Si el marketing vuelve a triunfar sobre la política, si los spots oficiales logran velar esta realidad cada vez más adversa, si el denuncismo mitológico disfraza el latrocinio real que están ejecutando. Esto es lo único que hay que tener en cuenta: quiénes son los beneficiados de cada medida. Siempre es necesario aclarar que reducir cargas impositivas, condonar deudas y abaratar el salario sólo busca enriquecer a los más ricos. Eliminar los aranceles de importación en bienes de consumo que se producen acá es un atentado a la economía y afecta el empleo. Recortar pensiones, asignaciones y beneficios a jubilados, discapacitados y pensionados es condenar a gran parte de la población a la miseria. Si el objetivo es achicar el déficit fiscal, que vuelvan a cobrar impuestos a los que más tienen. Mientras más se recorte, menos se consume, la recaudación cae y el déficit sube. Un callejón sin salida, laberíntico y en pendiente. Pero mientras tanto, los voceros del establishment se preocuparon por narrar las causas en las que estaban involucrados los integrantes de la oposición, mientras que muestran a los miembros del Mejor Equipo de los Últimos 5000 Años (Corporación Cambiemos tuvo 50 funcionarios imputados en su primer año de gobierno, uno por semana!) como honradísimos héroes que bregan para mejorar nuestras vidas.
La quita de pensiones a personas con discapacidad, las brutales represiones a los trabajadores de PepsiCo, el desplazamiento y persecución a jueces y fiscales independientes para colocar en sus cargos a militantes y adherentes del PRO y de la derecha del radicalismo, y los presos políticos revelan el carácter autoritario del régimen de Corporación Cambiemos, hechos de violencia pura y dura que nos han permitido ver al régimen neoliberal al desnudo, el país entero pudo verlo tal cual es, violento por naturaleza, despejado el follaje de los buenos modales, de la juridicidad que le pertenece o de las palabras que en su discurso son cáscaras vacías, como libertad, república o democracia, pero a indignación selectiva que construyen los medios produce efecto en el público cautivo, sin embargo todavía convencen más el video de López con dos bolsos que el intento de Macri de escamotearnos 70 mil millones de pesos con el Correo, y eso que esta suma necesitaría más de 400 bolsos.
En la vorágine informativa a que nos someten, es razonable que algunas cosas se nos pasen por alto o la memoria nos juegue una mala pasada. Tal vez algunos habitantes de este bendito suelo olviden el escándalo que armaron hace unos años con el título de CFK. Hasta un prestigioso constitucionalista vociferaba en cada oportunidad una frase digna de la galería del ridículo: “yo quiero que me muestre el título, que no lo esconda más”. En uno de los tantos cacerolazos orquestados durante el gobierno de Cristina, había carteles que lo exigían. ¿Acaso han susurrado alguna objeción a la idoneidad de Sergio Bergman para ocupar la secretaría de Medio Ambiente? Y eso que lo aclaró al momento de asumir y lo ha demostrado ante las contingencias catastróficas que se han producido en estos casi dos años. ¿A nadie tienta el desconocimiento que ostenta la vice Gabriela Michetti en cada tema que aborda para pedir, al menos, el certificado de primaria? Pero claro, el problema no pasa por la trayectoria académica, sino por los intereses que representan. Aquellos que intentan expandir derechos, siempre serán demonizados. Los que sólo impulsan multiplicar privilegios para una minoría empachada, serán ángeles dignos de devoción.
Sobran pruebas de la maldad de estos tipos. Hoy los jubilados deben viajar para conseguir originales de partidas de casamiento de hace 50 años, o constancias de defunción porque se les exige mostrar original y fotocopia. Y ni se diga de la miserable conducta que están teniendo con discapacitados y enfermos, mientras preparan la inminente privatización de la salud pública. En este contexto, les copio una muy buena columna de Rabanal en Pagina 12, describe cuál es el dispositivo ideológico del macrismo para aplicar el ajuste, destruir los derechos de nuestro pueblo y transferir ingresos a los más ricos.
Todos somos culpables, salvo algunosRodolfo Rabanal
Es sorprendente el escaso tiempo que le tomó al gobierno de Mauricio Macri transformar a la Argentina en el país de la culpa y de la deuda. Hoy, tanto las personas discapacitadas como aquellas otras que perciben pensiones por viudez son culpables de haber robado al Estado hasta que prueben lo contrario.
La maquinaria culpabilizadora alcanza a los abogados laboralistas (tratados de mafiosos) y a los trabajadores que abusan de los juicios a su favor y empujan a las pymes a la misma ruina. Esto último se lo escuchamos todos al Presidente capturado por las fotos en un primer plano de furia. Incluso se señalan como probables estafadores aquellos obreros accidentados en medio del trabajo.
Estas y algunas otras docenas de declaraciones aplastantemente antipopulares suenan a increíbles torpezas de malgusto si no fueran las pautas que marcan el avance de un programa de medidas implacables donde no hay ningún margen de error.
La matriz restauradora y la línea neoliberal de este gobierno responde –no importa si lo sabe o no– al famoso anatema de Margaret Thatcher cuando, a principio de los ochenta, sentenció: “Ya no hay sociedades, sólo están los individuos y sus familias”, frase con la que convocaba a la violencia del consenso reprimiendo la crítica y anulando la memoria para, obviamente, demoler la política.
Hoy es evidente que en aquel momento había empezado un cambio cultural devastador. Y es también evidente que ese cambio procura adueñarse ahora de la Argentina, si es que ya no lo hizo.
La decisión macrista de invertir la carga de la prueba (todos son culpables hasta que demuestren lo contrario) reinstaló en estas últimas semanas las peores fantasías del universo de Kafka: ancianas y ancianos a quienes se les exigía revalidar la documentación con la que habían conseguido sus pensiones, debieron rebuscar entre olvidados papeles acaso lo que habían extraviado y después hacer colas de tres horas –de pie– en las antesalas de las oficinas públicas. Muchos debieron contratar gestores que interpretaran el galimatías de los formularios burocrático. Otro sacó un revólver y se pegó un tiro.
Es difícil no indignarse ante semejantes afrentas, es difícil reducir esas actitudes –aunque lo son– a puras estrategias políticas; uno percibe que la sociedad argentina ha sido atrapada por una suerte de epidemia de analfabetismo espiritual e insensibilidad social de la que no va a ser sencillo salir. Cuando al principio de esta nota mencioné a la culpa y la deuda tuve presente la palabra que en idioma alemán reúne a ambos conceptos: schuld.
Creo que la observación ya fue hecha en este diario anteriormente, pero ese vocablo sucita una tentación reflexiva ineludible y entonces vuelvo a ella, porque esa coincidencia no es un capricho semántico o una casualidad lingüística sino una perfecta designación conceptual: la culpa me endeuda y la deuda me culpa. Tanto se carga con una deuda como se carga con una culpa. Es preciso tener en cuenta que la culpa elimina la libertad y se encamina hacia su fin anulando derechos.
El gobierno de Macri está endeudando a la Argentina creo que como nunca antes había ocurrido y quienes cargarán con esa deuda –o esa culpa– serán los de siempre, es decir los famosos ciudadanos de a pie, o sea la mayoría. De ese modo, todos somos culpables (y corruptos), salvo los grandes empresarios, los contratistas de Estado, los servicios de inteligencia y una buena parte del Poder Judicial, es decir todos aquellos que señalan, acusan y se benefician.
Se busca doblegar de este modo a una sociedad, vaciarla de historia, inferiorizarla y volverla dependiente. En suma, se la violenta, lo cual es, desde todo punto de vista, extremadamente peligroso.
Inútiles, irresponsables o apátridas. O todo eso junto. Tanto los ejecutores como los apologistas y ni hablar de los que susurran críticas de ocasión antes de mirar para otro lado. Esto no sólo es inaceptable sino también invotable. La integración al mundo no dio resultado; la importación sin aranceles no bajó los precios sino que destruyó industrias y produjo desempleo; bajar impuestos y retenciones no produjo ningún derrame, sino recesión y déficit fiscal; habilitar la libre especulación, la fuga de capitales y la remisión de utilidades de las empresas multinacionales no atrajo inversiones; achicar el gasto sólo sumerge en la miseria a gran parte de la población. La receta de siempre vuelve a fracasar en tiempo record.
¿Cuánto más daño tendrán que hacer para que los corramos a votos de una vez?.
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