Escalofriante informe de la Sociedad Argentina de Pediatría sobre agrotóxicos (SAP) que saldó una cuenta pendiente con las comunidades expuestas al modelo agropecuario intensivo dominante al publicar la guía Efecto de los Agrotóxicos en la Salud Infantil, con el objetivo de concientizar a los trabajadores de la salud infantil y proveer información a la comunidad médica para abordar las enfermedades asociadas a los 520 millones de litros de herbicidas, insecticidas y fungicidas que se utilizan en el país por año, según datos privados. Las palabras recorren el texto: cáncer, disrupción endócrina, enfermedades neurodegenerativas, trastorno del neurodesarrollo infantil, malformaciones congénitas, tumores cerebrales, disfunciones del sistema nervioso central, autismo, trastornos de conducta, leucemia, hipotiroidismo, asma bronquial, trastornos reproductivos. El documento busca comenzar a revertir una deuda del Estado con la salud pública: la falta de estadísticas e informes epidemiológicos, que permitan cuantificar la dimensión del problema; y también un reconocimiento a la lucha de los vecinos de los pueblos fumigados que motorizaron medidas de resguardo en todo el país.
Cada año más de tres millones de niños menores de cinco años mueren en el mundo –especialmente en zonas subdesarrolladas- por causas y afecciones relacionadas con el ambiente. El dato es de la Organización Mundial de la Salud y es también uno de los múltiples indicadores que incluye el flamante y escalofriante informe de la Sociedad Argentina de Pediatría sobre los efectos de los agrotóxicos en la salud infantil. El informe, de 171 páginas y elaborado por el Comité de Salud Ambiental de la entidad, destaca también que en la Argentina se utilizan al menos 107 plaguicidas que están prohibidos en otros países. En este tema puntual, se subraya que en los últimos 20 años se pasó de 3 a 12 litros por hectárea y de 100 a 520 millones de litros en todo el país.
El dato central, que pone en foco el drama que abarca a toda la población, grandes y chicxs, es que cada habitante de la Argentina está expuestx a más de 11 litros de agrotóxicos por año. Sin embargo el dato es aún más aterrador en zonas donde se fumiga con estos elementos, la cifra puede superar los 100 litros al año de exposición.
“Los niños presentan una vulnerabilidad particular a las exposiciones ambientales a plaguicidas, en relación a su mayor superficie corporal, mayor exposición y tasa de absorción por todas las vías, la presencia de succión no nutritiva y por vía de lactancia materna. Lo cual, sumado a lo restringido de su dieta, hace que en los primeros cinco años, acumulará el 50% de la exposición a plaguicidas, que recibirá en toda su vida”, señala la investigación.
Un ejemplo puntual: en la localidad cordobesa de Monte Maíz cada habitante está expuesto a 121 litros de agrotóxicos al año. De esos 121 litros, 80 son de glifosato. De más está decir que la exposición no solo incluye el suelo sino también el agua, el aire y la lluvia en esas zonas atacadas por la voracidad comercial.
Ejemplo contundente: la investigación en Monte Maíz, coordinada por el pediatra Medardo Ávila Vázquez, indica que la población de esa localidad «tienecinco veces más casos de cáncer que los estimados en la OMS, un 25% más de problemas respiratorios tipo asma y casi cinco veces más de abortos espontáneos». «La población también registra el doble de casos de diabetes tipo II y de hipotiroidismo que las estadísticas medias y casi tres veces más frecuencia de colagenopatías (enfermedades inflamatorias del tipo autoinmunes)», especifica el estudio con datos de 2014.
Según el texto, el drama de los agrotóxicos es «un problema de salud pública que en la Argentina adquiere una dimensión muy grande, y que no está siendo resuelto de una manera adecuada”.
¿Las enfermedades que causan estos químicos asesinos? Cáncer, enfermedades neurodegenerativas, trastornos en el desarrollo de niñes, malformaciones congénitas, tumores cerebrales, disfunciones en el sistema nervioso, autismo, trastornos neurológicos (alzheimer, parkinson, entre otros), leucemia, hipotiroidismo, asma y afectaciones en el sistema reproductivo. Este drama social se enmarca en el uso de los llamados «disruptores endócrinos«, que son químicos capaces de mimetizar nuestras hormonas y alterar el correcto funcionamiento del cuerpo.
“Las neuronas del cerebro de un infante son destruidas por pesticidas, si el desarrollo reproductivo es desviado por disruptores endocrinos, o si el desarrollo del sistema inmune es alterado, la disfunción resultante puede ser permanente e irreversible”, asevera el trabajo de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Asimismo, queda en evidencia que un ámbito en el que se producen exposiciones agudas a los agrotóxicos es el del trabajo infantil (o explotación infantil, para hablar sin eufemismos), sobre todo en zonas rurales, donde los menores de edad deben acompañar a sus padres en tareas de almacenamiento, transporte o aplicación de los productos, y también quedan expuestos a la reutilización de los envases vacíos de plaguicidas.
Además de puntualizar los múltiples efectos del uso de agrotóxicos y plaguicidas de alta peligrosidad para la salud humana, el informe de la Sociedad Argentina de Pediatría enumera algunas posibles soluciones o, al menos, sugerencias para frenar un holocausto en cuentagotas como el que se produce de forma creciente y silenciosa en el país.
Entre otros ítems el estudio sugiere la confección de registros médicos ambientales, diagnósticos ambientales para sumar a las historias clínicas de los pacientes. Sobre ese punto se especifica que, según datos de la OMS, «más del 40% de la carga mundial de morbilidad infantil se atribuye a factores de riesgo ambiental y afectan a niños menores de cinco años que representan alrededor del 10% de la población mundial».
*La coordinación del informe estuvo a cargo de María Gracia Caletti, pediatra nefróloga, vocal de la SAP y asesora del Hospital Garrahan. Completaron el equipo que preparó el trabajo la Dra. Florencia Arancibia (Socióloga, Investigadora del Conicet en la Universidad de San Martin), el Dr. Medardo Ávila Vázquez (médico pediatra y neonatólogo, docente Facultad de Ciencias Médicas de UNC. coordinador de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados), Dr. Ignacio Bocles (médico, docente de la Cátedra de Embriología de la Facultad de Medicina de la UBA), Dr. Pablo Cafiero (pediatra del Desarrollo, jefe de Clínica del Servicio de Clínicas Interdisciplinarias, Hospital Garrahan), Ing. Javier Souza Casadinho (ingeniero agrónomo, magister en Metodología de la Investigación, experto en plaguicidas y agroecología, UBA), Dr. Martin Dahuc (médico, miembro del Instituto de Salud Socio ambiental de la Universidad de Rosario), Dra. Marisa Gaioli (pediatra, especialista en Salud Ambiental, Hospital Garrahan. Secretaria del Comité de Salud Ambiental de la Sociedad Argentina de Pediatría), Dra. Marta Maria Méndez (médica Toxicóloga, Servicio de Toxicología del Hospital Posadas), Dr. Damián Markov (pediatra, miembro del Comité de Salud Ambiental de la SAP), Dr. Alejandro Vallini (pediatra, miembro del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad de Rosario), Dr. Damián Verzenassi (médico especialista en Medicina Legal. Director del Instituto de Salud Socio Ambiental de la Universidad de Rosario. Director de la Carrera de Medicina de Universidad Nacional del Chaco Austral).
María Gracia Caletti
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