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Jethro Tull - The Broadsword and the Beast (1982)

Horacio Manrique nos trae al sucesor del discutido "A", lanzado dos años después de este, siendo el decimocuarto álbum de la banda alter ego del histriónico Ian Anderson. Y en esta nueva etapa de los Tull, paso a resumirles el disco con las palabras de uno de los comentarios que acompañan al posteo, y que resumen en pocas palabras un disco que tiene sus implicancias con la época (aunque con todos los disco pasa lo mismo, en algunos se nota más): "Es de 1982, por el amor de Dios, tiempos de Michael Jackson, Cyndi Lauper, los bichos raros del New Wave, New Romantic, etc. Seis o siete años después de la era dorada del Prog Rock. Sería difícil encontrar un LP más entretenido e inteligente en ese momento, especialmente entre los gigantes del Rock Progresivo (el reformado King Crimson fue una excepción). Me alegro de que hayan engañado al mundo para que escuche música folk con sintetizadores. Incluso si no son progresivos, son muy consistentes y entretenidos en este álbum, así que te sugiero que lo tomes y disfrutes sin mayores pretensiones". Lindo disco, yo diría que luego de "A" y sin salir de esa idea de modernización, superó las expectativas de muchos, y ahora es revivido en este gran aporte de Horacio. ¿Cuanto nos falta para completar la discografía de los Tull?

Artista: Jethro Tull
Álbum: The Broadsword and the Beast
Año: 1982
Género: Folk prog
Referencia: Progarchives
Nacionalidad: Inglaterra


La portada del disco, insparada por la saga de "El Señor de los Anillos", es obra del conocido artista Iain McCaig. Los adornos de alrededor en la portada son runas en las que están escritos los versos iniciales de The Broadsword: "Veo una vela oscura / en el horizonte, / bajo una nube negra / que esconde el sol./ Traedme mi espada / y entendimiento claro. / Traedme mi cruz de oro / como talismán."
"Cheerio" es el tema final de la grabación original y a partir de ese momento fue tocado como despedida en sus actuaciones en vivo.

La década de los ochenta atopelló a Jethro Tull y dejó muchos cadáveres sonoros en su camino. Desde que Ian Anderson decidiera abandonar el folk-rock que tan feliz le hizo en los setenta, reformar la banda e introducirse en la modernidad de la nueva década, la irregularidad se apoderó de sus grabaciones en solitario y bajo el nombre de «los Tull». Sin embargo, de aquellos extraños trabajos rescatamos hoy el que puede que sea su último gran disco para ponerlo en valor.
De este álbum se ha dicho de todo. Anderson había abandonado su esencia y navegaba en terreno desconocido patinando sin parar. Que vivía más para sus negocios que para la música. Les atacaron por previsibles, por simplones, por dejar de lado las composiciones complejas. Y mucho odio de fans acérrimos a los sintetizadores y al poco protagonismo de la flauta. En cierto modo, la mayoría de las críticas atacaban al disco porque parecía abandonar los temas melódicos y armónicos que les hicieron famosos y buscaba un nuevo público, una modernez que no se entendía. Que no hay buenas canciones. Que parecen Moody Blues o Jean Michel Jarre. En definitiva, un disco olvidable.
Pero, ¿qué rebuscamos en la basura de este The Broadsword and the beast?
El propio Anderson aún hoy está satisfecho con él y un músico tan poco sospechoso de tener mal gusto como Steve Hackett (Genesis) adora The broadsword and the beast. Decimocuarto trabajo de estudio, cuenta con Ian Anderson en la voz principal, las guitarras acústicas y la flauta, el imprescindible y poco valorado Martin Barre a las guitarras, el bajista David Pegg (Fairport Convention) y los nuevos Peter-John Vettese al piano y los sintetizadores y Gerry Conway (Cat Stevens) a la batería. Las composiciones corren todas a cargo de Anderson, cuya creatividad explotó aquellos meses; quizá no haber editado un álbum el año anterior (como era costumbre) propició que grabaran dieciocho canciones en aquellas sesiones, de las que diez formaron parte de la edición original y las ocho restantes completaron la reedición del 2005. Anderson vivía por entonces en la isla escocesa de Skye (donde tenía una piscifactoría); a aquellas tierras llegaron los vikingos en numerosas ocasiones y las historias que allí narraban, así como lugares históricos (el fuerte de Dun Rigill), le inspiraron buena parte de estas historias. Anderson habla de sus inquietudes sociales y personales con esa clave épica reflejada en buena parte de las canciones, con el trasfondo de la decadencia del mundo occidental que él veía a su alrededor y cierto toque ecologista. El álbum se dividió en dos partes: la primera «Beastie» más personal, alrededor de los demonios internos y cómo lidiamos con la soledad y el miedo, por ejemplo; la segunda, «Broadsword», más enganchada a esa epicidad vikinga.
La presencia de los sintetizadores y las programaciones en la mayoría de los casos está bien encajada y solo toma protagonismo en momentos puntuales; la batería suena contundente, el bajo suena dinámico y las guitarras destacan sobremanera en muchas partes. Así, la mezcla del sonido folk-rock de antaño y los elementos tecnológicos más «modernos» encajan a la perfección, en especial cómo empastan los sintetizadores con las acústicas y la flauta o el modo en que la presencia de la guitarra eléctrica deslumbra. Las canciones contiene melodías muy pegadizas y bien elaboradas, algo alejadas del prog y más cercanas al pop-rock en ocasiones, sencillas, accesibles, pero no por ello carentes de buenos arreglos y cambios de ritmo y tono. Anderson, además, está a un gran nivel como cantante, sonando muy versátil.
Y, sobre todo, escuchamos soberbias canciones. Beastie tiene una entrada magnífica, con la voz sobre el sintetizador, una guitarra con buena presencia en el estribillo y un buen solo y unos coros poderosos. Dentro del Universo Anderson, casi suena a heavy metal de principios de los ochenta. La letra habla de esa bestia interna que nos acecha, que no podemos ocultar: «you can pop those pills and visit some psychiatrist who’ll say/there is nothing I can do for you, wverywhere’s a danger zone/I’d love to help get rid of it but i’ve got one of my own». En Clasp se mezcla lo clásico y lo moderno de la banda; suena una excelente flauta sobre una base de sintetizadores, la voz está muy trabajada en el estudio con efectos electrónicos en una melodía que podría haber salido de Aqualung; en la primera escucha, extraña, pero se ha convertido en uno de mis momentos favoritos: «lets break the journey now on some lovely road». Fallen on hard times es otra excelente, con un rollo más roquero y un ritmo pegadizo, con buena pegada de la batería. El piano de Flying colours y la melódica línea vocal abren un corte que se retuerce en una rítmica composición basada en la guitarra de Barre que viene y va en armonía con Anderson. Los arreglos de teclados en el puente y el estribillo le da un aroma a rock-pop muy de época, otro de los momentos cumbre del álbum. Broadsword, quizá la mejor del disco y de lo mejorcito de Jethro Tull después de sus años de gloria, tiene un rollo oscuro, acechante, con un crescendo hasta el solo tremendo de guitarra, donde la tensión y los arreglos se intercalan alrededor de la historia. El folk de Pussy willow, una de las fundamentales del disco, con un ritmo marcado, buen arreglo vocal y un agradable guitarreo jugando con la tensión lento-rápido; fundamental la pegada de batería en la fluidez del tema. El cierre con Cheerio, una despedida sencilla y emotiva donde los teclados suenan casi como gaitas: «I’ll pour a cup to you my darling/raise it up, say cheerio».
La parte gráfica merece un comentario aparte. Excelente en su diseño y en su concepto. El artista Iain McCaig escogió trasladar el mensaje de la canción Broadsword y su épica (casi) vikinga. De ahí la portada con la espada y Anderson en plan desafiante y socarrón y la contraportada con el barco rugiendo en las olas nocturnas. El detalle de usar las velas para los créditos y el marco figurando un cuadro del que se escapan las imágenes protagonistas tiene una fuerza increíble. En el marco se observan las cabezas de los músicos y las primeras líneas de Broadsword trasladadas a un alfabeto de runas. McCaig trabajó para Lucasfilm y le debemos diseños míticos en el mundo de Star Wars, como los personajes de Darth Maul o Padmé Amidala. Cuidado hasta el exceso, con esa caligrafía elaborada en el interior y la «galleta» del vinilo.
Suficiente basura para que te pongas a escuchar como se merece este The Broadsword and the beast. Y si ya lo amabas antes, para recrearte una vez más.

Rockología




Y como no podía ser de otra manera, no nos quedamos solo con una opinión, aquí tenemos más...

Confieso que este álbum entró antes por mis ojos que por mis oídos. Al ver esa portada fue como si algo hiciera “clik” en mi cerebro: Rock y Tolkien unidos… ¡¿Podía haber algo mejor?! Tras esa increíble portada, estaba seguro, tenía que haber algo grande.
La portada es del reconocido artista Iain McCaig, fanático de Jethro Tull desde hace mucho tiempo. El arte se hizo después de una charla con Ian Anderson y trató de capturar el concepto de la música. McCaig ha declarado que intencionalmente dibujó «easter eggs» ocultos en la carátula del álbum.
Los símbolos rúnicos alrededor del borde de la portada son del sistema de runas Cirth y son la letra de apertura de “Broadsword”: “Veo una vela oscura en el horizonte, puesta bajo una nube negra que esconde el sol. Tráeme mi espada y mi claro entendimiento. Tráeme mi cruz de oro como talismán”.
El álbum se iba a llamar “Beastie”, respondiendo a la primera pista de la cara uno. Pero durante la producción, la banda deliberó sobre la preferencia entre “Beastie” y “Broadsword”, la primera pista en la cara dos. Al final decidieron (como en Aqualung) darle a cada lado su propio título y por lo tanto su propia identidad, y esta vez combinar ambos en el título del álbum. Como la obra de arte también pone mucho más énfasis en “Broadsword”, muchos fanáticos también se refieren a él como el álbum “Broadsword”.
“Beastie” abre la obra con un sonido bastante Hard Rock con riffs de guitarra pesados y líneas de bajo fuertes. Los sintetizadores aparecen en gran medida en la introducción y brindan un ambiente de pesadilla desde las dimensiones externas. Se trata de una canción dedicada a los miedos que todos tenemos, esos que nacen y crecen cuando somos unos niños (el hombre del saco, la oscuridad, Drácula, el armario, el coco…), y se quedan ahí para siempre: es la Bestia que nos atemoriza durante toda la vida, y así lo dice Ian, hay una bestia encima de mi hombro y la califica como los cien nombres del terror.
“Clasp” unos sonidos muy electrónicos nos introducen a este tema que, según comentó el propio Anderson en 1982, “trata acerca de aquellas personas a las cuales les resulta muy penoso el contacto físico con otra gente. La palabra “clasp” se usa en el sentido de dar la mano y la canción explora algunas de las ideas y actitudes que hay tras ese gesto…”. Aquí podemos hablar de auténtico sonido Tull, pues la flauta de Anderson está presente, aunque su voz fuera procesada mediante algún aparato electrónico en algunos pasajes. En cualquier caso, la voz de Anderson en este tema es magnífica, y la melodía es auténtico Jethro Tull. La canción termina como empezó.
“Fallen On Hard Times” armonías vocales valientes, diapositivas de guitarra ingeniosas y acentos de sintetizador adecuados. En este punto, todos nos damos cuenta de que tocar con Peter Vettese funciona muy bien SI le dejas gobernar el fondo, en lugar de dominar todos los registros. Según palabras de Ian, la canción trata de la desilusión que la mayoría de la gente siente hacia sus líderes políticos en un momento u otro. Y podemos añadir que, los primeros ochenta, eran una época convulsa y con una gran crisis mundial, que precisamente no alentaba los ánimos de la gente. Incluso se menciona a la primera ministra (Thatcher) y al señor presidente (Reagan): los dos líderes mundiales más importantes del momento.
“Flying Colours” triste canción que nos habla de los enfrentamientos de una pareja en público. Comienza con una bella melodía de piano y una atormentada y conmovedora voz de Anderson, y deriva en un movido tema, muy guitarrero y soportado por un ritmo bastante potente.
Al parecer lo de colores voladores (Flying Colors) es una referencia a las banderas que usa la Armada británica para comunicarse y organizar una batalla de banderas de barcos llamada, precisamente, “colores”.
“Slow Marching Band” una de las mejores canciones del álbum. Es una balada muy celta que hubiera sido perfecta en algo como “Stormwatch”. De hecho, se parece mucho a «Elegy»; muy triste y silencioso, primero acústico y luego eléctrico.
“Broadsword” la cara “b” de esta obra comienza también con un ominoso colchón de teclados y percusión electrónica. Y el tema avanza sobre un ritmo taladrante, en el que los teclados y la guitarra son protagonistas junto con la voz de Anderson. El tema parece estar inspirado por un motivo histórico: la invasión de las Islas Británicas por los pueblos del Norte. Es un tema bastante Hard Rock, con toques épicos y me encanta cómo empieza: “I see a dark sail on the horizon set under a black cloud that hides the sun”. Una temática casi de una canción de Power Metal. La voz de Anderson en esta ocasión es como la del jefe de una tribu antigua, preocupado y cansado, pero dispuesto a presentar batalla.
“Pussy Willow” es otra de mis canciones favoritas del álbum. Es otro número triste y tranquilo, y de hecho creo que todo funciona absolutamente. Ni siquiera me importan los extraños efectos de risa cuando se cierra la canción. Es magnífico el momento en que la chica coge el tren y la canción adopta el ritmo de la locomotora. Durante el tiempo del viaje sigue fantaseando con su caballero blanco que la despose y la lleve a los barrios altos, pero al final su trabajo de oficina la devolverá a la triste realidad. Fantástico tema, aunque sea un poco trágico.
“Watching Me, Watching You” donde los sintetizadores funcionan al unísono con las voces para imitar el ruido de un tren en marcha, probablemente odiado por la mayoría de los fanáticos en ese momento, pero interesante a su manera peculiar (nunca he estado en contra de la experimentación, siempre que tenga una aplicación razonable). Posiblemente el tema que menos me gusta de este disco.
“Seal Driver” en este punto, el oyente sabe qué esperar: otra mezcla de tempo medio, Rock Pesado y exquisitos sintetizadores en pequeñas dosis. El solo de guitarra a las 2:20 es el momento de Barre más fuerte del álbum. Según comentó el propio Anderson la letra de esta canción es deliberadamente ambigua, una de sus bromas ácidas, que podría tratar de una barca o de una chica, pero como ambas son femeninas, son una buena analogía.
“Cheerio” un cierre que te deja anhelando el frío invierno o el zarpar de velas. O ambos. De todos modos, es una melodía dulce y delicada, muy parecida a «Grace» en 1975. Ojalá fuera más larga.
En conclusión, incluso si este álbum puede no estar al mismo nivel de las obras maestras de los años setenta de la banda, es un esfuerzo más que valioso.
Es de 1982, por el amor de Dios, tiempos de Michael Jackson, Cyndi Lauper, los bichos raros del New Wave, New Romantic, etc. Seis o siete años después de la era dorada del Prog Rock. Sería difícil encontrar un LP más entretenido e inteligente en ese momento, especialmente entre los gigantes del Rock Progresivo (el reformado King Crimson fue una excepción). Me alegro de que hayan engañado al mundo para que escuche música folk con sintetizadores. Incluso si no son progresivos, son muy consistentes y entretenidos en este álbum, así que te sugiero que lo tomes y disfrutes sin mayores pretensiones.

Francisco Chiu




Lista de Temas:
- Beastie (LP side 1)
1. Beastie (3:58)
2. Clasp (4:18)
3. Fallen On Hard Times (3:13)
4. Flying Colours (4:40)
5. Slow Marching Band (3:40)
- Boadsword (LP side 2)
6. Broadsword (5:03)
7. Pussy Willow (3:56)
8. Watching Me Watching You (3:41)
9. Seal Driver (5:10)
10. Cheerio (1:10)
Bonus Tracks on 2005 Chrysalis remaster:
11. Jack Frost And The Hooded Crow (3:22)
12. Jack-A-Lynn (4:40)
13. Mayhem, Maybe (3:06)
14. Too Many Too (3:28)
15. Overhang (4:29)
16. Rhythm In Gold (3:08)
17. I'm Your Gun (3:19)
18. Down At The End Of Your Road (3:31)

Alineación:
- Ian Anderson / vocals, flute, acoustic guitar, Fairlight CMI ?
- Martin Barre / electric & acoustic guitars
- Peter-John Vettese / piano, synthesizer (1,13,16), vocals
- David Pegg / bass, mandolins, vocals
- Gerry Conway / drums, percussion



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"La desobediencia civil es el derecho imprescriptible de todo ciudadano. No puede renunciar a ella sin dejar de ser un hombre".

Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.