Charly sorprendió a todos con su regreso a los escenarios. A once meses de su último show, el astro dio un concierto sold out en el Coliseo –bajo el nombre de La torre de Tesla–, cuyas entradas se agotaron en menos de media hora. Su performance sorprendió a todos, en una fecha épica y para coleccionar, donde sorprendió por la vigencia de su performance. Aquí vamos a relatar algunas experiencias de un un show controlado y emocionante, al mismo tiempo que vamos a volver sobre esa relación entre el artista y la clase media argentina, siempre metiendo el dedo en la llaga, destapando lo tabú y poniendo en evidencia la hipocresía de la sociedad, y lo hace al mismo tiempo que emociona a tres generaciones de fans.
La vigencia de su obra es indiscutible, pero sorprendió su performance y su estado físico, que mejoró notablemente. El mismo jueves salió caminando de su departamento de Coronel Díaz, casi sin ayuda –que venía teniendo post operación de cadera y una larga rehabilitación, en la que usó silla de ruedas como apoyo–, y así se mostró, en una fecha épica y de valor documental.
En el teatro Coliseo, Charly alternó sus nuevas canciones con sus clásicos, que fueron acompañados fervorosamente por un público mayoritariamente joven.
El martes pasaba poco y nada. Era feriado, muchos volvían de sus escapadas por el fin de semana largo y la ciudad estaba casi desierta. Sin embargo, un anuncio sacudió la modorra: se informaba que Charly García tocaría en el teatro Coliseo el jueves a las 20:30 y que las entradas se podían conseguir el miércoles desde las 11.
La locura fue total. Los fanáticos inundaron las redes sociales con mensajes de apoyo y, al mismo tiempo, se notaban algunos signos de angustia porque sabían que el lugar donde se presentaría el músico era pequeño y que las 1.700 localidades se iban a agotar rápidamente. Y así fue. En solo media hora volaron las entradas.
"Cuánta civilización", dijo Charly García después de cantar "Lluvia", el corte fuerte de Random, el disco que lanzó hace un año. Fue una declaración que captó con algo de sorpresa y sarcasmo la escena del teatro Coliseo, que algún tiempo atrás se hubiera leído como una ucronía: un show ordenado y potente de Charly García en el centro de Buenos Aires, mes de febrero del año 2018. ¿En qué dimensión paralela estamos?.
Quizás mejor hacer una retrospectiva
De esa cantera inagotable de testimonios, experiencias artísticas, sociales, sentimentales y existenciales, de éxtasis y zozobra que es "Esta noche toca Charly", el libro que a fines del año pasado publicó Roque Di Pietro, se podrían hacer una serie de notas innumerables. Se estaría contando no solo la carrera de García en vivo entre 1956 y 1993, sino una mirada de la historia argentina contemporánea que es poco explorada: desde la perspectiva de un artista popular que es capaz de contener mucho más que decenas de hermosas canciones.
Podríamos hablar de la primera aparición de Charly en el almuerzo de Mirtha Legrand (1979), donde fue a promocionar "La Grasa de las Capitales", visita que produjo estupor en el ambiente más bien puritano del rock argentino. Charly una vez más se colocaba en el lugar de Judas Iscariote, pero con objetivos políticos que fue capaz de discutir con lucidez con sus severos objetores
Esa voluntad de Charly de ponerse en lugares a los que el rock no fue capaz de llegar puede asimilarse a la actitud de Dylan en 1965, cuando se harta de vivir confinado en el gueto de músicos de protesta: "Podés hacer todo tipo de canciones de protesta y grabarlas en un disco de Folkways. Pero, ¿quién las escucha? La gente que las escucha va a estar de acuerdo con vos de todos modos. No vas a conseguir que alguien al que no le guste los escuche" [Citado por Di Pietro en pág. 236]. Yo acoto que Charly parece muy consciente de la trampa que significa cantar para "los que saben y no necesitan que les enseñen" como deja agudamente planteado en 1975 en "Para quién canto yo entonces", un verdadero manifiesto político de su proyecto artístico.
La vigencia de su obra es indiscutible, pero sorprendió su performance y su estado físico, que mejoró notablemente. El mismo jueves salió caminando de su departamento de Coronel Díaz, casi sin ayuda –que venía teniendo post operación de cadera y una larga rehabilitación, en la que usó silla de ruedas como apoyo–, y así se mostró, en una fecha épica y de valor documental.
En el teatro Coliseo, Charly alternó sus nuevas canciones con sus clásicos, que fueron acompañados fervorosamente por un público mayoritariamente joven.
"Arrancó con “Instituciones”, de Sui Géneris, y tocó temas de toda su carrera solista; no hubo de Serú Girán ni de La Máquina de Hacer Pájaros. Pero el hecho de haber arrancado con una de sus primeras canciones y haber tocado muchas de Random, su último disco, demostró que Charly no se centra en una sola etapa de su trayectoria, como lo hizo en otras oportunidades, sino que le gusta recorrer todo su repertorio. Hubo algunas sorpresas y también clásicos de Clics modernos y Piano bar. Uno de los hallazgos de la lista de temas fue “Reloj de plastilina”, porque podría haber elegido otro de Filosofía barata y zapatos de goma. Y además, las canciones de Random ya se transformaron en clásicos."Bebe Contepomi
No me sorprendió que la banda estuviera afilada porque toca hace mucho con él: los chilenos, el Zorrito, Rosario Ortega. Charly estaba en un costado, sentado en una especie de trono, con todo preparado para que no sintiera molestias por su cadera y sus problemas de movilidad. Nunca se paró de allí. Obviamente, no es un atleta: Charly tuvo la vida que tuvo y tiene los años que tiene, y eso hace que no esté en óptimas condiciones físicas. Pero tenía sus teclados adelante y se lo vio siempre de buen humor, haciendo chistes entre canción y canción, compartiendo, y muy conectado con la gente además de con la música.
A 11 meses de su último recital (el único que dio formalmente en 2017, para casi 400 personas), en la sala Caras y Caretas de la calle Sarmiento, Charly García regresó anoche a los escenarios porteños. Lo hizo en el Teatro Coliseo, su primer gran aforo en mucho tiempo, y, al igual que sucedió hace casi un año, el anuncio del show tomó a todos por sorpresa. Aunque esta vez fue el productor de la fecha, José Palazzo, organizador asimismo del festival cordobés Cosquín Rock, el que encendió las expectativas el martes al advertir, a través su cuenta de Twitter, que las entradas estarían disponibles a las 11 de la mañana del día siguiente. Y apenas se pusieron a la venta, se agotaron en cuestión de media hora. Quizá menos. Sin embargo, según aseguró el propio promotor, y para alivió de los fans del músico, éste fue el primero de una serie de recitales.Yumber Vera Rojas
“La Torre de Tesla” fue el título del recital en el que, a diferencia de lo que sucedió el año pasado, donde presentó de forma no oficial, y ajustándose al orden de la lista de temas, su flamante álbum, Random (2017), García alternó sus nuevas canciones con sus clásicos. Pero en contraste con aquella ocasión, en la que la mística y la historia pesaron por sobre la contemporaneidad, el artista demostró esta vez no sólo la vigencia de su obra, sino también de su performance. A pesar de las limitaciones físicas que padece en la actualidad. Ante un público en su mayoría joven, que no paró de arengar desde el vamos, lo que puso a prueba el mito que gira en torno a su genio y figura, el músico inauguró su repertorio con “Instituciones”, de Sui Generis, al que le siguieron “Cerca de la revolución”, “La máquina de ser feliz”, corte de su trabajo más reciente, y un track nuevo: “King Kong”.El ex Serú Girán inició su recital pocos minutos después de lo pautado, lo que generó la angustia de los que aún se encontraban esperando para ingresar en una puerta controlada, vallada y con las cámaras de televisión atentas a cualquier incidencia. Adentro, mientras tanto, García, sentado y rodeado por sus teclados a la izquierda del escenario, hacía sonar, en complicidad con el Zorrito Quintiero, situado en el otro extremo, “Rezo por vos”. Aunque antes manifestó, con ese humor lúcido y filoso que lo distingue, “¡Cuánta civilización!”. Acto seguido, introdujo “Otro”, incluida en Random, y rescató “Reloj de plastilina”, una de esas canciones que, pese a que no tomaron la forma de himno, mostraron el tenor artístico del cantautor. Después sonó “Yendo de la cama al living”, y brotaron las nuevas “In the City” (interpretada enteramente en inglés y bien en la órbita de Steely Dan) y “Sádico”.
Luego de “Me siento mucho mejor”, García, apoyado por un grupo impecable que completaron Rosario Ortega en coros y sus sempiternos músicos chilenos, desempolvó “Promesas sobre el bidet” y estremeció con “Demoliendo hoteles”. A la que despidió, al igual que sucedió a lo largo del recital, con sumo agradecimiento. Si bien bajó el telón, nadie se movía del mismo teatro donde el artista presentó muchos años atrás a La Máquina de Hacer Pájaros. Ni siquiera invitados como Fito Páez, Oscar Ruggeri o Palito Ortega. Diez minutos más tarde, tras el arengue de la “banda de Say No More”, y con una réplica de la Torre de Tesla erigida en el escenario, el bigote bicolor, para coronar una vuelta preciosa, regresó para hacer “Los dinosaurios, ·”Rock and roll yo”, “Fanky” y “Pecado mortal”. Lo que dejó al público aún más eufórico. Pero ya estaba: Charly había plantado la bandera de su reinvención.
El martes pasaba poco y nada. Era feriado, muchos volvían de sus escapadas por el fin de semana largo y la ciudad estaba casi desierta. Sin embargo, un anuncio sacudió la modorra: se informaba que Charly García tocaría en el teatro Coliseo el jueves a las 20:30 y que las entradas se podían conseguir el miércoles desde las 11.
La locura fue total. Los fanáticos inundaron las redes sociales con mensajes de apoyo y, al mismo tiempo, se notaban algunos signos de angustia porque sabían que el lugar donde se presentaría el músico era pequeño y que las 1.700 localidades se iban a agotar rápidamente. Y así fue. En solo media hora volaron las entradas.
"Cuánta civilización", dijo Charly García después de cantar "Lluvia", el corte fuerte de Random, el disco que lanzó hace un año. Fue una declaración que captó con algo de sorpresa y sarcasmo la escena del teatro Coliseo, que algún tiempo atrás se hubiera leído como una ucronía: un show ordenado y potente de Charly García en el centro de Buenos Aires, mes de febrero del año 2018. ¿En qué dimensión paralela estamos?.
Quizás mejor hacer una retrospectiva
De esa cantera inagotable de testimonios, experiencias artísticas, sociales, sentimentales y existenciales, de éxtasis y zozobra que es "Esta noche toca Charly", el libro que a fines del año pasado publicó Roque Di Pietro, se podrían hacer una serie de notas innumerables. Se estaría contando no solo la carrera de García en vivo entre 1956 y 1993, sino una mirada de la historia argentina contemporánea que es poco explorada: desde la perspectiva de un artista popular que es capaz de contener mucho más que decenas de hermosas canciones.
Podríamos hablar de la primera aparición de Charly en el almuerzo de Mirtha Legrand (1979), donde fue a promocionar "La Grasa de las Capitales", visita que produjo estupor en el ambiente más bien puritano del rock argentino. Charly una vez más se colocaba en el lugar de Judas Iscariote, pero con objetivos políticos que fue capaz de discutir con lucidez con sus severos objetores
"Yo fui con el disco. Se lo regalé a Mirtha Legrand y ella me dijo: 'Uy, esto se parece a la tapa de una revista' [GENTE]. Y le contesté: 'No, señora, lo que pasa es que pusimos las fotos y los títulos y quedó así'. ¡Es obvio que le estoy mintiendo! [...] Yo siempre estoy como cagándome en los prejuicios y eso me tira mucha gente en contra, lo sé; pero alguien tiene que hacerlo porque si nos quedamos todos en la cueva no pasa nada..."Entrevista de Charly a Expreso Imaginario.
Esa voluntad de Charly de ponerse en lugares a los que el rock no fue capaz de llegar puede asimilarse a la actitud de Dylan en 1965, cuando se harta de vivir confinado en el gueto de músicos de protesta: "Podés hacer todo tipo de canciones de protesta y grabarlas en un disco de Folkways. Pero, ¿quién las escucha? La gente que las escucha va a estar de acuerdo con vos de todos modos. No vas a conseguir que alguien al que no le guste los escuche" [Citado por Di Pietro en pág. 236]. Yo acoto que Charly parece muy consciente de la trampa que significa cantar para "los que saben y no necesitan que les enseñen" como deja agudamente planteado en 1975 en "Para quién canto yo entonces", un verdadero manifiesto político de su proyecto artístico.
Lo realmente llamativo, al punto que me puse a hablar con la gente para entenderlo, fue la cantidad de millennials que había en el show. No eran grupitos: la mayoría del público eran chicos de entre 18 y 30 años. El primer análisis que hice fue “las entradas se vendían por internet, los más jóvenes tienen mejor acceso y saben cómo comprarlas mejor que los más grandes”, pero no fue así, porque Charly sólo permitió vender el 30% de entradas por la web.Bebe Contepomi
Es para un estudio sociológico, porque la realidad es que los tipos con la trayectoria de Charly, que fueron tan emblemáticos en momentos musicales y sociopolíticos del país, llevan públicos de generaciones anteriores, que fueron marcados en aquellas épocas. En cambio, el público de Charly está totalmente renovado. Mantiene, por supuesto, las viejas generaciones que lo amamos y lo seguimos, pero era sorprendente la cantidad de jóvenes que había en el show. Obviamente, esos chicos conocen su historia, seguramente pasada de generación en generación, pero creo que Random tiene mucho que ver con esa renovación: hablé con varios chicos y me decían que para ellos es como un disco de los Beatles. Es un álbum que le dio a Charly un aire fresco en cuanto a público.
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