Uno de los fenómenos más representativos de las transformaciones socioculturales en la época contemporánea se refiere a los cambios en los modos de producción y consumo de cultura. La cultura es decir, la manifestación de las ideas, significados, valores, sentimientos y experiencias humanas, a diferencia de lo que ocurrió en el pasado, ha sido convertida en un producto de consumo generado desde las industrias culturales. Así, desde el arte los seres humanos crean sentimientos preciosos e irrepetibles, objetos de amor, de belleza, de estética. Desde la publicidad los mercaderes ofrecen estos sentimientos, les ponen un valor de compra venta y lo subastan al hambriento mundo consumidor que todo lo consume. Dicho de otro modo, en el tiempo actual la cultura ha sido cosificada, convertida en un producto o mercancía que se vende y se compra, y que al igual que otros productos y bienes materiales, responden al proceso de elaboración, distribución y comercialización industrial en masa: con propietarios, trabajadores, intermediarios, consumidores etc. Y todo va de la mano, los fenicios de la industria imbuidos de estas mercancías marcan la tendencia de la moda en ropas, perfumes, autos, casas, e incluso se aplica a los espacios de recreación y turismo. Y todas estas tendencias, que en la jerga del mercado se llaman "servicios", nos eligen los gustos, lo que debemos comprar, lo que debemos disfrutar...
En el terreno musical, y como creo que será el caso de la mayoría de los cabezones que me leen, soy setentista a rabiar. Después de la disolución de los Beatles la música se había abierto en miles de direcciones, sin ese pernicioso concepto actual de la segmentación de mercado. La interacción entre los diversos estilos y tradiciones estallaba en posibilidades vertiginosas, fue la explosión creativa, explosión de neuronas, de ideas. Además, el audio no había sufrido todavía el efecto de la sobreproducción que empezó a mandar en los 80, con sus baterías insoportablemente latosas y ese barniz auditivo tan de laboratorio. Ni hablar del tuneo que en la actualidad vuelve homogéneas y plásticas todas las voces. En los mejores exponentes de los 70, en general el sonido de los discos y del vivo no difería. Los discos sonaban salvajes y el vivo sonaba potente y preciso. Pero el comercio evolucionó (o mejor dicho, lo que evolucionó fue la forma de hacer negocios con la música). Todo un fenómeno de nuestros tiempos.
Pero el ambiente musical fue colonizado por la lógica monetarista y burocratizante que imprime el sistema (en realidad, todos los ambientes sucumbieron ante el poder del "Dios Dinero"), está sufriendo un hostigamiento cultural que va devorando (mediante curiosas y arbitrarias inspecciones, diversas multas y clausuras), espacios culturales que nuclean un amplio espectro de artistas locales independientes y autogestivos.
En el 2010 terminó una década que en música puede haber sido la más significativa en materia de cambios en cuanto a negocio y tecnología. Diez años en que las discográficas cavaron su propia tumba. Hace ocho años Shawn Fanning y su website Napster hacían uno de los líos jurídicos más bravos que recuerde la industria discográfica. Una gran revuelto que a la postre sirvió para nada porque al año siguiente -2002- cerca de 36 millones de norteamericanos, el 27% de los usuarios de internet, decían haber bajado música de la red y la mitad de ellos por algún sistema P2P, idéntico al que había inventado Fanning. La cultura no es una mercancía. Es la expresión de los pueblos y generacoines que hacen sentir su idiosincracia a través de diferentes manifestaciones: música, vestimenta, literatura, alimentación, lengua, usos, costumbres, arte, tradiciones, etc. ¿Cuánto de esta generosa entrega es efectivamente percibida y comprendida por la gente que detenta el poder económico?.
Las mercancías culturales y musicales, en este sentido, ya no son parte de los artistas, ya no son parte de la gente ni de su entorno o región; se vuelven parte de un espectáculo o show exhibicionista, de un valor que ya no depende de su belleza si no de su fama y su peso en oro.
Todo quehacer humano que trascienda hacia los demás, es cultura. La cultura artística, la agricultura, la cultura política, la cultura urbana, la cultura de la pobreza, la cultura del escrito, la cultura sindical, la cultura médica, la cultura religiosa, la cultura de la investigación científica, etcétera.
En la sociedad postmoderna que ahora estamos viviendo, se registra una gran capacidad de convertir toda cultura en una mercancía, un objeto con un precio que se sujeta a las leyes de la oferta y la demanda, es decir, a las fuerzas del mercado. En lo que fue la década del 2000 las compañías discográficas no entendieron que Napster podría haberse convertido en su gran aliado. Lo único que lograron, luego de gastar muchos millones de dólares para obligar su bloqueo y cierre, fue que los 30 ó 40 millones de usuarios que tenía el servidor se desbordara hacia otros que prestaban el mismo servicio. Hoy día, esta actividad es prácticamente incontrolable y el futuro de la música como negocio de manera evidente dejó hace mucho de ser el de los discos. Lo que viene dependerá de la habilidad que tengan estas empresas para sacar provecho de las nuevas tecnologías.
Pero ya el primer decenio de este siglo se recordará por haber dejado el negocio de los discos en la situación más crítica de todos los tiempos. En el 2009, la Federación Internacional de Música Fonográfica entregó estadísticas en verdad preocupantes, ya por aquel entonces: cerca del 95% de la música bajada de la internet se obtenía de manera ilegal. Algo así como 40 billones de archivos musicales descargados ilegalmente de la red en ese ultimo año. A partir de allí, la industria cambió drásticamente, y se acomodaron al nuevo paradigma. Pero en aquellos años la situación se reflejó con mayor claridad en las empresas discográficas, que quizás fueron uno de los sectores que entendió antes que nadie que en el mundo actual cambiar permanentemente las formas de pensar son lo único que puede hacer que un proyecto continúe. Entre el 2000 y el 2007 despidieron cerca de 5 mil empleados. La extensión de la crisis se completó con el cierre de más de 2.700 tiendas de discos entre 2003 y 2006. Tower Records, que hacía el 2.5 del total de las ventas de discos en Estados Unidos fue clausurada en ese último año y Musicland, que operaba cerca de 800 tiendas, se declaró en bancarrota en esa misma época. Desde hace ya casi cuatro años, casi el 70% de las ventas de música se hacen en grandes tiendas de superficie como Wal-Mart y Best Buy.
La caída de las ventas de los discos hizo que para los artistas fuera más rentable el negocio de los conciertos y las multinacionales discográficas no tardaron en buscar provecho de ello. En medio de la crisis gestaron nuevos tipos de contratos que incluyen regalías por todos los ingresos de sus artistas. Muchos cantantes y agrupaciones famosas prefirieron prescindir de sus contratos antes que compartir lo más lucroso de su actividad con su discográfica.
Los discos mueren, para dolor de quienes los coleccionamos. E Internet es cada vez más utilizada por las empresas comercializadoras de "arte" (o mejor dicho, hechos culurales), y para la mayoría de las personas, la música inevitablemente se encuentra allí. Aquí, vamos a utilizar el término de cultura (e, incluso, el de arte) con el mismo uso que se le suele dar a la sección de ese nombre en los periódicos: creaciones humanas vinculadas a las bellas artes y sus derivados, la literatura, y ciertos espectáculos musicales o cinematográficos.
En el terreno musical, y como creo que será el caso de la mayoría de los cabezones que me leen, soy setentista a rabiar. Después de la disolución de los Beatles la música se había abierto en miles de direcciones, sin ese pernicioso concepto actual de la segmentación de mercado. La interacción entre los diversos estilos y tradiciones estallaba en posibilidades vertiginosas, fue la explosión creativa, explosión de neuronas, de ideas. Además, el audio no había sufrido todavía el efecto de la sobreproducción que empezó a mandar en los 80, con sus baterías insoportablemente latosas y ese barniz auditivo tan de laboratorio. Ni hablar del tuneo que en la actualidad vuelve homogéneas y plásticas todas las voces. En los mejores exponentes de los 70, en general el sonido de los discos y del vivo no difería. Los discos sonaban salvajes y el vivo sonaba potente y preciso. Pero el comercio evolucionó (o mejor dicho, lo que evolucionó fue la forma de hacer negocios con la música). Todo un fenómeno de nuestros tiempos.
Pero el ambiente musical fue colonizado por la lógica monetarista y burocratizante que imprime el sistema (en realidad, todos los ambientes sucumbieron ante el poder del "Dios Dinero"), está sufriendo un hostigamiento cultural que va devorando (mediante curiosas y arbitrarias inspecciones, diversas multas y clausuras), espacios culturales que nuclean un amplio espectro de artistas locales independientes y autogestivos.
En el 2010 terminó una década que en música puede haber sido la más significativa en materia de cambios en cuanto a negocio y tecnología. Diez años en que las discográficas cavaron su propia tumba. Hace ocho años Shawn Fanning y su website Napster hacían uno de los líos jurídicos más bravos que recuerde la industria discográfica. Una gran revuelto que a la postre sirvió para nada porque al año siguiente -2002- cerca de 36 millones de norteamericanos, el 27% de los usuarios de internet, decían haber bajado música de la red y la mitad de ellos por algún sistema P2P, idéntico al que había inventado Fanning. La cultura no es una mercancía. Es la expresión de los pueblos y generacoines que hacen sentir su idiosincracia a través de diferentes manifestaciones: música, vestimenta, literatura, alimentación, lengua, usos, costumbres, arte, tradiciones, etc. ¿Cuánto de esta generosa entrega es efectivamente percibida y comprendida por la gente que detenta el poder económico?.
Las mercancías culturales y musicales, en este sentido, ya no son parte de los artistas, ya no son parte de la gente ni de su entorno o región; se vuelven parte de un espectáculo o show exhibicionista, de un valor que ya no depende de su belleza si no de su fama y su peso en oro.
Todo quehacer humano que trascienda hacia los demás, es cultura. La cultura artística, la agricultura, la cultura política, la cultura urbana, la cultura de la pobreza, la cultura del escrito, la cultura sindical, la cultura médica, la cultura religiosa, la cultura de la investigación científica, etcétera.
En la sociedad postmoderna que ahora estamos viviendo, se registra una gran capacidad de convertir toda cultura en una mercancía, un objeto con un precio que se sujeta a las leyes de la oferta y la demanda, es decir, a las fuerzas del mercado. En lo que fue la década del 2000 las compañías discográficas no entendieron que Napster podría haberse convertido en su gran aliado. Lo único que lograron, luego de gastar muchos millones de dólares para obligar su bloqueo y cierre, fue que los 30 ó 40 millones de usuarios que tenía el servidor se desbordara hacia otros que prestaban el mismo servicio. Hoy día, esta actividad es prácticamente incontrolable y el futuro de la música como negocio de manera evidente dejó hace mucho de ser el de los discos. Lo que viene dependerá de la habilidad que tengan estas empresas para sacar provecho de las nuevas tecnologías.
Pero ya el primer decenio de este siglo se recordará por haber dejado el negocio de los discos en la situación más crítica de todos los tiempos. En el 2009, la Federación Internacional de Música Fonográfica entregó estadísticas en verdad preocupantes, ya por aquel entonces: cerca del 95% de la música bajada de la internet se obtenía de manera ilegal. Algo así como 40 billones de archivos musicales descargados ilegalmente de la red en ese ultimo año. A partir de allí, la industria cambió drásticamente, y se acomodaron al nuevo paradigma. Pero en aquellos años la situación se reflejó con mayor claridad en las empresas discográficas, que quizás fueron uno de los sectores que entendió antes que nadie que en el mundo actual cambiar permanentemente las formas de pensar son lo único que puede hacer que un proyecto continúe. Entre el 2000 y el 2007 despidieron cerca de 5 mil empleados. La extensión de la crisis se completó con el cierre de más de 2.700 tiendas de discos entre 2003 y 2006. Tower Records, que hacía el 2.5 del total de las ventas de discos en Estados Unidos fue clausurada en ese último año y Musicland, que operaba cerca de 800 tiendas, se declaró en bancarrota en esa misma época. Desde hace ya casi cuatro años, casi el 70% de las ventas de música se hacen en grandes tiendas de superficie como Wal-Mart y Best Buy.
La caída de las ventas de los discos hizo que para los artistas fuera más rentable el negocio de los conciertos y las multinacionales discográficas no tardaron en buscar provecho de ello. En medio de la crisis gestaron nuevos tipos de contratos que incluyen regalías por todos los ingresos de sus artistas. Muchos cantantes y agrupaciones famosas prefirieron prescindir de sus contratos antes que compartir lo más lucroso de su actividad con su discográfica.
Los discos mueren, para dolor de quienes los coleccionamos. E Internet es cada vez más utilizada por las empresas comercializadoras de "arte" (o mejor dicho, hechos culurales), y para la mayoría de las personas, la música inevitablemente se encuentra allí. Aquí, vamos a utilizar el término de cultura (e, incluso, el de arte) con el mismo uso que se le suele dar a la sección de ese nombre en los periódicos: creaciones humanas vinculadas a las bellas artes y sus derivados, la literatura, y ciertos espectáculos musicales o cinematográficos.
Sobre las diferentes definiciones de cultura, hubo una serie de programas muy atractivos en la BBC que analizaban todas esas variantes: cultura frente a barbarie, cultura como producción humana, cultura como conjunto de rasgos distintivos de una sociedad, la cultura de masas o la cultura erudita.
Y antes de seguir, y cerrando esta primera parte de esta serie de notas, vamos a adentrarnos en el tema pero comenzando por el principio... copio una nota que se acerca tangencialmente al tema en cuestión. Bah, no sé si la toca, y no me gustaron algunas definiciones lanzadas muy a la ligera, pero me gustó...
El origen de los instrumentos musicales
Retomando el tema central; dejando de lado el mundo de las grandes compañías, está lo que sucede con el artista, no pensando en la superestrella de la última canción de moda, sino en el artista real en el contexto de ciudades casi militarizadas, que diariamente experimentan situaciones de violencia, y que se ve asediada por una represión cada vez más brutal y sistemática, donde la cultura está sometida a una mercantilización cada vez más creciente. Es así como flyers, pancartas, afiches y carteles expuestos en la vía pública por grupos de artistas independientes, son considerados "Publicidad no autorizada" y también como los espacios culturales se ven obligados a cerrar sus puertas por no poder sostener una reglamentación obsoleta requerida por el municipio, que reduce los centros culturales a "boliches", "bares con ambientación musical/ números en vivo", o "restoranes culturales".
En vista de esta problemática, los grupos que engloban a los artistas independientes, necesitan luchar juntos para plantear la discusión y combatir la aituación actual. Como consecuencia de esta iniciativa, surgieron espacios de debate, repudiando la lógica de mercado a la cual se la está empujando. Al respecto, Nilo Costa, periodista, músico e integrante de colectivos culturales, observa: "Empezamos a ver que había un denominador común, referido a las actividades que realizaba cada uno, que era la falta de libertad de expresión, había un ahogamiento muy notable de la cultura independiente. Hay que sacar la cultura a la calle y evidenciar que ésta no es sólo la oficial, sino que es infinitamente más amplia".
Hoy se promueven, desde estos espacios, a intervenciones artísticas y actividades itinerantes, propuestas que muestran los esfuerzos por visualizar la situación y mostrarle a la gente lo que está pasando, como una forma de desnaturalizar la opresión que está detrás de las fajas de censura, en las cuales, como afirmó Nilo, "se esconden hechos nefastos como los despidos de trabajadores en las fábricas y asesinatos de militantes en manifestaciones, a manos de la represión policial".
Y antes de seguir, y cerrando esta primera parte de esta serie de notas, vamos a adentrarnos en el tema pero comenzando por el principio... copio una nota que se acerca tangencialmente al tema en cuestión. Bah, no sé si la toca, y no me gustaron algunas definiciones lanzadas muy a la ligera, pero me gustó...
El origen de los instrumentos musicales
Como gran amante de la historia y la música, siempre me había preguntado cual sería el origen de la música. Antropólogos, historiadores y músicos han intentado a lo largo de los siglos encontrar el origen de la música y de los instrumentos musicales, ardua tarea que resulta prácticamente imposible de acometer debido a lo perecedero de la mayoría de materiales utilizados. Llegados a este punto, quizás sólo nos quede el sentido común y una pizca de imaginación para poder comprender cual es el verdadero origen de la música, algo que un físico jubilado australiano parece haber descubierto.
El bueno de Neville Fletcher, prominente científico de la Universidad Nacional de Canberra, pasa su tiempo de asueto estudiando el origen de los instrumentos musicales. Según este físico australiano, la invención de los instrumentos musicales se produjo accidentalmente y, pese a que la idea no nos resulte demasiado atrayente, tuvo mucho más que ver con la guerra que con el amor, como veremos a continuación.
Aunque, por suerte, para Fletcher la invención de la música como tal fue mucho más prosaica, bueno mejor dicho, poética. Parece ser que el origen de la música estuvo en el ritmo, algo que resulta maravilloso para un amante del beat como yo, combinado con una sucesión de palabras, llamémosle poesía, que seguían a este ritmo primigenio. El origen de la canción es pues una milagrosa conjunción de ritmo y poesía destinada a explicar una historia.
En este punto, resulta muy interesante recordar que unas de las lenguas más antiguas que conservamos, las lenguas joisanas del África profunda, se caracterizan por estar compuestas por unos curiosos y rítmicos chasquidos que se hacen con la lengua. No es de extrañar entonces que esos sonidos derivaran en poesía rítmica y canciones, tal como hoy las conocemos.
Lo cierto es que el origen de la música y los instrumentos musicales asociados a ella ha de remontarse a varios milenios. En las cuevas del sur de Francia se han encontrado una especie de flautas de hueso asociadas a nuestros parientes neardentales con la friolera de 40.000 a 60.000 años de antigüedad. Todos recordamos las imágenes de las danzas rituales que nuestros ancestros más lejanos dejaron pintadas en las cuevas prehistóricas, pero, ¿utilizaban ya instrumentos musicales? Yo quiero pensar que sí, igual que un niño pequeño en seguida se pone a aporrear un cubo de metal, lo mismo debieron hacer nuestros pre-músicos con cualquier instrumento que les regalara la naturaleza para pasar el rato entre caza y caza.
En todo caso, sí que conservamos flautas 100% fiables originarias de China con 9.000 años de antigüedad, así como liras y arpas con más de 4.500 años descubiertas en la mítica ciudad de Ur, en Mesopotamia. Así que la historia musical viene de lejos y está íntimamente relacionada con las primeras civilizaciones.
Pero como decíamos, según el profesor Fletcher la invención de los instrumentos musicales tiene mucho que ver con el arte de la guerra, y es allí donde toda la poética del asunto se nos va un poco al traste. Así, todos los instrumentos de cuerda, como violines, violonchelos, contrabajos y guitarras, vendrían derivados del arco y las flechas. Su forma y diseño así nos lo recuerdan, sólo tenemos que pensar en el arpa, instrumento de la Grecia clásica por excelencia.
Del mismo modo, la llegada de la Edad de Broce y el descubrimiento de los metales, abrió a nuestros ancestros nuevos horizontes musicales: los sonidos metálicos y sus tonalidades. Estos nuevos instrumentos surgieron precisamente del impacto entre armas de bronce, o sea escudos y espadas, que al golpearse producían un sonido que debió impactar a nuestros antepasados.mrdomingo - Artículo originalmente publicado en el fanzine “Thorn” de Miqui Puig (num. 2).
Así surgieron las campanas, los gongs, el xilofón y nuevos instrumentos de viento con formas diversas y nuevas tonalidades que añadir a las poesías de siempre. Poesías adornadas con el sonido de la batalla, curioso e inquietante a partes iguales.
El origen de los instrumentos nos hace pensar en la condenada importancia que tiene la guerra en el desarrollo de la humanidad. También la historia de la música esta salpicada por la violencia, algo que por muy extraño que pueda parecernos aún sigue sucediendo. Me viene a la cabeza el gansta rap, ese nuevo estilo de hip hop aparecido hace apenas un par de décadas y que tanto debe a la violencia callejera. Quizás no hemos cambiado tanto con el paso de los milenios y seguimos repitiendo los mismo parámetros sociales: la violencia nos hace avanzar.
Pero bueno, pensaremos mejor en positivo, digamos que el ser humano es capaz de trasformar la violencia en música, las armas en instrumentos y el lenguaje en poesía. Mejor, mucho mejor.
Retomando el tema central; dejando de lado el mundo de las grandes compañías, está lo que sucede con el artista, no pensando en la superestrella de la última canción de moda, sino en el artista real en el contexto de ciudades casi militarizadas, que diariamente experimentan situaciones de violencia, y que se ve asediada por una represión cada vez más brutal y sistemática, donde la cultura está sometida a una mercantilización cada vez más creciente. Es así como flyers, pancartas, afiches y carteles expuestos en la vía pública por grupos de artistas independientes, son considerados "Publicidad no autorizada" y también como los espacios culturales se ven obligados a cerrar sus puertas por no poder sostener una reglamentación obsoleta requerida por el municipio, que reduce los centros culturales a "boliches", "bares con ambientación musical/ números en vivo", o "restoranes culturales".
En vista de esta problemática, los grupos que engloban a los artistas independientes, necesitan luchar juntos para plantear la discusión y combatir la aituación actual. Como consecuencia de esta iniciativa, surgieron espacios de debate, repudiando la lógica de mercado a la cual se la está empujando. Al respecto, Nilo Costa, periodista, músico e integrante de colectivos culturales, observa: "Empezamos a ver que había un denominador común, referido a las actividades que realizaba cada uno, que era la falta de libertad de expresión, había un ahogamiento muy notable de la cultura independiente. Hay que sacar la cultura a la calle y evidenciar que ésta no es sólo la oficial, sino que es infinitamente más amplia".
Hoy se promueven, desde estos espacios, a intervenciones artísticas y actividades itinerantes, propuestas que muestran los esfuerzos por visualizar la situación y mostrarle a la gente lo que está pasando, como una forma de desnaturalizar la opresión que está detrás de las fajas de censura, en las cuales, como afirmó Nilo, "se esconden hechos nefastos como los despidos de trabajadores en las fábricas y asesinatos de militantes en manifestaciones, a manos de la represión policial".
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