Donald Trump y Vladimir Putin arrojando a una feminista ("feminazi" en el léxico de la ultraderecha) desde una azotea en el videojuego "Jesus Strikes Back". |
Por Julián Sorel
El proselitismo digital lleva después a los usuarios a "espacios seguros" para la expresión de ideas supremacistas, como Discord, entre otros. De este modo, hemos asistido en los últimos años a la gestación de todo un universo virtual cuyo origen cabe remontar a los foros de 4chan o 8chan, o incluso Reddit (o Forocoches), universo luego articulado por medios como el sitio web Breitbart News, muchas de cuyas publicaciones sobre videojuegos refuerzan la agenda política de la ultraderecha (cabe citar al azar, por ejemplo, "2A Gaming: Spreading Gun Rights Message via Video Games", sobre el "derecho" a comprar, portar y usar armas, o "Feminist Bullies Tearing the Video Game Industry Apart", contra las posturas feministas en el Gamergate).
Brenton Tarrant fue el autor de la mencionada masacre de Christchurch, cuyo inesperado flashback ha dado pie a estas apresuradas y breves anotaciones. Brenton Tarrant: otro de los personajes de Jesus Strickes Back. En la plataforma Roblox hay usuarios entrando a abrir fuego virtual en mezquitas de Nueva Zelanda, como él lo hizo en la vida real. Usuarios, pues, reproduciendo lúdicamente, en las regiones de esa frontera cada vez más borrosa entre la realidad y la fantasía, aquella transmisión en vivo. O disparando contra todos los presentes en reuniones de la "Workers’ Youth League", en la isla noruega de Utoya: jugando, en suma, como ya lo habrán entendido algunos lectores, a ser Anders Breivik. Los asesinos jugables. En momentos de escalada bélica fuera de las pantallas y de regreso de dormidos temores de una guerra fría rápidamente recalentada con nuestras avanzadas tecnologías de destrucción masiva, impersonal –momentos en los cuales la realidad, por banalizada que esté y por "irreal" que se haya vuelto, termina, tristemente, superando, como acostumbra, a la ficción del juego–, cabe recordar esta cara paralela, insidiosamente incubada desde hace años, de una sociedad en la cual la serpiente de la locura se muerde al fin la cola: el círculo siniestro de las masacres en tiempo real por streaming se ha cerrado ya con las repeticiones virtualmente inagotables del momento del horror en su paralelo universo sin tiempo. Y la muerte puede volverse divertida cuando el odio se gamifica.Julián Sorel
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