Al fin el país se cae a pedazos y está al borde del abismo (y no se trata de un álbum de Yes), en una masacre planificada, una crisis autoinfligida, producto de un diseño para poner al país de rodillas. La administración colonial del Felino Macri, encabezada por CEOs, ha creado una espiral recesiva de estanflación, endeudamiento externo, contracción del consumo y corrida cambiaria que está sumiendo al país en el caos. Es el resultado de una increíble batería de medidas destructivas de la producción y el empleo: se trata del diseño de un colapso inducido: el país marcha hacia la cesación de pagos, la parálisis productiva y el desempleo masivo. ¿Puede ser solo torpeza del grupo que gobierna? Incluso el Financial Times de hoy dice que Argentina está al borde del abismo, y no dice que sea por culpa del fantasma del kirchnerismo, ni de la incertidumbre electoral, ni del libro de Cristina ni de la pesada herencia. Dice, simplemente, que el gobierno de Mauricio Macri hizo todo mal. Todo indica que Argentina sufre una invasión intangible y silenciosa, aunque para las mayorías tal destrucción no exista. O, por lo menos, no existe la percepción de que exista. La pregunta es: ¿cuál es el programa de shock que se prepara con este escenario catastrófico? Porque el shock ha regresado a Argentina. Y el experimento, ahora en democracia, ya deja ver sus resultados.
En la antesala de un shock
Romper el cerco mediático que contiene a los Amarillos, mesías del neoliberalismo argentino, no es tarea sencilla. El 98% de los medios le pertenecen al establishment. Sus figuras, transformadas en voceros de la “verdad oficial”, construyen una agenda auspiciosa para la implementación de políticas antipopulares, y de esta manera logran lo que el ex psiquiatra de la CIA, Ewen Cameron, dio en llamar "Doctrina del Shock", método mediante el cual se quiebra la voluntad de un sujeto para implantar nuevas ideas en su mente. Sin dicho lavado de cerebro general, habría sido difícil implantar semejante engendro que hoy gobierna, y menos que haya llevado adelante el plan de destrucción masiva que ejerción desde el 2015, cuando el Felino Macri fue elegido presidente, aclamado por los mercados como un líder pro-mercado y pro-reforma dispuesto a tomar las difíciles decisiones de política que eventualmente re-enderezarían la lucha de la economía de un país con inflación. La administración colonial aplicó entonces una serie de políticas destructivas -no solo atacó el nivel de ingresos de la clase trabajadora, sino que minó incluso las bases de sustentación de los propios capitalistas locales- que dió origen a una nueva crisis monetaria extendida y el programa del FMI más grande en la historia. El miércoles, el costo de asegurar contra un impago de la deuda argentina aumentó a su nivel más alto desde que Macri asumió el cargo hace tres años y medio, consolidando el título del país como el segundo prestatario soberano más riesgoso del mundo detrás de Venezuela.
La renovada fragilidad financiera expresa la vulnerabilidad del modelo de endeudamiento, desregulación y ajuste implementado a lo largo de los últimos tres años.
La batería de falsas realidades que en continuado transmitieron y transmiten los medios, logró el objetivo de llegar a la opinión pública y que ésta transforme en verdad irrefutable aquello que no es capaz ni siquiera de interpretar.
El discurso oficial se instaló con tal firmeza, que no dejó resquicios para la duda. Así, la decisión del gobierno de disolver el Ministerio de Salud y el de Trabajo, se transformó en un hecho que la opinión pública no cuestionó; como tampoco lo hará con otras medidas que atentan contra los más vulnerables, puesto que éstos creerán que -tal como lo indican los medios a través de los que se informan- "es la única opción".
El diseño de un colapso inducido
Cualquier economía próspera, incluso de los países desarrollados, se hubiera sumido en la parálisis productiva y la estanflación que caracteriza hoy a la Argentina, si se hubieran aplicado las siguientes fórmulas que imperan desde diciembre de 2015: la apertura importadora irrestricta —provocó un gran desbalance en la balanza de pagos con el exterior— y el cierre progresivo de la industria nacional que quedó desprotegida. El aumento salvaje de tarifas de servicios públicos desestabilizó no solamente las economías hogareñas, sino también la viabilidad del comercio y los sectores productivos que no eran afectados por la competencia extranjera. La desgravación impositiva a grandes grupos, quita de retenciones al agro y la minería y otras exenciones impositivas a los sectores más concentrados, desfinanciaron las arcas públicas y prepararon el terreno para un agravamiento del déficit fiscal, que a su vez fue pretexto para un feroz ajuste presupuestario. La vertiginosa devaluación de la moneda y elevación de las tasas de interés alimentó una inflación que amenaza desbocarse para convertirse en otro episodio de hiperinflación, y agravó las pésimas condiciones de la economía en su conjunto. Las tarifas de servicios públicos, el combustible y otros insumos básicos fueron dolarizados, con lo cual, cada incremento del dólar impacta directamente sobre el costo interno de la producción de bienes y servicios.
El endeudamiento acelerado que financió este esquema encaminó al país a volver al FMI, que impuso nuevas medidas de achique de gastos, interrupción de obra pública y recortes de programas sociales.
Sabotaje, régimen y persecución
Es evidente que el paquete de políticas conforma un claro sabotaje al país, su aparato productivo y la calidad de vida de su población. Estas no son las recetas de ningún tipo de capitalismo productivo.
Un segundo lote de políticas sugirió desde el comienzo del régimen amarillo que es necesario el desmantelamiento por anticipado de cualquier intento de resistencia y oposición social activa. Pese a tener inicialmente un alto consenso social y gozar de una formidable protección mediática, el Gobierno de Corporación Cambiemos ha impulsado sistemáticamente líneas represivas muy pronunciadas:
La Doctrina del Shock
Subyace siempre la lógica perversa de la doctrina del shock: con la excusa de responder a la crisis, se impone más crisis para crear una modificación permanente a través de recortes drásticos en derechos y servicios sociales. En las palabras del propio Friedman: "Solo una crisis —real o percibida— da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable".
Cuando Naomi Klein escribió su libro La Doctrina del Shock la crisis no se había mostrado en toda su crudeza. La tesis central que manejaba en este libro era que el descaro con el que actuaban las fuerzas de gobierno global contra los derechos de la población sólo se podía entender gracias a la configuración de una escenario de miedo ambiente que hacía que la sociedad quedase desorientada e impactada por los acontecimientos, dispuesta a asumir decisiones impensables en estados de ánimo más serenos.
Sin duda, muchas de las tesis expresadas por Klein tienen un fiel reflejo en la crisis mundial. Podemos ver la realidad Argentina cuando se vive un momento donde el miedo al despido, la pérdida de derechos sociales, a la pérdida de libertades se vive muy de cerca, visualizándose así el derrumbe de todo un modelo de pensar y vivir. Haciéndose patente tanto en los sectores más excluidos como, cada vez más, en el desplome de las clases medias.
Todo ello cae sobre un entorno de precariedades afectivas, motivacionales y de sentido que propulsan los sentimientos de vacío, desorientación, tristeza o hastío propios de los sistemas capitalistas incapaces de ofrecer el progreso que prometen. Bajo el miedo englobamos la inestabilidad, la incertidumbre, las precariedades emocionales, todo lo que rompe la línea continua de evolución positiva que nos inculcaron desde pequeños y pequeñas.
El gobierno amarillo basó su esquema económico en el endeudamiento externo, primero con privados y cuando le soltaron la mano con el FMI, dando lugar a un significativo incremento en la vulnerabilidad externa del país. Más allá del gobierno que asuma en diciembre hay incertidumbre sobre la economía argentina porque el año que viene no estarán los dólares del FMI y la posibilidad de financiarse con privados parece absolutamente cerrada. Ahora vendrá el Shock (otra vez los argentinos seremos conejillos de indias de los experimentos sociales) que tratará de permitir:
La crisis como oportunidad para el ajuste, según las enseñanzas de Milton Friedman
Todo ello pareciera una ficción muy difícil de llevar a la práctica, pero recordemos que en los años turbulentos del 2001, cuando Argentina cayó en cesación de pagos, la prensa global llegó a sugerir que la Patagonia, inmensamente rica en recursos, fuera separada del resto del país para servir de mecanismo de pago de la deuda en default. Años después, el profesor de Harvard Richard N. Cooper, escribió una propuesta en consonancia con el pensamiento de Anne Krueger (entonces titular del FMI) para someter a las naciones endeudadas a procesos de quiebra con el fin de que los activos sean liquidados y los ingresos resultantes distribuidos entre sus acreedores, bajo la guía de un tribunal global.
La Patagonia argentina ya es un territorio internacionalizado. La compra masiva de tierras por parte de extranjeros en Argentina, que lleva décadas, había sido reglamentada en 2011 por el Congreso, disponiendo un límite del 15% de las tierras cultivables del territorio nacional, y hasta 1.000 hectáreas por persona. La administración colonial del Felino Macri, por decreto, eliminó estas restricciones, y el proceso de adquisición masiva de tierras se profundizó. Ya hay extensos territorios en el sur argentino que funcionan como microestados, con su propia red de carreteras, aeropuertos, fuerzas de seguridad y fuentes de energía.
No hay resquicios para la duda. La reforma previsional, la flexibilización del mercado cambiario, la degradación de los Ministerios de Salud y de Trabajo, la dolarización de las tarifas energéticas, la recesión o el incremento de la pobreza se transforman en hechos que la opinión pública no cuestionó hasta hace muy poco tiempo porque el gobierno y los medios afines los presentaron como "la única opción".
Colapso a lo argentino
Si se observa la evolución del mercado de cambios en los últimos días, se pueden ver dos hechos constantes: un aumento progresivo del volumen operado (señal de que se huele un crack y están comprando grandes jugadores), y un drenaje constante de las reservas del Banco Central, "infladas" con el préstamo del FMI. Los muchachos están nerviosos porque, como los apostadores de un casino, están empezando a pensar si no llegó el momento de irse antes de perderlo todo, y si la banca tendrá dinero para cambiarles las fichas: en este caso, pesos por dólares. ¿a cuánto estamos de que los "mercados" le pidan a Macri un cepo a la compra de divisas para ahorro, para asegurarse el cobro de la deuda?
Una sociedad dividida y sumida en penurias, un ejército nacional sin capacidad operativa y un proceso de infiltración de capitales y elementos militares extranjeros, parecen la antesala perfecta de eventos en los que Argentina pierda parte de su integridad territorial. Referencias oficiales no faltan: el rabino Sergio Bergman, ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, ha profetizado hace pocos meses que la Patagonia, como "tierra prometida, debe ser partida y repartida".
El diseño del colapso argentino no tiene una meta única, ni tampoco una conducción unificada. El plan tampoco tiene los resultados asegurados. Su evolución está vinculada con la evolución de otro conjunto de ofensivas en la región: el 'lawfare' contra Lula y el resto de los líderes populares de América Latina, el cerco contra Venezuela y el despliegue militar imperialista en todo el continente.
Los resultados finales tienen que superar la prueba de fuego que ninguna conspiración puede anticipar: la reacción de la gente y las organizaciones populares.
Por eso, mejor estemos atentos a la "Doctrina del Shock"...
Mauricio Macri: "El riesgo país sube porque en el mundo hay miedo de que los argentinos quieran volver atrás" https://t.co/ChcOIEkSyk pic.twitter.com/HqN92UqG2S— infobae (@infobae) 24 de abril de 2019
En la antesala de un shock
Romper el cerco mediático que contiene a los Amarillos, mesías del neoliberalismo argentino, no es tarea sencilla. El 98% de los medios le pertenecen al establishment. Sus figuras, transformadas en voceros de la “verdad oficial”, construyen una agenda auspiciosa para la implementación de políticas antipopulares, y de esta manera logran lo que el ex psiquiatra de la CIA, Ewen Cameron, dio en llamar "Doctrina del Shock", método mediante el cual se quiebra la voluntad de un sujeto para implantar nuevas ideas en su mente. Sin dicho lavado de cerebro general, habría sido difícil implantar semejante engendro que hoy gobierna, y menos que haya llevado adelante el plan de destrucción masiva que ejerción desde el 2015, cuando el Felino Macri fue elegido presidente, aclamado por los mercados como un líder pro-mercado y pro-reforma dispuesto a tomar las difíciles decisiones de política que eventualmente re-enderezarían la lucha de la economía de un país con inflación. La administración colonial aplicó entonces una serie de políticas destructivas -no solo atacó el nivel de ingresos de la clase trabajadora, sino que minó incluso las bases de sustentación de los propios capitalistas locales- que dió origen a una nueva crisis monetaria extendida y el programa del FMI más grande en la historia. El miércoles, el costo de asegurar contra un impago de la deuda argentina aumentó a su nivel más alto desde que Macri asumió el cargo hace tres años y medio, consolidando el título del país como el segundo prestatario soberano más riesgoso del mundo detrás de Venezuela.
La renovada fragilidad financiera expresa la vulnerabilidad del modelo de endeudamiento, desregulación y ajuste implementado a lo largo de los últimos tres años.
La batería de falsas realidades que en continuado transmitieron y transmiten los medios, logró el objetivo de llegar a la opinión pública y que ésta transforme en verdad irrefutable aquello que no es capaz ni siquiera de interpretar.
El discurso oficial se instaló con tal firmeza, que no dejó resquicios para la duda. Así, la decisión del gobierno de disolver el Ministerio de Salud y el de Trabajo, se transformó en un hecho que la opinión pública no cuestionó; como tampoco lo hará con otras medidas que atentan contra los más vulnerables, puesto que éstos creerán que -tal como lo indican los medios a través de los que se informan- "es la única opción".
El diseño de un colapso inducido
Cualquier economía próspera, incluso de los países desarrollados, se hubiera sumido en la parálisis productiva y la estanflación que caracteriza hoy a la Argentina, si se hubieran aplicado las siguientes fórmulas que imperan desde diciembre de 2015: la apertura importadora irrestricta —provocó un gran desbalance en la balanza de pagos con el exterior— y el cierre progresivo de la industria nacional que quedó desprotegida. El aumento salvaje de tarifas de servicios públicos desestabilizó no solamente las economías hogareñas, sino también la viabilidad del comercio y los sectores productivos que no eran afectados por la competencia extranjera. La desgravación impositiva a grandes grupos, quita de retenciones al agro y la minería y otras exenciones impositivas a los sectores más concentrados, desfinanciaron las arcas públicas y prepararon el terreno para un agravamiento del déficit fiscal, que a su vez fue pretexto para un feroz ajuste presupuestario. La vertiginosa devaluación de la moneda y elevación de las tasas de interés alimentó una inflación que amenaza desbocarse para convertirse en otro episodio de hiperinflación, y agravó las pésimas condiciones de la economía en su conjunto. Las tarifas de servicios públicos, el combustible y otros insumos básicos fueron dolarizados, con lo cual, cada incremento del dólar impacta directamente sobre el costo interno de la producción de bienes y servicios.
El endeudamiento acelerado que financió este esquema encaminó al país a volver al FMI, que impuso nuevas medidas de achique de gastos, interrupción de obra pública y recortes de programas sociales.
Sabotaje, régimen y persecución
Es evidente que el paquete de políticas conforma un claro sabotaje al país, su aparato productivo y la calidad de vida de su población. Estas no son las recetas de ningún tipo de capitalismo productivo.
Un segundo lote de políticas sugirió desde el comienzo del régimen amarillo que es necesario el desmantelamiento por anticipado de cualquier intento de resistencia y oposición social activa. Pese a tener inicialmente un alto consenso social y gozar de una formidable protección mediática, el Gobierno de Corporación Cambiemos ha impulsado sistemáticamente líneas represivas muy pronunciadas:
- Aliento al gatillo fácil en la represión policial y anuncio del retorno de las Fuerzas Armadas a la seguridad interior.
- Silenciamiento de periodistas y medios críticos.
- Encarcelamiento y hostigamiento judicial de líderes de la oposición.
- 'Depuración' de jueces independientes y alineamiento del sistema judicial.
- Ingreso de tropas y establecimiento de bases extranjeras
La Doctrina del Shock
Subyace siempre la lógica perversa de la doctrina del shock: con la excusa de responder a la crisis, se impone más crisis para crear una modificación permanente a través de recortes drásticos en derechos y servicios sociales. En las palabras del propio Friedman: "Solo una crisis —real o percibida— da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable".
Cuando Naomi Klein escribió su libro La Doctrina del Shock la crisis no se había mostrado en toda su crudeza. La tesis central que manejaba en este libro era que el descaro con el que actuaban las fuerzas de gobierno global contra los derechos de la población sólo se podía entender gracias a la configuración de una escenario de miedo ambiente que hacía que la sociedad quedase desorientada e impactada por los acontecimientos, dispuesta a asumir decisiones impensables en estados de ánimo más serenos.
Sin duda, muchas de las tesis expresadas por Klein tienen un fiel reflejo en la crisis mundial. Podemos ver la realidad Argentina cuando se vive un momento donde el miedo al despido, la pérdida de derechos sociales, a la pérdida de libertades se vive muy de cerca, visualizándose así el derrumbe de todo un modelo de pensar y vivir. Haciéndose patente tanto en los sectores más excluidos como, cada vez más, en el desplome de las clases medias.
Todo ello cae sobre un entorno de precariedades afectivas, motivacionales y de sentido que propulsan los sentimientos de vacío, desorientación, tristeza o hastío propios de los sistemas capitalistas incapaces de ofrecer el progreso que prometen. Bajo el miedo englobamos la inestabilidad, la incertidumbre, las precariedades emocionales, todo lo que rompe la línea continua de evolución positiva que nos inculcaron desde pequeños y pequeñas.
El gobierno amarillo basó su esquema económico en el endeudamiento externo, primero con privados y cuando le soltaron la mano con el FMI, dando lugar a un significativo incremento en la vulnerabilidad externa del país. Más allá del gobierno que asuma en diciembre hay incertidumbre sobre la economía argentina porque el año que viene no estarán los dólares del FMI y la posibilidad de financiarse con privados parece absolutamente cerrada. Ahora vendrá el Shock (otra vez los argentinos seremos conejillos de indias de los experimentos sociales) que tratará de permitir:
- Extranjerización acelerada de empresas y otros activos
- Adopción del dólar como moneda oficial
- Desmembramiento territorial de la Argentina
La crisis como oportunidad para el ajuste, según las enseñanzas de Milton Friedman
Todo ello pareciera una ficción muy difícil de llevar a la práctica, pero recordemos que en los años turbulentos del 2001, cuando Argentina cayó en cesación de pagos, la prensa global llegó a sugerir que la Patagonia, inmensamente rica en recursos, fuera separada del resto del país para servir de mecanismo de pago de la deuda en default. Años después, el profesor de Harvard Richard N. Cooper, escribió una propuesta en consonancia con el pensamiento de Anne Krueger (entonces titular del FMI) para someter a las naciones endeudadas a procesos de quiebra con el fin de que los activos sean liquidados y los ingresos resultantes distribuidos entre sus acreedores, bajo la guía de un tribunal global.
La Patagonia argentina ya es un territorio internacionalizado. La compra masiva de tierras por parte de extranjeros en Argentina, que lleva décadas, había sido reglamentada en 2011 por el Congreso, disponiendo un límite del 15% de las tierras cultivables del territorio nacional, y hasta 1.000 hectáreas por persona. La administración colonial del Felino Macri, por decreto, eliminó estas restricciones, y el proceso de adquisición masiva de tierras se profundizó. Ya hay extensos territorios en el sur argentino que funcionan como microestados, con su propia red de carreteras, aeropuertos, fuerzas de seguridad y fuentes de energía.
No hay resquicios para la duda. La reforma previsional, la flexibilización del mercado cambiario, la degradación de los Ministerios de Salud y de Trabajo, la dolarización de las tarifas energéticas, la recesión o el incremento de la pobreza se transforman en hechos que la opinión pública no cuestionó hasta hace muy poco tiempo porque el gobierno y los medios afines los presentaron como "la única opción".
Colapso a lo argentino
Si se observa la evolución del mercado de cambios en los últimos días, se pueden ver dos hechos constantes: un aumento progresivo del volumen operado (señal de que se huele un crack y están comprando grandes jugadores), y un drenaje constante de las reservas del Banco Central, "infladas" con el préstamo del FMI. Los muchachos están nerviosos porque, como los apostadores de un casino, están empezando a pensar si no llegó el momento de irse antes de perderlo todo, y si la banca tendrá dinero para cambiarles las fichas: en este caso, pesos por dólares. ¿a cuánto estamos de que los "mercados" le pidan a Macri un cepo a la compra de divisas para ahorro, para asegurarse el cobro de la deuda?
Una sociedad dividida y sumida en penurias, un ejército nacional sin capacidad operativa y un proceso de infiltración de capitales y elementos militares extranjeros, parecen la antesala perfecta de eventos en los que Argentina pierda parte de su integridad territorial. Referencias oficiales no faltan: el rabino Sergio Bergman, ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, ha profetizado hace pocos meses que la Patagonia, como "tierra prometida, debe ser partida y repartida".
El diseño del colapso argentino no tiene una meta única, ni tampoco una conducción unificada. El plan tampoco tiene los resultados asegurados. Su evolución está vinculada con la evolución de otro conjunto de ofensivas en la región: el 'lawfare' contra Lula y el resto de los líderes populares de América Latina, el cerco contra Venezuela y el despliegue militar imperialista en todo el continente.
Los resultados finales tienen que superar la prueba de fuego que ninguna conspiración puede anticipar: la reacción de la gente y las organizaciones populares.
Por eso, mejor estemos atentos a la "Doctrina del Shock"...
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