Si algo hemos aprendido en estos 100 años de inequidades y rupturas es el valor de la resistencia, esa decisión colectiva de no entregar las banderas ni arrodillar la vida. Resistir es demostrar que la fortaleza no se deshoja como las margaritas y que la voz humana no se hizo para volverse esclava de la pleitesía. Resistir es lo que hacemos cada minuto, cuando nos damos cuenta del dolor y seguimos adelante. Se presentó hace días, en el Teatro Colsubsidio Roberto Arias Pérez (Bogotá, Colombia), el festival "Sonidos de Resistencia". Músicos de Colombia, México y Chile, escritores, víctimas de la violencia, gestores de paz, protestantes vivos y muertos, huérfanos de padres y de hijos, y huérfanos de tierras para una casa o para una tumba con nombre elevaron su voz sobre el escenario. Las tablas se abrieron para oír la verdad de un país con el corazón roto y remendado… tantos testimonios de lo que fue y nunca debió ser, tantas expresiones de dolor mezclado con esperanza, de conmoción y compasión… ¿Qué hacer para no reincidir en el error y en el horror? ¿Cómo reconstruirnos sin duda y sin miedo, "hasta que amemos la vida"? En el último aplauso ya sabíamos que la realidad así, descalza y vestida de arte, contada y cantada entre luces y acordes, lo cambia a uno, lo confronta, lo cuestiona y a veces —solo a veces— nos perdona.
Por Gloria Arias Nieto
Presentación de César López, aquí con las madres de los muchachos de la 1ª línea asesinados durante las manifestaciones. |
El jueves estuvo la banda chilena Juana Fe, mezcla de ritmos entre Jamaica, rumba africana, samba y cumbia. Mezcla de protesta, fusión de crítica, instrumentos y voz abierta a la realidad social y política de América Latina. Y el viernes, monumental, llena de ternura y de una fuerza contagiosa, Vivir Quintana, la cantautora de Coahuila (México), plena de dulzura y rebeldía, entregada a la causa de visibilizar el dolor de las mujeres, el abuso sexual y el maltrato a las hijas y a las madres de un continente vulnerado por siglos de machismo. Vivir Quintana, ella, tan genuina y cercana, tan ella, volvió música la sororidad (solidaridad entre mujeres, unión frente a la violencia). En un abrazo inmenso con su voz y su guitarra, con un acordeón al fondo que se abría y cerraba así como respira la nostalgia, nos convocó a “vivir sin miedo”, a no quedarnos calladas cuando nos rompen la piel o cuando intentan quebrarnos el alma.
Que suene la vida como una declaración de amor y valentía. Que se enteren todos: no estamos solas, ya nadie está solo, porque somos resistencia.
Gloria Arias Nieto - Médica y periodista, columnista de El Espectador. Promotora de procesos de paz y reconciliación. Miembro del movimiento Defendamos la Paz (DLP)
Comentarios
Publicar un comentario