Cuando se está en el juego de la música clásica tanto tiempo como yo, es fácil caer en la trampa de suponer que quedan pocas cosas por descubrir, sobre todo cuando se trata de compositores tan conocidos como Vivaldi. Lo normal es creer que lo hemos oído todo.
Y entonces, cuando sale algo a la luz, se nos cae el mundo encima. Descubrí esta pieza hace muy poco, mientras buscaba documentación sobre Vivaldi, y no exagero si digo que no puedo escucharla sin que me escuezan los ojos y me pique la nariz. Pero es verdad. Es una idiotez. Pero es una maravilla.
El manuscrito de la serenata de la que procede (una serenata era entonces una especie de ópera-cantata, con personajes debidamente disfrazados, destinada a celebrar un acontecimiento concreto) data de este día del año 1726. Hay una encendida polémica académica sobre si la obra entera es de Vivaldi o es más bien un pastiche de varios compositores. Lo que sí sabemos es que esta aria concreta es la única pieza de la propia mano de Vivaldi que queda en toda Venecia (glup).
Y qué pieza. La canta Perseo, que ha rescatado a Andrómeda de un monstruo marino y se ha enamorado de ella. Vivaldi combina la quejumbrosa voz de un hombre enamorado con la devastadora pureza del violín solo. El efecto es impresionante.
risplende in cielo brillar en el cielo
più bello e vago más hermoso y puro
se oscura nube si una oscura nube
giá l’offuscò. lo ha ocultado antes.
Clemency Burton-Hill
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