Villa Adelina, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1978. Excitados por las posibilidades tímbricas y de trasladado del CP 70, la familia Vitale decide reunir el dinero necesario para adquirir uno de los dos pianos que llegaron a Casa Verdi.
Teatro Lasalle, Balvanera, 1978. Charly García está de paso por Buenos Aires. Residente en Brasil desde fines de 1977, baja a la ciudad para firmar el contrato con Music Hall por dos discos que el músico ejecutará con su nuevo grupo, Serú Girán. En esa estadía, contrata a Oscar Moro y se sienta en una mesa de un pub de Belgrano para observar la actuación del grupo de covers de Raúl Parentella: de allí se lleva al bajista, Pedro Aznar. El 19 de junio, en tanto, presencia la actuación de MIA en el Teatro Lasalle, donde observa, quizás por primera vez, las prestaciones del piano Yamaha CP 70 en manos de Lito Vitale.
García no tiene dudas: quiere un Yamaha CP 70 en su set para el debut de Serú Girán el 3 de noviembre de 1978 en Obras. “Una vez fui a escuchar a MIA y casi me muero”, le decía, en referencia al CP, a Expreso Imaginario en mayo de 1980. No tenía dudas, pero tampoco el dinero para comprarse uno. Por eso marcó el teléfono de los Vitale en Villa Adelina: 766-2429. Atendió Lito, que justo en ese momento coordinaba un ensayo para el ciclo de shows que ofrecerían los MIA durante noviembre en el Teatro Santa María del Buen Ayre con un invitado ilustre: Luis Alberto Spinetta. Lito levantó el tubo y, mientras en su oído derecho Spinetta cantaba “Quedándote o yéndote”, en el izquierdo y del otro lado de la línea, alguien dijo “Hola, soy Charly García”.
Vitale: Estaba ensayando en mi casa de Villa Adelina junto al coro del grupo MIA y Luis Alberto Spinetta, que iba a participar de nuestro ciclo en el Santa María. Entre las canciones que compartiríamos en ese show estaba De tu alma, que luego se llamó Quedándote o yéndote, en ese momento un inédito. Quedaba hermoso con coro. Imaginá la escena: estábamos todos tocando el cielo con las manos. En eso suena el teléfono ¡y era Charly! Mi corazón se aceleraba de emoción como nunca. Tenía 16 años: Luis Alberto al lado mío y Charly al teléfono. ¿Qué quería Charly? Me decía que quería hacer el primer show de Serú en Obras con un CP 70 y me ofreció alquilármelo. Yo le expliqué que todavía lo estábamos pagando en cuotas y que lo cuidábamos como oro. Con todo el dolor del alma le dije que no. Y al instante Charly fue a lo de Felipe [Rozenmuter], en aquel momento importador de Yamaha, y se compró uno.
García: Yo sabía que Lito tenía uno y se lo quise alquilar. Él lo estaba pagando y no tenía seguro, entonces fue con unos pagarés que me lo pude comprar. En aquella época estaba a unos 600 palos.
“600 palos” son 600 millones pesos Ley 18.188, que en 1978 significaban unos 4 mil dólares. “Con esa guita te comprabas un Fiat 128 0 km, como el que les regalaron a los jugadores de la selección por salir campeones del Mundial 78 en junio”, dice Jorge Monitor Rodríguez, memoria prodigiosa de las micro historias del rock nacional. “Antes de que Charly se comprara el suyo, en Argentina solo tenían ese piano Horacio Salgán y los Vitale”.
Como García no sabía (ni sabe) manejar, la posibilidad del 128 era inexistente. Por eso, se dirigió a la Av. San Martín al 2100 (actualmente hay un supermercado Coto) para, pagarés mediante, abrochar la compra del CP con Felipe Rozenmuter, quien una década más tarde cambiaría la denominación de su negocio por la de Promúsica.
Desde entonces, y durante más de una década, el Yamaha CP 70 pasó a ser una extensión de los brazos de Charly García. Lo estrenó en el primer concierto oficial de Serú Girán y todavía no hay pruebas que demuestren que el piano haya faltado a algunos de todo y cada uno de los conciertos que el cuarteto ofreció en su etapa original.
Lito Vitale asistió al debut de Serú y del CP de Charly. En algún momento del show, respiró aliviado: “Fuimos al Obras a escuchar ese histórico concierto y cerca del final ya estaba Charly ¡saltando arriba del piano! La miré a Vero Condomí, en aquel momento mi novia, y le dije: ‘Qué bueno que no se lo alquilé’.”
En la ya citada entrevista en Expreso Imaginario (probablemente, porque se publicó sin créditos, obra de Pipo Lernoud y Raúl B Ichi, seudónimo de Ralph Rothschild), García se explayó por única vez sobre las bondades de su flamante instrumento.
García: Tiene el arpa de un piano. Lo podés usar en vivo o en grabaciones, le ponés un delay y suena casi igual que un piano común. Lo que ocurre es que tiene dos cuerdas por nota en lugar de tres como el piano común, pero de todos modos es impresionante.
¿Tiene algún problema, aunque sea pequeño?
García: Bueno, sí, por ejemplo, en los graves no define bien la nota. Es muy difícil de afinar, pero en compensación lo podés usar en todos lados.
¿No tiene problema de amplificación?
García: Ninguno. Lo podés enchufar en un grabador, en un PA, es una [radio] Spica. Además, tiene salida para plug, para un equipo… Yo lo uso con un grabador. De noche me pongo a tocar, le coloco una fichita y sale como si fuera un piano en un grabador. ¡Perfecto! Para grabar, tiene una salida balanceada, no hay zumbidos, nada. La parte eléctrica es bárbara.
¿A qué músicos le escuchaste tocar este piano?
García: Yo cuando lo compré se lo había escuchado únicamente a Herbie Hancock, creo que era Sunlight o uno anterior. Pero una vez fui a escuchar a MIA y casi me muero…
¿Podés agregarle otros aparatitios?
García: Claro, podés ponerle un delay, wah wah, etc. Tenés miles de posibilidades. Además del piano normal puede sonar distorsionado, deformado.
¿Tiene una serie de botonera para cambiar los sonidos?
García: No, tiene una ecualización, que al medio asemeja de un piano normal, después podés darle más agudos, sacarle graves, o sacarle los medios para lograr un sonido tipo Chick Corea.
Héctor Starc, sonidista de Serú Girán desde su nacimiento y hasta fines de 1980, cree que la aparición del piano de Yamaha marcó un antes y un después para la música en vivo de García: “Le cambió la carrera, porque Charly toca el piano, él es pianista”, dice Starc. “En Sui Generis usaba un piano vertical que tenía en la casa que pesaba mil kilos y luego se compró el Rhodes con el que nunca se sintió cómodo, porque no tiene ataque, no es agresivo, es más para tocar jazz o bossa nova. El invento del CP a Charly le salvó la vida, porque si no, no sé qué hubiese tocado en Serú Girán”.
El Yamaha se volvió tan imprescindible para García, que, revela Starc, en 1980 se compró un segundo ejemplar. “Lo compró mi socio de entonces, el Toro Martínez, en Los Angeles, cuando viajó para comprar todos los instrumentos para Spinetta Jade. Spinetta se gastó en equipos para Jade toda la guita que había ganado en la segunda parte del regreso de Almendra. Además del CP para Charly con su anvil case, el Toro trajo un Oberheim y un Moog para Aznar. Hasta ese momento el CP de Charly no tenía estuche, lo desarmábamos y lo llevábamos así nomás, siempre se nos abría la tapa donde estaban los martillos”.
Para demostrar la existencia de los dos Yamaha ya en 1980, Starc cuenta una historia que involucra ambos pianos y un emergente e ignoto compositor rosarino: “Voy a tocar con Tantor a Rosario y descubro a Fito Páez porque era el pianista y compositor de un grupo llamado El Banquete, que fueron nuestros teloneros. Volví a Buenos Aires enamorado de Páez. Justo estábamos por presentar un show importante de Serú Girán en Obras que no recuerdo qué era y le digo a Charly: ‘Hay un tipo en Rosario que es un genio y hasta es medio parecido a vos. Tengo una idea para empezar el concierto: pongamos un CP 70 en cada punta del escenario y suben vos y Fito al mismo tiempo, vestidos iguales y arrancan a tocar juntos. La gente se va a volver loca porque no va a entender cuál de los dos es Charly García’. La idea quedó ahí, no pasó nada, pero ya estaban los dos CP disponibles… y me di cuenta enseguida del talento de Fito” [carcajadas marca Starc].
A pesar de la versatilidad del instrumento subrayada por Charly en los párrafos anteriores, al CP probablemente no se lo escuche en la discografía en estudio de Serú Girán, con excepción de La grasa de las capitales, donde fue el piano principal. “Usé el piano Yamaha en todos los temas”, manifestó el músico a Expreso Imaginario. “Por momentos parece un Fender, ¿no? Me decían que para grabar no servía. En USA este piano lo graban de una manera infernal. […] Me mandan el retorno por auriculares y yo puedo tocar perfectamente con cualquiera y la salida es pura, no se mete ni la batería ni la guitarra”.
Al tiempo que ofrecía enormes prestaciones para alguien con la formación pianística de García, el Yamaha, sin embargo, tenía un gran escollo: la afinación que requería luego de cada traslado. En la época de Serú Girán y en Buenos Aires “lo atendía” José Miguel Ledda. “Lo afinaba en el escenario en medio de la prueba de sonido”, recuerda Starc. “Era todo un quilombo porque Moro probaba el bombo y David sus guitarras y en el medio el viejo Ledda tratando de afinar el piano de Charly. Y sin amplificación. Escuchaba las cuerdas directamente porque decía que un amplificador te deformaba la nota. En el Interior la cosa se complicaba, siempre era un drama conseguir un afinador y muchas veces se tocó como venía. En Rosario lo afinaba un ciego, de eso me acuerdo” [muy probablemente Guido Maranzana].
Cuando en marzo de 1982 se terminó Serú Girán, García preparó el terreno para, ocho meses más tarde, lanzar su carrera solista con un LP doble: la banda de sonido de Pubis angelical y las ocho canciones de Yendo de la cama al living. Para semejante lanzamiento tuvo pocos pero fieles aliados: el ingeniero Amílcar Gilabert, el baterista Willy Iturri y el piano Yamaha CP 70 que lo acompañó en los Estudios de Jardín (donde grabó la música de Pubis) y en Panda (donde hizo lo propio con los ocho temas de Living, a excepción de “Peluca telefónica”, grabado en Ion). Cuando presentó el disco en la cancha de Ferro el día después de Navidad de 1982, el CP tenía un lugar destacado en el escenario y con una intervención pitctórica: en la punta del piano, donde originalmente se leía la marca del instrumento, Charly la reemplazó por la reproducción del logotipo del bigote bicolor que el diseñador Carlos Mayo realizó para el stamper Yendo de la cama al living. (El año pasado en twitter Andrés Calamaro —tecladista de aquella banda— reveló que fue él mismo quién pintó aquel bigote en el Yamaha).
Un año más tarde, el sonido de García cambiaría drásticamente, pero el CP 70 continuaría siendo un elemento esencial durante la puesta en escena de Clics modernos (aunque estuvo ausente en la grabación del álbum). Su lacónico audio acústico se complementó a la perfección con la máquina de ritmos, los saxos de Melingo y Palacios, los sintetizadores analógicos de Páez o el trío a lo Police de Guyot-Iturri-Toth. Sin olvidar el bloque velador-time en que Charly despachaba viejos éxitos de Sui Generis en Yamaha y voz. En Córdoba, por ejemplo, en noviembre de 1983 hizo su debut como afinador de García y su CP 70, Miguel Puch. Tres funciones en tres días consecutivos en Atenas que terminaron con la célebre bajada de pantalones. En el anteúltimo show de la serie, un Charly brotado tomó de las patas el CP y lo tumbó en el escenario. “Yo no lo podía creer, pensé que quedaría destrozado y al día siguiente había otra función”, relata Puch. “Cuando se lo comento a un asistente, me dijo ‘No hay problema, tenemos otro’. No solo eso, al piano no le pasó nada, están preparados para eso. Cuando comenzó el recital al otro día dijo: ‘Disculpen lo de ayer, tuve una pesadilla en el escenario’”.Para los Luna Park de mayo de 1985 con que presentó Piano bar hubo una novedad en el set de instrumentos de García: yo no había un CP 70 sino los dos de su propiedad, ubicados uno frente a otro en el escenario, para que el músico los pudiera tocar al mismo tiempo, uno con cada mano (también uno de ellos, el del bigote, fue utilizado en Ion para la grabación del disco).
Durante el período con Tango y Las Ligas (los dos proyectos que García llevó adelante en 1986) volvió a utilizar solo un CP. El 15 de noviembre de 1986 en la discoteca Pinar de Rocha, una de las últimas presentaciones de Las Ligas, el afinador Roberto Rovira fue convocado para que pusiera a punto el Yamaha. “Me llamó Quebracho el mismo día del show, que era un sábado”, recrea Rovira. “Yo estaba en Ezpeleta y me tuve que ir hasta Ramos Mejía. Cuando llegué, lloviznaba. El show era al aire libre y el escenario tenía un mínimo de protección. Decidimos no afinar hasta que no parara la lluvia. Así que me quedé en el backstage donde estaban los músicos y Quebracho me presentó a Charly. Cerca de la medianoche, afiné el CP y me fui. Me llamó la atención la altura de Charly”. Fue la primera vez que Rovira metió mano en el Yamaha de García; no sería la última.
Roque Di Pietro - Periodista y escritor. Es autor de “Esta noche toca Charly” (Gourmet Musical).
Geniaaaaal
ResponderEliminarExcelente nota, muchas gracias
ResponderEliminarImpresionante nota!!! Gracias!!!
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