Existió vida antes del Estado argentino y de la colonia española de la cual nació. A pesar de que no lo podamos ver, como la metáfora de los peces que no ven el agua porque están dentro de la misma, el capitalismo patriarcal y extractivista no es natural. No hemos llegado hasta esta situación por el destino ni por la obra de un ser superior, tampoco por una evolución natural. La vida no es una calle de sentido único. Existen muchas direcciones por tomar. Lamentablemente, durante siglos hemos venido eligiendo la peor dirección de todas, la del Leviatán.
Esa bestia endemoniada, como la bestia del Apocalipsis de San Juan, llegará a estas tierras a través del mar, 500 años atrás, proveniente de la Europa civilizada, cargando cruces y fantasmas que obligan a aceptar la vida como pecado, culpa y sacrificio. Frente al paganismo adorador de múltiples deidades representadas en los movimientos de la naturaleza, se impondrá un Dios verdadero, puro, superior, único, sabio, padre, hombre y vengativo. Uno solo para toda la humanidad, bien alto en el cielo como los techos de las catedrales en donde será adorado. Dios será todo, la humanidad y la vida serán nada. Lo Salvaje será Civilizado. Así quiere y lo requiere el Señor, rey de reyes, campeón de campeones, macho de machos. El Papa, autoridad máxima de la estructura opresiva en la que se institucionalizó el cristianismo, y el Rey, autoridad terrenal elegida por Dios para gobernar, serán los encargados de interpretar y cumplir todos los caprichos que requiera.
«Basta un amo en el cielo para que haya mil en la tierra». Esos miles de amos por su condición de opresores vivirán en perpetua lucha, tanto con sus competidores como con sus subordinados, para mantener su posición. Desafortunadamente, para la Realeza y la Iglesia, su hegemonía cada vez se encontraba más debilitada. La principal responsable de ello era la burguesía, clase comerciante que se enriquecía con la gestión y el saqueo de las colonias de ultramar y por la utilización de un método llamado capitalismo que, una vez destronados los reyes y el sistema feudal/esclavista, se volverá el modo dominante de producción. Su Poder crecía a saltos, no solo en forma de plata y riquezas, sino también en autoconciencia de clase e ideas que esparcirá por todos los rincones del globo y que reflejarán su cosmovisión invasiva y destructiva. En estos territorios, quienes consumieron esas ideas serán los hijos criollos de los propietarios que se apoderaron de las tierras por medio de la masacre a los pueblos originarios. El centro del Señor y sus representantes sería desplazado. Nacería la Modernidad. El centro dejará de ser Dios y será modernizado en el culto al Progreso. Nace una nueva Nación y se llamará Argentina. La necesidad de construir un Estado que por medio de la violencia y el adoctrinamiento impondrá relaciones sociales capitalistas que producirán riquezas acumulables y miserias inolvidables se vuelve urgente. Para no cortar con toda la tradición, los hombres serán quienes estarán a cargo de toda esta operación. Porque ¿cómo enviar a las mujeres, esos seres débiles, delicados frente a los bárbaros y salvajes indios, impíos especímenes de otras eras, atrasados, brutos y primitivos que no violan la tierra para extraer sus riquezas acumulables y que le rezan a abstracciones paganas? No, definitivamente no, las mujeres se quedarán en casa criando a los herederos que, Dios quiera, también serán Hombres. Como el Lebensraum de los nazis, el Leviatán argentino reclamará su propio “espacio vital” para desarrollarse y violar a la naturaleza. Llegará la Pacificación de la Araucanía y la Conquista del Desierto, que no serán más que la etapa superior de la Conquista de América.Uno de los principales testigos de esta invasión del “espíritu occidental” que tras siglos venía causando estragos por Eurasia y el norte de África, será el pueblo mapuche. De hecho, no será solamente testigo, sino que será uno de los únicos pueblos que hasta la fecha de hoy aún continúa resistiendo, ya que el Imperio español nunca los pudo someter. La Guerra de Arauco que duraría 6 años terminaría con la derrota de la Corona española. Su desconcierto será muy grande. ¿Cómo un pueblo descentralizado —no leviatanizado— formado por comunidades autónomas entre sí pero coordinadas fue capaz de derrotar al Imperio del Señor? Esta no sería la primera resistencia a un imperio, ya que su historia de lucha se remonta aún más atrás cuando lograron resistir al Leviatán Inca en la batalla de Maule en el siglo XV. No cabe duda alguna de que este pueblo tiene un admirable espíritu de lucha, un espíritu ancestral que se remonta a siglos y siglos en el pasado.
A pesar de lo que nos enseñan, el pasado no está terminado, no es un caso cerrado. El presente nos obliga a remontar sobre nuestros pasos constantemente. El pasado petrificado, terminado, unívoco sólo conduce a la justificación serial del presente. “Las grandes matanzas del pasado fueron trágicas, pero bueno, fue necesario para progresar”. El Pasado como biografía personal del Presente. Profecía autocumplida, todo lo que pasó tenía que suceder. La Historia tiene un sentido lógico, matemático, racional, necesario. ¿Cuántas veces han anunciado el fin de la Historia? “Un exceso de historia daña a lo viviente” ¿Cómo hablar de libertad si nuestra historia es reducida a una ecuación racional desde la perspectiva de los vencedores? La victoria no prueba nada. Las derrotas tampoco. A la sombra de la Historia, silenciosa entre las ruinas, siguen surgiendo resistencias. Una de esas resistencias, cocinada al calor de la bestia leviatánica que todo lo devora, la está llevando adelante una parte del pueblo mapuche. Estxs rebeldes no se han rendido frente al pasado, no se han arrodillado ni al Dios único español, ni al Progreso único de Argentina ni Chile. Hoy ellxs están utilizando el pasado para nutrirse y actualizarlo en el presente. El pasado grita “venganza” y se hace oír de generación en generación. Si escuchamos, los ancestros nos ofrecen sus fuerzas. Tal vez sea ese diálogo ancestral lo que le permita a Facundo Jones Huala, actual lonko de su comunidad, hablar con claridad en épocas donde el montaje estatal del Capital logra falsear y tergiversar la historia a su antojo y voluntad.En su último comunicado dirá:
[…] ningún gobierno ha sido ni será capaz de resolver nuestra condición histórica de opresión, en tanto son administradores del sistema capitalista en su actual modelo neoliberal, siendo esta administración populista más peligrosa que la derecha oficial.
A pesar de que esas palabras se refieren particularmente a las comunidades mapuche en lucha, tranquilamente se podría decir lo mismo de la clase desposeída en general. Con la claridad de alguien que entiende que los Estados son estructuras no naturales que vinieron a invadir un territorio anteriormente habitado, afirma: “No me importan las peleas de la derecha bipartidista argentina (kirchnerismo vs. macrismo, peronchos vs. radicales)”. En tiempos donde la mentira es la norma, y la norma impone binarismo, las palabras breves y concisas pueden ayudar a afilar perspectivas.
Todos los leviatanes han procurado cortar las raíces de los pueblos a los que han sometido. Desde los inicios de la civilización hasta nuestra actualidad donde un obrero bajo el estalinismo dirá “nunca se sabe lo que nos deparará el pasado”, nos evidencian la necesidad de tener memoria, de no olvidar, de rememorar, de resistirse a la “Historia oficial”. La lucha no es solo por un futuro mejor, sino por un pasado recuperado que no olvide ni justifique nunca todas las vidas arrebatadas. ¿Cuáles son nuestras raíces? ¿Cómo saber hacia dónde vamos sin saber de dónde venimos? ¿Qué son las patrias del mundo sino abstracciones erigidas sobre miles y miles de cementerios de pueblos originarios? La pila de cadáveres bajo el altar del Progreso no cesa nunca de crecer. La recuperación de tierras —momento ineludible de la recuperación de memoria— que están llevando adelante es la evidencia de que la historia está lejos de cerrarse sino que sigue siendo un proceso abierto y en disputa. Un pueblo que recuerda es un pueblo que está vivo y que lucha. Un pueblo que recuerda es un punto de anclaje sobre el cual materializar una nueva forma de ver la vida, ya que nos permite vislumbrar más allá de nuestras narices, más allá de todos los dogmas y perspectivas que esta civilización nos ha inculcado y que hemos internalizado. Cuanto más tiempo tengamos puesta la armadura del Leviatán, más se atrofiarán nuestros cuerpos hasta el punto de ser irrecuperables. Rememorar para no olvidar que la armadura no es nuestra piel. El pueblo mapuche en lucha es un espejo que nos permite mirarnos a la cara y cuestionar la idea del Progreso como motor de la historia. Y nos permite identificar, entonces, que por el camino del Progreso habita el Leviatán, la bestia del olvido y la destrucción, del aburrimiento y la sumisión, del silencio y la complicidad.
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