En el mundo de los posverdad todo es posible. El presidente de Yankilandia, el Loco Trump, y varios de los gobiernos latinoamericanos cómplices, reconocieron al autoproclamado Juan Guaidó, presidente a quien nadie votó, como presidente interino de Venezuela, con el aval de Washington, en un acto que remite el peor intervencionismo que se daba por superado ya hace años (ya se habla de una intervención militar de EEUU). Y los medios se llanaron de fake-news, de mentiras y medias verdades sobre un autopresidente que quizá deba instalar su gobierno en Washington o Bogotá. Pero no me interesa hablar de Venezuela porque no me gusta hablar de lo que no sé, sino que quiero hablar de Argentina y su alineación (y alienación) con los poderes del Imperio. Así, la Argentina deja claro su posición en la resolución de la crisis venezolana; que por principio compete primordialmente a los venezolanos según los principios de libre autodeterminación de los pueblos. Y no se trata simplemente de la mayor o menos simpatía o afinidad ideológica que despierten Maduro y el proceso de la revolución "bolivariana"; sino simplemente de respetar principios esenciales que están en el ADN de cada pueblo, cada patria y cada país, ese que estos personajes reivindican para sí, y lo niegan cuando están en el poder.
No voy a hablar de Venezuela, ni voy a entrar en el juego de que Maduro sí o Maduro no. No me compete. Solamente voy a repetir lo que ya dije, los problemas de los venezolanos los tienen que resolver ellos y sin injerencia externa, y la inclusión de poderes externos en Venezuela puede terminar en un baño de sangre. como bien aclara el machito Putin.
Todos los gobiernos democráticos argentinos, antes y después de 1983, de todos los signos políticos, respetaron a rajatabla los principios de libre autodeterminación de los pueblos, igualdad soberana y no ingerencia en los asuntos internos de otros Estados: se forjó así una constante de nuestra política exterior, que solo las dictaduras militares dejaron de lado.
El gobierno del Felino Macri ha quebrado esa tradición, alineándose con la de las dictaduras, con las cuáles tiene cada día más puntos de contacto. Y es uno de los pilares del relato macrista, a despecho de la vergüenza que causa su obsecuencia con la política de los Estados Unidos. Un gobierno que fue el primero del mundo en reconocer el gobierno de Témer en Brasil, surgido del golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, no puede sorprender esta nueva muestra de cipayismo y alineamiento incondicional con los dictados de la potencia mundial.
Macri apostó todas las fichas al alineamiento incondicional con las estrategias de la política exterior yanqui por convicciones ideológicas, y por necesidades concretas: hoy por hoy su gobierno se sostiene por el salvataje financiero descomunal recibido del FMI, que no hubiera sido posible sin el apoyo político de la administración Trump; y sigue creyendo en un crecimiento basado en la "lluvia de inversiones extranjeras", que es como la línea del horizonte, que se corre conforme uno avanza. Así como antes apostó a que esas inversiones llegaran capitulando frente a los reclamos de los fondos buitres. Al mismo tiempo que se sumaba ansioso al club de "defensores de la libertad venezolana", Macri expedía un bando propio de una dictadura militar (otra vez las semejanzas, que ya son tantas que excluyen meras coincidencias), para habilitar la cacería judicial de opositores políticos, vulnerando groseramente la división de poderes, la presunción de inocencia, la propiedad privada, las garantías de la defensa en juicio y media Constitución Nacional; esos dogmas sagrados de los que nuestros liberales se acuerdan cuando son oposición, para olvidarlos de inmediato cuando llegan al gobierno.
No hay contradicción alguna entre ambas cuestiones, como que son las dos caras de una misma moneda: el hostigamiento diplomático contra el gobierno de Maduro y el apoyo abierto contra el golpe de Estado en su contra que está en curso (porque de eso se trata, ni más ni menos), son perfectamente compatibles con el uso indiscriminado de las herramientas jurídicas y pseudo jurídicas del "law fare" diseñadas en el país del norte, en contra de los opositores políticos; y con un profundo desprecio por la voluntad popular, a menos que los favorezca a ellos: para eso, ya están embarcados en orquestar un fraude electoral, por si les resulta necesario para mantenerse en el poder.
El derrocamiento de Zelaya en Honduras, el de Lugo en Paraguay, los intentos contra Corre en Ecuador y Evo en Bolivia, el decreto de Obama declarando a Venezuela una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos, la destitución de Dilma, la prisión de Lula, la abierta injerencia de los fondos buitres en la campaña Argentina del 2015 (con la denuncia de Nisman y su propia muerte como telón de fondo), la persecución a opositores con base en jueces, ministros y servicios de inteligencia que reportan a la embajada, la designación del carcelero de Lula en el gabinete de Bolsonaro: para los que descreen de las visiones conspirativas de la historia, no se podrá negar que se trata de demasiados hechos que van en una misma dirección, como para descartarlas tan a la ligera.
El conflicto político en Venezuela (que todo indica que irá escalando imparablemente) tiene ya demasiadas manos extranjeras en el plato, como para suponer que su solución esté, hoy por hoy, exclusivamente en las manos de quienes debiera estar, que son los venezolanos. En ese concepto tan sencillo y elemental se basaron más de 100 años de política exterior de los gobiernos democráticos argentinos.
La rapidez con la que Massa, Urtubey, Pichetto y varios más salieron en fila a alinearse incondicionalmente con la posición del gobierno, que es la de los Estados Unidos y su embajada, dice bastante sobre los intereses de gran parte (¿la mayoría? creo que sí) de los políticos, casi casi como si fuesen empleados de la Embajada de EEUU... como ya hemos dicho en otras oportunidades. Nada nuevo bajo el sol.
Esta es la hipocresía de los discursos de los Estados que quieren aparentar ser serios y sólo tienen política imperiales. Y EEUU va a la cabeza, desde siempre e históricamente. Podemos ver también lo que sucede en Arabia Saudita, país de alta reserva petrolera y dudosa calidad institucional, pero dentro de la estrategia internacional de ciertas embajadas. Lo mismo sucede con casi todos los países de grandes reservas petroleras o riquezas naturales (África es el mejor ejemplo).
Mientras tanto, el Felino Macri parece dispuesto a reconocer un golpe de Estado apenas lo ve, algo en lo que los argentinos deberíamos ser expertos. Pero parece que con los golpes de Estado que tuvimos en el pasado, aún no nos alcanzó.
No voy a hablar de Venezuela, ni voy a entrar en el juego de que Maduro sí o Maduro no. No me compete. Solamente voy a repetir lo que ya dije, los problemas de los venezolanos los tienen que resolver ellos y sin injerencia externa, y la inclusión de poderes externos en Venezuela puede terminar en un baño de sangre. como bien aclara el machito Putin.
El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, dijo que el proceso de dos años iniciado por Venezuela en abril de 2017 para abandonar el organismo quedó interrumpido. “Obviamente el reloj está parado a partir de hoy”, dijo Almagro, uno de los impulsores de la estrategia del gobierno paralelo, quien quizá deba alojar al supuesto “presidente interino” en la oficinas de la OEA en Washington.Álvaro Verzi Rangel
Como era previsible, el mandatario de Colombia, Iván Duque, también reconoció a Juan Guaidó como presidente interino autoproclamado. Lo mismo se espera del gobierno de Canadá, que sigue los dictados de Washington.
(...) El mensaje del martes del vicepresidente de EEUU, Mike Pence, enviado en video a los venezolanos para alentar a quienes protesten contra el mandatario Nicolás Maduro, subrayando el severo respaldo de Washington al líder opositor Juan Guaidó, se difundió a través 2.751 poderosos medios del mundo. Para los medios en habla hispana, se contrataron los espacios y los tiempos, más vistos, oídos y destacados. El referido “speech” de Pence fue preparado por 25 asesores muy bien escogidos de España, México, Colombia, Argentina y Brasil, bajo la coordinación de expertos de la OEA y la ONG Human Rights Watch.
Todos los gobiernos democráticos argentinos, antes y después de 1983, de todos los signos políticos, respetaron a rajatabla los principios de libre autodeterminación de los pueblos, igualdad soberana y no ingerencia en los asuntos internos de otros Estados: se forjó así una constante de nuestra política exterior, que solo las dictaduras militares dejaron de lado.
El gobierno del Felino Macri ha quebrado esa tradición, alineándose con la de las dictaduras, con las cuáles tiene cada día más puntos de contacto. Y es uno de los pilares del relato macrista, a despecho de la vergüenza que causa su obsecuencia con la política de los Estados Unidos. Un gobierno que fue el primero del mundo en reconocer el gobierno de Témer en Brasil, surgido del golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, no puede sorprender esta nueva muestra de cipayismo y alineamiento incondicional con los dictados de la potencia mundial.
Macri apostó todas las fichas al alineamiento incondicional con las estrategias de la política exterior yanqui por convicciones ideológicas, y por necesidades concretas: hoy por hoy su gobierno se sostiene por el salvataje financiero descomunal recibido del FMI, que no hubiera sido posible sin el apoyo político de la administración Trump; y sigue creyendo en un crecimiento basado en la "lluvia de inversiones extranjeras", que es como la línea del horizonte, que se corre conforme uno avanza. Así como antes apostó a que esas inversiones llegaran capitulando frente a los reclamos de los fondos buitres. Al mismo tiempo que se sumaba ansioso al club de "defensores de la libertad venezolana", Macri expedía un bando propio de una dictadura militar (otra vez las semejanzas, que ya son tantas que excluyen meras coincidencias), para habilitar la cacería judicial de opositores políticos, vulnerando groseramente la división de poderes, la presunción de inocencia, la propiedad privada, las garantías de la defensa en juicio y media Constitución Nacional; esos dogmas sagrados de los que nuestros liberales se acuerdan cuando son oposición, para olvidarlos de inmediato cuando llegan al gobierno.
No hay contradicción alguna entre ambas cuestiones, como que son las dos caras de una misma moneda: el hostigamiento diplomático contra el gobierno de Maduro y el apoyo abierto contra el golpe de Estado en su contra que está en curso (porque de eso se trata, ni más ni menos), son perfectamente compatibles con el uso indiscriminado de las herramientas jurídicas y pseudo jurídicas del "law fare" diseñadas en el país del norte, en contra de los opositores políticos; y con un profundo desprecio por la voluntad popular, a menos que los favorezca a ellos: para eso, ya están embarcados en orquestar un fraude electoral, por si les resulta necesario para mantenerse en el poder.
El derrocamiento de Zelaya en Honduras, el de Lugo en Paraguay, los intentos contra Corre en Ecuador y Evo en Bolivia, el decreto de Obama declarando a Venezuela una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos, la destitución de Dilma, la prisión de Lula, la abierta injerencia de los fondos buitres en la campaña Argentina del 2015 (con la denuncia de Nisman y su propia muerte como telón de fondo), la persecución a opositores con base en jueces, ministros y servicios de inteligencia que reportan a la embajada, la designación del carcelero de Lula en el gabinete de Bolsonaro: para los que descreen de las visiones conspirativas de la historia, no se podrá negar que se trata de demasiados hechos que van en una misma dirección, como para descartarlas tan a la ligera.
El conflicto político en Venezuela (que todo indica que irá escalando imparablemente) tiene ya demasiadas manos extranjeras en el plato, como para suponer que su solución esté, hoy por hoy, exclusivamente en las manos de quienes debiera estar, que son los venezolanos. En ese concepto tan sencillo y elemental se basaron más de 100 años de política exterior de los gobiernos democráticos argentinos.
La rapidez con la que Massa, Urtubey, Pichetto y varios más salieron en fila a alinearse incondicionalmente con la posición del gobierno, que es la de los Estados Unidos y su embajada, dice bastante sobre los intereses de gran parte (¿la mayoría? creo que sí) de los políticos, casi casi como si fuesen empleados de la Embajada de EEUU... como ya hemos dicho en otras oportunidades. Nada nuevo bajo el sol.
Esta es la hipocresía de los discursos de los Estados que quieren aparentar ser serios y sólo tienen política imperiales. Y EEUU va a la cabeza, desde siempre e históricamente. Podemos ver también lo que sucede en Arabia Saudita, país de alta reserva petrolera y dudosa calidad institucional, pero dentro de la estrategia internacional de ciertas embajadas. Lo mismo sucede con casi todos los países de grandes reservas petroleras o riquezas naturales (África es el mejor ejemplo).
Mientras tanto, el Felino Macri parece dispuesto a reconocer un golpe de Estado apenas lo ve, algo en lo que los argentinos deberíamos ser expertos. Pero parece que con los golpes de Estado que tuvimos en el pasado, aún no nos alcanzó.
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