#Músicaparaelencierro. LightbulbSun nos recuerda a Pez y su "Manto Eléctrico", disco que habíamos presentado oportunamente y ahora volvemos a revivir. Luego de la catarsis musical que fue "Nueva era viejas mañas" vino otro disco más volado, más delirado y más psicodélico, un lindo viaje que a veces revienta en poder y otras se convierte en el desarrollo chamánico, casi como el que está plasmado en la tapa del disco. Con ustedes, vamos a tener algo más de Pez, y revivir lo que ya conocíamos.
Año: 2014
Género: Punk Psicodélico / Rock Progresivo
Duración: 47:03
Nacionalidad: Argentina
"El Manto Eléctrico" es el decimosexto álbum, y decimocuarto álbum de estudio, del grupo de rock argentino Pez. Fue grabado y mezclado en agosto del año 2014. Yo lo estoy escuchando por primera vez, así que mi comentario no será muy largo.
Si algo quedó claro es que, como siempre, el siguiente álbum nada tendrá que ver con el anterior, "Nueva era, viejas mañas" (2013), ni con el anterior al anterior, "Volviendo a las cavernas" (2011). Es que si bien hay una coherencia, una especie de filosofía que sobrevuela a la banda y a su público, a las letras e incluso a la forma de ejecutar su música, Pez se caracteriza por ese eclecticismo que no repite ni enferma, sino que está en constante evolución, siempre en instancias de búsqueda o de aprendizaje.
Un bajo gordo y riffero, guitarras fuertes, alguien (Ariel Sanzo o, como mejor lo conocemos, Minimal) que vocifera: “esto está lleno de cráneos y no creo que sea casualidad...”.Utopía y distopía, una vez detrás de otra. Elijan con cuál de las dos se quedan: un manto puede abrigar y ocultar a la vez.
Crudo. Crudísimo. Así empieza El manto eléctrico y la primera vez que lo escuchamos, la conclusión (demasiado inicial) es que Pez no cumplió con el cambio que anunciaron sus propios integrantes en las redes sociales: habían dicho que lo nuevo venía “sin distorsión”. Apocalíptico, el “esto está lleno de cráneos” no parece referir a un cónclave de gente con inteligencia superior a la media; más bien describe un escenario posnuclear… poshumano, bah.
Pero cuando empieza “Todo lo que ya fue”, la segunda canción del disco, desde su introducción flotante y dub se empieza a cumplir aquella promesa de bajar revoluciones. Entre la humorada de titular una canción “Los caretas del reggae se lo quieren llevar pero el porro es del metal” en su disco ¡Viva Pez! y abrazar (podría ser con S también) el sonido jamaiquino, pasaron sólo cuatro años. “Todo lo que ya fue” se desarrolla luego en un estilo más clásico de otros tiempos de la banda -remite al Pez circa 2001/2002, sus épocas de Convivencia sagrada y El sol detrás del sol-, limpísimo y orientado a armonías y rítmicas jazzísticas, jam incluida. “En un lenguaje extraño” -una melodía casi rapeada- profundiza esa misma línea. Ojo: son canciones con aire y espacio pero, espesas, no dejan saber del todo si el reposo nos lleva a lo luminoso o a la oscuridad. No se ve. “Retornan los restos”, también en territorio dub (Minimal ha confesado más de una vez su amor por Bad Brains), se distorsiona hacia el estribillo y siembra la desesperanza... ¿política? (“Complicado el panorama/ oxidados viejos sueños/ y la diestra siempre a un paso/ lista para otro sablazo”).
Tal sucede en Volviendo a las cavernas, buena parte de las letras dejan entrever que el ser humano ha destrozado todo a su paso, aunque esta vez el narrador tiene un enfoque más borroso de los acontecimientos, como si hubiera atravesado un viaje místico que lo dejó tambaleante. Sus aventuras están llenas de dudas (“no pude entender lo que decían tus palabras, no te escucho bien”, “alguien dijo que alguien vio una sombra o una cosa o un animal en el campo”, “ni siquiera sé dónde voy a dormir la noche de hoy”; o el monstruo que se envuelve en el manto eléctrico, que no deja notar si “nos puede devorar o amar sin reservas”); pero al momento de encontrar certezas, el norte apunta siempre hacia el mismo lugar: volver a lo natural. Bien podríamos hacer un apartado sobre Rock Argentino y Campo, esa visión que desde el esplendor hippie de 1967 ha impregnado la cultura interplanetaria llamada rock y aquí tiene sus casos históricos en la casa con diez pinos de Manal, los campos verdes de Almendra y el “desoxidémonos para crecer” de Charly, que asevera que yendo al campo…. “¡ves cómo sale el sol!”. (Lo mejor de todo es que el tema se titule… “Rock and roll”). También hay casos más recientes y desde la praxis, como el de Ricardo Iorio, que cumplió hace años su sueño de huir de la ciudad y vivir en las montañas. En fin...
Si en “Todo lo que ya fue”, Minimal canta resignado que no puede “apagar la máquina de sufrir”, en “Muerde la luz” se convence de hacer la suya (“ya no quiero dormir/ debo hoy ponerme de pie y luego/ comenzar a andar. / No tengo miedo de vivir mi vida”). Es la canción más sintética, corta y directa, la que se vale de menos artificios, por decirlo de alguna manera (aunque las guitarras dobladas a lo Brian May sobre el cierre parezcan indicar lo contrario). El estribillo de “No te escucho bien” resulta un pequeño bálsamo. Amaga ser el momento pop entre canciones largas, aunque el tema derive luego en una zapada que lleva a la hipnosis. Al fin y al cabo, El manto eléctrico es un disco de melodías para escuchar en un cuarto enorme y sin luz, en total soledad... La naturaleza, aquí, presenta sus desventajas: "Pensaba que la lluvia podría mejorar la comunicación/ pero perdimos contacto y ya ni sé de lo que me hablás".
Que las últimas dos canciones, entonces, inclinen la balanza. “Los viajes maestros” retoma la tónica del trip (“si esto es para mí lo agradeceré”) que va en consonancia con su propio ADN musical, entre volador y tormentoso. Podría haber sido la última pieza del disco, pero Pez decide dejar un mensaje más directo en “Mi lista de deseos”, una especie de baguala rockera con sabor agrio: acústica y chamánica, pasa de la precisión enumerativa (la lista de deseos, claro: “que nadie tenga miedo/ que nadie esté perdido”, “un abrazo verdadero/ todo en la naturaleza”) a una sentencia dolorosa que se repite como mantra. Si “la tierra nos da alimentos y nosotros le damos veneno”, es simple: “pidiendo perdón no alcanza”. Allí queda claro que el final, en ese caso, será… un predio fantasmagórico y lleno de cráneos, como al comienzo.
En una nota que dieron Fósforo García y Franco Salvador el año pasado al blog amigo La música es del Aire, Franco había sugerido que querían hacer, luego de la catarsis musical que fue Nueva era viejas mañas (en que la banda se probó a sí misma nuevamente como trío después de muchos años), otro disco “más volado, más delirado y más psicodélico”.Juan Martín
Un año y medio después, y luego de un show en Vorterix en mayo de este año que dio unas cuantas pistas (algunas canciones muy distintas a lo que nos tiene acostumbrados la banda y unos covers de Sumo), finalmente llegó el resultado: El manto eléctrico, uno de los discos más interesantes -y quizás también más "pensados"- de la historia de la banda.
Este disco tiene diez temas que desafían el canon al que Pez nos tenía acostumbrados (riffs, solos), ya que lo volado, delirado y psicodélico viene por el lado de la repetición y ciertos coqueteos con el dub.
Además, hay un oscuro concepto en el disco, relacionado a la futilidad de la palabras y los problemas de comunicación, al misterio de la naturaleza y la frustración ante las consecuencias del ideal de “progreso” humano sobre el mundo. Todo esto postula al disco como una suerte de declaración de principios. La vuelta a la utilización del logo clásico de Pez en la tapa (de nuevo un gran dibujo de Gogogoch) da cuenta también, simbólicamente, de un intento de vuelta a las raíces que refuerza esta idea.
Pasando al tracklist, “Todo lo que ya fue” y “En un lenguaje extraño” muestran una cara de este cambio. En efecto, son canciones, pero son canciones "raras" para Pez, donde lo más destacado son los fraseos de Ariel Minimal, y lo que parece ser el intento de que sean temas muy cantados: el primero apunta al típico cabeza de departamento anodino contemporáneo y cómo no puede apagar “la máquina de sufrir” (este tema parece aludir a Gurdjieff, como las que aparecían muy claramente en “Hombre máquina..!” del mencionado Nueva era viejas mañas), mientras que la misteriosa “En un lenguaje extraño” –una anécdota sobre la aparición en un bosque de un ser (¿un extraterrestre?) que genera incertidumbre en todos los presentes –“los perros ladraban / y todos se inquietaban”) quizás sea la canción que mejor define lo que los Pez parecen haber querido hacer con este disco: descolocar, confundir.
Este es el disco de Pez que más deliberadamente parece armado para escuchar bajo la influencia de estados alterados. Algo de esto hay en “No te escucho bien”, en la que la letra menciona una transmisión desde una radio pirata que al final nos dejó “confundidos y algo extaños”: la analogía con lo que le está sucediendo al oyente al momento de la escucha es perfecta, y lo que logra la conjunción de letra y música ese momento del disco es decididamente brillante.
Otra cuestión anecdótica tiene que ver con algunas remisiones, homenajes o conexiones posibles con Pearl Jam, banda a la que se han referido explícitamente en otro álbum. Así, el comienzo del disco con “Cráneos”, de lo más pesado del disco (pero también de una forma rara: con más intenciones hipnóticas que destructivas) remite desde la base a “Brain of J.” de la banda de Seattle (tema que abre su disco Yield). El último tema, “Mi lista de deseos” alude desde su nombre a “Wishlist”, si bien el contenido es muy distinto: la de Pez es mucho más oscura y viajada (cabe destacar que la versión de estudio es mucho más contenida, como una “selección” de lo más saliente del final delirante y extendido que presenciamos los que fuimos al Festipez de febrero pasado en el Konex).
El disco parece armado como una colección de lados “A” y sus respectivos lados “B”, en el que los temas 1 a 5 serían los potenciales singles. Aquí destacamos especialmente -sin olvidar al track 4, "Retornan los restos", que también es muy Sumo y sorprende con un un riff que no estaría fuera de lugar en algún disco de los Redondos- el tema que da nombre al disco, una hermosa canción que bien podría ser de los Crazy Horse, Tom Petty o Wilco, y que suena como un mantra de luz cuyo contenido no podemos terminar de desentrañar: la poesía contenida en su letra parece una alegórica oda cósmica al sistema solar, la vía láctea o al universo ("corona su gracia una puesta de sol /una mezcla de madre y dragón”, “y no sabemos bien si nos puede devorar o amar sin reservas...”)...
La segunda parte tiene dos canciones que en un principio parecen menores (“Muerde la luz” y “Aire al fin”), pero que a su vez son un cable a tierra en medio tanto cuelgue: las escuchas repetidas las ubican en su lugar justo como dignas acompañantes de los grandes temas del álbum.
Hay otros dos temas a destacar especialmente: la mencionada “No te escucho bien”, donde el costado pop de Ariel Minimal aparece hasta que es sorprendido por una nube de cuelgue dub, en la que un puente lleva a lo que suena como un solo de melódica -¡!-, y luego a otra parte más cantada, y “Los viajes maestros”, oscura canción que parece un homenaje a Carlos Castaneda y su Las enseñanzas de Don Juan, en la que da la sensación que se describe un ritual de iniciación chamánica, destacándose sobre el final un in crescendo de la batería de Franco Salvador.
El final, con la mencionada “Mi lista de deseos” (el primer tema que conocimos del disco en una versión demo del año pasado) es acorde al disco. Ahí se destacan sobre todo los arreglos de percusión y una guitarra acústica que suena detrás, mientras Minimal pide, entre otras cosas, “que nadie tenga miedo”, y denuncia: “¡Pidiendo perdón no alcanza!”.
Párrafo aparte merecen las bases de Fósforo García. Si alguno tenía dudas sobre su versatilidad, ellas quedan despejadas del todo con este disco, en el que obran muchos de los bajos más interesantes grabados en la historia de la banda, demostrando el bajista una gran pericia rítmica y técnica.
Dada la cantidad de efectos locos que pueblan todo el disco, así como su onda general, no sería descabellado que el Festipez 2015 los encuentre convocando a bandas cultoras del flash, como Los Espíritus o Morbo y Mambo… seguramente muy pronto lo sabremos.
Cerramos con una anécdota: en el último show que dio la banda en Buenos Aires en invierno pasado, en un boliche de la zona de Plaza Italia, Minimal explicó que no sabía bien de qué iba la letra de “En un lenguaje extraño”, pero que le recordaba a la vez que habían tocado con otros músicos (entre ellos Hernán Espejo y Honduras) con el mítico Damo Suzuki de Can. Este disco es un poco eso: Pez hablándonos sobre sus inquietudes de siempre, pero en un lenguaje extraño. Bienvenida sea esta nueva encarnación de la banda.
El power trío siempre se ha destacado por mantener un poder sonoro sin fisuras y con una contundencia excepcional. Por ello que se ha ido ganando su público, el mismo que crece en cantidad con el paso de los años aunque la banda siga siendo under. Una muestra de su productividad es que el grupo ya lleva editados 15 álbumes en los que ha quedado en evidencia la evolución del grupo en sus 20 años de carrera.
Y me encantó la gráfica del disco.
Con El Manto Eléctrico, Pez dejó de lado el sonido pesado de sus últimos trabajos y retornó a composiciones más jazz-folk, pero repitiéndose en una constante que lo hace perder la vertiginosa sorpresa que acostumbró a mostrar el trío.Agustín Argento
Hasta El Sol detrás del Sol, Pez había venido surcando los diferentes estilos musicales para no ser encasillado. Tan sólo algunos cortes spineteanos y de La Máquina de Hacer Pájaros se podían percibir. Por supuesto que por la falta de internet durante los años noventa hacía que de estas similitudes sólo se percataran quienes se sumergían en las bateas del rock nacional.
De esos primeros álbumes, todos mostraban diferencias. Al vértigo de Cabeza y Quemado se le sumaba la velocidad de Pez yla sutileza compositiva de Frágilinvencible. O el jazzero Convivencia Sagrada, para llegar al concluido El Sol…. Hasta aquí, la pregunta era ¿Para dónde va Pez? ¿Cómo puede ser que no tenga más éxito (comercial) que el que tiene esta mega banda?
El grupo, como respuesta, sacó Folkore, un álbum que ya comenzaba a mostrar una dirección clara hacia la repetición en los rápidos cortes de batería y los largos lapsus de guitarra y salvado del letargo por los sonidos de Ernesto Romeo en la síntesis y un par de buenas canciones (“Maldición”, “Por Siempre”) que lo sacan a uno de la modorra.
El Manto Eléctrico viene a poner fin a un largo camino en el que el trío liderado por Ariel Minimal se inmiscuyó, erróneamente, dentro de la música pesada. Haciendo coversde Almafuerte en vivo, sólo demostraba que el heavy metal les salía mal. La versión de “Por que hoy nací”, de Manal, sonaba anacrónica. Y así, se llega al primer corte del disco: “Cráneos”. La única canción, junto a “Muerde la luz”, que sorprende.
El resto del álbum es como una remake de Convivencia Sagrada, pero sin la frescura que existió en 2001. Los músicos, por supuesto, suenan siempre afilados. Los efectos de guitarra, también, llevan a pensar que se trató de un disco trabajado. Sin embargo, extrañamente, Minimal perdió fuerza y expresión en la voz. El trabajo de las voces abusa demasiado de los coros y el delay. Por momentos, los temas más bien “volados” exigen soltura a la letra, mientras que en otros no se entiende lo que se canta por tanto efecto.
“Mi lista de deseos”, el tema que cierra El Manto… recuerda, por el inicio con un cencerro y por la repetición constante de una frase, a “Respeto”. Como si fuera una segunda parte de esa canción, en el track de Folklore se insiste con la palabra que le da nombre, mientras que en “Mi lista…”, Minimal canta hasta el hartazgo “pidiendo perdón no alcanza”.
El resto de las canciones van por el camino conocido. Estribillos que certeramente no llegan a estallar y solos de guitarra más bien armónicos que estridentes, que lo pierden a uno en los mil y un climas que Minimal deja salir. Franco Salvador y Fósforo García tocan como si estuvieran en una jam que conocen de memoria.
De Pez, por haber marcado un camino desde comienzo de los noventa, se espera algo más jugado. Si fuera cualquier otra banda, uno puede ser más condescendiente. ¿No se le bajó el precio al disco de Julian Casablancas o al de Thom Yorke justamente por el peso de sus nombres? El caso de este trío es similar. Tal vez suene injusto, pero también hay que tener en cuenta que la vara que ellos mismos pusieron hoy está muy alta.
Veinte años de historia y 16 discos, uno mejor que el otro. ¿Cuántos grupos en el rock actual pueden darse el lujo de exhibir semejante productividad? Sin dudas, la de Pez es una trayectoria pletórica de amor por el rock y la experimentación. Porque el grupo liderado por Ariel Minimal siempre se caracterizó por ser una rara avis que no tiene ningún temor al volantazo estilístico, pasando del punk al rock progresivo, o del stoner al folk, pero no por seguir alguna moda si no por ser fiel a un ideario musical en donde el traicionarse a sí mismo sería quedarse quieto…Emiliano Acevedo
Porque el anquilosamiento es algo a lo que Minimal y Cia nunca se van a resignar. Autogestión y trabajo, ese debería ser el lema de esta banda, cuya música excede cualquiera de las etiquetas que el periodismo de rock suele poner.
Por eso, ¿quién se animaría a describir el contenido de El Manto Eléctrico, su excelente álbum nuevo? Quizás por ese motivo toda esta nota sea en vano, ya que lo único que realmente importa es prestarle atención a la apasionante música y lírica de Pez, más allá del relato. Sin embargo, nobleza obliga, esta reseña se propone ordenar un par de conceptos que den cuenta de la calidad de esta obra. Aunque tan solo sea para despuntar el vicio…
En resumen, este nuevo álbum de Pez contiene un repertorio de diez canciones bellas y potentes que mantienen bien alto el listón en cuanto a calidad musical. Fue grabado y mezclado por Walter Chacón en Estudios Romaphonic, en agosto de 2014, y masterizado por Tom Baker. Un disco que desborda de buen gusto, con explosiones rockeras y momentos sutiles, con largos contrapuntos instrumentales llenos de imaginación y buen gusto. A esta altura, el power trio formado por Ariel Sanzo Minimal (voz, guitarra), Franco Salvador (batería y percusión) y Fósforo García (bajo) parece entenderse en forma telepática. Tres excelsos músicos, pero que están más allá del egotismo y exhibicionismo del rockero virtuoso. Será por eso que nunca improvisan al pedo: cada tema termina cuando tiene que terminar, ni un sonido más ni una nota menos. Dejar caer el amor justo y necesario en cada una de las canciones.
A veces el ritmo es más rápido (como en “Cráneos”, el intenso primer tema del disco), a veces más sutil (“En un lenguaje extraño”), o a veces más volado (“El manto eléctrico”); como queriendo escapar por siempre a los convencionalismos. Es que sería demasiado simplista intentar etiquetar la música de este disco como “stoner”, “progresiva”, “setentosa” o “psicodélica”. En sí, es todo eso y, a la vez, la negación de todo lo conocido. En el universo de Pez se pondera, ante todo, la búsqueda artística y su modo de trabajo. Además, el apasionamiento del trío por el sonido valvular hace que su música sea inimitable.
Como siempre, las letras de Minimal se destacan, avanzando con fuerza dentro de este mar abrumador de sonidos. Ya de movida nomás, en los primeros versos del tema de apertura, describiendo una realidad que se adivina desoladora: “Esto está lleno de cráneos y no creo que sea casualidad”; aunque se anime a hacerle frente y presagiar, entre tanta culpa y castigo, que “el tiempo nos dará la razón cuando ya no tengamos voz…”
Luego, en “Todo lo que ya fue”, queda claro que no hay que confundirse, en este mundo hiperconectado, porque mientras la realidad nos salpica de información "no se puede apagar la máquina de sufrir" Sin dudas, una letra lúcida en la que Pez busca sumergirnos para que salgamos, al fin, a respirar: "Nos dirigimos obstinados hacia un pozo profundo/ ese que fuimos llenando con todo lo que ya fue/ tengo que desconectar, cortar comunicación/lograr total aislamiento/no reconozco al enemigo agazapado/y por ende todo me da miedo/si sólo pudiera confiar y esperar lo por venir/tomar distancia de los pensamientos/y entregado a la corriente, ir flotando a la deriva..." Una aparente paranoia que surge y resurge en un tiempo que abruma y confunde. Una lucha desigual en la que quizás lo mejor sea estar en los márgenes.
Dentro de esa lucha también nos llegan los ecos del Vigilar y Castigar de Michel Foucault, que se pueden percibir en la letra de “Retornan los restos”, en donde se describe como los jueces y verdugos (“decididos a dar el sablazo”) controlan a diestra y siniestra el uso de la violencia decidiendo “quien se va”.
"Y no sabemos bien/si nos puede devorar o amar sin reservas", canta Ariel Minimal en la canción que da nombre al disco, para terminar preguntando: “¿Podrá ser así?”. Pero ya no hay más tiempo para preguntas vanas. Esto queda claro en otra canción-manifiesto, de intenso y atractivo ritmo, llamada “Muerde la luz”, cuya letra contiene una honda influencia de las teorias de Gurdjieff, en especial cuando estos buscadores de la verdad nos dicen: “ya no quiero dormir / debo hoy ponerme de pie y luego comenzar a andar”.
En el cuasi blues psicodélico-espacial (¿existe esto?) “No te escucho bien” vuelve la paranoia profética ante los avances de un mundo tecnológico, que (como si fuera una metáfora del desamor de una pareja) en vez de acercarnos, nos separa cada vez más: “No te escucho bien / pensaba que la lluvia podría mejorar la comunicación / pero perdimos contacto y ya ni sé de lo que me hablás.” Una desconexión que “nos dejó confundidos y algo extraños”.
En el canto “telúrico” de la hermosa “Los viajes maestros” se adivinan las historias de la civilizaciones ancestrales, esas que aprendieron a venerar a ese sol y al sonido del viento, que los hacía pensar en “los días, las noches, el misterio animal / si esto es para mí lo sabré aceptar.” Claro, eso era el pasado, pero ahora es muy distinto, por eso en “Mi lista de deseos”, el último tema del disco, Minimal reflexiona acerca de lo mal que los hombres modernos tratamos a la Madre Naturaleza: “la tierra nos da alimentos y nosotros le damos veneno... ¡pidiendo perdón no alcanza!” Casi una advertencia hecha canción, en donde, sin apelar a cursilerías baratas, Pez nos hace entender que, verdaderamente, así no hay futuro posible.
En resumen, otro disco de Pez prepotente, sutil y directo. Como casi toda su discografía. Esa, que al igual que este último álbum, se puede conseguir gratuitamente en formato digital en la propia página web de la banda (http://www.pezdebuenosaires.com.ar). Ya sea de esta forma, o adquiriendo las impecables ediciones artesanales en formato físico, ningún amante del rock de calidad debería perderse de disfrutar de la música de este grupo. ¡Están advertidos!
En mi opinión, este último disco no es lo mejor del grupo pero si me parece que mira hacia adelante. El cambio de sonido por uno más psicodélico sumó mucho y son esperanzadores si valoramos el constante cambio en Pez. Un disco de nueva psicodelia porteña.
1. Cráneos
2. Todo lo que ya fue
3. En un lenguaje extraño
4. Retornan los restos
5. El Manto eléctrico
6. Muerde la luz
7. No te escucho bien
8. Aire al fin
9. Los viajes maestros
10. Mi lista de deseos
- Ariel Sanzo / voz, guitarras y melódica
- Franco Salvador / batería y percusión
- Fósforo García / bajo
Invitados:
Pablo Puntoriero / percusión en 10
Mauro Taranto / delay master
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ResponderEliminarLo intenté bajar un par de veces y me tirar error al descomprimir. Alguien mas tuvo ese problema?? Gracias!!
ResponderEliminarYo mismo, pero no tuve tiempo de abrirlo en casa a ver si se soluciona. Mañana te digo
EliminarEste disco, y todos los demas grabados por Pez, los pueden descargar en forma gratuita del sitio oficial:
ResponderEliminarhttp://www.pezdebuenosaires.com.ar/audios.html
También hay material inédito extra.