La pandemia del "coronavirus", más allá de cualquier consideración sobre su origen, es el fenómeno que hace visible la crisis capitalista mundial, que viene de lejos, con antecedentes en 1999-2001 y la crisis de las empresas “punto.com”; del 2007-2009, con las hipotecas, los bonos tóxicos, la caída de Lehman Brothers y la recesión mundial del 2009. Es la crisis de la política de liberalización en el orden capitalista, que fuera la respuesta de las clases dominantes ante la crisis de rentabilidad de los grandes capitales a fines de los años 60 y comienzos de los 70. Es lo que se denominó "neoliberalismo", en cuanto corriente hegemónica de la política económica en el sistema mundial. El Covid 19 es el fenómeno visible de una situación crítica de la economía mundial que viene de lejos.
Sin lugar a dudas el coronavirus provocará cambios políticos de ámbito global y nacional. En los lugares donde hay elecciones, tendrá una influencia determinante en el comportamiento de los electores.
Italia ya ha tenido que suspender el referéndum constitucional que estaba convocado para el 29 de marzo. Boris Johnson ha aplazado las elecciones municipales en Inglaterra. El presidente Macron se ha negado a suspender las municipales en Francia que se celebran en una situación sin precedentes. Veremos qué pasa también con las elecciones previstas en Polonia y qué sacudida producirá la pandemia en un año electoral en Estados Unidos. Los efectos de la crisis sanitaria alterarán profundamente las elecciones, las políticas gubernamentales y las actitudes de los ciudadanos aquí y en todo el planeta provocando cambios de paradigma de un alcance ahora mismo imprevisible.
Todo transcurre sobre un trasfondo de innovación tecnológica y de las formas que asumen las relaciones sociales de producción, especialmente entre el capital y el trabajo y, muy en particular, el papel o función que asume el Estado, no solo en cada país, sino en la articulación de capacidad global de subordinación y domesticación desde la institucionalidad mundialmente construida.
La pandemia cambia las prioridades políticas de los gobiernos. Todo el mundo entiende que la salud es lo primero (todos salvo el sistema capitalista, claro está), así que los poderes públicos no deben reparar en gastos que no estaban previstos ni presupuestados. Al mismo tiempo tendrán que hacer frente al cataclismo económico que está provocando la pandemia. Y todo tiene consecuencias políticas. Hagan lo que hagan, la situación modificará sustancialmente el comportamiento político de la ciudadanía.
Donald Trump optó primero por minimizar la crisis en un país con 27 millones de personas sin seguro médico. Sin embargo se ha dado cuenta de su error y ha rectificado, pues no le quedaba otra. A Trump le preocupa principalmente que la economía no caiga, pero las bolsas se han hundido como no había pasado en tres décadas, industrias multinacionales han tenido que parar la producción por problemas de suministro y fábricas y compañías aéreas han comenzado a hacer despidos en masa...
Más allá de cualquier análisis, la "retórica proteccionista" en tiempos de transnacionalización de la economía responde a la crítica de la globalización construida por más de cuatro décadas desde el ensayo sudamericano del terrorismo de Estado.
Claro que también intervienen en el debate quienes imaginan espacio para la restauración de las políticas keynesianas, hegemónicas entre 1930 y la instalación de la lógica hegemonizada por el neoliberalismo. En ese sentido se inscribe la campaña demócrata de Bernie Sanders en EEUU o la prédica del laborista James Corbyn en Inglaterra, tanto como los postulados que emanan desde el Papa Francisco desde el Vaticano en sus diálogos con Joseph Stiglitz.
Menos visible resulta la voluntad alternativa, anticapitalista.
En todo caso y a propósito del coronavirus y éstas opiniones del FMI, lo que queda en evidencia es el fracaso en términos sociales de la política de privatización de la salud. La mercantilización de la salud y otros derechos sociales, entregando la gestión de derechos sociales al régimen del capital y a las relaciones monetarios mercantiles es lo que ahora evidencia la ausencia de infraestructura y políticas sanitarias de prevención y asistencia extendida a la población.
Ahora el mundo debe enfrentarse la pandemia y para ello está claro que debe retomarse una concepción de Derecho a la Salud, en contra de la tendencia hegemónica que construyó la lógica mercantilista de la privatización.
Veremos qué pasa en la Unión Europea. La pandemia del coronavirus marcará un antes y un después del proyecto europeísta, dado que como institución no ha servido para nada. Al estallar la crisis, cada estado miembro ha actuado por su cuenta, incluso perjudicándose unos a otros en algo tan básico como la distribución de mascarillas. Ha tenido que ser China quien ha contrarrestado la no solidaridad europea.
Virus detonador de la crisis
Muchos sugieren que el desempeño aceptable de la economía fue abruptamente alterado por el coronavirus. También estiman que la pandemia puede provocar el reinicio de un colapso semejante al 2008. Pero en esa oportunidad fue inmediatamente visible la culpabilidad de los banqueros, la codicia de los especuladores y los efectos de la desregulación neoliberal. Ahora sólo se discute el origen y las consecuencias de un virus, como si economía fuera otro paciente afectado por el terremoto sanitario.
En realidad, el coronavirus detonó las fuertes tensiones previas de los mercados y los enormes desequilibrios que acumula el capitalismo contemporáneo. Acentuó una desaceleración de la economía que ya había debilitado a Europa y jaqueaba a Estados Unidos.
El horizonte de recesión mundial afecta a los derechos sociales de la humanidad, por lo que se demanda una modificación sustancial de las orientaciones de los Estados y para ello se requiere que la sociedad y los movimientos populares, en especial, logren instalar su agenda de reivindicaciones y de derechos para transformarlas en políticas que los hagan realidad.
Adicionemos que, si es por problemas de salud, existen muchos otros más graves y de mayor impacto social que el coronavirus, entre ellos aquellos que remiten a enfermedades o accidentes laborales, que requieren de mayor dedicación de inversión de prevención en los ámbitos de trabajo, sin perjuicio de la correspondiente atención sanitaria.
Según los matemáticos, un pequeño cambio en las condiciones iniciales de un sistema da lugar a una evolución posterior muy diferente. Es la teoría del caos. Todos los grandes cambios vienen precedidos por el caos, sostiene el médico y filósofo indio Deepak Chopra y Einstein ya advirtió que "sólo los genios" son capaces de gestionar el caos, porque "el orden es para los idiotas". La cuestión es ¿de dónde vamos a sacar los genios?
Sin lugar a dudas el coronavirus provocará cambios políticos de ámbito global y nacional. En los lugares donde hay elecciones, tendrá una influencia determinante en el comportamiento de los electores.
Italia ya ha tenido que suspender el referéndum constitucional que estaba convocado para el 29 de marzo. Boris Johnson ha aplazado las elecciones municipales en Inglaterra. El presidente Macron se ha negado a suspender las municipales en Francia que se celebran en una situación sin precedentes. Veremos qué pasa también con las elecciones previstas en Polonia y qué sacudida producirá la pandemia en un año electoral en Estados Unidos. Los efectos de la crisis sanitaria alterarán profundamente las elecciones, las políticas gubernamentales y las actitudes de los ciudadanos aquí y en todo el planeta provocando cambios de paradigma de un alcance ahora mismo imprevisible.
Todo transcurre sobre un trasfondo de innovación tecnológica y de las formas que asumen las relaciones sociales de producción, especialmente entre el capital y el trabajo y, muy en particular, el papel o función que asume el Estado, no solo en cada país, sino en la articulación de capacidad global de subordinación y domesticación desde la institucionalidad mundialmente construida.
La pandemia cambia las prioridades políticas de los gobiernos. Todo el mundo entiende que la salud es lo primero (todos salvo el sistema capitalista, claro está), así que los poderes públicos no deben reparar en gastos que no estaban previstos ni presupuestados. Al mismo tiempo tendrán que hacer frente al cataclismo económico que está provocando la pandemia. Y todo tiene consecuencias políticas. Hagan lo que hagan, la situación modificará sustancialmente el comportamiento político de la ciudadanía.
Donald Trump optó primero por minimizar la crisis en un país con 27 millones de personas sin seguro médico. Sin embargo se ha dado cuenta de su error y ha rectificado, pues no le quedaba otra. A Trump le preocupa principalmente que la economía no caiga, pero las bolsas se han hundido como no había pasado en tres décadas, industrias multinacionales han tenido que parar la producción por problemas de suministro y fábricas y compañías aéreas han comenzado a hacer despidos en masa...
Más allá de cualquier análisis, la "retórica proteccionista" en tiempos de transnacionalización de la economía responde a la crítica de la globalización construida por más de cuatro décadas desde el ensayo sudamericano del terrorismo de Estado.
Claro que también intervienen en el debate quienes imaginan espacio para la restauración de las políticas keynesianas, hegemónicas entre 1930 y la instalación de la lógica hegemonizada por el neoliberalismo. En ese sentido se inscribe la campaña demócrata de Bernie Sanders en EEUU o la prédica del laborista James Corbyn en Inglaterra, tanto como los postulados que emanan desde el Papa Francisco desde el Vaticano en sus diálogos con Joseph Stiglitz.
Menos visible resulta la voluntad alternativa, anticapitalista.
En todo caso y a propósito del coronavirus y éstas opiniones del FMI, lo que queda en evidencia es el fracaso en términos sociales de la política de privatización de la salud. La mercantilización de la salud y otros derechos sociales, entregando la gestión de derechos sociales al régimen del capital y a las relaciones monetarios mercantiles es lo que ahora evidencia la ausencia de infraestructura y políticas sanitarias de prevención y asistencia extendida a la población.
Ahora el mundo debe enfrentarse la pandemia y para ello está claro que debe retomarse una concepción de Derecho a la Salud, en contra de la tendencia hegemónica que construyó la lógica mercantilista de la privatización.
Veremos qué pasa en la Unión Europea. La pandemia del coronavirus marcará un antes y un después del proyecto europeísta, dado que como institución no ha servido para nada. Al estallar la crisis, cada estado miembro ha actuado por su cuenta, incluso perjudicándose unos a otros en algo tan básico como la distribución de mascarillas. Ha tenido que ser China quien ha contrarrestado la no solidaridad europea.
Hace siglos pudimos aprender la importancia de los entornos sociales y naturales donde los virus se arraigan y multiplican, porque convivimos con ellos y no siempre nos amenazan. La peste negra debió enseñarnos que virus prexistentes se multiplican y dispersan cuando se crean las condiciones apropiadas. En nuestro caso, esas condiciones las creó el neoliberalismo.Raúl Zibechi
En Plagas y pueblos, William McNeill destaca algunas cuestiones de actualidad, cuando analiza la peste negra que barrió Europa desde 1347. Los cristianos, a diferencia de los paganos, cuidaban a los enfermos, "se ayudaban entre sí en épocas de pestilencia" y de ese modo contenían los efectos de la peste (Siglo XXI, p. 122). La "saturación de seres humanos", sobrepoblación, fue clave en la expansión de la peste (p. 163).
La pobreza, una dieta poco variada y la no observación de las "supersticiones", costumbres locales de los pueblos, por la llegada de nuevos habitantes, convirtieron las pestes en desastres (p. 155).
Braudel agrega que la peste, o "hidra de mil cabezas", constituye una constante, una estructura de la vida de los hombres ( Las estructuras de lo cotidiano, p. 54). Sin embargo, qué poco hemos aprendido.
La peste negra destruyó la sociedad feudal, por la aguda escasez de mano de obra a raíz de la muerte, en pocos años, de la mitad de la población europea y, también, por la pérdida de credibilidad de las instituciones. Este es el temor que ahora lleva a los estados a encerrar a millones.
La epidemia de coronavirus en curso, tiene algunas particularidades. Me voy a centrar en las sociales, porque ignoro cuestiones científicas elementales.
La epidemia actual no tendría el impacto que tiene, si no fuera por tres largas décadas de neoliberalismo, que ha causado daños ambientales, sanitarios y sociales probablemente irreparables.
Naciones Unidas por medio del Pnuma, reconoce que la epidemia "es reflejo de la degradación ambiental" (https://bit.ly/2TS42fL). El reporte señala que "las dolencias transmitidas de animales a seres humanos están creciendo y empeoran a medida que los hábitats salvajes son destruidos por la actividad humana", porque "los patógenos se difunden más rápido hacia rebaños y seres humanos".
Para prevenir y acotar las zoonosis, es necesario atajar "las múltiples amenazas a los ecosistemas y la vida salvaje, entre ellas, la reducción y fragmentación de hábitats, el comercio ilegal, la contaminación y proliferación de especies invasoras y, cada vez más, el cambio climático".
Las temperaturas a comienzos de marzo (invierno) en algunas regiones de España están hasta 10 grados por encima de lo normal (https://bit.ly/3aFvynq). Además, la evidencia científica vincula "la explosión de las enfermedades virales y la deforestación" (https://bit.ly/2IDBbGO).
La segunda cuestión que multiplica la epidemia son los fuertes recortes del sistema sanitario. En Italia, en los pasados 10 años se perdieron 70 mil camas hospitalarias, se cerraron 359 departamentos y numerosos hospitales pequeños fueron abandonados (https://bit.ly/39BjkMC). Entre 2009 y 2018 el gasto en salud creció 10 por ciento, frente a 37 por ciento de la OCDE. En Italia hay 3.2 camas por cada mil habitantes. En Francia 6 y en Alemania 8.
Entre enero y febrero el sector sanitario español perdió 18 mil 320 trabajadores, en plena expansión del coronavirus (https://bit.ly/2wJIR7W). Los sindicatos del sector denuncian "abuso de la contratación de interinos y la precariedad en el empleo", mientras las condiciones de trabajo son cada vez más duras. Esta política neoliberal hacia el sistema sanitario, es una de las causas por las que Italia ha puesto en cuarentena a todo el país y España puede seguir el mismo camino.
El tercer asunto es la epidemia de individualismo y de desigualdad, cultivadas por los grandes medios que se dedican a meter miedo, informando de forma sesgada. Durante más de un siglo, sufrimos una potente ofensiva del capital y de los estados contra los espacios populares de socialización, mientras se bendicen las catedrales del consumo, como los shoppings.
El consumismo despolitiza, desidentifica e implica una "mutación antropológica" (como alertó Passolini). Hoy hay más personas que desean tener mascotas que hijos (https://bit.ly/2W8J5Qm). Este es el mundo que hemos creado y del que somos responsables.
Las medidas que se toman, a largo plazo, pueden agravar las epidemias. El Estado suspende la sociedad al aislar y confinar a la población en sus casas, prohibiendo incluso el contacto físico.
La desigualdad es igual que en la edad media (hacia el 1500), cuando los ricos corrían a sus casas de campo cuando se anunciaba la peste, en tanto los pobres "se quedaban solos, prisioneros de la ciudad contaminada, donde el Estado los alimentaba, los aislaba, los bloqueaba, los vigilaba" (Braudel p. 59).
El modelo del panóptico carcelario digitalizado, que suspende las relaciones humanas, parece ser el objetivo estratégico del capital para no perder el control en la actual transición sistémica.
Virus detonador de la crisis
Muchos sugieren que el desempeño aceptable de la economía fue abruptamente alterado por el coronavirus. También estiman que la pandemia puede provocar el reinicio de un colapso semejante al 2008. Pero en esa oportunidad fue inmediatamente visible la culpabilidad de los banqueros, la codicia de los especuladores y los efectos de la desregulación neoliberal. Ahora sólo se discute el origen y las consecuencias de un virus, como si economía fuera otro paciente afectado por el terremoto sanitario.
En realidad, el coronavirus detonó las fuertes tensiones previas de los mercados y los enormes desequilibrios que acumula el capitalismo contemporáneo. Acentuó una desaceleración de la economía que ya había debilitado a Europa y jaqueaba a Estados Unidos.
El horizonte de recesión mundial afecta a los derechos sociales de la humanidad, por lo que se demanda una modificación sustancial de las orientaciones de los Estados y para ello se requiere que la sociedad y los movimientos populares, en especial, logren instalar su agenda de reivindicaciones y de derechos para transformarlas en políticas que los hagan realidad.
"El crecimiento global en 2020 caerá por debajo del nivel del año pasado, será particularmente difícil para los países con sistemas de salud y capacidad de respuesta más débiles. La prioridad número uno en términos de respuesta fiscal es garantizar gastos de primera línea relacionados con la salud para proteger el bienestar de las personas, cuidar a los enfermos y frenar la propagación del virus".Kristalina Georgieva - Titular del FMI
Adicionemos que, si es por problemas de salud, existen muchos otros más graves y de mayor impacto social que el coronavirus, entre ellos aquellos que remiten a enfermedades o accidentes laborales, que requieren de mayor dedicación de inversión de prevención en los ámbitos de trabajo, sin perjuicio de la correspondiente atención sanitaria.
Hay que desarmar la lógica de la mercantilización y privatización transnacional por otras orientada a des-mercantilizar, organizando relaciones sociales de producción y circulación de cooperación.Julio C. Gambina
Más allá de la cooperación internacional para la salud pública mundial y otros derechos sociales, resulta imperioso discutir y objetar la lógica del orden de la producción y la circulación capitalista.
La lógica de la ganancia, desplegada bajo políticas neoliberales agravó todos los problemas de arrastre del régimen de explotación, entre ellos la desigualdad promovida por la enorme concentración y centralización de capitales.
Discutir la transición hacia otro orden económico y social constituye una urgencia, imperiosa ante la lógica estimulada desde los medios de comunicación y el poder por aislarse y evitar congregaciones sociales de un debate necesario. Más que salvarse desde el aislacionismo, lo que se requiere es un debate colectivo en confrontación con el poder real.
En ese sentido, la dominación transnacional debe ser confrontada por otra lógica de cooperación social que coloque en el centro de los objetivos de la producción y la circulación de bienes y servicios el cuidado de los comunes, de la naturaleza y de la vida.
No solo por escribir desde la Argentina, un asunto a considerar con rapidez remite a los problemas derivados del elevado endeudamiento de los países y las familias más empobrecidas.
Para todo lo mencionado se requiere un gran debate social que pueda generar una conciencia colectiva mayoritaria para construir otra sociedad, con reversión de la ecuación de perjudicados y beneficiarios.
Según los matemáticos, un pequeño cambio en las condiciones iniciales de un sistema da lugar a una evolución posterior muy diferente. Es la teoría del caos. Todos los grandes cambios vienen precedidos por el caos, sostiene el médico y filósofo indio Deepak Chopra y Einstein ya advirtió que "sólo los genios" son capaces de gestionar el caos, porque "el orden es para los idiotas". La cuestión es ¿de dónde vamos a sacar los genios?
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