Una decena de provincias con inundaciones y emergencia agropecuaria, pérdidas millonarias y pedidos de ayuda al Estado. Ahora hablamos de un elemento invisibilizado: la poca capacidad del suelo de absorber agua y su relación con el uso del suelo (modelo de agronegocio mediante). Resulta que por el avance de algunos cultivos, las napas freáticas suben y las inundaciones son (y serán) cada vez más frecuentes. Otro factor: en Argentina se desmontaron 2,4 millones de hectáreas en los últimos diez años.
El investigador del Conicet Esteban Jobbágy (del Instituto de Matemática Aplicada de la Universidad de San Luis (Imasl), ingeniero agrónomo y doctor en biología del Grupo de Estudios Ambientales e investigador del Conicet) hace quince años trabaja sobre la capacidad del suelo de retener agua, y señala que las inundaciones no dependen sólo de la lluvia, sino también de cuánto absorben los suelos y su directa relación con la capa freática (acumulación de agua subterránea). Él sostiene que la explotación de ciertos cultivos y el desmonte quitaron capacidad de absorción al suelo, dieron nacimiento a ríos nuevos y elevaron las napas freáticas hasta la superficie. El actual modelo agropecuario produjo que lugares que ya se inundaban ahora lo hagan más seguido, y zonas que no se inundaban, ahora comiencen a hacerlo: "El manejo de cultivos tiene un impacto mayor sobre el comportamiento freático de lo que hoy se acepta en la región pampeana", alertó en 2009, en un panel del Congreso de la Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid), empresarios impulsores del modelo transgénico.
El investigador del Conicet Esteban Jobbágy (del Instituto de Matemática Aplicada de la Universidad de San Luis (Imasl), ingeniero agrónomo y doctor en biología del Grupo de Estudios Ambientales e investigador del Conicet) hace quince años trabaja sobre la capacidad del suelo de retener agua, y señala que las inundaciones no dependen sólo de la lluvia, sino también de cuánto absorben los suelos y su directa relación con la capa freática (acumulación de agua subterránea). Él sostiene que la explotación de ciertos cultivos y el desmonte quitaron capacidad de absorción al suelo, dieron nacimiento a ríos nuevos y elevaron las napas freáticas hasta la superficie. El actual modelo agropecuario produjo que lugares que ya se inundaban ahora lo hagan más seguido, y zonas que no se inundaban, ahora comiencen a hacerlo: "El manejo de cultivos tiene un impacto mayor sobre el comportamiento freático de lo que hoy se acepta en la región pampeana", alertó en 2009, en un panel del Congreso de la Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid), empresarios impulsores del modelo transgénico.
"Río nuevo" es el nombre del documental científico realizado en 2016 por Jobbágy y su equipo de investigación. "El árbol es una bomba extractora de agua", resume en el documental Ernesto Viglizzo, investigador del INTA y del Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de La Pampa: el árbol toma agua de la napa y logra mantenerla baja, y cuando el árbol ya no está, nadie cumple la función de "bomba extractora" y la napa comienza a subir, se acerca a la superficie, por lo que ante una lluvia fuerte, el suelo ya no absorbe y la inundación es un hecho.
Las inundaciones se deben al ingreso de agua "al sistema" (ambiente) y las pérdidas-egresos por evaporación (muy reguladas por la vegetación). El uso de la tierra afecta el régimen de inundaciones. Un sólo cultivo anual (por ejemplo, soja), evapora mucho menos que otros cultivos y produce mayores excesos hídricos (y la napa se ubica más cerca de la superficie). Pero Jobbágy aclara una y otra vez que no se trata sólo de la soja (aunque tiene mucho que ver), que en Argentina abarca casi el 60 por ciento del área cultivada, sino que hay que apuntar al modelo agropecuario, que avanzó hasta zonas impensadas, ocupó espacios de pasturas destinados a ganadería y arrasó millones de hectáreas de monte nativo. Según el último informe de Greenpeace (2016), en Argentina se desmontaron 2,4 millones de hectáreas desde 2007 (cuando se aprobó la Ley de Bosques, que debiera proteger el monte nativo).
"Ya hay cuatro ríos nuevos en San Luis y uno en Córdoba. Las inundaciones serán cada vez más seguidas y más intensas, aún si las lluvias se mantienen estables. Y claro que será peor si, como muchos investigadores señalan, el régimen de lluvia aumenta. En la región pampeana, los niveles freáticos más elevados, la menor capacidad de albergar excesos de lluvia y, por lo tanto, los anegamientos e inundaciones más frecuentes son el problema principal."Jobbágy
Los investigadores publicaron veinte artículos científicos sobre el tema y confirmaron situaciones similares en Buenos Aires, Santiago del Estero, Córdoba y Mendoza. Brindan testimonios productores que tenían la napa a siete metros de profundidad, y hoy la sufren a 60 centímetros. Esto recién comienza, después que no digan que nadie lo alertó...
El avance del modelo agropecuario genera excesos hídricos sostenidos y lo que en un principio se atribuyó exclusivamente a las fluctuaciones climáticas (lluvia), pero tambièn se vincula a los cambios en el uso del territorio.
En un artículo de la Facultad de Agronomía de UBA, se expone que en poco tiempo las napas a menos de 50 centímetros de la superficie y un número creciente de áreas encharcadas y lagunas podrían poner en jaque a la producción agropecuaria, como zonas de La Pampa y Córdoba.
En este contexto, copio una nota de Mempo Giardinelli (ya es común encontrarlo por aquí) publicada en Página12 y que se relaciona con todo este tema tan delicado.
Lluvias, inundaciones y soja en tiempos de cólera
Mempo Giardinelli
El sábado pasado, mientras PáginaI12 informaba sobre la peor inundación en Salto, con mil evacuados, un artículo en La Nación reducía así el problema agrario nacional: “Se elevó a un millón de hectáreas la superficie perdida del cultivo de soja como consecuencia de los excedentes hídricos de los últimos meses”.
En esos meses, no casualmente, se inundaron ciudades como Pergamino, Concordia y ahora mismo General Villegas y pueblos aledaños, lo que contribuye a trazar el más grande drama nacional contemporáneo, aún no admitido por autoridad alguna: la superficie cultivable perdida en todo el país es muchísimo mayor que ese millón sojero, y alcanza, ya, una dimensión trágica.
El desastre que implica el actual récord histórico de lluvias, tormentas feroces, desbordes de ríos y canales, y cauces de aguas incontenibles, afecta en estas mismas horas a la provincia de Tucumán y a decenas de ciudades cordobesas, santafesinas, santiagueñas, entrerrianas, bonaerenses y pampeanas, y viene a sumarse a las ya habituales y muy dañinas inundaciones que cada tanto afectan al Chaco y a Formosa; a los recientes aludes y descalces de ríos en Salta y Jujuy, e incluso, ahora mismo, al desbarajuste climático también en la Patagonia, donde Comodoro Rivadavia, Viedma y otros puntos empiezan a sentir efectos indirectos, como lo sintieron hace poco Mendoza y La Pampa.
Pero lo más asombroso, lo verdaderamente fenomenal e increíble, no es que esta calamidad suceda en casi todo el territorio argentino. Lo verdaderamente condenable es que no hay explicaciones sinceras. No se lee ni se confiesa la causa profunda del desastre que ensombrece el futuro de nuestro país. Y que no se llama “cambio climático” como mienten el Presidente Macri y sus secuaces. Se llama SOJA, que es el poroto productor del desastre agrícola argentino, y cuyos promotores y beneficiarios son los responsables de este crimen de lesa ecología, para el que cuentan con la infaltable contribución de un Estado bobo en manos de funcionarios corruptos. Así nomás.
¿Por qué semejante aseveración? Porque la Argentina fue un territorio privilegiado por la Naturaleza, en el que, históricamente, cada hectárea de bosque consumía entre 1800 y 2200 milímetros por año/hectárea. A la vez, las pasturas consumían entre 800 y 1200 milímetros de agua/año/hectárea. Esto garantizaba la absorción de lluvias en proporciones entre ideales y adecuadas.
La soja, en cambio, apenas consume entre 400 y 600 milímetros de agua/año/hectárea. De donde es obvio que si en dos décadas 10 millones de hectáreas pasaron de la ganadería al monocultivo y dejaron de absorber agua en aquella proporción equilibrada, las napas freáticas sólo pueden subir. Que es lo que viene sucediendo en la hasta hace poco llamada pampa húmeda, donde históricamente las napas estaban a 10 o 15 metros bajo la superficie, pero ahora están a sólo un metro o incluso menos...
Así la Naturaleza, al no poder absorber más agua, la exporta a ríos, lagunas, arroyos y cunetas y, cuando llueve mucho, a los conglomerados urbanos. Que es lo que está sucediendo hoy en la Argentina. Por obra de tipos avorazados y no por “cambio climático”.
Lo he podido comprobar en las últimas semanas, llevado por trajines diversos a Mendoza, Tucumán, el centro y sur de Córdoba, el interior del Chaco profundo, toda la larga geografía de Santa Fe y buena parte de las llanuras bonaerenses. Es fácil ver los efectos de las lluvias macondianas que se desatan casi a diario sobre todo el territorio nacional. Y que en cada caso se suman a las que llegan de otros distritos, porque cuando el agua sumerge una ciudad o un campo la estúpida “solución” es romper rutas, puentes y bardas para que el agua corra y joda al distrito vecino, con lo que los daños se extienden y no pueden siquiera ser bien estimados.
La soja se ha convertido por lejos en la principal exportación de este país, con tres consecuencias grotescas: a) ser la más fabulosa fuente de ganancias de apenas un centenar de empresarios, banqueros y amigos del poder; b) ser una fuente de corrupción porque ha necesitado de la vista gorda de miles de funcionarios de todos los niveles a lo largo de más de 30 años y los necesita ahora mismo, y cada vez más, para profundizar el engaño: y c) es la mayor desgracia de millones de argentinos y argentinas que padecen los efectos devastadores de esta planta explotada brutalmente.
Han sido unas cuantas corporaciones nacionales y extranjeras, y puñados de ex banqueros, políticos y corruptos varios, quienes junto con empresarios del llamado “campo” en los últimos 20 años, y de manera bestial, se forraron de dólares generando un crecimiento irresponsable del cultivo de la soja, devastando para ello los fabulosos bosques de riquísimas maderas que tenía nuestro país. Defecaron sobre leyes y controles, corrompieron en todos los gobiernos y talaron y deforestaron provincias enteras. Y además, mintiendo y atropellando comunidades enteras, expulsaron y desarraigaron a decenas de miles de familias que hoy se arraciman en las villas miseria de todos los conurbanos.
Pero eso no es todo, porque, adicionalmente, la acción de estos tipos con la soja indirectamente ayudó a la expansión de diversos tipos de cáncer. El paso de esas 10 millones de hectáreas de bosques y de pastoreos al monocultivo sojero, ha significado, además, la volcadura de unos 100 millones de litros de veneno sobre el territorio argentino, lo que según algunos estudios produjo a lo largo de 20 años por lo menos una duplicación de la media nacional de cáncer.
Permanentemente veo escuelas fumigadas, chicos enfermos en lo que era El Impenetrable, en la otrora Cuña Boscosa santafesina que es hoy poco menos que un desierto; en la devastada Santiago del Estero, o en ese país de algarrobos y especies preciosas que era Córdoba, provincia hoy vaciada de árboles en más del 95 por ciento de su territorio.
Obviamente, los lectores/as de esta nota saben que no faltarán los necios que difundirán que este texto exagera. Eppur si muove.
Otra agricultura es posible (y está en marcha)
La chacra La Aurora, de 650 hectáreas, fue premiada por la FAO como una de las 52 experiencias mundiales de explotación con agroecología. No utilizan agrotóxicos y su rendimiento económico es muy superior al de los campos transgénicos.Darío Ananda
En una región dominada por transgénicos y agroquímicos sobresalen 650 hectáreas rebeldes, donde producen (sin venenos) trigo, ganadería y pasturas desde hace veinte años. Priorizan la producción, pero también el cuidado del ambiente y los alimentos sanos. A contracorriente del agronegocio, la chacra (llamada La Aurora) está ubicada en el sur bonaerense y fue seleccionada por la FAO (organismo de Naciones Unidas) como una de las mejores experiencias mundiales de agroecología. Mantiene buenos niveles de producción, tiene menores costos que los campos transgénicos y cuenta con buenos márgenes de rentabilidad. Juan Kiehr, al frente de la chacra, resume su filosofía: “Quiero dejarle a mis nietos un campo mejor del que heredé”.
Una red por la agroecología
Benito Juárez está ubicada en el sur bonaerense, a 400 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. A fines de la década del 90, cuando comenzaba a desplegarse el modelo transgénico, la campaña publicitaria y las instituciones del Estado llamaban a apostar por ese modelo. Juan Kiehr y su pareja, Erna Bloti, no aceptaron. Ya usaban algo de agroquímicos para los cultivos, pero querían dejar de utilizarlos y percibieron que el modelo transgénico era todo lo contrario.
Cruzaron en esa búsqueda a Eduardo Cerdá, ingeniero agronómo que ya trabajaba en campos en transición hacia otro modelo, sin agrotóxicos. Y decidieron que La Aurora, 650 hectáreas, iniciara ese camino con trigo, pasturas y vacunos.
Tuvieron la precaución de tomar nota de todo. Qué cultivaban en cada cuadro, cuánto cosechaban, qué cantidad de vacunos tenían, cuántos terneros cada año, los gastos, los ingresos, todo. Pronto confirmaron que podían vivir sin transgénicos ni agroquímicos. “Nunca pasamos necesidad, no nos endeudamos, no nos faltó nada”, suele repetir Kiehr.
La sistematización de los datos ayudó al momento de compartir la experiencia. Primero a nivel local, en medios regionales que destacaban al productor no transgénico con márgenes de rentabilidad más altos que sus vecinos. Luego fueron los medios cooperativos y alternativos. Kiehr y Cerdá comenzaron a ser invitados a facultades de agronomía y la experiencia circuló entre ámbitos de agroecología, que en Argentina son muchos y diversos.
Presentaron la experiencia en el V Congreso Latinoamericano de Agroecología (2015) y Greenpeace realizó un corto documental sobre la chacra. En 2016, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) seleccionó 52 experiencias agroecológicas de todo el mundo y La Aurora fue una de las destacadas.
Cifras de los últimos diez años: La Aurora produjo un promedio de trigo de 3100 kilos por hectárea, sólo 200 gramos por debajo del promedio de la zona con manejo convencional (de químicos). Con la gran diferencia del menor gasto de insumos. Los costos directos por hectárea en la zona (campos transgénicos) son de 350 dólares por hectárea. En La Aurora son de 100 dólares por hectárea (un ahorro de 250 dólares). Lo cual explica el margen bruto de ganancias muy por encima que el de campos transgénicos. Y lograron un promedio de 100 toneladas de carne por año.
La FAO destacó los logros de La Aurora: estabilidad productiva y económica, disminución de costos, nulo uso de productos tóxicos, estabilización de la producción y cuidado del campo.
“Considero que es una obligación del hombre de campo producir alimentos sanos. Y cuando uno más lee hoy día queda claro las consecuencias que tiene el uso de todos estos químicos. Más leés, y más te convencés de que estamos en el camino correcto, producir sano”, afirmó Juan Kiehr. Explicó que el agronegocio no es para él: “Recibí este campo por herencia y no quiero dejar un cadáver para mis nietos. El otro sistema deteriora el campo, por eso opté por este sistema agroecológico”.
La gran pregunta que se impone es cómo controlan las “malezas” (plantas no deseadas que tienen a maltraer al agronegocio, con cada vez más uso de químicos). Hicieron que otros cultivos “compitan” con las malezas y, sobre todo, no enloquecieron cuando aparecía (o aparece) alguna planta no deseada. Reconocen que nunca llegaron a tener un lote completamente libre de malezas, pero eso no impactó en el rendimiento. También lograron demostrar que la agroecología no es sólo para pequeña escala (donde el discurso del agronegocio la quiere recluir), sino también para campos de gran escala, incluso de miles de hectáreas.
Juan, Erna y Eduardo tomaron el escrito de la FAO como un reconocimiento a años de trabajo en soledad, cuando eran señalados con desconfianza por otros productores y técnicos. En un futuro cercano proyectan dejar más espacios para plantas, árboles, cordones verdes; que son refugio para insectos y animales. Eduardo Cerdá remarca que la bibliografía tradicional de las facultades de agronomía no enseña sobre la importancia de la diversidad, pero aclara que la agroeocología sí lo dice, como también el conocimiento de campesinos e indígenas, que siempre dejaban rincones de campo sin tocar. La FAO, el mayor organismo de Naciones unidas para la agricultura y la alimentación, lo reconoce: la agroecología es rentable a gran escala y tienen más beneficios que el agronegocio.
La mayor parte de los datos que se exponen en esta entrada fueron sacados de las investigaciones de Darío Ananda, periodista especializado en extractivismo (petróleo, minería, agronegocios y forestales), que escribe sobre el acontecer de los pueblos indígenas, organizaciones campesinas y asambleas socioambientales en www.darioaranda.com.ar
Y el RABINO BERGMAN !!!!??????
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