Pedro Rock nos comparte otro disco. El Sexteto Irreal es la excusa perfecta que tienen Alejandro Terán, Axel Krygier, Manu Schaller, Christian Basso y Fernando Samalea para hacer música entre amigos. O sea, un supergrupo en su disco debut.
Artista: Sexteto Irreal
Artista: Sexteto Irreal
Álbum: Jogging
Año: 2010
Género: Ecléctico / Música del Mundo / Experimental
Duración: 39:48
Nacionalidad: Argetnina
Año: 2010
Género: Ecléctico / Música del Mundo / Experimental
Duración: 39:48
Nacionalidad: Argetnina
Lista de Temas:
01. Hembra Psicoactiva
02. II Circolo
03. Castro
04. Errante
05. Go Go Dancer
06. Friendly Zombie
07. Jogging
08. Morocco Hypster
09. Duda Voodoo
10. El Regreso del León Bizco
11. Chicken Dance
12. Perdón por la Informalidad
01. Hembra Psicoactiva
02. II Circolo
03. Castro
04. Errante
05. Go Go Dancer
06. Friendly Zombie
07. Jogging
08. Morocco Hypster
09. Duda Voodoo
10. El Regreso del León Bizco
11. Chicken Dance
12. Perdón por la Informalidad
Alineación:
- Alejandro Terán: viola, violín, clarinete & saxo tenor
Axel Krygier: piano rhodes, sinte, flugelhorn, flauta traversa & saxo barítono
Manuel Schaller: theremin, sinte & electrónica
Christian Basso: bajo & guitarra eléctrica
Fernando Samalea: batería, marimba, vibráfono, bandoneón & percusión
- Alejandro Terán: viola, violín, clarinete & saxo tenor
Axel Krygier: piano rhodes, sinte, flugelhorn, flauta traversa & saxo barítono
Manuel Schaller: theremin, sinte & electrónica
Christian Basso: bajo & guitarra eléctrica
Fernando Samalea: batería, marimba, vibráfono, bandoneón & percusión
El disco tiene mucha onda, un estilo muy parecido a las obras de Samalea solista.
Hasta hay un theremin sonando por ahí...
Los integrantes de un quinteto que por esas cosas del destino se transformó en un sexteto irreal es un seleccionado de nivel que hacen una combinación muy interesante de estilos y sonidos, con una gran calidad musical. Muy buen trabajo de producción.
"Lo vivimos con un gran entusiasmo, somos amigos desde la adolescencia. El desafió está en haber llevado, a lo largo de la vida, diferentes propuestas musicales y en donde nos tocó pasar por distintas situaciones. Es un espacio con mucha libertad. No tenemos un esquema muy claro en lo estilístico. Nos gustan distintas cosas."Fernando Samalea
Un colectivo musical que sorprende con su amplia paleta de sonidos y que dibujan en el aire una interesante atmósfera sonora. Cada uno tiene sus gustos musicales. De esta forma conviven en la banda el espíritu de la canción italiana, la música clásica, los ritmos electrónicos, música balcánica y el hip hop.
Christian Basso y Axel Krygier formaron el Sexteto Irreal para poder tocar en vivo los temas de sus propios álbumes solistas. Pero el proyecto ganó fuerza por sí solo y continuaron las presentaciones. El grupo se completó con Fernando Samalea (batería y bandoneón), Alejandro Terán (bronces), Javier Casalla (violín) y Manuel Schaller (theremin y samplers).Rock.com.ar
El sello Los Años Luz editó "Jogging", el disco debut, en 2010.
Este tipo de disco me encanta porque: a) Los cabezones participan. b) Me pasan los links. c) Conozco nueva y buena música. d) Hay pila de reseñas y no tengo que escribir sobre algo que recién conozco.
Un disco compartido por Pedro Rock para toda la comunicad cabezona. Vamos con los comentarios.
Una grata noticia que nos alegra compartir: llegó por fin el disco de este súpergrupo que desde hace más de cinco años viene resonando, como un fantasma brillante y escurridizo, con un encanto fresco. Inclasificable y atrapante, la música de Krygier, Terán, Schaller, Basso y Samalea ya está registrada, y aquí en adelanto exclusivo del Club. Ahora a disfrutar de la realidad del Sexteto Irreal.Club del Disco
Como una leyenda que irrumpe en el ambiente, y con unos protagonistas tan especiales como Axel Krygier, Alejandro Terán, Manu Schaller, Christian Basso y Fernando Samalea (un verdadero dream team), este quinteto se transformó en un sexteto irreal allá por el 2004, y desde entonces se creo la fantasía a su alrededor: que el sexteto te hace bailar como loco, que el sexteto no existe, que improvisan y tocan temas de todos sus integrantes mezclados, que el sexteto esta grabando, que el sexteto se presenta en un evento exclusivo, que el sexteto se separa, que el Sexteto Irreal es una gran cosa... Pero resumiendo y echando luz, podemos decir que por tratarse de músicos tan bien valorados y tan ocupados en distintos proyectos que nos llevaría acá mucho espacio enumerar, este grupo de talentos fue dando forma a un repertorio, tocando muy esporádicamente en vivo y sorprendiendo en esas presentaciones, con un coktail de frescura y ritmo, basado en los multiples aportes musicales de cada uno de sus integrantes, con la calidad y el buen gusto que han sabido conseguir en años de experiencia con el arte sonoro. Siempre en paralelo a sus otras actividades musicales, el Sexteto nunca desapareció del todo, nunca dejó de regenerarse incluso en silencio, y supo mantener viva una llama que brilla con luz propia; aún cuando quizá muchos ya ni se lo imaginaban, y otros tantos ni siquiera estaban al tanto, ahora tenemos con nosotros su primera obra grabada. Una música jugetona pero muy bien hecha, con un trabajo de producción impecable, que la deja fluir valiéndose del toque, sin mayores artificios. Con cierta impronta vintage, mucho groove y riqueza tímbrica dada por la polifuncionalidad de todos los músicos (ver ficha técnica), el disco alcanza momentos de sutileza emotiva, en medio de toda una expresividad rítmica y extrovertida que contagia de manera tal que los doce tracks se pasan bailando. Se nota que llegaron a las composiciones mediante improvisaciones grupales, pero a no confundirse que no se trata de un disco de free jazz ni de una música deliberadamente compleja, por el contrario logran dar forma a temas con atractivos motivos melódicos -que parecen simples giros-, con desenlace o estructura de canción. Piezas instrumentales que conquistan por simpatía. Tienen una fuerte influencia de la rítmica latina, pero con ideas y armonías de toda la música negra americana y de los folklores de la Europa mediterránea. Se siente la energía del grupo tocando en vivo, un pulso efervescente a lo largo y ancho de toda la música del Sexteto. Con la contundente base ritmica (Samalea baterías, Basso en el bajo) dándole la solidez sobre la que sobrevuelan los arreglos y el contrapunto, los vientos y el órgano (Terán y Krygier) como voces seductoras y sabrosas, además de otros colores, samplers y tintes digitales que le aporta Schaller. Es un trabajo colectivo de suma, el entramado de fragmentos sonoros, la grabación y producción general y también la gráfica contenedora, con ilustraciones y diseño de los propios artistas. Un secreto muy bien guardado, que ve la luz en un momento ideal para florecer con una propuesta exquisita.
Resulta ser que por acá, un sitio hecho con amor (?) y con el único fin de compartir con ustedes algo de esa música que nos llena el alma y nos hace bien al corazón, reivindicamos algunos valores que tienen que ver, precisamente, con eso: con hacer lo que uno quiere, repartiendo buenas vibras, y que esas buenas vibras regresen en forma de buena onda por todos los wines. Suele ser complicado hallar, en el aciago panorama de la música comercial o comercializable, grupos que hagan de estas ideas su propia bandera, su forma de vida, su principio rector. Usualmente obnubilados por seguir los pasos que corresponden para poder llegar a un lugar de privilegio en la industria discográfica que los esclaviza y les quita originalidad y frescura, a la mayoría se los ve más ocupados por quedar bien con esos poderes que les podrían -en potencial- dar laburo que por hacer lo que se les canta como se les canta y difundirlo por todos los lugares posibles, regalándole su música al mundo. También se los nota más preocupados en profesionalizarse que en rendirle cuentas al único valor que, al final, es el que realmente vale: el de la amistad, ese que los llevó a reunirse aquella primera vez para encarar el siempre utópico proyecto de un conjunto de voluntades unidas en torno a una melodía que sea esa que resonaba en sus cabezas y sus corazones al unísono. Comprendemos, nosotros (que no tocamos ni el timbre) que la carrera de músico debe ser compleja, y que muchas veces suele ser necesario transformarse en un engranaje más de esa maquinaria en pos de no quedar atrás y de poder parar la olla, es decir, de hacer un manguito que les permita salvarse, pero la pregunta persiste: ¿por qué olvidarse del barrio de Lanús valor primigenio de la amistad, de seguir siendo -pese a toda la profesionalización, pese a todo eso que los hace más y más grandes- amigos nomás, pibes que se juntan a tocar sólo por el placer de hacerlo? Hay valores, queridos lectores de este blog, que no han de olvidarse jamás -so pena de desgañitarnos las entrañas gritándoles vendidos de mierda (?)- pues son esas directivas las que hacen, créalo usted o no, que la música que se compone en conjunto sea real, auténtica, fresca, sincera y realmente bella. Esos sentimientos puros y divertidos se traslucen en las canciones, se notan en la relación entre los instrumentistas, pervive cada uno de los shows en vivo y da un cariz especial a todos los movimientos de un grupo. Tomemos por ejemplo a mis amigos -no es por eso que los tomamos como ejemplo, dame un segundo carajo (?)- de Simón Fuga: ellos, que se conocen desde pendejos, finalmente se juntaron a tocar lo que les sale del corazón. En ese camino están, como una banda pequeña aún pero con proyección a futuro, siempre guiados por el único valor que importa: el de no olvidar que siguen siendo cinco pibes que tocan con sus amigos de toda la vida para divertirse y sentirse mejor. Sí, claro, dirás, pero ellos son un grupo chico aún, ¿cómo hacer para no dejar esto de lado toda vez que arrecie la cada vez más creciente oleada de profesionalismo y producción en masa que rige al rock? Pues eso, mis queridos, es tan sencillo como difícil: haciéndolo. Siendo auténtico, siendo memorioso, sintiendo realmente que aquello que se percibe en la sala de ensayo es lo que vale y no todas las luces del exterior; que el principio rector es y debe ser el que salga del corazón y no el que emane del bolsillo. Para más evidencias, para que sepan que se puede hacer eso, seguir siendo un grosso igual (?) y encima lograr a través de esa unión fundamental que sólo pueden cementar la amistad, la informalidad, la diversión y el fútbol menottista (?) hoy les presentaremos la historia de un efímero -esperemos que no, pero por ahora es así- grupo argentino que hizo uno de los mejores álbumes de la década pasada (o de esta, está justo en el límite así que depende del cristal con que se lo mire) a partir solamente de estas ganas de juntarse. Hemos de aclarar, antes de encarar el relato, dos cuestiones que son fundamentales a la hora de entenderlo. En principio, para relatar este cuentito tan especial romperemos uno de nuestros principios rectores, uno de esos que sí permite excepciones sólo cuando tenemos una de estas historias de fuste que contar. Sí, el disco que hoy compartiremos fue editado por un sello independiente. Sí, no solemos publicar álbumes de sellos de este tipo. Pero cuando lo hacemos, ustedes saben que vale. Esperemos que ellos también, así no nos lo bajan (?). En segundo, la alianza que hoy desgranaremos a través de cada uno de sus integrantes es lo que nosotros entendemos como un supergrupo o una superbanda. Lejos del concepto habitual que nos habla de un rejuntado de viejas glorias cuyo mejor momento ha pasado hace décadas juntándose para revivir sus alicaídas carreras y juntar unos morlacos más para engordar sus (ya gordas) cuentas bancarias. Acá lo que hay es una unión de inmensos talentos, de esos bien abarcativos y de reconocido recorrido, en una agrupación que a su vez condensa todas esas habilidades y también las vehiculiza en un proyecto nuevo, de sonido novedoso y renovador que demuestra que sí, efectivamente, lo que hay aquí es un supergrupo. Encima, queridos amigos, la banda que hoy nos convoca es argentina. Sí, así es, nacieron en nuestra tierra, en nuestras calles. ¿Dónde si no puede existir un grupo que nombre a su álbum como la prenda lumpen por excelencia? Así de desconocida es, al menos para algunos (supongo que otros ya sabrán de quiénes hablamos) esta banda que apareció allá por fines de la década pasada y cuyo recorrido fue mutando de un grupo acompañante de solistas a una suma de voluntades colectiva en pos de un objetivo común: tocar. Hacer música. Hacer ruido. Divertirse, relajarse, olvidarse de las presiones de una carrera en solitario a partir de la reelaboración del concepto mismo de “carrera”. En definitiva, volver al amateurismo, a esa primera sensación de hacer las cosas sólo por el gusto de hacerlas. No es poco, muchachos, en un mundo -como dijimos arriba- cada vez más profesionalizado, que verdaderos capos de esto que es aporrear la guitarrita hayan renunciado a esa profesionalidad para mostrar lo que realmente los rige: la amistad y lo que de ella surge, ebullente, imparable. Por suerte pudieron grabar algo de lo que explotaba en aquellas primeros directos -que tuvimos la suerte de presenciar- porque si eso se perdía en la vorágine lo hubiésemos lamentado todos, créanme.De mis discotecas
Comencemos, entonces. Allá por el año 2004, un tal Christian Basso estaba armando las presentaciones de su segundo disco en solitario, el que bautizó La Pentalpha y había editado un año antes, en 2003. Basso, para quienes no lo conocen, es uno de los bajistas más reconocidos del ámbito del rock argentino. Participó, en los ‘80, de la formación original de Fricción junto a Gustavo Cerati, Fernando Samalea y el líder Richard Coleman para luego, en 1986, comenzar una alianza creativa que lo recorrería por las dos décadas siguientes con el guitarrista y compositor Diego Frenkel. Junto a Frenkel, Basso fundaría Clap, grupo que tendría que abandonar al poco tiempo cuando nada menos que Charly García lo convocó -junto a Samalea- para la gira internacional de Piano Bar. A principios de los '90, empero, volvería al ruedo en su unión con Frenkel al fundar La Portuaria, banda que en su efímero recorrido se transformaría en uno de los grupos más reconocidos de esa ensalada llamada world music. Tras dejar La Portuaria, Basso emprendería una serie de proyectos que culminarían con su decisión de ir en solitario. Así volvemos a 2004, donde empezaría a convocar músicos para que lo acompañaran. Su primera opción fue un voto cantado: Fernando Samalea, con quien conformaba una base rítmica habilidosa y elástica, se unió a la partida. Hablar de la carrera de Samalea amerita un post particular, pero en su dilatadísimo currículum se incluyen artistas tan importantes como Charly, Spinetta, Illya Kuryaki y Calamaro, además de una destacada recorrida solista en la que se suceden álbum tras álbum de ambiciosas experimentaciones orquestales con delicadas narrativas como Full-Femme (2000) y Metejón (2003). Samalea, a su vez, también estaba a punto de editar, en 2004, su sexto disco de estudio Alhambra. En él colaboraba un multiinstrumentista, amigo tanto de Basso como del propio baterista, al que convocar era, también, una opción obvia: Axel Krygier, pianista, saxofonista, flautista, acordeonista, violinista, guitarrista y cantante (!) aportaría su variedad de recursos y su buen gusto a los arreglos necesarios para tocar un álbum complejo como La Pentalpha en vivo. Krygier tiene un recorrido similar al de sus compañeros, pero a la inversa: a sus muchos y brillantes trabajos solistas le sucedieron una serie de colaboraciones con varios artistas de renombre que ayudaron a cementar su reputación de músico creativo y de mente abierta. Coincidentemente, el propio Krygier ya estaba trabajando en su propio material en solitario Zorzal (el que se terminaría editando en 2005) y su condición fue que en los shows de Basso se tocaran, también, sus nuevas canciones. Esta idea abrió todo un eje temático nuevo en la naciente agrupación, que a los fines prácticos de expandir su sonido incorporó a dos amigos y talentosísimos músicos que terminarían de conformar un grupo tremendo, brillante, difícil de creer: el conocidísimo violinista, vientista y arreglador Alejandro Terán (otro de esos cuyo currículum es muy difícil de detallar por sus miles de recorridos, pero basta con decir que es el fundador de Hypnofón, orquesta heterodoxa), con quien Basso había tocado en La Portuaria y el mago del theremin y los sintetizadores Manu Schaller, más joven que el resto de los muchachos pero igualmente inquieto y amigo en común de varios de ellos. Comenzaron, entonces, las presentaciones en vivo. Recordemos que la idea era tocar temas de Basso, pero también dar lugar a las canciones de Krygier y Samalea. Bueno, esta mescolanza deforme terminó degenerando (o regenerando) en larguísimas canciones enganchadas que terminaban en improvisaciones colectivas de relajada belleza donde todos los implicados mostraban su felicidad por esa unión, sus ganas de estar ahí y su convencimiento de la particularidad de lo que estaban viviendo en el momento del show. Entre directo y directo, se fue enfatizando esta extrañeza y el cariz personalísimo del grupo fue creciendo en medio de esa combinación entre un jazz muy abierto, electrónica, ritmos latinos, folklores del mundo y algo de funk. El multiinstrumentismo de sus integrantes ayudaba a que esta combinación fuera, tema a tema, desarrollando un nuevo nivel, y rápidamente supieron que ahí había algo nuevo. Así nació el secreto a voces más interesante de la música argentina de la pasada década, el Sexteto Irreal; un quinteto con nombre de sexteto y recorrido caprichoso y teñido de misterio. Se presentaban cada tanto con el nombre del grupo, cada tanto shows de sus solistas degeneraban -a partir de la presencia de los otros- en procaces improvisaciones colectivas con su indeleble marca, y así su mitología fue expandiéndose, creciendo. Cada vez que uno entraba en uno de estos shows tenía la sensación de invadir el living de cinco amigos que se habían juntado a tocar, a ver qué salía, y nos invitaban a todos a experimentar la única sensación del momento efímero donde la improvisación se torna en genialidad y todo a nuestro alrededor cambia a partir de ese aire incierto que sólo puede traer el no saber qué va a pasar después. Algo, mucho de eso se trasluce en este, su álbum debut Jogging, que aquí les ofrecemos. Nombrado a partir, seguramente, de la prenda de vestir favorita de los ensayos del grupo -que emiten ese aura de relax, de incertidumbre, de unión tan solo por la juntada y la música- se trata de una colección que entremezcla composiciones colectivas, en muchas ocasiones extendidas improvisaciones tonales partiendo de una sencilla melodía, con composiciones individuales (como “El Regreso Del León Bizco” de Krygier) traídos a esta alianza para cambiar, modificarse y crecer. También hay hermosísimas experimentaciones como el que quizás es el punto más alto de este álbum, “Castro”, un ensayo electrónico de Schaller en el que se combinan bellas frases del discurso de Fidel Castro en la Facultad de Derecho de la UBA (2003) con un irresistible beat que, sumado a los bajos de Basso -¡já! (?)- y las percusiones de Samalea, hacen quedar a Fidel como el mejor MC. Todo enmarcado en la más absoluta libertad, en la carencia más pertinaz de límites, en la creencia de que lo que importa es hacer música sin etiquetas, sin barreras, sin preconceptos ni prejuicios que te impidan ir para adelante. El Sexteto Irreal, fresca novedad en el panorama de la música nacional, son apenas cinco amigos que de pedo (?) son híper talentosos y se juntaron a tocar para relajarse, alimentarse de la energía del otro y a través de ella crecer, modificarse, divertirse y divertir. Eléctricos, sutiles, entretenidos, esquizofrénicamente variados, hicieron en Jogging (grabado, además, con una producción detallista absolutamente necesaria para apreciar su interminable paleta sonora) el álbum que muchos buscan hacer toda su vida: fresco y auténtico, inherentemente musical y tocado, justamente, en jogging; armado entre amigos pero con un sonido tremendamente profesional, se trata de uno de los mejores discos argentinos de los últimos años, y no puede pasar desapercibido.
No sólo lo digo por su música, eh. También lo digo porque demuestra todo lo que puede lograrse cuando las fuerzas que te impulsan no son otras que las de la amistad y las ganas.
El Sexteto Irreal es la excusa perfecta que tienen Alejandro Terán, Axel Krygier, Manu Schaller, Christian Basso y Fernando Samalea para hacer música entre amigos, es un colectivo creativo con muchísima libertad y desparpajo, el sexteto irreal es un quinteto real formado por músicos que se conocen desde hace bastante tiempo y que gozan de un prestigio y buen gusto indiscutibles.Lean Ruano
El grupo se forjo allá por el año 2004 para poder reproducir en vivo los temas de sus diferentes trabajos solistas y sus escasas presentaciones lograron correr de boca en boca por diferentes recintos porteños logrando convertir sus shows en jams repletas de grooves bailables e improvisaciones bien del estilo jazzero.
Su primer trabajo titulado Jogging llega después de siete años de formado el proyecto y es un fiel reflejo de la diversidad de estilos que manejan sus integrantes.
Podríamos definir al Sexteto Irreal como un supergrupo o una superbanda pero, este tipo de terminologías conllevan en la mayoría de los casos a que cada integrante pretenda lucirse con sus solos y querer demostrar su exacerbante virtuosismo. Lejos de este proyecto están este tipo de demostraciones, si bien sus integrantes han ocupado lugares junto a renombrados artistas del ámbito local e internacional como Charly García, Gustavo Cerati, Joaquín Sabina o La Portuaria, lo que prima en Jogging es el trabajo en equipo y la acertada frescura que brindan en el recorrido de los doce tracks.
El disco suena espontáneo y con pocos arreglos pre establecidos, da la sensación que sus integrantes se conocen a la perfección y que con una sola mirada, ya sea en vivo como en el estudio, pueden decirse todo y no hace falta demasiados arreglos, sino empezar a tocar y dejarse fluir por los hipnóticos grooves que forman el bajo de Basso y las percusiones de Samalea. Por encima de esto, todo transcurre con una dinámica sorprendente, desde la música circense de “Il Circolo”, el funk disco de “Errante” y el perfume a tango de “Go Go Dancer”, hasta el trip hop “Castro” con la voz de Fidel sampleada del discurso que el mandatario brindó en la escalinata de la Facultad de Derecho allá por el año 2003 suena natural y logra uno de los puntos mas altos del disco.
Jogging es un disco para disfrutar de excelentes músicos, para escuchar relajado y con la mente abierta, y permeable a la variedad estilística que nos brinda en sexteto, pero estoy seguro que su deleite mayor son sus presentaciones en vivo que esperemos sean cada vez más frecuentes.
Proximas fechas:
30 May 2016
Universidad Nacional del Litoral (UNL) Santa Fe
Universidad Nacional del Litoral (UNL) Santa Fe
3 Jun 2016
Boris Club C.A.B.A.
Boris Club C.A.B.A.
Facebook de la banda
Download: (Flac + Mp3)
ResponderEliminarhttps://sextetoirreal.bandcamp.com/releases
Disculpe mi ignorancia como lo bajo?
ResponderEliminar