Para cerrar la semana a lo grande y continuando con nuestro recorrido por el mejor metal extremo progresivo, presentamos el excelente cuarto álbum de la banda sueca An Abstract Illusion, ha sido aclamado como un posible álbum del año dentro de su subgénero, logrando incluso superar las expectativas generadas por su aclamado trabajo anterior, "Woe" (que tanto nos ha gustado y hemos presentado en el blog cabeza). Su música deconstruye y reconstruye los géneros, conjugando lo visceral y crudo, lo transportante y lo emocional. Una obra inmersiva y cinematográfica, que fusiona la agresión inherente del death metal progresivo con paisajes sonoros ricos y atmósferas fuertemente influenciadas por la ciencia ficción de los años 80 y el synthwave, con los sintes tomando un rol crucial y dominante, fundamental para construir esa ambientación ominosa, fría, cinemática, dramática e inquietante. Un disco notable lleno de contrastes sonoros, y que me parece ideal para cerrar otra semana más en el blog cabeza, otro de los grandes discos del 2025 que va a durar mucho en tu playlist si es que te animás a mucha distorsión, bestialidad y voces guturales, porque también vas a descubrir mucha sutileza, delicadeza, elegancia y buen gusto, y siempre muchísima musicalidad. Así cerramos la semana con un disco excelente y super recontra recomendado!
Artista: An Abstract Illusion
Álbum: The Sleeping City
Año: 2025
Género: Atmospheric/Progressive Death Metal
Duración: 60:37
Referencia: Discogs
Nacionalidad: Suecia
Este es de esos trabajo que todo el mundo quiere reseñar, así que no nos vamos a portar mal con esta gente tan escritora y voy a copiar algunos de los tantos comentarios que he encontrado...
Cuatro años tuvieron que pasar para que los suecos de An Abstract Illusion regresaran con nuevo material, un lapso que elevó naturalmente las expectativas tras el sólido recibimiento de Woe, un disco que dejó la vara considerablemente alta dentro del circuito progresivo extremo. Con The Sleeping City, la banda no solo busca retomar ese nivel, sino también depurarlo mediante una propuesta donde lo crudo y lo atmosférico conviven con arreglos de inspiración clásica y el habitual despliegue técnico del death metal progresivo. Se trata de una síntesis ambiciosa que, sin duda, dará bastante que analizar a lo largo de esta nueva entrega, publicada en octubre y estructurada en un formato conciso de siete canciones que suman aproximadamente una hora.
Pista 1, Blackmurmur
La canción abre el disco como un descenso directo hacia la sombra interior del protagonista, un viaje donde afloran sus pensamientos más oscuros, culpas heredadas y voces internas que lo fragmentan. Entre la tensión constante entre destrucción y redención, solo una tenue luz parece mantenerlo conectado al mundo. Esa lucha por purgar y enterrar lo que lo desgarra es el eje narrativo que sostiene toda la pieza.
En lo musical, destaca el rol inusualmente protagónico del teclado de Robert Stenvall, elemento poco común en el death metal progresivo y que aquí actúa como guía emocional del relato. Sus atmósferas y sus únicos solos dentro de estos once minutos resultan esenciales para construir el clima de introspección. La guitarra y el bajo de Karl Westerlund aportan la crudeza necesaria para reflejar la resistencia interna del personaje, mientras la batería de Isak Nilsson despliega una brutalidad controlada que potencia la sensación de agobio.
Las voces —tanto limpias como distorsionadas— sostienen un coro evocador con tintes “ghostianos”, un recurso sorprendente y bien logrado, aunque se echa de menos que la banda lo reutilizara o reinterpretara más adelante. Hay al menos tres vocalistas involucrados, pero la producción dificulta identificar con claridad quién asume cada matiz.
Como apertura, la canción funciona como una declaración categórica de introspección y como el cimiento conceptual que articulará el resto del álbum. Es una bienvenida colosal, construida con decisiones poco convencionales dentro del género y que deja entrever la ambición narrativa y emocional que la banda pretende desplegar.
Pista 2, No Dream Beyond Empty Horizons
Con una introducción renovada, donde sobre una atmósfera etérea destacan los rasgueos de una guitarra acústica que dan paso al verso, la banda desplaza el protagonismo que antes recaía en los teclados para entregarlo por completo a las guitarras. Estas irrumpen con la dosis de salvajismo —entre riffs y solos— que la canción anterior dejó pendiente. Aun así, el tema también se toma su tiempo para momentos contemplativos, especialmente en el cierre que funciona como transición hacia la siguiente pista, donde una guitarra más limpia demuestra que la rapidez y el virtuosismo no lo son todo.
La letra sostiene una reflexión oscura sobre cómo la falta de tiempo, descanso, oportunidades y libertad intelectual termina por asfixiar los sueños… y con ellos, al mundo mismo.
Aunque el trasfondo lírico se integra muy bien con los distintos pasajes dinámicos de la canción, se percibe una falta de carácter interpretativo en la voz. Hay una esencia emocional que uno busca y no encuentra; nada que invite a revisitar el tema para reconectar con el sentimiento expresado en la interpretación vocal. Ese peso expresivo recae casi por completo en la guitarra.
Pista 3, Like a Geyser Ever Erupting
La canción despliega una verdad profunda que irrumpe como un géiser, una fuerza subterránea que rompe la corteza, limpia lo corrompido y revela un poder tan creador como destructor. Entre magma, ruido eterno y ecos vaciados del pasado, el narrador termina fundiéndose con esa erupción hasta convertirse él mismo en la corriente que revienta desde las entrañas y enceguece con su propia revelación.
Esta metáfora del géiser no sólo es uno de los recursos más llamativos, sino que captura a la perfección la violencia y la intensidad que sostienen toda la pieza. Es, sin duda, la canción más caótica de las primeras tres, y su irrupción es tan demoledora que vuelve atmosférico —casi tímido— todo lo que vino antes.
El resultado es un acople brutal entre concepto y ejecución. La banda suena completamente desatada, y el nivel de cohesión entre letra, instrumental y entrega es tan alto que esta pieza fácilmente puede considerarse una de las más legendarias dentro del arsenal de esta bandota, sin negar los pasajes más hermosos y reflexivos que aportan el respiro perfecto.
Pista 4, Frost Flower
Desde los primeros minutos se instala un aura trascendental, poco frecuente en un género que suele moverse con mayor crudeza directa. La entrada es elegante, casi etérea, como si la banda quisiera suspender el tiempo antes del impacto. El territorio es más emocional y expansivo, con pasajes que abrazan una sensibilidad cercana al prog metal atmosférico, desplazando —al menos por instantes— el torbellino agresivo habitual del estilo.
Este viraje sonoro no es para nada capricho, la música construye una sensación de extrañamiento y desarraigo que se alinea con una lírica profundamente introspectiva. La canción parece hablarnos desde una mente fracturada, desde un yo que ya no se siente dueño de su cuerpo ni de sus pensamientos. La instrumentación flota, se repliega, vuelve a emerger, como si imitara un estado mental en colapso lento, donde todo se diluye y nada es completamente real.
A medida que avanzan los minutos, el paisaje sonoro se vuelve más oscuro y denso, y la introspección muta en angustia. La voz no suena solo interpretada, sino vivida, como si cargara la desesperación de un ser que se hunde emocionalmente y pide permanecer acompañado mientras todo se desmorona. Aquí, los momentos de calma funcionan menos como alivio y más como anestesia.
En ese juego de luces y sombras, la canción acaba revelándose como algo más que una buena composición progresiva, es un viaje emocional hacia el agotamiento del ser, hacia el deseo de romper con uno mismo para dejar de sentir. La música no solo envuelve, sino que arrastra, y el clímax llega sin avisar, dejando esa sensación incómoda y perfecta que solo logran las piezas que se atreven a ir más allá de lo técnico.
La construcción es impecable, dinámica, emocionalmente tensa y sorprendente en su resolución.
Pista 5, Emmett
Se trata de una pieza abiertamente conmemorativa, no solo por su duración sino por la gravedad del mensaje que transporta. La letra denuncia la violencia histórica y la opresión, evocando con crudeza episodios como los linchamientos raciales mediante un lenguaje oscuro y profundamente simbólico. No es una narración directa, sino una sucesión de imágenes que revelan cómo el odio, la brutalidad y la injusticia han dejado una cicatriz permanente en la historia de la humanidad, exigiendo al oyente enfrentar ese pasado y asumir la responsabilidad que conlleva recordarlo.
Ese trasfondo lírico se ve reforzado por pasajes reflexivos donde el teclado y los synths toman protagonismo, aportando una atmósfera casi contemplativa que contrasta de manera exquisita con la violencia propia del death metal. Esta dualidad entre agresión y recogimiento no solo enriquece la composición, sino que le da una dimensión emocional inesperada, haciendo que cada sección se sienta como parte de un discurso mayor y no como un simple despliegue de técnica.
También es destacable la inteligencia con que se maneja la duración, ya que siendo una canción de once minutos, no cae en la sobrecarga lírica ni en la reiteración innecesaria. Por el contrario, lo instrumental lidera gran parte del viaje, permitiendo que los climas, silencios y transiciones construyan tensión y significado sin necesidad de recurrir constantemente a la voz.
El cierre es simplemente envolvente, de esos que te dejan suspendido en el aire por un par de segundos antes de volver a la realidad, esperando con esperanza que te vuelva a causar una sensación similar.
Pista 6, Silverfields
Esta pieza funciona como un umbral sonoro hacia el desenlace del álbum, dominada por pasajes de teclado que remiten claramente al sonido clásico de bandas como Journey o Europe. Sin embargo, el enfoque aquí es más solemne y épico, dejando de lado la euforia rockera para sumergirse en una atmósfera cargada de nostalgia y recogimiento.
La batería, lejos de imponerse, se mueve con una presencia contenida pero profunda, marcando el pulso de una transición que se siente necesaria y cuidadosamente construida. Todo en esta composición parece estar al servicio de preparar emocionalmente al oyente para lo que vendrá después, un refugio sonoro, una búsqueda de descanso absoluto y sereno tras un viaje cargado de tensión, dolor y desgaste emocional.
Pista 7, The Sleeping City
La transición desde la pista anterior es sencillamente demoledora; aquí el disco alcanza una coherencia total, como si todo lo escuchado antes hubiese sido preparación para este cierre. Esta última canción funciona como una síntesis caótica y lúcida a la vez, donde la voz gutural irrumpe sin piedad mientras la voz limpia aparece como un eco desesperado, otorgando un contraste tan intenso como trágico, casi como si encarnaran dos fuerzas opuestas observando el derrumbe de todo a su alrededor. No es solo una batalla de timbres, es el reflejo de una historia que respira fatalismo, donde algo que parecía eterno empieza a mostrar sus grietas irreparables.
A mitad de sus diez minutos, la canción entra en un punto de inflexión decisivo, ya que el teclado o piano se apodera del espacio, descomprime la tensión y abre un pasaje de calma engañosa que suena a redención forzada, como si aún quedará una esperanza mínima cuando en el fondo ya se sabe que es demasiado tarde. Este momento no solo es musicalmente brillante, sino narrativamente devastador, pareciera el último suspiro de una ciudad moribunda, el latido final bajo el concreto antes de la oscuridad total. El solo de guitarra que acompaña este tramo no alardea, sino que llora; no busca lucirse, sino dramatizar una despedida que ya no tiene retorno.
Hacia el final, todo vuelve a distorsionarse de forma progresiva, como si la realidad misma comenzara a colapsar. La música recoge los escombros de lo que fue una promesa y los transforma en un cierre brutal, tan trascendental como el disco completo. Así como la canción levanta una ciudad con cada nota, también la sepulta con la misma solemnidad. No hay explicación clara, no hay culpables directos, solo la amarga certeza de que este final fue anunciado desde hace tiempo, sostenido por decisiones acumuladas y ahora imposible de revertir. Lo único que queda es observar, en silencio, cómo todo desaparece… y aceptar que algunos finales no se escriben para ser evitados, sino para ser presenciados.
Conclusión
The Sleeping City confirma que An Abstract Illusion ha dado un salto artístico decisivo, con un disco más cautivante, más maduro, más cinematográfico e introspectivo que en sus trabajos anteriores. La fusión entre death metal progresivo y ambientaciones etéreas, sostenida por sintetizadores envolventes, melodías melancólicas y un uso expresivo tanto de voces limpias como guturales, construye una identidad propia que se mueve con soltura entre la devastación y la belleza. Aquí la brutalidad no solo golpea, también emociona, sugiere y narra.
No obstante, este nivel de ambición no está exento de fricción. Para algunos oyentes, la densidad sonora, los frecuentes cambios de dinámica y la constante carga cinematográfica pueden resultar excesivos o incluso agotadores. Tal vez un mayor equilibrio, con más momentos de transición o una edición más contenida en ciertas composiciones, habría permitido que el impacto fuese aún más efectivo sin sacrificar profundidad.
Aun así, The Sleeping City no es un álbum que se agote en una escucha. Exige atención activa, paciencia y múltiples regresos para revelar todas sus capas emocionales y estructurales. Esa dificultad de acceso, lejos de ser un defecto, también es su mayor virtud, ya que estamos frente a una obra que recompensa al oyente comprometido y castiga la escucha superficial.
No cabe duda de que, con el paso del tiempo, este disco será reconocido como una joya infravalorada dentro del death metal progresivo, un punto de inflexión que otras bandas observarán con atención y que probablemente abrirá nuevas rutas para entender el género más allá de la brutalidad pura. An Abstract Illusion no solo ha creado un álbum, tal vez ha trazado un horizonte.
Como dice el comentario, una de las mayores habilidades de la banda reside en su destreza para mezclar lo pesado y lo elegante y delicado. Riffs potentes se disuelven en pasajes melódicos adornados con teclados exuberantes, guitarras limpias y el uso de instrumentos invitados como violines y chelos. El álbum mantiene una sensación constante de movimiento, con cambios de tiempo y la introducción de diferentes voces (guturales, limpios y corales) que añaden una profundidad dramática. Una producción impecable permite que las múltiples capas de sonido (incluyendo líneas de bajo prominentes y la excelente percusión) se distribuyan en un amplio rango dinámico.
La banda declaró sobre el proceso creativo:
«Al componer The Sleeping City, quisimos explorar cómo sonaría la banda sonora de una película de ciencia ficción distópica – como Blade Runner o Terminator- si la hubiese compuesto una banda de death metal».
Tambien detallaron que fue «Producido por Karl Westerlund, miembro de la banda, The Sleeping City fue mezclado y masterizado por Robin Leijon. La batería fue grabada y producida por Jakob Herrmann (Devin Townsend, Evergrey, VOLA, Vildhjärta) en los legendarios Top Floor Studios de Gotemburgo, quien ha capturado algunos de nuestros tonos de batería favoritos de todos los tiempos. La magnífica obra de arte, un homenaje a las pinturas del black metal de los primeros tiempos, fue realizada por Alex Eckman-Lawn (Horrendous, Afterbirth, Woe, Nero Di Marte). También trabajamos con músicos increíbles que nos proporcionaron cuerdas y voces maravillosas».
«Blackmurmur«: EI disco abre con una atmósfera moderna y misteriosa: Sintetizadores brillantes (Por un momento pensé que estaba empezando la serie Stranger Things, y la misma sensación me invadió en casi todo el disco), pianos de tono cinematográfico y una bateria que comienza a renacer y a desplegarse. Pronto los sonidos cálidos se ven interrumpidos por una voz gutural que contraataca, que saca del eje, que sumerge en el caos y va apagando la aparente calma. Mientras en paralelo, por debajo, palpitan múltiples armonías. Esta dualidad entre agresividad y calma se instala desde el minuto uno. Entre los riffs afilados, teclados y coros etéreos, la banda logra un equilibrio entre catarsis y belleza, el cual manejan con una calidad y naturalidad, que es plausible. Lukas Backeström participa y se luce en voz en esta canción. Hay un juego entre luminosidad/melancolía que sirve de salvataje ante tanta catarsis, la desesperanza emerge ante una extraña sensación de liberación, logrando desembocar ante Shrieks desgarradores.
«No Dreams Beyond Empty Horizons«: Comienza con una guitarra acústica que muy pronto es devorada por blastbeats y voces guturales. Las melodías emotivas y los coros susurrantes y envolventes, van edificando una tensión constante entre catarsis y paz. Los pasajes instrumentales son intensos, casi narrativos. Las voces limpias, las voces habladas, aparecen como una luz dentro de tanta oscuridad, creando uno de los momentos más conmovedores de el álbum. Aún asi, se torna en un sube y baja entre armonías, riffs emotivos y la agresividad constante que lo condiciona, como si fuese una lucha interna que puja por autocalmarse o resurgir catárticamente.
«Like a Geyser Ever Erupting«:
Es una explosión desde el primer segundo. La batería no da respiro alguno y las guitarras recuerdan al Death Metal de vieja escuela, tiene un comienzo agresivo con guturales aunque rápidamente son absorbidas por la elegancia de las voces limpias y los sintetizadores. Los cambios
rítmicos son abruptos pero aún suenan naturales; el caos y la calma conviven en un diálogo
permanente. En cuanto la agresividad llega a su momento cúlmine, se logra opacar con melodías calmas, coros hipnóticos, synthes envolventes, una guitarra delicadisima, los teclados que interpelan. Jonathan Miranda-Figueroa en violonchelo también logra aportar un mayor dramatismo.
«Frost Flower»:
Un tema hipnótico y lleno de introspección. Moderno. La voz limpia cobra protagonismo, acompañada de coros etéreos y guitarras que inspiran melancolía. Funciona como un respiro dentro del álbum, aunque no renuncia completamente a la agresividad: Los guturales emergen en un clímax catártico, aunque suene más liberador que violento. Nuevamente, Lukas Backeström, se luce aquí, al igual que el violonchelo de Jonathan Miranda-Figueroa y Flavia Fontana en el violín que ambos suenan una belleza.
«Emmett»:
Es un corte de difusión. Comienza de manera calma, con sonido ambiente, con un tarareo
suave y una percusión firme que guía el desarrollo. Pronto se suman sintetizadores, vientos y voces desgarradas. Es una pieza cargada de contraste: Melodias que parecen flotar sobre una base agresiva. La intensidad crece hasta alcanzar un punto de pura catarsis. Uno de los momentos más viscerales del disco. Las líricas sugieren que la historia avanza impulsada por el sufrimiento y la violencia. Es una reflexión sobre la ciclicidad del dolor y la opresión: La humanidad repite actos violentos que se convierten en el motor mismo de su evolución social. No existe ninguna explicación oficial ni ningún dato que provenga de la banda sobre esto, sin embargo, me gustaría que se aclare si éstas líricas, aluden al caso de Emmett Till, un joven afroamericano asesinado en 1955, cuya muerte fue parte del linchamiento racial en Estados Unidos ¿o sólo es mera coincidencia que el tema se llame asi y hable sobre violencia social?
«Silverfields»:
Un pasaje más experimental, moderno, de sonoridad robótica y ambiente futurista. Actúa como un interludio mental, una breve pausa antes de un final contundente. Elsa Svensson de invitada en voz aunque apenas se percibió.
«The Sleeping City»
El cierre perfecto. El que titula al disco. Retoma los leitmotivs del álbum, alternando entre agresividad y reflexión. La batería vuelve a ser protagonista, los teclados iluminan y las voces transmiten un aire de resignación y belleza. Es un final que hipnotiza tanto como el inicio, cerrando el círculo narrativo con precisión y emoción. Miranda-Figueroa y Dawn Ye en el violín, aportan mayor dramatismo a la canción, llevandola a otro nivel. La banda comenta; «Para The Sleeping City, nos inspiramos en artistas como Depeche Mode, My Bloody Valentine, Kite, Ólafur Arnalds y Boards of Canada, lo que nos impulsó a ampliar y refinar nuestra paleta sonora».
Aquí no sólo se conforma uno de los mejores discos de este año, sino que se reafirma la esencia misma de la banda. An Abstract Illusion no se parece a nadie, aunque en ciertos matices evoque influencias diversas y haga que se parezca a todo (?). Su música deconstruye y reconstruye los géneros, conjugando lo visceral y crudo, lo transportante y lo emocional.
Sin dudas, están en un nuevo nivel de coherencia artística: Cada tema fluye hacia el siguiente como parte de un gran conjunto contrastante y el resultado es una experiencia inmersiva, desafiante y profundamente humana.
Más que un álbum es una obra conceptual sobre la dualidad -entre lo onírico y lo terrenal, la destrucción y redención-. Es la prueba de que el Metal Extremo puede seguir siendo agresivo sin renunciar a elementos de otra naturaleza, que lo realzan y enriquecen.
Eliana Rodriguez
Pero yo creo que ya es momento de escuchar algo de todo esto...
Un disco que destaca por sus cambios de velocidad y arreglos, incluyendo pasajes de voz limpia y la gutural, creando una experiencia en la que impera la conjunción perfecta de todos los elementos descritos a lo largo de todo este comentario.
“Woe”, fue el disco con el cual conocí a la banda An Abstract Illusion, si bien es una banda ya con varios años de trayectoria, pero apenas presentar su tercer trabajo de larga duración “The Sleeping City” a través de Willowtip Records, ofrece una duración de casi una hora repartida en siete canciones, una portada esta vez no tan llamativa como su trabajo anterior, pero va acorde al nombre de este material.
En este “The Sleeping City”, la mayoría de las canciones son extensas más de 8 minutos, pero estas tienen ese toque agresivos y técnico, pero esa atmósfera que pueden crear ese viaje emocional y envolvente. Este material comienza con “Blackmurmur”, va de menos a más, ya que su primer par de minutos es melodía elegante, para posteriorte mostrar rafagas de riffs, fuertes guturales que se alteran con una voz limpia en un tipo estribillo, una pieza muy completa la cual nos muestra muchos elementos destacables musicalmente. “No Dreams Beyond Empty Horizons”, primero quiero destacar la voz limpia, por que con los pasajes melódicos el tema se torna más a un ambiente progresivo, hay cambios de ritmo muy bien logrados, donde la An Abstract Illusion demuestra una gran habilidad compositiva notable, esta pieza sabe cuando mostrar su lado agresivo sin ser demasiado abrupta.
Seguimos con “Like a Geyser Ever Erupting”, nos muestra un lado más agresivo desde su primer segundo, si bien es death metal ofrece ciertos toques disonantes, una batería muy asesina, el tema también nos muestra ese cambio donde entra la melodía con acordes acústicos y voces limpias. “Frost Flower”, es una canción que se distingue por ser más atmosferica, esta avanza de manera sutil, con esto me refiero a medio tiempo, voces limpios y música elegante es lo que nos muestra, pero no hace totalmente aun lado ese toque agresivo del género. “Silverfields”, es corto y totalmente instrumental, envolvente y melódico, funciona como un respiro dentro del álbum. “Emmett”, son más de 11 minutos de duración, si bien es larga esta pasa en un abrir y cerrar de ojo, adicional todo lo que nos ofrece es muy atractivo, tenemos riffs potentes, melodía, progresiones, voces limpias y claro ese ataque brutal en la batería, en sí es una pieza muy buen estructurada, la cual te ofrece ese golpe contundente pero también te puede hacer endulzar el oído con esos pasajes llenos de melodía. Y cerramos con el tema principal y que le da título a este trabajo “The Sleeping City”, su primera parte en este recorrido de casi diez minutos, nos muestre primero ese lado fuerte con guitarra y riffs llenos de furia y una voz feroz pero que no llega a ser tal cual una gutural, posteriormente aparecen esos pasajes de acordes limpios, en sí tenemos todos lo que escuchamos canción otras canciones, esto sin llegar a ser repetitivo que es el punto fuerte de este material.
An Abstract Illusion logra ofrecer un gran equilibrio tanto de brutalidad y belleza en partes iguales, ofreciendo un trabajo que se siente tan caótico como sutil. Pero en si es un trabajo que ocupas brindarle atención y claro darle varias vueltas por que cada vez detectas más detalles interesantes.
Por todo ello digo que "The Sleeping City" es una obra ambiciosa y lograda, donde An Abstract Illusion no solo iguala la calidad de su trabajo anterior, creando una experiencia cohesiva, inmersiva y rica en texturas. Es un álbum que requiere y recompensa múltiples escuchas, revelando nuevas capas con cada reproducción.
Tres años después del fantastico Woe, An Abstract Illusion regresa con un trabajo que no solo mantiene el listón, sino que lo desplaza hacia un territorio más complejo y ambicioso. The Sleeping City es un álbum que se construye sobre contrastes, capaz de transitar de lo más abrasivo a lo más delicado con una naturalidad sorprendente.
El disco se siente como la banda sonora de una ciudad distópica, con luces de neón y sombras interminables, un paisaje donde la brutalidad convive con momentos de calma introspectiva. No es casualidad: la influencia de la ciencia ficción y la intención de generar imágenes como de pelicula atraviesan cada canción. De hecho, la propia banda lo comentaba con el lanzamiento de su primer sencillo: “Al componer "The Sleeping City", queríamos explorar cómo sonaría la banda sonora de una película de ciencia ficción distópica, como Blade Runner o Terminator, si la hubiera compuesto una banda de death metal”. Aquí, la exploración de la psique humana y el sufrimiento no aparece como un gesto melodramático, sino como una búsqueda genuina de atmósferas que traduzcan esas emociones en sonido.
Musicalmente, An Abstract Illusion sigue sin encasillarse. El sonido de la banda mezcla texturas acústicas, estructuras complejas, atmósferas sintéticas y metal extremo, pero el resultado es sorprendentemente fluido. Hay guitarras, voces ásperas y guturales, y baterías feroces que remiten al black y al death, pero también pasajes acústicos, voces limpias, capas de sintetizadores y arreglos que se acercan tanto al ambient como al post-metal o el progresivo. El resultado no es un collage sin rumbo, sino una obra cohesionada, sostenida por una producción detallista en la que el propio Karl Westerlund logra equilibrar de manera sobresaliente.
Las colaboraciones con cuerdas y voces adicionales son clave en esta expansión sonora. En canciones como “Like a Geyser Ever Erupting” o “Frost Flower” aportan matices que amplían el espectro emocional: la primera es furia desbordada, la segunda es un corte devastador pero bello, que probablemente quede como una de las canciones más memorables del álbum. “Emmett”, por su parte, con sus once minutos de desarrollo, exhibe sin pudor influencias que rozan lo sinfónico o incluso el jazz, confirmando que la banda esta abierta a experimentar más allá de las etiquetas.
El apartado visual también acompaña: la portada de Alex Eckman-Lawn, inspirada en la estética de portadas clásicas del black metal, funciona como reflejo del universo que la música propone, uniendo tradición y vanguardia en un mismo gesto.
The Sleeping City es el álbum más ambicioso y complejo de An Abstract Illusion hasta la fecha. Un relato sonoro que hace convivir la furia y la fragilidad en un mismo pulso. Un paso firme hacia adelante que refuerza su lugar como una de las propuestas más originales y emocionantes dentro del metal progresivo contemporáneo. Uno de los buenos discos de este 2025.
Así que, en definitiva y más allá del género, acá tenemos un disco sublime para terminar la semana a lo grande. Y con esto, nos despedimos hasta el lunes, donde nos volveremos a encontrar en blog cabeza.
Lo podés escuchar desde acá:
https://anabstractillusion.bandcamp.com/album/the-sleeping-city
Lista de Temas:
1. Blackmurmur
2. No Dreams Beyond Empty Horizons
3. Like a Geyser Ever Erupting
4. Frost Flower
5. Emmett
6. Silverfields
7. The Sleeping City
Alineación:
- Christian Berglönn / Lead Vocals
- Robert Stenvall / Keyboards, Vocals
- Karl Westerlund / Guitars, Bass
- Isak Nilsson / Drums, Background Vocals
Musicians
Lukas Backeström / Lead Vocals (track 1, 4), Choir (track 2, 3)
Jonathan Miranda-Figueroa / Cello (track 3, 4, 7)
Dawn Ye / Violin (track 3, 7)
Flavia Fontana / Violin (track 4)
Elsa Svensson / Voice (track 6)






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