaciones de King Crimson más recordadas, exitosas y que se mantendría estable más tiempo que ningún otro hasta la fecha. Después del cambio de paradigma y sonido, le buscó un tono más agresivo que hasta el momento, con una alineación que introdujo nuevas texturas creadas por el violín de David Cross, y una sección rítmica demoledora, con el estruendoso bajo de John Wetton y su expresiva voz, más el bestia-baterista Bill Bruford que había dejado a Yes en la cúspide del éxito masivo para tocar con esta gente, dando rienda suelta a su notable capacidad para la complejidad polirítmica y con su sonido reconocible al instante (cosa que pocos músicos pueden hacer, y si son bateristas, menos que menos).
Los temas de apertura "The Great Deceiver" y "Lament" le entran de lleno a un rock más duro que cualquier cosa que King Crimson había hecho hasta ese momento, mientras que el mellotron de "The Night Watch" dejó en claro que todavía había elementos de ese grupo sinfónico que sacudió el mundo en 1969 con su corte del Rey Carmesí.
En la mayoría del álbum, son las habilidades de improvisación de la banda las que ocupan el centro de la escena, así que si has esperado arreglos sinfónicos altísimos, lo mejor es buscar en otro lado. Este es el lado salvaje y aventurero de King Crimson en su mejor momento.
Quizás el mayor logro de este disco quizás sea "Fracture", el epifórmico de 11 minutos donde el enano loco ejerce una sesión de gimnasia de guitarra de tonos rápidos, reforzado por el sobrecargado ataque de las bestias de Wetton en combinación con Bruford aportando una nueva expresividad en la base. La mezcla de Wilson hace más clara, más clara esta faceta y, sobretodo y mejor aún, la hace superarse a sí misma.
 


A estas alturas de la historia, es prácticamente un axioma la contribución del rey carmesí como el grupo más longevo, esencial e inquietante de los pilares del rock progresivo. Son 50 años de historia, 13 discos de estudio, 18 directos oficiales, más de 22 miembros, 16 lineups distintas, cerca de 50 lanzamientos en vivo del King Krimson Collector’s Club, varios spin-off (los famosos ProjeKcts) y cientos de bootlegs, que los Crimheads más acérrimos, guardan como verdades joyas. Todo esto da a entender que para este monstruo no ha sido fácil, a pesar de lo fraccionada de su historia, mantenerse sosegado y en silencio.
Tampoco es novedad que Fripp es un genio que ha estado constantemente buscando empujar sus horizontes musicales, e incluso ha dado charlas y ponencias con su hermana Patricia Fripp sobre como reinventarse (¿Han visto frippVT.com?). Y es que la cabeza de esta empresa llamada King Crimson siempre ha tenido recelo a sentirse estancado, llevándolo a tomar decisiones radicales, sobre todo en el cambio de formaciones, ganándose la reputación de extraño, de autócrata demasiado exigente y según dicen algunas antiguas entrevistas, y reconoce el propio Fripp, difícil de trabajar con él, debido a la declaración fundacional de KC de ser totalmente honestos al momento de la composición.
Era el año 1971 y la banda inglesa Yes gozaba de un tremendo éxito dada su vertiente más sinfónica, con grandiosos discos como Fragile y posteriormente Close to the edge (1972). En ese entonces, según cuenta el baterista Bill Bruford en una entrevista en 1995, fue contactado por Fripp y este le comentó “Estoy proponiendo una banda y te incluye, tiene un loco y avant-garde baterista llamado Jamie Muir, también un violinista llamado David Cross y el mejor bajista joven de Londres, llamado John Wetton, ¿Quieres estar en el?”. Aquella invitación prometía además total libertad creativa sin importar lo que demandara la masa de melómanos en aquel entonces, por lo que Bruford decidió dar el salto de fe y aceptó.
Con este evento se había pactado la formación catalogada como “King Crimson III”, el primer lineup sorpresivamente estable en la banda cuya sinergia de la combinación Bruford/Muir/Cross/Wetton/Fripp creo una química que en propias palabras de Wetton “era casi telepática, una energía aterradora”. ¡Y por supuesto que lo fue! Primero, porque durante tal época KC lanzó 3 álbumes de estudio, Lark’s Tongues in Aspic (1973), Starless and bible black (1974) y Red (1974), donde LTIA y Red gozan de una fama abrumadora considerándose dentro de los mejores trabajos de la banda, y segundo, porque durante este tiempo la improvisación tuvo una irrefutable importancia, aprovechando la química y postura del quinteto/cuarteto estrujada al máximo en las puestas en escenas y sacando todo el potencial de los músicos en los registros en vivo.
Starless and bible Black (Marzo 1974), es el sexto álbum de la banda y el segundo de la “trilogía” mencionada. Cuenta con la participación de Robert Fripp (guitarras, teclados), John Wetton (Voz, Bajo), David  Cross (Violín, teclados)  y Bill Bruford (baterías, percusión) y un silencioso Richard Palmer-James como autor de todas las letras haciendo en su mayoría una ácida crítica en a la sociedad consumista. Es interesante mencionar posterior a la grabación de LTIA, y tras sufrir un accidente con un gong, Jamie Muir  se fue de unas vacaciones a un monasterio budista, vacaciones que se tornaron indefinidas debido a que adoptó un estilo de vida ascético y que marcó el fin de carrera musical, abandonando al cuarteto.

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El formato de este álbum es bastante poco habitual. Posee 8 tracks, de los cuales los 2 primeros fueron grabados en su totalidad en las cuatro paredes de un estudio, lo que se percibe de manera lógica debido a su estructura definida y uso más claro de recursos melódicos y rítmicos. Los 6 temas restantes corresponden a grabaciones de presentaciones en vivo, cuyos aplausos e interacciones del público fueron removidas, o una combinación de ambos recursos, considerando las improvisaciones en vivo y realizando overdubbing en estudio.
La antesala al análisis canción por canción es que las aguas que visita Starless and bible black son sombrías, peligrosas y sobre todo difíciles de digerir. La alineación se arriesgó a experimentar y cosechar “al vuelo” más que cualquier alineación de KC obteniendo resultados guiándose literalmente por su instinto e impulsos al tocar en vivo más que por estructuradas pautas. Y es justamente esa la apuesta arriesgada e interesante, donde algo que la improvisación lleva a cualquier dirección, pudo haber pasado de un vuelvo deleitablemente impredecible a, como leí en el foro de DGM, “una pesadilla tumultosa”.
El álbum arranca de manera abrupta con The great deciever (El gran impostor), un tema de 4 minutos, donde toda la energía de la banda se deja caer desde el comienzo con un rockero y pegajoso riff y se detiene para una entrada imponente de Wetton con su bajo y voz realizando una mordaz y honesta crítica al consumismo americano, con un estribillo que la da el nombre a esta nota y grita “Cigarettes, ice cream, figurines of the Virgin Mary!”. Un tema con extraña jovialidad para ser Crimson y que perfectamente pudo ser pensado como el single radial del disco, aunque sabemos que no fue así.
El álbum continúa con la segunda y última canción grabada en estudio, Lament (Lamento) que empieza con acordes de guitarra y una línea vocal que evoca nostalgia y posteriormente in crescendo el sonido del mellotron con un suave violín. Terminado el primer cuarto del tema, ocurre una interesante transición a juego más siniestro en 12/8 entre Fripp , Wetton y Bruford , transformándose en la temática principal del tema hasta su finalización.
A partir del tercer tema comienza el amor o aversión hacia el disco. Fascinación experimental en mi caso y sonidos tediosos y exceso de Avant- garde para otros. Es el turno de We’ll let you know (Te lo haremos saber),  que contrasta los 2 primeros temas con 3 minutos y 39 segundos instrumentales, grabados en vivo en una toma, creando una tensión atmosférica que nunca es resuelta.
The night watch (La ronda de la noche), junto con el tema final de este disco, son para mí los highlights de SABB. Este tema es simplemente maravilloso, siendo una combinación de composición e improvisación. La lírica de este tema cuenta una historia inspirada en el cuadro “De Nachtwacht” del pintor neerlandés Rembrandt y posee una musicalización extrañamente melódica por parte de Fripp, un delicado bajo de Wetton, un deferente y atento Bruford, y perfectamente armonioso final por parte de Cross. Cuesta creer que parte de eso es improvisación.
El quinto track llamado simplemente “Trio”,  un instrumental que más que poseer una melodía está totalmente concentrando en la atmosfera que produce. Aquella armonía donde Fripp se encarga del mellotrón, es una pieza que cambia su dinámica pero se siente que agradablemente nunca avanza. Wetton realiza unos minuciosos arpegios para el violín de Cross, convirtiéndose en momentos del disco donde más destaca, generando una pieza musical relajante y de las más bellas en toda la discografía de KC. Haber estado en aquel concierto debió haber sido realmente un momento mágico lleno de calma. Como dato curioso en los créditos de este tema se encuentra Bruford aunque no haya tocado, ya que en palabas del propio Fripp “Sólo intervinieron tres músicos, pero el cuarto contribuyó con su silencio”.
Ilustración de The Night Wacth, por Rembrandt

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The mincer (la moledora de carne) son poco más de 4 minutos de improvisación pura, donde los cuatro músicos se mueven en una atmosfera caótica, creando una excentricidad de forma colectiva que provoca con tensión y que rememora inquietud, a base de algunos sonidos extraños de los dispositivos de Fripp, un misterioso mellotrón y una batería de Bruford que ayuda a cohesionar el ambiente de locura. Acá se siente explícitamente la libertad otorgaba a la banda, donde este caos organizado busca llegar a un clímax que nunca se alcanza y que termina de la manera más escabrosa posible. Las voces de Wetton fueron agregadas en estudio, con líricas que rozan una película de terror.
Llegamos al lado B, donde nos encontramos con la pista más densa que le da el nombre al álbum. Starless and bible black es una pieza instrumental de 9 minutos, difícil, realmente difícil de digerir, como si the mincer fuese solo la entrada para este plato de fondo. A medida que comienza el tema, la disposición de teclados, guitarra, bajo y ruidos empiezan a balbucear  cada uno en un idioma propio como si trataran de comunicarse imponentemente sobre qué camino seguir, pero finalmente sin poder entenderse. Dentro de toda esa confusión,  son las percusiones, redobles y la intensidad  de Bruford el que pone orden a su merced para que la entropía del momento no desborde, convirtiendo la situación en una pasmosa suite atonal y disonante. Si te aburre o confunde, no te sientas culpable. Para algunos este tema es lo peor del disco, decepcionante y para otros son los genios en su hábitat natural haciendo cosas que no podemos comprender, solo escuchar maravillados, pero ambos lados coincidirán que exige esfuerzo auditivo.
Y al final del álbum, el tema que impresiona en todo los sentidos posibles. Escrito por el mismísimo Robert Fripp (y vaya que se nota) Fracture tiene toda la esencia característica de la columna vertebral del rey carmesí lleno de malvados riff “frippianos”, cambios en el dinamismo, repeticiones y un tecnicismo único. No han sido pocas las ocasiones en que Fripp ha dicho que Fracture es de los temas más difíciles de tocar, y que pasaba semanas preparándolo para sus presentaciones en vivo. Incluso en noviembre de 2016 afirmaba claramente exagerando, “Fracture es imposible de tocar”. (Recomiendo ver Failure to Fracture en  youtube, una reflexión peusodofilosófica, de 6 episodios sobre un músico que lleva 15 años tratando de llevar la interpretación de este tema a la perfección).

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El tema cuenta una historia con una introducción de un minuto y medio de una extraña figura  disonante de guitarra que desembarca en un pesado riff, posteriormente repitiéndose la situación hasta pasar el primer cuarto donde Fripp muestra su dominio perfecto del instrumento en una muestra de virtuosismo que domina la canción hasta que se empieza a desarrollar el climax, con un riff del minuto ocho que recuerda al venidero tema “Red”.  En Fracture la percusión de Bruford con Fripp es la fusión perfecta, un sólido Wetton (sobre todo en el último cuarto)  y un Cross realiza importantes aportes a la emoción del tema, siendo esto King Crimson en su estado más puro, oscuro, hipnótico y visionario.

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Luego a Starless and bible black, este monstruo tomaría un color rojo, donde claramente aquel disco nacerá a partir de las reflexiones posteriores de estas sesiones de improvisación, una suerte de caldo primigenio necesario (como reflexionó un buen amigo), sin embargo SABB siempre será considerado inferior que el punto A (Lark’s Tongues in Aspic), y que el punto C (Red), pero para llegar a tal punto es totalmente necesario que exista el punto B, que desmenuzamos en este análisis.
Como dato interesante final, John Wetton escribió y presentó la inmortal Starless para este disco pero Fripp y cía. la rechazaron, y posteriormente la reevaluaron para el siguiente disco. ¿Cómo habría cambiado tu opinión si “Sundown dazzling day, gold through my eyes…” hubiese sonado en Starless and bible black?

Claudio Ramírez A.

 
"Starless and Bible Black" continúa la combinación ganadora y la revitalización del catálogo Crimson: una racha ganadora ininterrumpida de ediciones definitivas que son importantísimas por su integridad documental y sorprendente claridad sónica.
 
Utilizando el símil futbolístico, que no suelen fallar, “Starless and Bible Black” ocupa en la carrera del Rey Carmesí el puesto de mediocentro. Esto es, el organizador por el que pasa todo el juego, el que canaliza las jugadas, el director de orquesta. Del debut a “Islands” tenemos a los cuatro zagueros, la trilogía del Rey junto a Bruford, Wetton y Cross ocupa el centro del campo, y los tres álbumes de los 80 con Belew y Levin serían la delantera. Del “Thrak” de 1995 en adelante tenemos a los reservas. La medular, la línea de creación, la representan los clásicos “Red” y “Larks´ Tongues in Aspic”, y en el centro el no menos mítico “Starless…”. Un 4-3-3, fútbol de ataque, juego atrevido, nada de pivotes ni zapadores defensivos.
Durante la gira de presentación de “Larks´…”, Robert Fripp había encontrado en John Wetton, David Cross y Bill Bruford los compañeros idóneos para seguir dando forma a su compleja e inagotable creatividad. Hablamos de tres músicos polivalentes y excepcionales, que entendieron desde el principio los planteamientos y el concepto que tenía el Jefe para su grupo. Supieron amoldarse y formaron un line-up que se prolongó durante tres trabajos seguidos, algo inédito en los cuatro primeros discos, donde las entradas y salidas fueron más habituales. Sólo entre el primer y el cuarto álbum, la banda contó con tres cantantes/bajistas diferentes, y otros tantos baterías.
“Larks´ Tongues in Aspic” fue un éxito a nivel de crítica, el prestigio de Fripp y los suyos estaba por las nubes, y el guitarrista aprovechó su estado de gracia y la compenetración con sus músicos para acentuar y llevar al extremo una de las señas de identidad del directo de King Crimson: las improvisaciones, la capacidad de hacer de una interpretación algo diferente, llevando las canciones originales a terrenos casi irreconocibles, al estilo de un Jimi Hendrix con su guitarra, un Jim Morrison con sus palabras, un Iggy Pop con sus contorsiones, o un John Coltrane con su saxo, convirtiendo cada show en una pieza de inventario.
Avanzado 1973 contaban con material suficiente fruto de esas jams on stage como para editar un nuevo trabajo, de modo que en navidad entraron en el estudio, y para enero de 1974 tenían listo su sexto álbum, compuesto por dos piezas nuevas (“The Great Deceiver” y “Lament”), y otras seis que, cuentan los monográficos sobre el cuarteto, corresponden a diversas interpretaciones extraídas de los shows europeos del año anterior, a las que se limpió el ambiente de directo y el sonido del público, dejando la música tal como había sido interpretada en vivo.
Nos hallamos, pues, ante una pieza única en la discografía del Rey Carmesí, mitad estudio/mitad falso directo. Robert Fripp quiso legar a la posteridad la inmediatez, la aparente facilidad, con que interpretaban sobre el escenario esa música tan compleja. No se sentía orgulloso de “Earthbound”, el sencillo en directo registrado en 1972 con la formación anterior, y se aseguró de recoger aquella magia en los surcos de “Starless and Bible Black”.
Hoy día existen centenares de referencias oficiales de aquel periodo, pero nadie debería perderse la caja “The Great Deceiver: Live 1973-1974”, editada en 1992, posteriormente distribuida de manera más sencilla en dos dobles Cds; glosa el periodo del que estamos hablando y contiene algunos de los mejores momentos de todo el Prog Rock de los años 70.
“The Great Deceiver”, el corte de apertura, es un rock muy inmediato y directo, sostenido por un potente riff de guitarra eléctrica, y una letra con la que el grupo se adelanta en el tiempo, al criticar duramente a los telepredicadores que prometen la salvación eterna a cambio de un dólar. La misma temática que colocaría años después a tipos como Ozzy, Lemmy, Frank Zappa o los Maiden de “Holy Smoke” en el punto de mira de la América más hipócrita y santurrona. Genial ese momento a mitad de la canción en que los “…Cigarettes, Ice Cream…” del estribillo son entonados como si de coros celestiales se tratara.
La siguiente, “Lament”, es otro tema ya clásico en el cancionero Crimson. Comienza muy suave con John Wetton cantando las estrofas sobre unas notas separadas de piano que preservan un ambiente casi angelical, a las que pronto se unen el melotrón, el violín de David Cross, y una de esas líneas de guitarra que Fripp sabía dibujar como nadie, hasta que hacia el minuto 1´20 el bajo y unos golpes de la percusión característica de Bruford cortan el tema y lo llevan a una deriva diferente: A partir de ahí transitará por un camino pedregoso, endurecido, con un Wetton irritado entonando unas letras que parecen hablar de añoranza, de unos tiempos en que la industria discográfica funcionaba con más inocencia, hasta desembocar en un hachazo de Fripp, que parece mutar de golpe en el Eddie Fast Clarke de “Ace of Spades” para terminar este tema.
Ese instante que he mencionado, ese clímax en torno al minuto 1´20, influiría directamente al ángel caído de Anaheim, California, Jeff Buckley, en 1995, cuando grabó en su álbum “Grace” esta perla llamada Lilac Wine. Escuchadla, disfrutad y juzgad.
“We´ll Let you Know” es un ejercicio instrumental improvisado al estilo que tanto gusta al autor: atonal, inquietante, jazzístico, lleno de malabares del virtuoso percusionista y de momentos en que las notas de las seis cuerdas más parecen chirridos, breve interludio que nos prepara para el pico más alto en calidad del disco: “The Night Watch”, la última pieza cantada, y esa impresionante maravilla que es “Trio”.
“The Night Watch”, la Ronda Nocturna, toma su nombre de un cuadro de Rembrandt. El texto, obra, como los anteriores, de un autor llamado Richard Palmer-James, que ejerció de letrista como hiciera Peter Sinfield en la primera etapa, recrea poéticamente la labor del pintor, su capacidad para hacer inmortales a seres anónimos a través de sus pinturas, y menciona a la España católica y apostólica, martillo de herejes, que para reprimir las revueltas protestantes envió al Duque de Alba a putear a los holandeses.
El texto, en todo caso, importa poco al lado de la majestuosidad de la música, y “The Night Watch” es una de las mejores canciones de King Crimson, cualquiera que sea la encarnación de la Criatura, un bellísimo medio tiempo que Wetton recita con gran elegancia, un instante de inspiración inigualable, registrado en una toma única, inolvidable y deliciosa. Fripp admitió que era un tema muy difícil de trasladar al directo conservando la magia: el tempo original exigía al vocalista un esfuerzo ímprobo, y ralentizarlo suponía despojar a la pieza de ese aura, de ese impacto tan especial que posee.
Y “Trio”, cinco minutos largos de delicada orfebrería instrumental, ante los cuales hay que quitarse el sombrero. No se trata de buscar la metáfora imposible, pero hablamos de una música que suena irreal, imperceptible, que no parece partir de una serie de corcheas escritas sobre el pentagrama, que suena más bien a leve brisa entre la hierba. Sólo Fripp, Wetton y Cross intervinieron, pero en los créditos de esta pequeña joya aparece igualmente Bill Bruford. Al respecto, Fripp explicó: “Sólo intervinieron tres músicos, pero el cuarto contribuyó con su silencio”. La hostia. Como para no descubrirse ante este artista. Y es que queda como un caballero. Y es que te lo crees. Y es que percibes ese silencio, y el modo en que la ausencia de percusión engrandece a la canción. Yo después de esto no voy a reseñar más. Voy a colaborar con mi silencio. A ver si engaño a alguien. Vamos, como dije cuando escribí sobre Fripp en el “Islands”, hay que tener mucho, pero muchísimo estilo.
“The Mincer”, por su parte, es prima hermana de “We´ll Let you Know”, instrumental en su mayor parte, cuenta con un fragmento final en que Wetton verbaliza unas líneas y juguetea con su bajo para terminar de modo abrupto. La libertad de ataduras, la capacidad de crear juego y distribuir balones con la destreza del organizador del que hablábamos al principio.
Y la parte final, las dos últimas piezas, suites progresivas instrumentales donde prevalece la improvisación, dos largas composiciones que ocupaban la cara B del original vinilo. “Starless and Bible Black” sigue asombrando, los cuatro monstruos hacen lo que quieren con sus instrumentos, llevan el Prog de fusión con otros estilos de coetáneos como Gentle Giant a lugares mucho más inhóspitos y extraños, pero también es cierto que hay momentos en que se pierden, que se obnubilan y convierten en prisioneros de su propia brillantez. Es música para músicos, no tanto para aficionados a un rock más convencional. Impenetrables, densos como ese pozo sin fondo que es el talento de Mr Fripp y los suyos, resultan tremendamente complejos, y es cierto que, a determinadas horas del día, estas canciones pueden llegar a indigestar.
En ese sentido, el oyente agradece la percepción de la idea principal de “Larks´ Tongues in Aspic part Two” sepultada entre capas de acordes hacia la mitad en “Fracture”, arrebatadora pieza pre-Heavy Metal, pre-Doom, pre-Stoner y todos los “pres” que se os ocurran, que actúa de enlace entre la varias veces mencionada “Larks´…” y la posterior “Red”, que registrarían a los pocos meses en el mismo año. Esa idea terminará por imponerse y preside todo el desarrollo de la canción, verdadero ejercicio de estilo de estos cuatro bestias que vestían con recato en escena y ofrecían esos modales de gentlemen británicos.
Son dos temas con momentos difíciles, que exigen un esfuerzo auditivo, pero sería injusto no mencionar los memorables “grand finale” con que cuentan ambos: En “Starless and Bible Black” las cuerdas dibujan una melodía oriental maravillosa como cierre, y en “Fracture” la banda se convierte en una orquesta, y la instrumentación brama con potencia suficiente para poner en pie a todo un auditorio y dejarlo aplaudiendo varias horas, mientras el director Fripp baja los brazos, se desprende de la batuta, y hace la reverencia junto a sus tres compañeros.
Como cualquier seguidor del Rey Carmesí recuerda, la banda se disolvería tras editar “Red” y su segundo sencillo en directo, “U.S.A.”. Siempre me hicieron gracia los créditos, el Fripp más academicista y versallesco, más personaje de novela que estrella del Rock, hizo firmar a su batería como “William Bruford”. Nada de Bill, eso para los colegas en el Pub, que King Crimson es algo muy serio.
Y “Starless and Bible Black” otra galaxia en el fascinante universo creativo de esta corte de Genios. 





Lista de Temas:
01. The Great Deceiver
02. Lament
03. We'll Let You Know
04. The Night Watch
05. Trio
06. The Mincer
07. Starless And Bible Black
08. Fracture
09. The Law Of Maximum Distress Pt 1
10. Improv: The Mincer
11. The Law Of Maximum Distress Pt 2
12. Dr Diamond
13. Guts On My Side

Alineación:
- Robert Fripp / guitar, Mellotron, effects
- David Cross / violin, viola, Mellotron, electric piano
- John Wetton / bass, vocals
- Bill Bruford / drums, percussion





Comentarios

  1. Coincido con que Fracture sería el mejor tema del álbum, si esto fuera posible.- Cuando después de la calma casi hipnótica de ese minuto, arranca la viola desgarrando el aire y el B-E-S-T-I-A de Bruford se junta con los otros 2, se me ponen los pelos de punta. Y lo mismo me pasa desde hace 30 años, no importa las veces que lo escuche.- Esto hace que un tema, sea más que eso: un TEMAZO o un regalo de los dioses.-

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  2. cuando parece que el mundo acabara
    y la tierra cede bajo mis pies
    y cuando ya... nunca amanecera
    el sol sale otra vez(Vox Dei y yo) y esto pasa cuando escucho FRACTURE al palo. Gracias.
    Un abrazon menduco.
    Carlos Gancia

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  3. Hola, Se podra reponer en la biblioteca Sonora, desde ya muchas gracias.-

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Ideario del arte y política cabezona

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"La desobediencia civil es el derecho imprescriptible de todo ciudadano. No puede renunciar a ella sin dejar de ser un hombre".

Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.