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Meritocracia Espiritual (Vol. 1)

Durante el transcurso de la pandemia, ha estallado una tendencia en las redes en la que, de la noche a la mañana, los influencers devinieron en gurúes online. Mediante un discurso positivista, los “Neonamasté” están reclutando millares de seguidores, gracias a la vulnerabilidad circunstancial que ofrece el contexto de aislamiento y la colaboración de los algoritmos. Una tribu de influencers promete la elevación de consciencia en el pie de foto de una selfie, vaciando las prácticas espirituales de su tradición colectivista para girarse sobre el amor propio. El discurso Neonamasté es tendencia en las redes.

Por Javier Lede

Esta corriente ideológica surge como expresión propia de una coyuntura histórica en la que el capitalismo ya no logra sustentar el relato de la meritocracia tradicional para justificar la distribución desigual de la riqueza. Ante la supresión de las vías de movilidad social ascendente por medio del salario, el neoliberalismo se sirve progresivamente de una nueva retórica: la meritocracia espiritual.

Algunos de los profetas de las redes y sus números.

La urgencia de una nueva meritocracia

La pandemia y la influencia de las nuevas tecnologías abrieron
la puerta a nuevas voces políticas que reconfiguran el escenario general.
Pero dentro de la puja por el poder, es la derecha más conservadora
la que sabe explotar de mejor forma los nuevos hábitos de consumo
para captar adhesiones: aunque busque interpelar a los más jóvenes,
los incipientes discursos conservadores no son nuevos y tampoco disruptivos.
Sin embargo, los influencers de derecha sí son efectistas.
Nota relacionada: Stremear conservadurismo:
el fenómeno de los influencers de derecha

Todos asumimos consciente o inconscientemente una teoría sobre la producción y la distribución de los bienes y servicios en la sociedad. La manera en que le damos sentido a nuestro contexto económico es lo que forja las ideas sobre lo que nos resulta justo y lo que no. Cada vez que alguien pronuncia una explicación sobre por qué algunas personas son ricas y otras pobres, hay una teoría económica que subyace a su argumento.[1]

Así, la doctrina del libre mercado se respalda en el discurso de la meritocracia, proponiendo que cada individuo accede a la riqueza en virtud del valor que aporta a la sociedad. Este es el pensamiento hegemónico que hasta hoy valida las desigualdades en la distribución de la riqueza.

Sin embargo, transcurrimos una época en la que este relato pierde consistencia. Desde el rebrote global de las teorías económicas neoclásicas en la década de los 70’s, que promueven la contracción de un Estado que supo ser garante de los derechos sociales, atestiguamos como cada generación retrocede en sus condiciones de vida sucesivamente.

Como subproducto de la libre competencia, los procesos de automatización están erosionando el valor humano, tanto para la economía como fuerza trabajadora, como en su capacidad de puja política mediante la huelga y la protesta.[2] Transitamos un carril en el que vemos desacoplar la mano de obra de los procesos de producción [3] y en su camino se barren las conquistas sociales que alcanzaron los movimientos trabajadores del siglo pasado.

En consecuencia, vivimos un contexto en el que quienes formamos parte de la población activa no encontramos las vías de movilidad social ascendente por medio del trabajo, a las que pudieron acceder nuestros abuelos y en menor medida nuestros padres. Esta fractura en la relación entre esfuerzo y logros demanda una nueva cosmovisión que permita consenso para sostener un sistema que extrema la inequidad. Sobre esta base, avanza una narrativa en las redes de realización individual fundada en el pensamiento mágico: la meritocracia espiritual del discurso Neonamasté.

 

El devenir Neonamasté

Influencers de derecha: Javier Milei,
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a los jóvenes.


Las corrientes espirituales tuvieron un auge en occidente durante la década de los 60’s, asociadas a la simplicidad voluntaria, la vida en comunidad, una apertura a otras culturas y la armonía con la naturaleza; como parte de una reacción contracultural frente a la sociedad de consumo que se consolidaba en las economías centrales.[4]  

Sin embargo, tras el ocaso del movimiento hippie, el legado ecléctico de elementos religiosos permitió el ensamble de una impostura espiritual que vistió de esoterismo a la lógica neoliberal en ascenso: el New Age.[5]  

Al apropiarse de todo tipo de referencias culturales, el New Age es capaz de armar infinitos cultos a medida, con el denominador común de que cada individuo es responsable de crear su propia realidad, sin más medios que su propia mente.

Con la llegada de la pandemia, este negocio ha expandido su tienda online, atendido por la marea de influencers que inundaron las redes en los últimos años.  Los Neonamastés son el resultado de la penetración de las ideas New Age en las redes sociales. Ambos fenómenos se complementan perfectamente, porque si bien en el último tiempo, los influencers sentaron el nuevo modelo aspiracional, hasta ahora no había tutorial que permita al común de los mortales acceder a su estilo de vida. De pronto el espiritualismo ha creado este puente.

Encontrado en las redes

Devenidos en gurúes, ahora ofrecen todo tipo de “maestrías” con sus recetas para el éxito. Aunque sus enseñanzas poco pueden dar de lo que prometen, porque estos mentores atribuyen un origen místico a lo que mayormente proviene de una economía acomodada y una belleza hegemónica. Con esto invierten la relación de causa y efecto, porque en verdad ellos pueden permitirse el pensamiento mágico gracias a que sus condiciones de partida son de privilegio y no viceversa.

Hay que señalar que estos profetas que canalizan verdades universales desde sus iPhones, no forman parte de un movimiento organizado, sino que se articulan por la ideología imbuida en el sistema, por ello mismo no se reconocerán a sí mismos como Neonamastés. Simplemente son la respuesta de una sociedad precarizada, que crea una demanda desesperada de soluciones mágicas. Muchos de ellos incluso son víctimas de otros gurúes que han devenido en victimarios al incorporar o promover las prácticas de sus maestros.

 

El algoritmo psicópata

Entre tanto, una contingencia ha potenciado la proliferación de gurúes online. En la coyuntura de aislamiento, vulnerabilidad emocional y conectividad perpetua, los algoritmos han vigorizado el poder de los influencers para reclutar followers.

Los sistemas de recomendación de las plataformas digitales tienen por objetivo maximizar el tiempo que pasamos frente a la pantalla, porque es la manera de crear los espacios publicitarios con la que rentabilizan sus servicios.[6] Con este propósito utilizan inteligencia artificial para escanear nuestra conducta en tiempo real y brindarnos una oferta personalizada de contenido que responda a nuestra personalidad y estado de ánimo.[7]

Así, el algoritmo desarrolla un comportamiento similar a un reclutador sectario, en el que primero nos dice lo que queremos escuchar, para luego retenernos en una espiral de contenido cada vez más extremo. Esta dinámica tiene el poder de radicalizar nuestras posturas y reunirnos entre usuarios de pensamiento similar. En este sentido, tenemos que tomar consciencia de que todos nos aislamos en nuestra propia “secta”, desde la que consumimos una versión distorsionada de la realidad.

Por otro lado, internet ha dado lugar a la confluencia de los movimientos espirituales con los conspiracionistas, en lo que se ha dado en llamar “Conspiritualidad”.[8] Esta filosofía político-espiritual conjuga las convicciones conspiranóicas que creen en la existencia de una elite global secreta que quiere instalar un nuevo orden social y político; con las corrientes New Age que argumentan que la humanidad se está elevando a un nuevo paradigma de consciencia. De esta forma, la Conspiritualidad templa el cinismo político con un optimismo místico, logrando un producto muy atractivo y fácil de consumir.

Este es el fermento que compone la masa madre del discurso Neonamasté.

 

Creer es un acto político

El ser humano es un animal arrojado a una eterna dicotomía entre la pulsión que lo alienta a preservar su vida y el raciocinio que interpela su existencia. Este dilema que ha signado nuestra historia, nos lleva a consumir narrativas para llenar la necesidad de un origen, un propósito y una respuesta ante la muerte. Dichos relatos, que anestesian la insoportable angustia de la existencia, también crean estructuras que definen las relaciones de poder de nuestras sociedades.[9]

Por miles de años las religiones fueron los grandes proveedores de estas ficciones, pero el auge de las democracias liberales de la segunda posguerra en occidente creó condiciones adversas para los antiguos dogmas, abriendo paso a un proceso de secularización que parecía anticipar una era guiada por la ciencia y la razón.

Sin embargo, el lugar que perdieron las grandes instituciones religiosas pronto fue ocupado por un mercado espiritual en el que cada individuo pueda consumir una fe a su medida.

En este marco, el discurso Neonamasté es un dispositivo de la psicopolítica [10], que provee una matriz ideológica para fomentar el individualismo y validar las inequidades del neoliberalismo. Al quedar sin efecto la cultura del esfuerzo debido a la precarización del empleo, gana terreno este discurso que responsabiliza al individuo de sus condiciones debido a supuestas “creencias limitantes”, desconociendo las causas estructurales de desigualdad.

Ante el evidente deterioro en las condiciones de vida, el poder hegemónico responde con agnogénesis: la producción deliberada de ignorancia como estrategia de gobierno. Mientras más penetran estos relatos, crean una sociedad disonante [11], incapaz de articularse colectivamente para preservar los derechos ganados con sudor y sangre, o alcanzar nuevas conquistas. Un nuevo oscurantismo se erige para perpetuar los privilegios de las elites.

Este estado de confusión tiende un manto de niebla que oculta el rumbo al que nos conducen los actuales procesos de concentración de la riqueza, en el que las masas pierden su influencia en la economía y la política hasta el punto en que peligran con volverse una casta excluida del sistema.[12] Entre tanto, la clase media que se contrae sale a emprender actividades fraudulentas, creando una estructura parasitaria en la que nos estafamos los unos a los otros.

La condición humana nos hace vulnerables a caer en las fauces del discurso Neonamasté, porque independientemente de cuán astutos nos creamos, es un veneno que penetra por nuestras grietas emocionales. Esto no significa que debamos reprimir nuestros sentimientos, sino entenderlos para saber cuando pueden jugarnos una mala pasada.

Realizar una epistemología de nuestras creencias para entender si se fundan en evidencia o si responden a un dogma reciclado, es un trabajo que puede resultar doloroso, porque requiere la deconstrucción de una parte de nuestra identidad. Sin embargo, es menester entender su dimensión política y asumir la responsabilidad social de nuestro vuelo místico.

Continuará…

 

Fuentes
Han, B. C. (2017). Psychopolitics: Neoliberalism and New Technologies of Power. Verso Books.
Harari, Y. N. (2014). Sapiens: A brief history of humankind. Random House.
Harari, Y. N. (2016). Homo Deus: A brief history of tomorrow. Random House.
Lede, J. (2021). Fracturing Common Sense: Profiling, Targeted Content & Self-isolation Neu-Ulm University of Applied Sciences].
Srnicek, N. (2017). Platform capitalism. Polity Press.
Ward, C., & Voas, D. (2011). The emergence of conspirituality. Journal of Contemporary Religion, 26(1), 103-121.
Wolff, R. D., & Resnick, S. A. (2012). Contending economic theories: neoclassical, Keynesian, and Marxian. MIT Press.
York, M. (2001). New Age commodification and appropriation of spirituality. Journal of Contemporary Religion, 16(3), 361-372.
Zuboff, S. (2019). The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power. Profile Books.
[1] Wolff, R. D., & Resnick, S. A. (2012). Contending economic theories: neoclassical, Keynesian, and Marxian. MIT Press, pp.  6-7
[2] Srnicek, N. (2017). Platform capitalism. Polity Press, pp.  12-13
[3] Harari, Y. N. (2016). Homo Deus: A brief history of tomorrow. Random House, pp. 356-357
[4] Beres, D., Remski, M., & Walker, J. (2020). Conspiracy Theories & Cult Dynamics In Conspirituality. https://open.spotify.com/show/2imIsM2NZRPpQvI56TLdM51
[5] York, M. (2001). New Age commodification and appropriation of spirituality. Journal of Contemporary Religion, 16(3), 361-372, pp.  365
[6] Srnicek, N. (2017). Platform capitalism. Polity Press, pp.  49
[7] Zuboff, S. (2019). The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power. Profile Books, pp.  74-75
[8] Ward, C., & Voas, D. (2011). The emergence of conspirituality. Journal of Contemporary Religion, 26(1), 103-121, pp.  108
[9] Harari, Y. N. (2014). Sapiens: A brief history of humankind. Random House, pp.  124
[10] Han, B. C. (2017). Psychopolitics: Neoliberalism and New Technologies of Power. Verso Books, pp. 11-12, 18
[11] Lede, J. (2021). Fracturing Common Sense: Profiling, Targeted Content & Self-isolation Neu-Ulm University of Applied Sciences, pp.   80-82
[12] Harari, Y. N. (2016). Homo Deus: A brief history of tomorrow. Random House, pp.  48

Javier Lede - Master en Comunicación y Gestión de Medios, en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Neu-Ulm (HNU), Baviera, Alemania. Diseñador en Comunicación Visual y Licenciado en Producción Multimedial (UNLP). Tras varios años de trabajar en el área de la comunicación y el marketing, actualmente está centrado en investigar las implicancias éticas en el uso de los medios digitales.
Un agradecimiento especial a la comunidad en torno a Bendito Instagram, cuyos debates han sido punto de partida para este texto.

 



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