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Spotify está matando al amor por la música: aficionados

ilustración de Simon Abranowicz robada de Wired
(https://www.wired.com/story/streaming-too-big/)
Ted Gioia, nuestro historiador de la música favorito, difundió en su Twitter hace unos días esta nota de The Guardian del pasado 27 de septiembre. Nos parece relevante y por eso la hemos puesto en castilla, para que la lea la comunidad cabezona que es, como se reseña en el texto, una fuente humana de aproximación a la música, es decir, no mediada por algoritmo ni bot alguno, y que además es donde nos recomendamos música que sabemos que vamos a disfrutar (y que probablemente no esté disponible en los servicios de streaming que se usan hoy y que están destruyendo el gusto por la música).



La peridosta de The Guardian, Liz Pelly publicó esta interesante nota (https://www.theguardian.com/music/2022/sep/27/theres-endless-choice-but-youre-not-listening-fans-quitting-spotify-to-save-their-love-of-music) Titulada "Opciones infinitas pero no estás escuchando. los aficionados abandonan Spotify para salvar su amor por la música", en la que reproduce testimonios de ex suscriptores de servicios de streaming que explican por qué han optado por el mp3, el CD y otros formatos personales de música. Aquí en el blog cabeza lo sabemos, por eso blogueamos, pero vamos a ayudar a los incautos a reconocer que el sentido de oír música no está en la listas de reproducción que cura un robot en función de las políticas de ganancia de industrias que nada tienen que ver con el arte (y que se enriquecen a costa de empobrecer músicos).

A continuación, el artículo de Liz Pelly traducido al español por su servilleta Callenep:

Meg Lethem estaba en su trabajo, en una panadería de Boston, cuando tuvo una epifanía. Lista para seleccionar el soundtrack del día, abrió Spotify y buscó y buscó algo que poner. Nada parecía ser perfecto. Buscó un poco más entre innumerables listas de reproducción. Un incómodo pero familiar círculo vicioso la llevó a darse cuenta de que no estaba a gusto con la forma en que la música estaba siendo utilizada en su vida. “Ese es el problema”, dice, “usar la música en lugar de dejar que sea una experiencia en sí misma… ¿Qué música voy a usar para definir el carácter del día? ¿Qué voy a usar para disfrutar mi caminata? De repente no me gustaba lo que eso significaba”.

Al parecer lo que el entorno streaming había creado no era solo una escucha pasiva, sino una aproximación utilitarista a la música. “Decidí que no quería usar la música como herramienta para crear una experiencia en lugar de entenderla como una experiencia en sí misma”, reflexiona. Así que cortó su servicio de Spotify, luego también el de Apple Music, para centrarse en volver su escucha más “hogareña” y menos una experiencia de fondo.

Este tipo de posiciones se ha vuelto más común durante los últimos años, entre melómanos dedicados que se debaten ante la antiética economía de las compañías de streaming y que sienten los efectos que modelos de negocios obsesionados con la “fidelización” y la creación de hábitos tienen sobre sus propios hábitos de escucha y descubrimiento. En el proceso, buscan alternativas.

“Con el streaming, las cosas estaban empezando a volverse desechables”, dice Finlay Shakespeare, un músico e ingeniero de sonido de Bristol que borró recientemente sus cuentas de streaming y compró un iPod usado en eBay por 40 libras. Dice que con el streaming, “Si no me enganchaba con un disco o un artista a la primera, tendía a no volver de nuevo a él”. Pero se dio cuenta de que el gusto por muchos de sus discos favoritos de siempre había ido creciendo con el tiempo. “El streaming estaba contribuyendo efectivamente en el descarte de nueva música”. Ahora, incluso con descargas digitales, está más dispuesto a darle a la música más tiempo y atención.

Jared Samuel Elioseff, un multiinstrumentista que graba como Invisible Familiars y tiene un estudio en Cambridge, Nueva York, también siente que el entorno de streaming estaba obstaculizando su curiosidad musical: “Llevo dos años sin Spotify. Mis experiencias musicales definitivamente se sienten más dedicadas y centradas. Y no es tan conveniente; debo asumir a mi pesar que escucho menos música. Pero en Spotify no estaba en realidad escuchando, checaba los primeros quince segundos y le daba ‘saltar’. Ahora me tengo que esforzar y eso me gusta. Puedo usar internet como herramienta de búsqueda, pero ya no lo uso para escuchar; ahora debo realmente investigar.

“El streaming hace que la experiencia de escuchar sea mucho más pasiva”, continúa. “La palabra ‘streaming’ es una de esas que se van asimilando en el vocabulario de todo el mundo. Antes de que existieran los ‘streams’ [flujos] de música, ¿qué otra cosa hacía eso? Esta idea de que sólo tienes que abrir una llave y sale la música es algo que lleva a que lo des por sentado”.

La conversación acerca del impacto del mercado digital en la formación de la escucha se ha enfocado desde hace tiempo en el desmantelamiento del álbum. Para algunos, sin embargo, esto se ha sentido claramente ligado al streaming. Nick Krawczeniuk, melómano e ingeniero de sistemas que recientemente abandonó el streaming, siente que sus hábitos de escucha estaban siendo afectados por Spotify, particularmente por su lista de reproducción basada en “temas marcados como me gusta”: “De repente me encontré eligiendo más y más canciones únicas de un artista, mientras que antes me hubiese inclinado por guardar el álbum completo”.

Y Milesisbae, un rapero de 23 años de Richmond, Virginia que canceló todas sus suscripciones de streaming al conocer la reducidísima compensación que los músicos reciben, señala algo similar: “Escucharé una canción cien veces seguidas, pero no le daré oportunidad al resto del disco. Antes de usar servicios de streaming, hubiera escuchado el asunto completo”.

Miles dice que ve cada vez a más artistas vendiendo discos o descargas en los conciertos. De hecho, para alguien que ha cerrado sus cuentas de Spotify y Apple Music, dejar el streaming ha significado un gran proceso de reimaginación de su relación con los mp3. Para Shakespeare, las descargas son ahora su principal modo de consumo: ha remplazado el disco duro de su iPod con un puerto para microtarjeta SD con el fin de aumentar su capacidad de almacenamiento, y la ha llenado con compras en Bandcamp y CDs ripeados.

Krawczeniuk pudo dejar Spotify luego de ocho años, en parte inspirado por el hecho de que podría usar software de código abierto, un servidor casero y una VPN (red virtual privada) en su teléfono para construirse algo similar. Hoy usa un proyecto llamado Navidrome para crear una biblioteca en streaming autoalojada a la que puede acceder desde cualquier parte a través de diversos dispositivos. “Es una cajita sobre mi escritorio, conectada al módem”, explica. El servidor contiene toda su música, incluyendo compras en Bandcamp y CDs ripeados: “Es una biblioteca musical sencilla”. Se ve a sí mismo alejándose del Gran Streaming al tiempo que se conecta con un movimiento de mayor alcance centrado en proyectos de “tecnología pequeña” y servicios de código abierto que, además, no son intensivos en el uso de recursos y energía.

Casi todas las personas entrevistadas para este artículo señalaron la necesidad de un cambio sistémico en la industria musical, desde replantear cómo pagan las regalías los servicios de streaming, hasta la expansión del financiamiento público para artistas. Como sea, dejar el streaming conduce a una experiencia diaria con la música mucho más significativa.

Jeff Tobias, músico y compositor, se desconectó finalmente de Spotify a principios de 2022, cuando la empresa ocupaba las primeras planas por su acuerdo con el podcaster Joe Rogan. Su versión de una escucha fuera del streaming no es nada complicada: discos, cassettes, Bandcamp, Mixcloud. Si se trata de descubrir algo nuevo, las recomendaciones vienen de los amigos, del editorial de Bandcamp y de cosas que se encuentra en su trabajo, la tienda de discos del barrio. “Es casi una relación preinternet con la música”, dice, “de algún modo me pregunto cómo sonará un álbum, hasta que me pongo a buscarlo de verdad”.

“Me gusta la música porque es una práctica artística comunitaria”, añade, “y cualquier cosa que pueda hacer que me permita escuchar música de modo que me conecte, ya sea con los artistas o con mis amigos, con eso es que quiero involucrarme. Spotify y el streaming en general simplemente no tienen conexión alguna con esa relación”.

Wendy Eisenberg, maestra y música que recientemente borró su cuenta de Napster Music (antes Rhapsody), lo pone así: “Algo que he notado desde que me salí es que la música suena mejor para mí porque me he puesto a trabajar para localizarla en un disco duro o descargarla del Bandcamp de un amigo o algo así. Y cada vez que la escucho, aunque sea sólo de camino al trabajo, puedo oír la irreverencia espiritual de mi elección. Así, no se siente como si estuvieras recibiendo la música desde un distante fabricante del gusto. Al contrario, parece que tengo una relación ritual con la música, como la percibo en tanto música practicante”.

“Dar el paso extra de cargarla en mi teléfono, el paso extra de dar vuelta a la cinta o de meter el CD en el auto, se siente como algo que yo hago, no como algo que recibo”, prosigue. “Y ese sentido de agencia me convierte en una escucha más dedicada e involucrada que en el tipo de escucha pasiva, escucha que no es escucha, a la que me tenía obligada el streaming”.

Lethem informa algo similar: ahora oye principalmente discos, descargas de Bandcamp y un poco de radio que pone en la cocina. “Las opciones son muy limitadas. Pero en realidad es liberador. [Con el streaming] hay accesibilidad infinita, pero en realidad no estás escuchando nada. Al menos eso empezó a parecerme a mí. Estoy experimentando tanta música, pero ¿realmente la estoy escuchando?”


Bandcamp

La tienda de música en línea Bandcamp es clave para los ingresos de muchos artistas pues toma una comisión mínima por las ventas en comparación con los servicios de streamig. Para melómanos y aficionados el blog Bandcamp Daily es un cofre del tesoro lleno de gemas y curiosidades independientes. Siempre puedes encontrar uno o dos nuevos favoritos al explorar los perfiles de los usuarios o mediante la función “Discover”.


El algoritmo humano

Para descubrir música nueva a veces basta con un mensaje en tu grupo de chat favorito: “¿Qué han estado escuchando últimamente?”. Incluso si a tus amigos les gusta exactamente lo mismo que a ti, siempre hay alguna variación y son esas pequeñas diferencias las que te mostrarán ese tema que un algoritmo jamás te daría.


La tienda de discos del barrio

Pocas formas de encontrar nueva música son mejores que simplemente visitar la tienda de discos del barrio, decirle al personal qué te gusta y pedir una recomendación. Y si eres tímido no te preocupes: muchas tiendas anuncian por escrito las selecciones de su personal para que puedas explorar.


Radio en línea

Es fácil sentirse paralizado por los repetitivos ciclos de los servicios de streaming. Estaciones de radio en línea como NTS, Worldwide FM, The Lot y Hope St Radio tienen programas realmente estupendos, orientados a nichos específicos y bien curados. Las más activas, como NTS tienen canales diversos y archivos grandes. Versiones más modernas, más del estilo “hazlo tú mismo”, pueden tener transmisiones parchadas, de baja fidelidad sin listas de temas. Como sea, son una buena manera de escuchar algo que nunca antes habías oído.


Entrevistas con artistas

Las mejores recomendaciones frecuentemente vienen de los propios músicos y aunque no puedas llamarles para preguntar, las entrevistas son la siguiente mejor estrategia. Un perfil de Björk, por ejemplo, puede llevarte a los salvajes tecnoexperimentadores Sideproject, mientras una conversación en un podcast entre Charli XCX y Rina Sawayama te acercará al descubrimiento de tu siguiente diva favorita.


El algoritmo de YouTube

Si el algoritmo de Spotify está diseñado y recortado hasta el cansancio, el de YouTube resulta de lo más suelto. Casi nunca sabes qué vendrá después cuando estás escuchando música en YouTube (el canal de streaming preferido de mucha gente, especialmente entre los miembros de la generación Z). A veces puede ser otra canción del mismo artista, otras veces algo totalmente inesperado, como la ejecución de 1994 de Fade Into You que apareció ubicua durante un año en los algoritmos de muchas personas. Como sea, es un viaje.

Hasta aquí el artículo de The Guardian, al que solo le faltó incorporar como una de las mejores fuentes de recomendación musical, este blog con cabeza.




Comentarios

  1. Muy buena nota Callenep!!! Gracias por compartirla. Una excelente forma de experimentar lo que Fripp llama "escucha activa" hablando de la música de King Crimson. Buenísimo, gracias!

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  2. Muchas gracis, excelente nota. Yo debo ser de los pocos humanos que no usa Spotify. Tengo mi música en un disco duro en mi PC con respaldo en Drive. Y es un gusto buscar temas o albumes completos para escucharlos. Abrazo mendocino

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  3. Abrazos compadres! por la compartidera de música cabezona!!

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  4. Interesante artículo. Amén de tener una pequeña colección de vinilos, como el amigo de más arriba (o más abajo) almaceno música en el PC. La clasifico por artista con los álbums que me gustan de este. También guardo compilados descargados de la web, igualmente hago los míos propios, según diversos criterios arbitrariamente por mi establecidos. Me gusta hacer todo lo anterior, a mi gusto, a mi pinta; ir en busca de la música, no a la inversa. Hace tiempo abrí una cuenta gratuita en Spotify pero a poco andar dejé de usarla, por los motivos que señalé y que básicamente son los mismos expuestos en el artículo. Saludos comunidad cabezona !!

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  5. Hola. Me parece un tema muy interesante, del cual particularmente he tenido muchas ganas de comentar con alguien desde hace tiempo. Hace años, la música que conozco, escucho y disfruto ha sido en gran parte por recomendaciones de amigos, por estaciones de radio (no radio en internet, sino radio AM y FM), por podcast, revistas especializadas en música, algunos programas de televisión y, por supuesto, por blogs como este. Gracias a ello he podido forjarme un gusto musical y un cierto criterio que me ha guiado y me ha ayudado a expandir mi acervo musical y mis gustos.

    Antes de la existencia de Spotify, es decir, de 15 a 10 años atrás, solía comprar cd's (porque los acetatos-viniles todavía no estaban tan de moda y posteriormente el precio se ha mantenido relativamente alto hasta la fecha), solía escuchar la radio y bajar discos en mp3 compartidos por varios blogs. Y recuerdo que en un momento una de las principales plataformas para descargar archivos de todo tipo (música en mp3, videos, etc.) fue eliminada así sin más, de ahí que otras plataformas (como Rapidshare, Mediafire, Megaupload) comenzaron a ser más estrictas y precavidas al grado de que ya no era tan fácil subir algún álbum en mp3 y que los archivos duraran en los servidores mucho tiempo. Fue en ese tiempo cuando llegó Spotify. Y creo que es demasiada coincidencia que a la par de tantas restricciones en Internet se llevaran a cabo poco antes de la llegada y el boom de Spotify.

    Tristemente la industria musical siempre ha sido abusiva con los artistas, así uno compre un disco (acetato-vinil) o un CD, generalmente la mayor parte de las ganancias van a ir a las disqueras, los promotores y sólo una pequeña parte le corresponderá a los artistas. Claro, si un artista o una banda tiene su propia disquera es mucho más favorable, pero se enfrentará a otros problemas como cualquier otro negocio; en primer lugar, la capacidad de distribución del material discográfico. Sin extenderme tanto en los abusos de la industria musical y las consecuencias de dichos abusos de la industria, recomiendo el libro "And Party Every Day.The Inside Story of Casablanca Records" de Larry Harris.

    Continúo en un segundo comentario porque Blogger me ha dicho que mi texto es muy largo -jajaja-.

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    Respuestas
    1. Pero volviendo con la "experiencia" de lo que es usar Spotify o cualquier otra plataforma de streaming actual como Amazon Music o YouTube Music, yo veo puntos a favor y puntos en contra. Son muy ciertos los señalamientos y testimonios mencionados en el texto de Liz Pelly, sin embargo, considero que hasta cierto punto, uno como usuario puede mantener el "control" y se quien aproveche la plataforma y no que sea la plataforma y su algoritmo quienes dicten las reglas. Dicho de otra forma uno como usuario puede hacer su propia curaduria y puede tomar el mando del tipo de experiencia que quiere tener usando Spotify o cualquier otra plataforma de streaming dedicada a la música y podcast. En mi caso particular, yo tengo una cuenta con el plan familiar donde junto con otros familiares o con amigos (como es mi caso) puedo pagar una cuenta premiun repartiéndonos el costo para que no resulte caro y todos podamos aprovechar los beneficios del servicio. Y de ahí yo lo que hago es ignorar totalmente las recomendaciones del algoritmo: playlist, mixes y recomendaciones basadas en mis gustos acorde a la info recopilada por el algoritmo; todo eso yo lo ignoro. Lo único que hago al entrar en Spotify es escribir en su motor de búsqueda la banda que estoy interesado escuchar, buscar el álbum que me interesa o que no he escuchado y escucharlo de inicio a fin, si acaso ya habiendo terminado, vuelvo a escuchar las canciones que más me han llamado la atención o que no pude apreciar bien y considero que debo volver a escuchar. También aprovecho que muchas canciones cuentan con una opción para ir leyendo la letra y así puedo conocer todavía más las canciones. Ah! Y ahora que recuerdo, también desactivo la opción de que siga sonando música aleatoriamente cuando haya terminado un álbum que estaba escuchando (detesto esa opción). Así hasta cierto punto la experiencia es similar a como si pusiera un cd o un álbum en formato de mp3 y así puedo enfocarme en sólo las canciones que estoy escuchando de determinado artista o banda que me interesa sin intromisión del algoritmo de Spotify. Por supuesto ¿Cuál sería el elemento faltante que jamás podrá reemplazar apropiadamente Spotify con su algoritmo? El factor humano de compartir y recomendar la música. Y es ahí donde entran los blogs, los amigos, las tiendas locales de discos, las páginas y periodistas especializados en música, los programas de radio y sus locutores, los programas de tv sobre música. Por ejemplo, yo sigo en Spotify ex-locutores de radio que arman playlist (como cualquier otro usuario de la plataforma) y es como si estuviera escuchando el set que el locutor preparó para su programa de radio, o las playlist armadas por usuarios pueden servir para recomendar música a otras personas, así como cuando uno grababa un cassete o un cd con canciones diversas para regalárselo o compartirlo con alguien.

      Segunda parte de 3 porque Blogger se sigue quejando de mi exención.

      Eliminar
    2. Así que, si uno quiere, puede aprovechar a su favor (lo mayor posible) una plataforma de streaming. Y con esto no quiero que se me interprete como un defensor de Spotify por ser un usuario, porque hay varios elementos como la baja o nula remuneración a los artistas y bandas, el algoritmo, o el terrible hecho de que en una plataforma de streaming uno no posee ninguna copia de la música sino que solamente tenemos permiso de escucharla siempre y cuando las canciones o los álbumes estén dentro del catálogo de la plataforma. Porque ese es otro punto en contra de las plataformas de streaming: su catálogo y la incertidumbre de que se terminen los contratos de derecho de uso de ciertas obras, como fue el caso de todo el catálogo de Neil Youg que hace algunos meses fue depurado de Spotify. Y aunque haya "guardado" canciones o álbumes en mi selección de favoritos, estos ya no están disponibles. Afortunadamente tengo copias en mp3 de la discografía de Neil Youg que descargué hace 10 años.

      En fin. El punto es aprovechar las plataformas y todos los formatos que tengamos a nuestra disposición y no limitarnos por sesgos ideológicos, mientras tengamos claro que lo importante es disfrutar la música, abrirse a conocer más, a compartir con más personas y apoyar, en todo lo posible, a los artistas y bandas.

      Saludos y excelente día.

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