Todo el sistema imperial-capitalista está podrido. Todos sus centros de poder, todas sus instituciones están corrompidas por completo. Cómplice de uno de los más terribles genocidios de la historia, sus supuestos valores han quedado expuestos como lo que en realidad son: el obsceno disfraz de un despiadado depredador.
Las palabras de introducción, a las que creo no se necesita agregar nada más, son de Caitlin Johnstone, periodista freelancer australiana de izquierda, financiada completamente por crowdfunding, socialista, poeta guerrillera y preparadora de utopías.
No hace tanto que se publicó el siguiente texto. Fue el 10 de marzo, es un extracto de su punzante artículo “When The Imperial Media Report On An Israeli Massacre” sobre la matanza en Gaza.
CIUDAD FANTASMA
Caminando por las calles de esta ciudad fantasma, viendo a gente fantasma reír y jugar y disfrutar como si Gaza no estuviera ardiendo, como si los niños no estuvieran muriendo de hambre, como si la gente no estuviera muriendo lentamente atrapada bajo los escombros junto a los cadáveres de sus seres queridos, como si las tropas de las IDF [Fuerzas de Defensa de Israel, por sus siglas en inglés] no estuvieran matando alegremente a civiles con drones y francotiradores mientras a los niños se les amputan miembros sin anestesia, con el pleno apoyo de esta civilización fantasma y sus líderes fantasmas.
En esta ciudad fantasma llena de coches fantasma, autobuses fantasma, trenes fantasma, pubs fantasma, conciertos fantasma, parques temáticos fantasma, cines fantasma, festivales fantasma, risas fantasma, fiestas fantasma, compras fantasma, todo sigue igual que antes de que todo esto empezara. Niños pequeños correteando con la carne en los huesos y los órganos dentro del cuerpo como se supone que deben estar, supervisados por padres fantasmas con la cabeza llena de influencia social y cotilleos.
El mes pasado, un hombre se prendió fuego ante la embajada israelí y gritó “PALESTINA LIBRE” mientras ardía. No era un fantasma. Era de carne y hueso. La vio. Respondió a ella. Trató esta pesadilla como lo que es.
No hacemos eso en esta ciudad fantasma. Miramos fijamente las pantallas y nos zampamos aperitivos y alcohol en el enorme vacío que tenemos dentro, y sacudimos nuestra atención buscando cualquier cosa que nos impida un encuentro, aunque sea momentáneo, con lo real. No miramos Gaza. Miramos todo, excepto Gaza.
Así que seguimos con la farsa. Mantenemos frenéticamente los engranajes de esta ciudad fantasma girando como hámsteres en una rueda, corriendo cada vez más rápido porque podemos sentir la húmeda boca de la autenticidad pisándonos los talones. Es como un gigantesco juego de improvisación teatral al que estamos jugando todos juntos, en el que no hay otra regla más que mantener la escena en un estado constante de movimiento frenético.
Porque todos sabemos lo que ocurrirá si nos quedamos quietos, en algún nivel. Todos sabemos que la quietud permite que el humo se disipe y el barro se asiente en el agua, y a partir de ahí es sólo cuestión de tiempo para que nos encontremos en el tiránico asidero de la claridad. Y entonces todo saldrá a borbotones. Las mentiras. La falsedad. El descontento. Los sentimientos. La vergüenza. La culpa. La verdad. Gaza.Pero sólo puedes huir de ti hasta cierto punto. Puedes huir hasta que te cansas, te caes y te encuentras mirando al cielo bajo el cual has vivido toda tu vida. Esta fraudulenta ciudad fantasma no puede mantener esta farsa para siempre. Nada de esto es sostenible. En algún momento y de alguna manera, la verdad inevitablemente irrumpe.
Caitlin Johnstone
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