Artista: La Triple Nelson & Orquesta Filarmónica de Montevideo
Álbum: Ciento 3
Año: 2011
Género: Rock sinfónico
Duración: 72:59
Referencia: Discogs
Nacionalidad: Uruguay
Filmado en vivo en Febrero de 2011 en el Teatro Solís, Montevideo. Esa noche, a las 21 hs. la Orquesta Filarmónica de Montevideo presentó una gala de rock sinfónico junto a la banda roquera Triple Nelson. Con la dirección musical de Yanella Bia.
Y esta vez vamos a presentar el disco de una manera distinta; lo presentan los mismos músicos (y se presentan ellos mismos) en el próximo reportaje publicado en el medio "La Primera Piedra" de Argentina.
Entrevista a Christian Cary de La Triple Nelson: “Nuestra brújula siempre fue la música; no el mercado”
“Donde me buscas, ya me corrí”. Este es uno de los versos de “Ni un maniquí”, cuarto tema del último disco de La Triple Nelson. Pero también podría servir como carta de presentación de esta banda uruguaya que siempre se guió por los gustos y no por las estrictas reglas del mercado. A un paso de cumplir los 20 años, con 9 discos en su haber, decenas de concursos encima, varios premios, montones de festivales e infinidad de conciertos, La Triple Nelson lanza en Argentina su último material discográfico de estudio —La sed— mientras se prepara para las próximas fechas del 2, 3 y 4 de noviembre en Buenos Aires, donde se presentarán junto a sus colegas de Once tiros. La Primera Piedra charló con Christian Cary sobre el lanzamiento del disco y las expectativas de los próximos recitales.
— ¿Cómo llegaste a la música?
— Mi padre era músico en los años sesenta. Tocaba en varias bandas de Montevideo: Cold Coffee, por ejemplo. Y mis abuelos y abuelas no eran músicos profesionales pero tocaban el piano de maravilla. Recuerdo que el padre de mi madre tocaba de oído y era muy bueno. Yo me quedaba embelesado mirándolo tocar; creo que en ese momento ni siquiera sabía que eso que tocaba era tango.
— ¿Y cómo fue que te animaste?
— Un día le pedí a mi abuela Pilar que me enseñara Para Elisa. Tendría 11 o 12 años. Primero me enseñó la mano derecha, la saqué bastante rápido aún sin saber absolutamente nada de música y… ¡me enganché!
— O sea que el primer instrumento que tuviste en tus manos fue un piano. ¿Cómo pasaste a la guitarra?
— Empecé con mi amigo Jorgito, con quien hoy justamente voy a salir a andar en bicicleta. Teníamos un dúo: él tocaba la guitarra y yo el piano que estaba en el living de mi casa. Cada vez que terminábamos de ensayar, él salía a la calle y seguía tocando mientras yo me quedaba encerrado en el living. Entonces le pedí que me enseñara al menos tres acordes: me enseñó el la, el re y el mi, y fue un enamoramiento tremendo con el instrumento. Nunca más dejé de tocar. Más allá de que hacemos rock y blues, dentro de esos géneros el abanico es muy amplio: nos gusta el soul, el funk, las canciones, las baladas blueseras
— ¿Y cuándo fue que decidiste dedicarte plenamente a la música?
— Yo quise ser músico desde el primer día que empecé a tocar en ese dúo con Jorgito. Sentía que eso era lo que más me gustaba. A mi compañera, por ejemplo, la conocí tocando el teclado en un cumpleaños cuando tenía 15. Desde ese momento supe que me quería dedicar a la música, pero tenía las dudas de todo adolescente: si iba a poder vivir de eso, si era lo que tenía que hacer el resto de mi vida, si sería sustentable o no. Hasta los 20 años seguí preguntándome lo mismo, porque en todas las bandas que tocaba era inmensamente feliz pero no ganaba un mango. No lo necesité hasta que nació Lucas, mi primer hijo. Pero como soy un poco “persevera y triunfarás” (ese es mi segundo nombre), empecé a trabajar en otras cosas hasta que pude dedicarme por completo a la música.
— En Argentina es muy difícil para los músicos “vivir de” la música. Imagino que allá también. ¿Cómo lo viven?
— Sí, acá quizás es más difícil que en Argentina porque hay un montonazo de bandas. Con La Triple Nelson vamos a cumplir 20 años el 8 de enero de 2018. Sin embargo, hace más o menos 8 o 10 años que nos empezó a ir verdaderamente bien: la gente empezó a comprar entradas, discos, y de a poco fuimos consolidándonos.
— ¿Y a qué creés que se debió ese salto?
— Tuvimos la suerte de tocar en 2005 en un festival de Uruguay que se llama Pilsen Rock. Se hacía en Durazno: la gente iba desde todo el país y se quedaba a acampar durante días para ver a las bandas. El día que tocamos hubo alrededor de 50.000 personas. No teníamos el mejor horario; cuando arrancamos había muy poca gente, pero terminamos tocando para el Parque de la Hispanidad completo y de nuestro lado. Ese fue un empujón muy importante. Y creo que con el disco Caos Natural nos empezamos a consolidar y a componer más canciones.
— Es un camino más lento pero seguro, ¿no?
— Sí. Nuestra brújula siempre fue la música, no el mercado; creo que eso fue lo que nos hizo seguir en pie durante tantos años: activos y pensando hacia adelante. Eso es fundamental.
— Han demostrado en estos años una gran apertura musical haciendo versiones sobre temas de Cabrera, Zitarrosa o incluso de un tema como “Zamba para olvidar” interpretado por Mercedes Sosa y Diego Torres, un músico que en principio parecería muy lejano a la impronta de La Triple. ¿Cómo fue eso?
— Se puso a llorar la gente. ¡Impresionante! Fue de una emoción tremenda. “Zamba para olvidar” la hicimos una sola vez y terminó todo el mundo llorando. Fue un momento precioso en ese acústico. Nosotros por lo general no nos cerramos a un único estilo. Más allá de que hacemos rock y blues, dentro de esos géneros el abanico es muy amplio: nos gusta el soul, el funk, las canciones, las baladas blueseras. Y también se fue abriendo el abanico del público.
— ¿Cómo fue tocar con la Filarmónica?
— Bueno, muchos piensan que ellos nos vinieron a buscar a nosotros pero en realidad fue al revés. Les golpeamos la puerta y les comentamos lo que queríamos hacer: nos dieron un día de prueba y luego de dos años de trabajo pudimos presentarlo en 2011 con siete shows multitudinarios y con gran aceptación del público. Teníamos mucho miedo porque estábamos mezclando dos géneros totalmente distintos: el clásico y el rock. Por suerte salió espectacular.
— Imagino que ahí ampliaron bastante el público.
— Sí, tenemos una anécdota con eso. Un día estábamos en el banco con Paco [Pintos, bajista de la banda], y en eso me tocan el hombro y me dicen: “Diculpá, ¿vos cantaste ayer en el Solís?”. Era una señora de unos 75 años más o menos. Le respondí que sí y me pidió que fuese a saludar a su mamá que estaba sentada: ¡la señora tenía como 95 años! “Ella es fan de ustedes desde ayer”, nos dijo. Y eso nos demostró que algo había cambiado radicalmente.
— ¿Qué les generó musicalmente tocar junto a la Filarmónica? ¿Cómo fue vibrar con cien personas más sobre el escenario?
— Fue alucinante, algo que nos cambió para el resto de nuestras vidas. Fue increíble ver cómo esas canciones podían crecer sin límites, y en cuanto a instrumentación hicimos lo que quisimos: contamos con la orquesta y con nuestro amigo Pablo Rey que fue quien arregló los temas. El problema vino cuando volvimos a tocar sólo nosotros tres.
— Faltaba algo, ¿no? ¿Eso está relacionado con la incorporación del pianista?
— Sí, totalmente. En ese momento incorporamos a mi primo Nacho [Ignacio Labrada Cary] y hoy está con nosotros Manuel Contrera. Básicamente le pedimos que hiciera de la Filarmónica. Estuvo bueno porque le dio otra sonoridad a todas nuestras canciones.
— ¿Cómo fue el proceso de grabación de La sed? Es la primera vez que graban en Montevideo, ¿no?
— Sí. Ariel Lavigna es un técnico argentino impresionante; ha grabado desde Mercedes Sosa y León Gieco hasta los que imagines. Con él grabamos siete discos y lo llevamos a lugares insólitos: grabó en el Teatro Solís, hizo muchos vivos en el Movie Center, después fuimos a una cabaña en La Paloma (un balneario que queda a 240 kilómetros de Montevideo), a Punta del Diablo que es aún más lejos (a unos 300 kilómetros). Y esta vez él nos pidió grabar en un lugar más tranquilo, donde no se escucharan los vasos y las copas de fondo (risas). Así que fuimos a un estudio precioso que se llama Vivace y estuvimos dos semanas a full. Sin dudas es el disco que mejor suena hasta ahora y tiene una carga muy emotiva para nosotros.
— ¿Qué tipo de sonoridad buscaban?
— Pasó algo increíble: en principio queríamos que hubiese una sonoridad distinta en todo el disco y decidimos hacerlo bemol; eso implica agarrar todas las cuerdas y aflojarlas medio tono para abajo, lo que genera una sonoridad un poquito más grave. Hicimos todas las maquetas y ensayamos todo así. Pero dos días antes de entrar a grabar tuvimos un show en vivo, y a mí se me ocurrió que podíamos tocar directamente así para no tener que volver a ajustar todas las cuerdas. Tocamos los temas viejos y nuevos en bemol y… ¡fue horrible! A los demás no les pasó, pero yo me deprimí tocando: era como que los temas se iban cayendo. Todo bajaba y se hacía mucho más pesado.
— ¿Cómo lo resolvieron?
— Ese día bajé del escenario, junté a los muchachos y les dije: “Lo lamento muchísimo pero vamos a grabar normal, en 440”. Y me dijeron: “Vos estás loco”. Lo nuestro no era tan complicado porque solamente implicaba ajustar las cuerdas y tocar lo mismo. Pero Manuel [Contrera, pianista de la banda] tuvo que aprenderse todo en otra tonalidad: se mandó tremendo trabajo en este disco. Sólo quedaron dos temas en bemol: “Xili” y “Callar así”.
— Hablaste de que están en una etapa de madurez. ¿Qué supone eso musicalmente? Hay cierta depuración de los sonidos, ¿no?
— Sí, uno va aprendiendo en el camino cómo hacer las cosas, cómo grabar. Cuando nos metimos a grabar Buceo éramos unos inconscientes totales porque no teníamos ni idea de que eso iba a quedar para siempre. Hoy, casi veinte años después, todavía hay gente que nos dice: “Che, me encanta el disco Buceo”. Y por dentro sufro un poco, porque es un disco que adoro pero sinceramente no me puedo escuchar cantar así.
— ¿Hay un tema que te guste mucho y no suelen tocar?
— “Buceo” por ejemplo. Ese disco está grabado todo en bemol, ¿ves? Es la sonoridad que buscamos en el último. Pero hay que decir que por lo general las canciones que más le gustan a la gente son también las que llevo a un nivel de interpretación más profundo, entonces a mí me gustan de igual modo. Después hay otras como “Billete” o “La casa de al lado” que no es que no me gusten, pero las hemos tocado infinidad de veces. Son de esas que no pueden quedar afuera porque la gente las pide.
— ¿Qué significa el barrio Buceo para vos? Seguís viviendo por ahí, ¿no?
— Sí. Es donde yo nací y ahora vivo a cuatro cuadras de esa casa. Es mi lugar en el planeta. Estamos muy cerquita de la playa. En las calles donde estoy ahora le dicen Malvín Nuevo, pero para mí sigue siendo Buceo. Y cuando arrancamos con La Triple éramos todos de acá. Hoy vivimos muy cerquita igual. Y estamos rodeados de artistas también.
— ¿Cómo es el vínculo con el público argentino?
— Hacemos giras por Argentina desde el 2004, desde lo más under del under que te puedas imaginar. De a poquito fuimos haciendo el mismo camino de hormiga que hicimos acá en Uruguay, y generamos nuestro público: el argentino es maravilloso porque si te ama, te ama. Y te lo hace sentir. Tuvimos nuestra primera barra de amigos por el oeste, en Ramos Mejía: ellos se autodenominan “Oeste Nelson”. Siempre que vamos a tocar allá, van a los shows y terminamos comiendo algo todos juntos. La idea es ir paso a paso, sin hacer movidas demasiado grandes como para que nos vayan conociendo de a poco. Obviamente no somos una banda nueva: ya tenemos varios años y muchos discos. Pero está bueno que la gente nos conozca en el escenario, tocando.
“Donde me buscas, ya me corrí”. Este es uno de los versos de “Ni un maniquí”, cuarto tema del último disco de La Triple Nelson. Pero también podría servir como carta de presentación de esta banda uruguaya que siempre se guió por los gustos y no por las estrictas reglas del mercado. A un paso de cumplir los 20 años, con 9 discos en su haber, decenas de concursos encima, varios premios, montones de festivales e infinidad de conciertos, La Triple Nelson lanza en Argentina su último material discográfico de estudio —La sed— mientras se prepara para las próximas fechas del 2, 3 y 4 de noviembre en Buenos Aires, donde se presentarán junto a sus colegas de Once tiros. La Primera Piedra charló con Christian Cary sobre el lanzamiento del disco y las expectativas de los próximos recitales.
— ¿Cómo llegaste a la música?
— Mi padre era músico en los años sesenta. Tocaba en varias bandas de Montevideo: Cold Coffee, por ejemplo. Y mis abuelos y abuelas no eran músicos profesionales pero tocaban el piano de maravilla. Recuerdo que el padre de mi madre tocaba de oído y era muy bueno. Yo me quedaba embelesado mirándolo tocar; creo que en ese momento ni siquiera sabía que eso que tocaba era tango.
— ¿Y cómo fue que te animaste?
— Un día le pedí a mi abuela Pilar que me enseñara Para Elisa. Tendría 11 o 12 años. Primero me enseñó la mano derecha, la saqué bastante rápido aún sin saber absolutamente nada de música y… ¡me enganché!
— O sea que el primer instrumento que tuviste en tus manos fue un piano. ¿Cómo pasaste a la guitarra?
— Empecé con mi amigo Jorgito, con quien hoy justamente voy a salir a andar en bicicleta. Teníamos un dúo: él tocaba la guitarra y yo el piano que estaba en el living de mi casa. Cada vez que terminábamos de ensayar, él salía a la calle y seguía tocando mientras yo me quedaba encerrado en el living. Entonces le pedí que me enseñara al menos tres acordes: me enseñó el la, el re y el mi, y fue un enamoramiento tremendo con el instrumento. Nunca más dejé de tocar. Más allá de que hacemos rock y blues, dentro de esos géneros el abanico es muy amplio: nos gusta el soul, el funk, las canciones, las baladas blueseras
— ¿Y cuándo fue que decidiste dedicarte plenamente a la música?
— Yo quise ser músico desde el primer día que empecé a tocar en ese dúo con Jorgito. Sentía que eso era lo que más me gustaba. A mi compañera, por ejemplo, la conocí tocando el teclado en un cumpleaños cuando tenía 15. Desde ese momento supe que me quería dedicar a la música, pero tenía las dudas de todo adolescente: si iba a poder vivir de eso, si era lo que tenía que hacer el resto de mi vida, si sería sustentable o no. Hasta los 20 años seguí preguntándome lo mismo, porque en todas las bandas que tocaba era inmensamente feliz pero no ganaba un mango. No lo necesité hasta que nació Lucas, mi primer hijo. Pero como soy un poco “persevera y triunfarás” (ese es mi segundo nombre), empecé a trabajar en otras cosas hasta que pude dedicarme por completo a la música.
— En Argentina es muy difícil para los músicos “vivir de” la música. Imagino que allá también. ¿Cómo lo viven?
— Sí, acá quizás es más difícil que en Argentina porque hay un montonazo de bandas. Con La Triple Nelson vamos a cumplir 20 años el 8 de enero de 2018. Sin embargo, hace más o menos 8 o 10 años que nos empezó a ir verdaderamente bien: la gente empezó a comprar entradas, discos, y de a poco fuimos consolidándonos.
— ¿Y a qué creés que se debió ese salto?
— Tuvimos la suerte de tocar en 2005 en un festival de Uruguay que se llama Pilsen Rock. Se hacía en Durazno: la gente iba desde todo el país y se quedaba a acampar durante días para ver a las bandas. El día que tocamos hubo alrededor de 50.000 personas. No teníamos el mejor horario; cuando arrancamos había muy poca gente, pero terminamos tocando para el Parque de la Hispanidad completo y de nuestro lado. Ese fue un empujón muy importante. Y creo que con el disco Caos Natural nos empezamos a consolidar y a componer más canciones.
— Es un camino más lento pero seguro, ¿no?
— Sí. Nuestra brújula siempre fue la música, no el mercado; creo que eso fue lo que nos hizo seguir en pie durante tantos años: activos y pensando hacia adelante. Eso es fundamental.
— Han demostrado en estos años una gran apertura musical haciendo versiones sobre temas de Cabrera, Zitarrosa o incluso de un tema como “Zamba para olvidar” interpretado por Mercedes Sosa y Diego Torres, un músico que en principio parecería muy lejano a la impronta de La Triple. ¿Cómo fue eso?
— Se puso a llorar la gente. ¡Impresionante! Fue de una emoción tremenda. “Zamba para olvidar” la hicimos una sola vez y terminó todo el mundo llorando. Fue un momento precioso en ese acústico. Nosotros por lo general no nos cerramos a un único estilo. Más allá de que hacemos rock y blues, dentro de esos géneros el abanico es muy amplio: nos gusta el soul, el funk, las canciones, las baladas blueseras. Y también se fue abriendo el abanico del público.
— ¿Cómo fue tocar con la Filarmónica?
— Bueno, muchos piensan que ellos nos vinieron a buscar a nosotros pero en realidad fue al revés. Les golpeamos la puerta y les comentamos lo que queríamos hacer: nos dieron un día de prueba y luego de dos años de trabajo pudimos presentarlo en 2011 con siete shows multitudinarios y con gran aceptación del público. Teníamos mucho miedo porque estábamos mezclando dos géneros totalmente distintos: el clásico y el rock. Por suerte salió espectacular.
— Imagino que ahí ampliaron bastante el público.
— Sí, tenemos una anécdota con eso. Un día estábamos en el banco con Paco [Pintos, bajista de la banda], y en eso me tocan el hombro y me dicen: “Diculpá, ¿vos cantaste ayer en el Solís?”. Era una señora de unos 75 años más o menos. Le respondí que sí y me pidió que fuese a saludar a su mamá que estaba sentada: ¡la señora tenía como 95 años! “Ella es fan de ustedes desde ayer”, nos dijo. Y eso nos demostró que algo había cambiado radicalmente.
— ¿Qué les generó musicalmente tocar junto a la Filarmónica? ¿Cómo fue vibrar con cien personas más sobre el escenario?
— Fue alucinante, algo que nos cambió para el resto de nuestras vidas. Fue increíble ver cómo esas canciones podían crecer sin límites, y en cuanto a instrumentación hicimos lo que quisimos: contamos con la orquesta y con nuestro amigo Pablo Rey que fue quien arregló los temas. El problema vino cuando volvimos a tocar sólo nosotros tres.
— Faltaba algo, ¿no? ¿Eso está relacionado con la incorporación del pianista?
— Sí, totalmente. En ese momento incorporamos a mi primo Nacho [Ignacio Labrada Cary] y hoy está con nosotros Manuel Contrera. Básicamente le pedimos que hiciera de la Filarmónica. Estuvo bueno porque le dio otra sonoridad a todas nuestras canciones.
— ¿Cómo fue el proceso de grabación de La sed? Es la primera vez que graban en Montevideo, ¿no?
— Sí. Ariel Lavigna es un técnico argentino impresionante; ha grabado desde Mercedes Sosa y León Gieco hasta los que imagines. Con él grabamos siete discos y lo llevamos a lugares insólitos: grabó en el Teatro Solís, hizo muchos vivos en el Movie Center, después fuimos a una cabaña en La Paloma (un balneario que queda a 240 kilómetros de Montevideo), a Punta del Diablo que es aún más lejos (a unos 300 kilómetros). Y esta vez él nos pidió grabar en un lugar más tranquilo, donde no se escucharan los vasos y las copas de fondo (risas). Así que fuimos a un estudio precioso que se llama Vivace y estuvimos dos semanas a full. Sin dudas es el disco que mejor suena hasta ahora y tiene una carga muy emotiva para nosotros.
— ¿Qué tipo de sonoridad buscaban?
— Pasó algo increíble: en principio queríamos que hubiese una sonoridad distinta en todo el disco y decidimos hacerlo bemol; eso implica agarrar todas las cuerdas y aflojarlas medio tono para abajo, lo que genera una sonoridad un poquito más grave. Hicimos todas las maquetas y ensayamos todo así. Pero dos días antes de entrar a grabar tuvimos un show en vivo, y a mí se me ocurrió que podíamos tocar directamente así para no tener que volver a ajustar todas las cuerdas. Tocamos los temas viejos y nuevos en bemol y… ¡fue horrible! A los demás no les pasó, pero yo me deprimí tocando: era como que los temas se iban cayendo. Todo bajaba y se hacía mucho más pesado.
— ¿Cómo lo resolvieron?
— Ese día bajé del escenario, junté a los muchachos y les dije: “Lo lamento muchísimo pero vamos a grabar normal, en 440”. Y me dijeron: “Vos estás loco”. Lo nuestro no era tan complicado porque solamente implicaba ajustar las cuerdas y tocar lo mismo. Pero Manuel [Contrera, pianista de la banda] tuvo que aprenderse todo en otra tonalidad: se mandó tremendo trabajo en este disco. Sólo quedaron dos temas en bemol: “Xili” y “Callar así”.
— Hablaste de que están en una etapa de madurez. ¿Qué supone eso musicalmente? Hay cierta depuración de los sonidos, ¿no?
— Sí, uno va aprendiendo en el camino cómo hacer las cosas, cómo grabar. Cuando nos metimos a grabar Buceo éramos unos inconscientes totales porque no teníamos ni idea de que eso iba a quedar para siempre. Hoy, casi veinte años después, todavía hay gente que nos dice: “Che, me encanta el disco Buceo”. Y por dentro sufro un poco, porque es un disco que adoro pero sinceramente no me puedo escuchar cantar así.
— ¿Hay un tema que te guste mucho y no suelen tocar?
— “Buceo” por ejemplo. Ese disco está grabado todo en bemol, ¿ves? Es la sonoridad que buscamos en el último. Pero hay que decir que por lo general las canciones que más le gustan a la gente son también las que llevo a un nivel de interpretación más profundo, entonces a mí me gustan de igual modo. Después hay otras como “Billete” o “La casa de al lado” que no es que no me gusten, pero las hemos tocado infinidad de veces. Son de esas que no pueden quedar afuera porque la gente las pide.
— ¿Qué significa el barrio Buceo para vos? Seguís viviendo por ahí, ¿no?
— Sí. Es donde yo nací y ahora vivo a cuatro cuadras de esa casa. Es mi lugar en el planeta. Estamos muy cerquita de la playa. En las calles donde estoy ahora le dicen Malvín Nuevo, pero para mí sigue siendo Buceo. Y cuando arrancamos con La Triple éramos todos de acá. Hoy vivimos muy cerquita igual. Y estamos rodeados de artistas también.
— ¿Cómo es el vínculo con el público argentino?
— Hacemos giras por Argentina desde el 2004, desde lo más under del under que te puedas imaginar. De a poquito fuimos haciendo el mismo camino de hormiga que hicimos acá en Uruguay, y generamos nuestro público: el argentino es maravilloso porque si te ama, te ama. Y te lo hace sentir. Tuvimos nuestra primera barra de amigos por el oeste, en Ramos Mejía: ellos se autodenominan “Oeste Nelson”. Siempre que vamos a tocar allá, van a los shows y terminamos comiendo algo todos juntos. La idea es ir paso a paso, sin hacer movidas demasiado grandes como para que nos vayan conociendo de a poco. Obviamente no somos una banda nueva: ya tenemos varios años y muchos discos. Pero está bueno que la gente nos conozca en el escenario, tocando.
Lo podés escuchar desde aquí: https://open.spotify.com/album/0Wj9liNQRAAC8VVFakMUPW
Lista de Temas:
01. Dos Motivos
02. Lunáticos
03. La misma Luz
04. Sin tu Angel
05. Verde
06. Llego a Casa
07. De Nuevo
08. Tan Abajo
09. Extraño
10. Estoy Vivo
11. Billete
12. Y hoy te ví / Stairway to Heaven
13. Solo Cary
14. Tu Sonrisa
15. Seguir Mejor
Alineación:
Christian Cary: guitar, voces
Fernando "Paco" Pintos: bass, back vocals
Rafael Ugo: Drums
Orquesta Filarmónica de Montevideo, conducted by Yanella Bía
Guests:
Pablo Rey (guitar at "Extraño")
Pablo Reyand (en tracks 1, 2, 4, 6, 8, 9, 10, 11, 12, 15)
Yanella Bía (en tracks 3, 5, 7)
Comentarios
Publicar un comentario