Primer disco de este dúo de prolíficos creadores e intérpretes, Tanto Samalea (percusión) como Kabusacki (guitarras) han tocado con la mayoría de los grandes exponentes de la música Argentina. Hacen de este un gran disco de música instrumental junto a Tony Levin en bajo. Otro lujo aportado por Pedro Rock.
Artista: Fernando Samalea / Fernando Kabusacki
Artista: Fernando Samalea / Fernando Kabusacki
Álbum: Al Limiti del Mondo
Año: 2011
Género: Rock / Avant rock / Tango experimental / Jazz Fusión
Nacionalidad: Argentina
Año: 2011
Género: Rock / Avant rock / Tango experimental / Jazz Fusión
Nacionalidad: Argentina
Lista de Temas:
01. Selk`nam
02. The Beagles
03. Maroc
04. La luz
05. Life underwater
06. Siempre dos
07. Los canales
01. Selk`nam
02. The Beagles
03. Maroc
04. La luz
05. Life underwater
06. Siempre dos
07. Los canales
Alineación:
- Fernando Samalea / vibes, drums and percussion
- Fernando Kabusacki / electric guitar
- Tony Levin / bass and stick
- Fernando Samalea / vibes, drums and percussion
- Fernando Kabusacki / electric guitar
- Tony Levin / bass and stick
Hiperactivo por donde se lo mire, es de los multi-instrumentistas más versátiles del país. Tocó con todo el mundo, desde Charly Garcia a Gustavo Cerati. Aquí graba en dupla con su tocayo Kabusacki, ambos músicos de Charly García entre muchos otros, y Tony Levin.
Desde el año 89 que Fernando Kabusacki participa en distintos proyectos de Robert Fripp, en el marco de Guitar Craft (seminarios de guitarra fundados por Fripp). Después, integró la League of Crafty Guitarists y luego con un proyecto llamado The Orchestra Craft Guitarists, que es más grande. Cuando Fripp quiso reformar King Crimson decidió que ésta cesara y quedaron en el aire. Ahí fue cuando con Hernán Núñez y Martín Schwutke decidieron armar un trío de guitarras, que al principio fue un cuarteto, con un holandés. Lo llamaron Los Gauchos Alemanes y, en la Argentina, compartieron presentaciones con Fripp en el Cervantes, en el Goethe y en Prix D’Ami. De esa banda salieron los Electric Gauchos, pero sin Hernán Núñez y con un baterista que era, generalmente, Samalea, a quien lo llevaron a tocar a Estados Unidos. También estuvo Bill Rieflin, baterista de REM.
Hace años que con Samalea somos hermanos musicales en muchos proyectos. Él siempre toca en mis discos y yo toco en los suyos. Y teníamos el sueño de hacer un álbum entre los dos. Todo surge cuando fuimos a tocar a Ushuaia, que es un poco el límite del mundo, al Festival de Cine de Montaña. Hace veinte años que toco en la National Film Chamber Orchestra, que hace música en vivo para películas mudas. Fuimos al sur y ahí surgió la idea de hacer el disco. Tony Levin es amigo nuestro. Lo conocemos desde la primera vez que vino a la Argentina con King Crimson, en el 94. En esa época, trabajé como asistente de King Crimson y estuve todo el tiempo con Tony, con quien nos hicimos amigos. Ahí también lo conocí a Samalea y, desde ese entonces, Tony participa de invitado en todos los discos de Sama. Era obvio que iba a estar en este disco. Además, como bajista, da justo para el trío.Fernando Kabusacki
Fue un intercambio en el que la premisa era hacer piezas instrumentales compuestas, no improvisaciones en estudio pero si con la libertad que uno le va dando al momento de gestarse el proceso. También teníamos una premisa implícita que es, al menos yo quería, que se construya desde las guitarras. Los discos de Kabu, él trabaja con ciertas atmósferas e incluye teclados, y no se luce tanto la construcción melódica y armónica que él hace. Me interesaba la idea de que hagamos algo distinto a lo que ya hacemos, por separado. También estaba la premisa de no usar el bandoneón y usar el vibráfono como elemento melódico y las percusiones marroquíes y egipcias que siempre me gusta usar. Todo sumado a la batería. Entonces fue eso. Estábamos en Ushuaia haciendo la música para el Festival de Cine de montaña, y así, en una especie de viaje por la cubierta de un velero por el canal de Beagle, al cual nos invitaron y estábamos gratamente sorprendidos por la Naturaleza. Ahí dijimos “Volvemos y empezamos”. Y asi fue. Somos caballeros de palabra por lo que llegamos y empezamos a trabajarlo. Un poco en su casa y otro poco en la mia.Fernando Samalea
Sobre el disco en sí, es poco lo que les puedo aportar, ya todos deben conocer de qué va esto, y si no lo conocen con màs razón deben descargarlo y escucharlo como se debe, pero igualmente aquí va unas críticas de terceros del disco:
Para los que siguen al Caleidoscopio, no hará falta recordarles que hablamos con cada uno de los hacedores de este disco. Tanto con Fernando Kabusacki (http://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2011/06/fernando-kabusacki-la-tecnica-no-tiene.html) como con Fernando Samalea (http://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2011/07/fernando-samalea-la-busqueda-constante.html) .Daniel Gaguine
Bueno, aquí tenemos el disco de la dupla de los Fernandos que, si bien mantiene en un punto el trabajo de ambos en sus experiencias solistas, se aleja un poco en lo que serían los climas que se crean con la grabación de varios instrumentos, como bien puede verse en los muy logrados “Luck” de Kabusacki y “Primicia” de Samalea. Aquí, las canciones se basan en guitarra, bajo y batería, con los aportes del vibráfono y del stick. Recordemos que tanto el stick y el bajo son interpretados por un tal Tony Levin. Al ir desglosando el CD, se aprecia la comunidad entre los músicos que va más allá de un dúo con un invitado para ser directamente un trío. El sonido es fresco y se nota un verdadero deseo de pasar un buen momento en el estudio de grabación, haciendo música sin mayores presiones.
Las atmósferas cinematográficas para las canciones tienen que ver con las circunstancias que tuvo la génesis del disco. Si el título del álbum tiene que ver con que fue ideado en Tierra del Fuego, nada mejor que un tema como “Selk’nam” para que sea la apertura. La canción tiene un aura de un lugar que pareciera ser lejano pero con el cual la música es el mejor puente para aprehenderlo. Desde ese mismo comienzo, se aprecia la idea base del disco: buenas canciones, buenas melodías y el deseo de hacer un álbum fresco, lejos de pretensiones ególatras de ver cuanto se puede demostrar lo que se sabe en un tema. Pegado y casi sin dar tiempo al cambio, suena “The Beagles”, con las alusiones obvias al canal del sur del país y a una banda de Liverpool que vaya uno a saber si algún dia llega a algo importante en la música. “La luz” es un buen ejemplo de la idea madre del disco. Con sus 2.15 minutos, es una buena síntesis de lo que es hacer un buen tema, con una mejor interpretación del mismo. Con unas percusiones africanas se inicia “Maroc” para ir decantando en diversos climas, como si fuera un pequeño diario de viaje de 5.13 minutos, que nos lleva a distintos lugares. “Life underwater” levanta el ritmo del disco con su furiosa guitarra y el vibráfono colándose entre la distorsión de las seis cuerdas. A continuación, suena “Siempre dos”, un tema rápido aunque no con la potencia del anterior, que sirve como puente al tema que pone punto final al disco que es “Los Canales”. Empieza de a poco, como el amanecer de un nuevo día, con los esos primeros sonidos que descubre el alba para desgranar en sus diez minutos de duración todo el vaivén de un día, plasmados en una partitura musical, magistralmente interpretada. De esta manera, con un sonido natural, este séptimo tema va dejando su sonido en el principio mismo del disco, con las ganas de volver a escucharlo para poder viajar nuevamente a través de sus sonidos.
El cuidado del álbum va desde su sonido limpio y claro hasta el arte de tapa, cortesía de Renata Schussheim. Grabado en los estudios de Palito Ortega y de Tony Levin, “Al limiti del mondo” es de esos discos que uno quiere y disfruta de escucharlos seguido, para acompañar distintos momentos.
Multiprocesadora de músicaMatías Córdoba
El baterista acaba de publicar Al limiti del mondo, un álbum a dúo con el guitarrista Fernando Kabusacki, en el que participa como invitado Tony Levin. Hace poco salió también el disco del Sexteto Irreal, del que forma parte, y tocó en el último hit de Calle 13.
“Difícilmente hubiese podido ser el cantante de una banda de rock y estar ahí en primer plano, buscando los flashes. Pero sí disfruto de un rol más tranquilo y discreto al mando de mis discos instrumentales. Será que ese don de la suerte, sumado a mis propias ganas, me fue llevando a alcanzar las metas”, responde el músico Fernando Samalea ante la pregunta sobre cómo construyó una carrera –aunque a él no le guste hablar en esos términos– que ya lleva más de veinte años y en la que tocó con algunos de los más prestigiosos artistas de la escena local e internacional. Este baterista tiene tiempo para todo: viaja por el interior del país en cada rato libre, toca batería, percusión y bandoneón, compone, es parte del Sexteto Irreal (que recientemente publicó Jogging), colabora actualmente con diversos músicos (Rosario Ortega y Pablo Dacal, entre otros), tocó la batería en “Calma pueblo”, una de las últimas canciones de Calle 13, grabó discos instrumentales, tocó con Andrés Calamaro, Tony Levin y decenas de artistas a los que se fue acercando en el transcurso de su vida. Y ahora, para no perder la costumbre, acaba de publicar Al limiti del mondo, el nuevo disco que Samalea firma en conjunto con su “hermano”, Fernando Kabusacki, y que aquí explica.
–Se encuentran algunas diferencias entre su obra solista y la de sus proyectos en los grupos de rock. ¿Cómo se alimentan entre ellas?
–Diría que tuve siempre esa dualidad, participando de proyectos enormes con artistas súper populares y a la vez en esos para minorías, como el mío de bandoneón. Así se dieron determinadas alianzas, algunas en plan miniatura. La que tenemos con Kabusacki en Al limiti del mondo es un buen ejemplo. Uno es lo que es. No podés forzarlo. Venís de antemano con una señal y la llevás adelante, o no sucede nada. Casi todos realizamos muchas actividades en paralelo, no sólo dentro de la música. El filósofo Gurdjieff se cansó de aseverar que “no somos uno, sino ocho”, con facetas bien diferentes dentro. Así se explicaría el frecuente oscilar de nuestros gustos, a veces alarmante. Vamos de fiestas esnob a obras de teatro o a películas conmovedoras sin escalas. De lo trágico de Stendhal a las memorias de Groucho Marx, que te hacen descostillar de la risa. ¿Por qué algunos días querés escuchar las bossa-novas de Vinicius y Jobim y otros a The Who, o tal vez a MGMT, Luis Alberto Spinetta, Kings of Convenience o Frank Sinatra? Claro que al componer música hacés lo que te sea posible, con tus limitaciones, y supongo que el secreto de lograr algo pasa por aceptar esa pauta.
–En su discurso y en sus discos interactúan la literatura, la música, el cine y la pintura con mucha asiduidad.
–Es que muchas veces la idea original deviene de un caos sensorial. Algunos tienen cierta fluidez, dicen tres o cuatro frases y ya entendiste todo. A mí me cuesta más ser preciso o encontrar las palabras e imágenes apropiadas. Cuando hablás de algo, soñás determinados colores, temperaturas, texturas. Todo queda envuelto en ese juego creativo: la energía, la respiración, el movimiento del pecho al entrar o salir oxígeno, los gozos, alegrías, añoranzas o dudas. Hay dos palabras que evito cuando hablo de mí: trayectoria y obra. Sólo intento sumarme a proyectos ajenos o generar propios que conlleven sinceridad e ilusión. Y los acepto como un pequeño fotograma del momento.
–¿Cómo nació su relación musical con Fernando Kabusacki?
–Con Kabusacki se da una alianza que roza la hermandad. Nos conocimos a través de María Gabriela Epumer y desde el primer segundo ya estábamos predispuestos a compartir música, chistes u ocurrencias. El me mostró el mundo del Guitar Craft –el de los discípulos de Robert Fripp–, y yo debo haberlo acercado un poco más al ambiente del rock. Lo llamativo es que sus discos y los míos son completamente antagónicos, ya que suelo usar armonías cercanas al sentir de Buenos Aires o al exhalar bandoneonístico; mientras él genera temas y atmósferas inclasificables dentro de un contexto geográfico.
–Mucho de lo que dice está presente en Al limiti del mondo. ¿Cómo se gestó el disco siendo ustedes musicalmente antagónicos?
–Hace unos meses estábamos en el Festival de Cine de Montaña de Ushuaia y nos propusimos realizar este disco a dúo. Apenas regresados pautamos las siete piezas. Hubo estructuras, progresiones de acordes y melodías desde el vamos, evitando las improvisaciones como eje. Les dimos gran protagonismo al vibrar de las cuerdas y al ondular de los parches y usé bastante el vibráfono. La premisa fue conservar ese halo de aire y espacio que tiene la música cuando coquetea con el silencio.
–Además participa Tony Levin, bajista de King Crimson y Peter Gabriel, que ya había grabado con usted. ¿Cómo fue el acercamiento?
–Le pedimos que sea nuestro invitado de lujo. Que se haya sumado a dos músicos ignotos del Cono Sur como nosotros, siendo quien es dentro de la música internacional, habla de su grandeza. Es una de las grandes sorpresas que te da la vida verlo interesado por el sonido del bandoneón, participando en varios de mis discos desde hace años y ahora también en éste. Y que podamos compartir otras cosas como cafecitos y salidas por ahí, charlas, complicidades, humoradas... intentaremos hacer un disco de trío a futuro.
Al límite del mundo. Por ahí parecen cruzarse los caminos de Fernando Kabusacki y Fernando Samalea. Un limbo musical y virtual, que les permite caminar a la par de Tony Levin, el bajista y hombre stick que supo ser la base del sonido de Peter Gabriel, John Lennon, Lou Reed y Robert Fripp entre tantos otros. Al Limiti del Mondo se llama el álbum que los músicos argentinos firmaron juntos y que cuenta con el bajo y el stick de Levin en todas las canciones. "Con Tony es una cuestión de frecuencia -cuenta Kabusacki-. Yo siento que Tony es nuestro amigo, nuestro aliado, es un músico con el que uno hace años se siente cerca, porque estamos en la misma frecuencia, incluso desde antes de conocernos."Sebastián Ramos
Kabusacki acaba de regresar de una gira por Japón, donde en 17 días tocó 16 conciertos, mezclándose con lo más granado de la escena noise nipona. "Salvo cuando toco con Buffalo Daughter, con los que actuamos en un festival grande en Osaka, una especie de Quilmes Rock, el resto de los shows son improvisaciones", asegura, y recomienda ponerle la oreja a una baterista conocida como Pikachu. "Estuve con ella y me contó que se fue a estudiar a Africa con los pigmeos durante seis meses para aprender su música. Una locura total, cuando volvió casi se muere de las enfermedades que se había agarrado. Todo es muy así en Japón; musicalmente son increíbles". Al límite del mundo... y del sonido, también.
Samalea y Kabusacki, por separado, transitan sus vidas, sus obras, como músicos en los márgenes del rock, con inquietudes extremas, que los llevan tanto a bares del circuito under -con sus proyectos solistas o acompañando a jóvenes músicos de la escena independiente- como a estadios multitudinarios -estrellas populares como Gustavo Cerati o Charly García los sumaron en diferentes etapas de sus carreras-. Juntos, decidieron grabar un álbum sin planificación más que la de "encontrarse el jueves a las cuatro de la tarde".
Samalea: -De todas formas, buscamos la manera de que no fuera un disco improvisado, sino de piezas instrumentales, relativamente compuestas con su forma y su estructura.
Kabusacki: -Así, el disco se fue haciendo solo, porque era obvio todo lo que pasaba musicalmente para nosotros.
El baterista y bandoneonista dice que su única premisa fue que la guitarra de Kabusaki tuviera protagonismo y de allí que en las ocho "piezas" de Al limiti del m ondo no se escuchan sintetizadores ni teclados ni demasiadas texturas sonoras, fieles al estilo "Kabu", sino "todo guitarra eléctrica". Como contrapunto, la participación de Levin. "Utilizamos la misma metodología que con mis discos; le mandábamos los temas y él nos devolvía algo que, con su aporte, los llevaba más allá."
-¿Existe un diálogo musical enviándose archivos por la Red?
-Sí, pero la interpretación que él hace siempre responde a todo lo que tiene como músico, y la verdad es que no hace falta hablar demasiado.
Kabusacki: -Es como te decía antes: una cuestión de frecuencia.
Y así vamos cerrando una semana repleta de discos de Samalea...
Por último, un comentario de Fernando Kabusacki que me pareció muy importante para compartir:
Otro lujo que tenemos gracias a Pedro Rock, espero que lo sepan apreciar :)
Hace varias semanas hice una nota en Japón y un periodista, muy importante allá, me ponderaba muchísimo pero, de repente, me dijo: “Aunque se nota que no tenés mucha técnica”. Le contesté: “No, no. Tener, tengo técnica. Puedo tocar Paganini rapidísimo. Pero para mí eso es secundario”. Me interesa que la música sea expresable, no que mi técnica esté por delante de todo. La técnica tiene que estar al servicio de la libertad creativa. Lo que tiene que escucharse es música y no un tipo que toca bárbaro.
Otro lujo que tenemos gracias a Pedro Rock, espero que lo sepan apreciar :)
La lista de temas no se corresponde con los temas del disco.-
ResponderEliminarEsteban
Gracias por avisar Esteban, ya lo corregí
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