En un pico del desquicio en el debate público, Alfredo Leuco se paró frente a una cámara para declarar que quienes preguntan por el paradero de Santiago Maldonado "nos han declarado la guerra". La pregunta es porqué amplios sectores se reflejan en el discurso de la amenaza irreal. Para defender al gobierno voces oficiales y oficiosas salieron a demonizar a la víctima y a los mapuches de manera desquiciada. Vocabularios que remiten a otras épocas –"terroristas", "extremistas"– volvieron a las primeras planas de los diarios. Las acusaciones alcanzaron niveles grotescos. En un solo párrafo el diario Clarín sostuvo que a los mapuches solía apoyarlos el gobierno kirchnerista, que ahora recibían algún sospechoso "financiamiento internacional", que estuvieron vinculados a las Madres de Plaza de Mayo y a la UBA (?) y que habían recibido entrenamiento de la guerrilla kurda y también de la ETA (otro articulista añadió a la lista a ISIS). Como el dislate parecía insuficiente, otros agregaron que recibían dinero de Inglaterra y un dirigente del PRO sumó entrenamientos con el IRA, las FARC y "el narcotráfico". El dato de que irlandeses y colombianos hayan abandonado las armas no fue obstáculo para el disparate. En el pico del desquicio, Alfredo Leuco se paró frente a una cámara para anunciar que quienes preguntan por el paradero de Maldonado "nos han declarado la guerra", por lo que "tenemos que estar preparados para defender la democracia con nuestras mejores armas".
Una justicia inactiva y un Gobierno más preocupado en cuidar su imagen que en la aparición de un desaparecido es el penoso escenario en el que pasamos del "no" al "quizás". Del quizá al probablemente. Según sople el viento de la opinión pública y el resultado de los focus groups, los discursos oficiales frente a la desaparición de Santiago Maldonado cambiaron en la última semana.
Despejadas todas las pistas falsas que circularon en los últimos 40 días, Bullrich insistió en que los gendarmes no fueron separados de sus puestos porque esa no sería una solución: "Creemos que tenemos que cuidar a los que nos cuidan" (?). Estar en boca de la prensa internacional por la sospecha de una violación a los Derechos Humanos como también lo estuvo el país por la detención ilegal de Milagro Sala, no hace mella en el Gobierno.
Acosados por las evidencias, los PRO necesitan cambiar su discurso para gambetear el impacto producido por la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Después de intentar la demonización de la víctima y la angelización de los victimarios, ahora probarán con la instalación de un chivo expiatorio para demostrar a la sociedad un compromiso inexistente con los DDHH. Que todo quede resumido a “un gendarme que se le fue la mano” es inaceptable en un estado de derecho, más aún si ésta fue la posición que evitaron desde el comienzo de este conflicto. Si hubieran empezado por ahí, por tomar como sospechosos a todos los efectivos que participaron en la invasión a la comunidad mapuche y los hubieran interrogado en lugar de protegerlos, otra sería la historia. Si los uniformados cometen excesos –eufemismo doloroso en la memoria- es porque tienen rienda suelta para cometerlos.
No sólo la vía libre, sino el sustento ideológico: los Amarillos construyen un enemigo despreciable que no merece ni la vida. Y ese enemigo puede tomar la forma de un opositor apenas crítico o de un ciudadano que reclama la restauración de sus derechos. Un uniformado que se alimenta con tanto veneno descarga su ponzoña con palos, balas o gas pimienta. Y si no recibe la orden ‘aniquilar’, actúa como si la hubiera recibido.
En el país es abrumadora la cantidad y el poder de los medios que, en combinación con el macrismo, vienen cometiendo manipulaciones de toda clase, incluyendo operaciones para desviar la atención sobre las responsabilidades políticas y penales en juego y campañas para denigrar a la comunidad mapuche objeto de esta y otras operaciones represivas.
El desquicio de funcionarios y periodistas se explica seguramente por los intereses políticos o pecuniarios en juego. Pero desde siempre el liberalismo argentino –la ideología que moldeó nuestro sentido común– ha sido desde siempre propenso a apuntar a supuestos enemigos internos que es preciso erradicar para alcanzar la felicidad colectiva. La barbarie, el extremismo, la subversión, el populismo: nunca ha faltado un mal adjudicado a una porción de la población ni llamados a suprimirlo. Tampoco, la ansiedad por resguardar la nación de alguna supuesta amenaza indígena o extranjera.
Lo que resulta más difícil comprender es que todo esto haya generado una proliferación de microagresiones en la población común. En las redes sociales, personas de simpatías oficialistas se dedicaron a atacar a quienes reclamábamos la aparición de Maldonado, bajo la acusación absurda de que habíamos sido indiferentes ante desapariciones ocurridas bajo el kirchnerismo (lo que es falso) y de que utilizábamos el caso políticamente. Gente que nunca se interesó por Julio López de pronto se volvió abogada de su memoria. Los docentes que trataron de concientizar a sus estudiantes sobre el caso fueron intimidados por padres y madres de estudiantes. Personas pegando carteles en las calles con el rostro del desaparecido fueron agredidas por sus vecinos. Los músicos de la orquesta Fernández Fierro padecieron los insultos de su público en un recital y cerca de 250 personas se retiraron ofuscadas ni bien pidieron por la aparición de Maldonado. Como si los considerasen parte de la guerra que invocaba Leuco.
¿Cómo entender que haya gente común tomada por el estado de ánimo propio de una guerra que sólo existe en la mente de Leuco o en la realidad paralela de los trolls de Twitter? Es parte de esta tormenta de locura amarilla que está inundando todo el país, porque lo llamativo del caso es que toda esta agitación sucede sin que haya episodios reales que la justifiquen. Los Amarillos están dementes y arrastran a toda la sociedad a su abismo de locura.
Una justicia inactiva y un Gobierno más preocupado en cuidar su imagen que en la aparición de un desaparecido es el penoso escenario en el que pasamos del "no" al "quizás". Del quizá al probablemente. Según sople el viento de la opinión pública y el resultado de los focus groups, los discursos oficiales frente a la desaparición de Santiago Maldonado cambiaron en la última semana.
Despejadas todas las pistas falsas que circularon en los últimos 40 días, Bullrich insistió en que los gendarmes no fueron separados de sus puestos porque esa no sería una solución: "Creemos que tenemos que cuidar a los que nos cuidan" (?). Estar en boca de la prensa internacional por la sospecha de una violación a los Derechos Humanos como también lo estuvo el país por la detención ilegal de Milagro Sala, no hace mella en el Gobierno.
Acosados por las evidencias, los PRO necesitan cambiar su discurso para gambetear el impacto producido por la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Después de intentar la demonización de la víctima y la angelización de los victimarios, ahora probarán con la instalación de un chivo expiatorio para demostrar a la sociedad un compromiso inexistente con los DDHH. Que todo quede resumido a “un gendarme que se le fue la mano” es inaceptable en un estado de derecho, más aún si ésta fue la posición que evitaron desde el comienzo de este conflicto. Si hubieran empezado por ahí, por tomar como sospechosos a todos los efectivos que participaron en la invasión a la comunidad mapuche y los hubieran interrogado en lugar de protegerlos, otra sería la historia. Si los uniformados cometen excesos –eufemismo doloroso en la memoria- es porque tienen rienda suelta para cometerlos.
No sólo la vía libre, sino el sustento ideológico: los Amarillos construyen un enemigo despreciable que no merece ni la vida. Y ese enemigo puede tomar la forma de un opositor apenas crítico o de un ciudadano que reclama la restauración de sus derechos. Un uniformado que se alimenta con tanto veneno descarga su ponzoña con palos, balas o gas pimienta. Y si no recibe la orden ‘aniquilar’, actúa como si la hubiera recibido.
En el país es abrumadora la cantidad y el poder de los medios que, en combinación con el macrismo, vienen cometiendo manipulaciones de toda clase, incluyendo operaciones para desviar la atención sobre las responsabilidades políticas y penales en juego y campañas para denigrar a la comunidad mapuche objeto de esta y otras operaciones represivas.
El desquicio de funcionarios y periodistas se explica seguramente por los intereses políticos o pecuniarios en juego. Pero desde siempre el liberalismo argentino –la ideología que moldeó nuestro sentido común– ha sido desde siempre propenso a apuntar a supuestos enemigos internos que es preciso erradicar para alcanzar la felicidad colectiva. La barbarie, el extremismo, la subversión, el populismo: nunca ha faltado un mal adjudicado a una porción de la población ni llamados a suprimirlo. Tampoco, la ansiedad por resguardar la nación de alguna supuesta amenaza indígena o extranjera.
Lo que resulta más difícil comprender es que todo esto haya generado una proliferación de microagresiones en la población común. En las redes sociales, personas de simpatías oficialistas se dedicaron a atacar a quienes reclamábamos la aparición de Maldonado, bajo la acusación absurda de que habíamos sido indiferentes ante desapariciones ocurridas bajo el kirchnerismo (lo que es falso) y de que utilizábamos el caso políticamente. Gente que nunca se interesó por Julio López de pronto se volvió abogada de su memoria. Los docentes que trataron de concientizar a sus estudiantes sobre el caso fueron intimidados por padres y madres de estudiantes. Personas pegando carteles en las calles con el rostro del desaparecido fueron agredidas por sus vecinos. Los músicos de la orquesta Fernández Fierro padecieron los insultos de su público en un recital y cerca de 250 personas se retiraron ofuscadas ni bien pidieron por la aparición de Maldonado. Como si los considerasen parte de la guerra que invocaba Leuco.
¿Cómo entender que haya gente común tomada por el estado de ánimo propio de una guerra que sólo existe en la mente de Leuco o en la realidad paralela de los trolls de Twitter? Es parte de esta tormenta de locura amarilla que está inundando todo el país, porque lo llamativo del caso es que toda esta agitación sucede sin que haya episodios reales que la justifiquen. Los Amarillos están dementes y arrastran a toda la sociedad a su abismo de locura.
El vandalismo se extiende en canales de noticias como América 24 y TN, al igual que en la portada del "gran diario argentino", corriendo del eje el reclamo por desaparición forzada de Santiago Maldonado. El vandalismo sige en las publicaciones y editoriales de varios medios hegemónicos y periodistas con un enfoque carente de sensibilidad. Pero tambiés está el otro periodismo, el independiente, como el del periodista de Chequeado.com, Rafael Saralegui, enviado especial a Chubut para cubrir el caso Santiago Maldonado, escribió una extensa crónica en la que hace foco en el anuncio del gobierno nacional, realizado un día antes de la desaparición de joven, de que no aceptaría cortes de rutas en la Patagonia.
"Pablo Noceti, jefe de Gabinete de Patricia Bullrich, lo adelantó en una entrevista en Radio Nacional y estaba en la zona durante el operativo de Gendarmería investigado por la desaparición del joven", destaca el periodista, que en un pasaje de la investigación hace alusión a aprietes que él mismo recibió estando en Esquel, como así también colegas de una radio de El Bolsón (Río Negro). En esa denuncia, Saralegui cita a un colega de esa emisora, que le relata cuáles son las vinculaciones entre la desaparición de Santiago Maldonado y los negocios de los grandes latifundistas de la región, amigos y empresarios cercanos al presidente Mauricio Macri.
Como si fuera una rueda, la historia nos ha retornado siempre a los que parecen ser los mismos lugares y a las peores tragedias ya vividas. Y no es que siempre nos ha sido impuesto ese regreso por la fuerza, sino que eventualmente ha sido la propia sociedad la que ha elegido ese rumbo hacia la llama que nos quemará por enésima vez.
Lo peor es que no se trata de una rueda circular nuestra historia, sino de una espiral, donde con cada regreso se profundizan los dolorosos resultados de la aplicación de los mismos proyectos, pero con métodos actualizados por los eternos conspiradores del Poder.
Océanos de gotas han horadado nuestros cerebros durante décadas, hasta hacerlos permeables a los mensajes de autodestrucción social y aceptación de destinos impuestos por quienes hace mucho tiempo han decidido cuales serán, con el único objetivo de continuar con la rapiña económica y el poder infinito.
Una vez más, en nuestro país el Estado vuelve a desaparecer gente. Esta vez le tocó a Santiago Maldonado, mañana no sabemos a quien le puede tocar.
Con la desaparición de Santiago Maldonado desapareció la poca democracia que quedaba. Votar no garantiza tus derechos. Ni siquiera, tu derecho a la vida.
Si bien no es nuevo, se viene incrementando un uso del adjetivo "politizado" con la intención de descalificación, como si las líneas editoriales de los medios hegemónicos no lo fueran. Como si la represión, los palos y las detenciones no lo fueran. Pero están militando el salvajismo, están militando el desastre, y las operaciones son muchas y al mismo tiempo. Desde las entrevistas realizadas en distintos programas del canal América 24 se utilizó, tanto el adjetivo "politizado" como "subjetivo", para silenciar entrevistados en los pocos casos en donde tuvo la palabra una voz que no es la de un funcionario del gobierno o un panelista que funciona igualmente como vocero gubernamental. Desde el adjetivo "politizado" se desvió el eje de las declaraciones de Ismael Jalil, abogado e integrante de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), en una entrevista realizada el domingo 3 de septiembre en los tribunales de Comodoro Py.
La tendencia a poner el foco en la victima se viene dando con mucha frecuencia: desde la desaparición de Santiago Maldonado, hasta los casos de violencia machista, la criminalización de jóvenes y niños (como ocurriera con el espurio informe sobre "el polaquito"), o los ataques a los pueblos originarios. El foco hacia los medios alternativos fue en la misma dirección, pero la falta de argumentos puso en evidencia la ignorancia de los acusadores al enfrentarse a quienes ejercen ese oficio que desde muchos medios se denigra: el oficio del periodista.
Macri y Bullrich suman denuncias por "encubrimiento" y "violación de deberes de funcionario público" por la desaparición de Maldonado. Igualar una desaparición a secas con una desaparición forzada es fruto, o bien de la ignorancia, o bien de la mala fe, pues en el primer caso se trata de un asunto policial y, en el segundo, se trata de un asunto político. Que la funcionaria responsable no pueda identificar la diferencia es, de por sí, una buena razón para alarmarse y exigir que dé un paso al costado.
La sumisión es cosa de esclavos eternos. La dignidad, en cambio, es la virtud de quienes se piensan parte de una sociedad que asume sus experiencias y las acumula en el corazón, además de en la razón. Recordar será, entonces, la herramienta más eficaz para construir sociedades que no avancen nunca más hacia el agujero negro de la repetición de la historia, esa interminable rueda de demencia y violencia que los Amarillos amenazan con eternizar.
"Pablo Noceti, jefe de Gabinete de Patricia Bullrich, lo adelantó en una entrevista en Radio Nacional y estaba en la zona durante el operativo de Gendarmería investigado por la desaparición del joven", destaca el periodista, que en un pasaje de la investigación hace alusión a aprietes que él mismo recibió estando en Esquel, como así también colegas de una radio de El Bolsón (Río Negro). En esa denuncia, Saralegui cita a un colega de esa emisora, que le relata cuáles son las vinculaciones entre la desaparición de Santiago Maldonado y los negocios de los grandes latifundistas de la región, amigos y empresarios cercanos al presidente Mauricio Macri.
Como si fuera una rueda, la historia nos ha retornado siempre a los que parecen ser los mismos lugares y a las peores tragedias ya vividas. Y no es que siempre nos ha sido impuesto ese regreso por la fuerza, sino que eventualmente ha sido la propia sociedad la que ha elegido ese rumbo hacia la llama que nos quemará por enésima vez.
Lo peor es que no se trata de una rueda circular nuestra historia, sino de una espiral, donde con cada regreso se profundizan los dolorosos resultados de la aplicación de los mismos proyectos, pero con métodos actualizados por los eternos conspiradores del Poder.
El analista de comunicación Luciano Galup, director de Menta Comunicación, dejó en evidencia cómo desde el gobierno de Macri buscan invisibilizar el reclamo de aparición con vida de Maldonado. Galup publicó que entre el 24 de agosto y el 10 de septiembre los funcionarios del Poder Ejecutivo tuitearon 1.924 veces: sólo 18 hicieron alguna referencia al caso del joven desaparecido.Matias Máximo - Una cuestión de marketing político
“En este tiempo que son gobierno han ido afrontando a algunas de las resistencias o de las críticas aplicando la idea del marketing político, que es negar cualquier veracidad a lo que es verdad, transformar las informaciones en trascendidos, rumores o mentiras. Siempre trabajaron así, aunque en este caso es más grave que en otros. Este marketing ya fue usado en la época de la dictadura: otorgarle al desaparecido el estar en cualquier otro lado o fabricar personas que aseguran haberlo visto”, explicó a Cosecha Roja Stella Martini, doctora en Ciencias Sociales de la UBA.
Según Martini, tras las elecciones PASO se renovó la impunidad para manejar los discursos de acuerdo a los objetivos políticos de fondo. “Ese manejo de la impunidad también tiene que ver con los apoyos que tienen. En tal sentido, parece que los cambios tienen que ver con las posibilidades de estirar las versiones: cómo se puede estirar la versión de que se fue, de que lo mataron los mapuches, que está escondido o pasea por París”. Y agregó: “Si ahora hay que sacrificar, entre comillas, a siete gendarmes porque las cosas se pusieron pesadas, se instala un nuevo discurso adaptado a las elecciones de octubre”.
Mientras el gobierno construye sus hipótesis, la justicia busca el cuerpo de Santiago Maldonado a orillas del río Chubut.
Océanos de gotas han horadado nuestros cerebros durante décadas, hasta hacerlos permeables a los mensajes de autodestrucción social y aceptación de destinos impuestos por quienes hace mucho tiempo han decidido cuales serán, con el único objetivo de continuar con la rapiña económica y el poder infinito.
Una vez más, en nuestro país el Estado vuelve a desaparecer gente. Esta vez le tocó a Santiago Maldonado, mañana no sabemos a quien le puede tocar.
Con la desaparición de Santiago Maldonado desapareció la poca democracia que quedaba. Votar no garantiza tus derechos. Ni siquiera, tu derecho a la vida.
Si bien no es nuevo, se viene incrementando un uso del adjetivo "politizado" con la intención de descalificación, como si las líneas editoriales de los medios hegemónicos no lo fueran. Como si la represión, los palos y las detenciones no lo fueran. Pero están militando el salvajismo, están militando el desastre, y las operaciones son muchas y al mismo tiempo. Desde las entrevistas realizadas en distintos programas del canal América 24 se utilizó, tanto el adjetivo "politizado" como "subjetivo", para silenciar entrevistados en los pocos casos en donde tuvo la palabra una voz que no es la de un funcionario del gobierno o un panelista que funciona igualmente como vocero gubernamental. Desde el adjetivo "politizado" se desvió el eje de las declaraciones de Ismael Jalil, abogado e integrante de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), en una entrevista realizada el domingo 3 de septiembre en los tribunales de Comodoro Py.
La tendencia a poner el foco en la victima se viene dando con mucha frecuencia: desde la desaparición de Santiago Maldonado, hasta los casos de violencia machista, la criminalización de jóvenes y niños (como ocurriera con el espurio informe sobre "el polaquito"), o los ataques a los pueblos originarios. El foco hacia los medios alternativos fue en la misma dirección, pero la falta de argumentos puso en evidencia la ignorancia de los acusadores al enfrentarse a quienes ejercen ese oficio que desde muchos medios se denigra: el oficio del periodista.
Macri y Bullrich suman denuncias por "encubrimiento" y "violación de deberes de funcionario público" por la desaparición de Maldonado. Igualar una desaparición a secas con una desaparición forzada es fruto, o bien de la ignorancia, o bien de la mala fe, pues en el primer caso se trata de un asunto policial y, en el segundo, se trata de un asunto político. Que la funcionaria responsable no pueda identificar la diferencia es, de por sí, una buena razón para alarmarse y exigir que dé un paso al costado.
La sumisión es cosa de esclavos eternos. La dignidad, en cambio, es la virtud de quienes se piensan parte de una sociedad que asume sus experiencias y las acumula en el corazón, además de en la razón. Recordar será, entonces, la herramienta más eficaz para construir sociedades que no avancen nunca más hacia el agujero negro de la repetición de la historia, esa interminable rueda de demencia y violencia que los Amarillos amenazan con eternizar.
Ya esta... la próxima marcha van a reprimir con flechas, para atribuirle el ataque a los malones de los salvajes mapuches.
ResponderEliminarUH! se me escapo seguro que ahora algun troll va a leer esto y le va a tirar la idea al gobierno.
Jajaja, que gracioso.
EliminarSi, los trolls se lo van a comunicar al gobierno pero con señales de humo, si no le hechan la culpa a los mapuches al menos que sea a los siux o lo pieles rojas.