Pier Paolo Pasolini - Escritos corsarios.
El fascismo societal o del siglo 21 surge por ahora del cuerpo social, es disciplinante y civilizatorio, es pluralista y sin jefes. Es el fascismo "del hombre común", de los freaks, de quienes hasta ignoran lo que es el fascismo. Pasolini ya lo advirtió hace décadas, observando los devaneos de "la sociedad de consumo". Por el blog cabeza dijimos hasta el hartazgo que del experimento neoliberal debendría un nuevo fascismo. En definitiva, el nuevo antihumanismo está cada vez más envalentonado con hacernos mierda la vida, llamándose "Los Copitos", Revolución Federal, libertarios, terraplanistas, antivacunas y cuantos nombres nos depare el futuro...
El actual contexto político en Argentina y en el mundo refleja un creciente avance de las ideas fundamentalistas, conservadoras y derechamente fascistas. El filósofo italiano Umberto Eco identificó catorce características en su texto "Contra el fascismo": culto a la tradición, rechazo del pensamiento crítico, miedo a la diferencia, llamamiento a las clases medias frustradas, nacionalismo, xenofobia, principio de guerra permanente, entre otras. Características que no son difíciles de encontrar en los nuevos movimientos políticos de ultraderecha que avanzan en el mundo.
Es preciso advertir que la masificación de esta ideología y su legitimación institucional -en el Estado, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil- ocurre con mucha facilidad porque encuentra eco en la institucionalidad misma.
Frente al fascismo que crece y una sociedad que conserva su legado, frente a la desfragmentación del tejido social, la reivindicación del antihumanismo, no podemos permitir que tomen nuestra solidaridad y sentimientos para venderlos al mercado. No podemos quedarnos escuchando discursos de odio y presenciando prácticas y estrategias deshumanizadas que atentan contra cuerpos, pueblos y territorios. Cuando existen enemigos fácilmente identificables la resistencia no solo se vuelve imprescindible, también se vuelve poderosa. No necesitamos banderas ni tratados para solidarizar y ofrecer una resistencia que denuncie, que defienda, que proponga y que sueñe. Al fin y al cabo, el futuro no es de nadie, ni aún de los poderosos.
Frente al fascismo que crece y una sociedad que conserva su legado, frente a la desfragmentación del tejido social, la reivindicación del antihumanismo, no podemos permitir que tomen nuestra solidaridad y sentimientos para venderlos al mercado. No podemos quedarnos escuchando discursos de odio y presenciando prácticas y estrategias deshumanizadas que atentan contra cuerpos, pueblos y territorios. Cuando existen enemigos fácilmente identificables la resistencia no solo se vuelve imprescindible, también se vuelve poderosa. No necesitamos banderas ni tratados para solidarizar y ofrecer una resistencia que denuncie, que defienda, que proponga y que sueñe. Al fin y al cabo, el futuro no es de nadie, ni aún de los poderosos.
Comentarios
Publicar un comentario