Artista: Ernesto Holman
Lista de Temas:
1. Choike y cueca
2. Roman mapu
3. A Kallfulikan
4. Purrún eléctrico
5. Hijo del diluvio / mapuche ül
6. Metawe
7. Magín ca copihue
8. Acahwal ül
9. W R trekan
10. Dúo de metawe
1. Choike y cueca
2. Roman mapu
3. A Kallfulikan
4. Purrún eléctrico
5. Hijo del diluvio / mapuche ül
6. Metawe
7. Magín ca copihue
8. Acahwal ül
9. W R trekan
10. Dúo de metawe
Alineación:
Batería / Tilo González
Tambores / Marcelo Peña
? / Joe Vasconcellos
Tambores y Bajo Eléctrico / Ernesto Holman
Batería / Tilo González
Tambores / Marcelo Peña
? / Joe Vasconcellos
Tambores y Bajo Eléctrico / Ernesto Holman
Fundamentación del proyecto Ñamco
Luego de una larga trayectoria en el ambiente musical chileno, tanto docto como popular, me hice un cuestionamiento sobre mi futuro como persona y como músico. Descubrí que había una profunda insatisfacción dentro de mí que se veía reflejada en una sociedad igualmente insatisfecha, carente de valores y entregada a absorber elementos culturales foráneos que nos hacen olvidar y despreciar los nuestros, propiciando así un camino conducente a la decadencia moral y espiritual de este país. Gracias a una experiencia mística y reveladora, pude apreciar que el gran vacío cultural-espiritual de Chile, se debe al no reconocimiento en su valor íntegro de la cultura Mapuche. Esto me llevó a cuestionar mi posición como miembro de una sociedad occidental, camino a la total globalización,en relación con una etnia que lleva un camino opuesto. En este cuestionamiento y en una posterior búsqueda, descubrí que mi ascendencia de origen europeo (en parte) tenía mucha relación con el hecho no casual de haber nacido en Chile, pues mediante una investigación basada en estudios tanto antropológicos como de la Biblia e Intuición superior, llegué a la conclusión de que una de las componentes genéticas de la raza mapuche en su esencia, es de origen Ario en un primer estadio, y que posteriormente se mezcló con la raza mongol, producto de una invasión pacífica de éstos a este continente. Todo esto me llevó a investigar también en lo musical, descubriendo que nuestras manifestaciones musicales folclóricas (en especial la zona central) carecen del elemento básico de conexión con lo telúrico y ritual que es el tambor, específicamente el Kultrún (intérprete básico del lenguaje de la tierra y específico para nuestra cultura) en desmedro del desarrollo del plexo solar en su parte sensible, que los seres humanos tenemos para conectar el cielo con la tierra, en el contexto de la misión básica y existencial, que toda creatura humana debiera realizar en el mundo. Por esto me propuse desarrollar un proyecto musical que me acercara a lo esencial de nuestra raza a través de estudios, investigación y experiencias vivenciales; y la meta que me propongo y estimula mi existencia como filosofía de vida, se traduce en la frase: " Inserción de la sociedad chilena en la cultura Mapuche."Este proyecto musical pretende orientar a las personas no mapuche de Chile, en especial las del centro y sur, hacia el reconocimiento de una cultura de esta tierra, que incluye valores espirituales y de desarrollo armónico con la naturaleza en su relación con el cosmos y por ende con el creador. Para ello me baso principalmente en el ritmo elemental intercomunicador de las energías telúricas , esto es: Purrún, Choike Purrún (ritmos y danzas mapuche), conocidos por nosotros solo a través de manifestaciones folclóricas de carácter estético, pero carente del elemento "ritualista" que es el generador de valores en pro del desarrollo espiritual del ser humano, en correspondencia con el lugar en que nace.
Marzo de 1999 - Ernesto Holman en ernestoholman.scd.cl
Ernesto Holman: De Coltrane al kultrun
Ernesto Holman, bajista graduado de la Universidad de Chile, pifilkista, pintor, arreglador, respetuoso de lo sagrado, hombre de pelo largo, sencillo, efusivo, apasionado por la búsqueda, de pronto sintió una profunda insatisfacción. Notaba en el ambiente el desprecio por lo nuestro que le hicieron cuestionarse su posición social. Era el regalón del bajo, “prácticamente punteaba como si fuera una guitarra” –dice un colega suyo-.
Diestro o no, Holman se aburrió del jazz, del virtuosismo preciosista, de la prestidigitación. Se cabreó de la frenética escalada por la velocidad. En el Conservatorio nunca encontró la conexión espiritual ni tampoco cuando tocó mil notas por segundo. Dio con ese sentido vital al llegar a la cultura mapuche. El trance mágico a su despertar estuvo ayudado por chamán. Así, cambió el sentido. Se conectó.
“La experiencia con el chaman fue sencilla. Me paré en el patio a las tres de la mañana y lo único que tenía que hacer era estar ahí. Andaba en una búsqueda musical. De repente sentí un tambor. Después de eso investigué en la cueca. Un día empecé a improvisar con el bajo y tras un largo rato abrí los ojos. Tenía como a diez mapuches antiguos parados, mirándome. De ahí pa’ delante busqué en lo mapuche”, cuenta de lo vivido en 1998.
En la indagación conoció al Machi Manuel Lincovil y hasta la fecha trabaja en la Comunidad Mapuche Kalfullkan de La Florida (Santiago). Descubrió que las manifestaciones musicales folclóricas, en especial de la zona central, “carecen del elemento básico de conexión con lo telúrico y ritual que es el tambor, específicamente el kultrún (intérprete básico del lenguaje de la tierra y específico para nuestra cultura)”.
Poco a poco, Holman cambió su lenguaje. Recuperó el sentido litúrgico que la música –hay que decirlo- pierde con el desarrollo de la tecnología o en la ciudad. “Mucha gente dice que la música mapuche es tan monótona, pero es que no es para escucharla. Es esencialmente ritual. Hay cantos maravillosos de la Machi o del mapuche típico que canta. La pifilka y la trutruca son, en general, de uso ceremonial. En la cultura mapuche te comunicas con la tierra, la Madre Tierra, de dos formas: una a través de la danza y la otra por el lenguaje (mapudungún), que es resonante, comunicativo, puro.
- Es difícil entender esa conexión para el occidental.
- Claro. El occidental tiene que crear música porque está en el cemento. El originario no necesita crear música, la tiene incorporada.
- ¿Esa conexión de la que hablas no podría estar en otros lugares?
- De hecho lo está. La tierra tiene una estructura. Es una estructura que no es igual en Pakistán que en la India. A cada una de estas tierras les corresponde un lenguaje, una cosmovisión. La que nos corresponde a nosotros es la mapuche. Es lo primero. Sí sacas todo el cemento de Santiago queda lo que está debajo de todo esto.
- En tu propuesta se unen dos puntos.
- Entre este mundo del cemento y el natural, lo mapuche, hay una brecha: la tecnología. Esos puntos me lo representan el bajo y el jarrón de greda. Cuando toco este jarrón vibra y nos conecta a todos con puntos ancestrales. Llega por resonancia. Vibra y tus mecanismos más sutiles vibran y se despiertan. Pero tampoco desconozco que toco bajo.
- ¿Cambian las formas con esta irrupción de lo ancestral?
- Sí. Aunque no aporto nada en cuanto a armonía. Para entrar, para conectarte tienes que tener una sola nota y si estoy es eso un largo rato empiezan a pasar cosas.
- ¿Es como el minimalismo?
- Claro, como el Om. Todo empieza a vibrar en una frecuencia. Para comunicarse, para pasar al otro lado tienes que tocar alrededor de una sola nota. Esto de alguna forma lo disfrazo con una armonía modal, pero siempre está pegado el trompe. Cuando soy intérprete te hago resonar. Todos somos una sola cosa en un momento.
- ¿Hasta qué punto se puede explotar comercialmente este música?
- Cada obrero tiene derecho a un sueldo. Hay cosas que no se pueden “chacrear”, por ejemplo, podría haberme tomado una foto con un kultrún en la montaña, pero el kultrún es un instrumento sagrado y no estoy autorizado a tomar uno. Hay cosas que no se pueden “chacrear”.
- ¿La música es sagrada?
- Lo es. Lo aprendí entre los mapuches. Lo no sagrado en ellos son algunos cantos, la Ayancán, eso es para entretenerse.
- ¿Cómo se tocan los instrumentos en un rito mapuche?
- El kultrún lo toca el Machi o las mujeres que él asigne para que lo toquen. La Pifilka y trutruca la tocan los hombres. Las dos pifilkas están siempre detrás del Machi. Todo es dual en la cultura mapuche. La pifilka ayuda a entrar al Machi al trance. Además, puede estar la karcahuilla que es un cascabel.
- ¿Qué te gusta de esta ruta por lo mapuche?
- Me gusta escuchar cantar al Machi cuando ya entra en trance y todos se quedan callados. Es de una fuerza tremenda, maravillosa. Sólo el Machi entra en trance, los demás, no. El Machi sube, trae la información y la cuenta. El Machi tiene un funge-machife, que es quien traduce lo que dijo el Espíritu para que el Machi sepa, porque él canta en lenguas extrañas.
-¿Ahora qué piensas del virtuosismo?
- A veces pienso que deberían poner una medalla musical en las Olimpiadas. Y ahora va a tocar el “Vuelo del Moscardón” a negra 100. Intentará a negra 120. ¡Oh, falló! Pero reintenta. Ahora sí. Lo logró. ¡Muy bien! Tiene medalla de oro- dice con visible ironía, y agrega- Pero no metamos la música en eso. La música es otra cosa. El jazz ha llevado la música a eso.
- ¡¿El jazz?!
- Sí, partió en el jazz. En los tiempos de Miles Davis, era ideal, los gallos eran virtuosos pero era por una necesidad de expresarse así. John Coltrane es una locura. Pero después no se interpreta lo que hizo Coltrane sino que las notas que hizo y tratan de tocar mil veces más rápido. Cuando no hay conexión es aburrido. Recuerdo lo que decía un integrante de Weather Report: ‘Ahora hay excelentes músicos pero nosotros antes contábamos historias’. Eso es lo que me interesa: contar historias. En mi disco siento que las cuento. Si no cuentas nada no hay música. Ahora, la gente muestra cosas. Hay mucho virtuosismo pero no se cuentan historias.
- ¿Qué te pasó?
- Lo que me sucedió fue que estudié Composición en el Conservatorio. Se supone que ahí uno tiene que encontrarse con los seres más espirituales, pero no están. Ahí no hay rito. No hay búsqueda espiritual. Hay repeticiones de técnicas.
- Bueno, pero así se enseña la música en los conservatorios.
- Claro. Partí preguntándome ¿cuál es el rol del músico? Desde mi punto de vista un músico tiene que ser un sacerdote, un ritualista que comparte energía con otros. En Chile casi no existe la música religiosa, lo otro es el new age, pero es muy sincrético. Al meterme en la cultura mapuche se me fue todo “a la cresta”.
- ¿Te arrepientes de algo?
- No reniego de ningún camino tomado. En un momento abandoné un lenguaje. Uno tiene que ser responsable espiritualmente de lo que hace. Cuando toco funk ¿a quién le rindo honores? Cuando le rindo honores a algo tengo que recibir algo. Esa forma, lo único que me genera es ansiedad. Hay una voz interna que me dice: qué bonito tocas pero no eres gringo.
- ¿Te dice, en serio?
- Sí. Te dice “tocas la raja. Imitaste muy bien a Jaco Pastorius. Tocaste casi igual a Chick Corea”. Tuve una experiencia cuando viví en Estados Unidos un año. Ahí aprendí que si quieres triunfar en la vida tienes que ser tú y no otros. Acá estamos llenos de otros. A uno le corresponde hacer algo en el lugar que nace. La autenticidad para es mí es rendir honores a lo correcto. El jazz es, supuestamente, lo más libre que hay. Me saturé, porque tocaba un lenguaje americano, gringo y estaba siempre de copión, de segundón imitando a “los papis”. No me llenaba. Al contactarme con la cultura mapuche descubrí la conexión con Dios, con la naturaleza.
- En un escenario en que predomina el espectáculo lo mapuche no es muy considerado.
- Ahí no pasa nada. Lo mapuche no es para el ser humano, es para la naturaleza. Con mi música lo que hago es decir: vamos a lo mapuche.
- ¿Cuál es tu percepción de lo que sucede en la actualidad con la música?
- Hay una polarización. Nuestro problema es que estamos subyugados a la globalización, que nos impone todo. Es difícil. Te imponen gustos, criterios, estructuras. Y te imponen tratar de llegar a ser como ellos. Así te pasas la vida, tratando y no llegas nunca. Creo que hay una polarización porque a la vez se están gestando cosas. Hay fuerzas antiquísimas que están despertando lo antiguo. La tierra está hablando. Hay espíritus que buscan. Estamos en transición máxima, como el paso del si al do. El do es lo primigenio, lo primario. El si es la tensión máxima. Se están los valores de la tierra y lo tribal.
- ¿Cómo percibes a tus colegas en Chile?
- En Chile se hace folclor latinoamericano y han dejado de lado la cultura mapuche. En esto nombro hasta mis colegas de Congreso. No es un juicio para decir que estos “gallos” no han hecho nada sino que todo tiene un momento. La gente está buscando.
- ¿Cuál es el límite para la fusión?
- Ahora se me mezcla al Buda con el Tibet y meten cellos con aymaras. Me pregunto: ¿dónde van? Lo que a nosotros nos corresponde es muy simple es lo de acá. - ¿A quién ves en Chile en trabajo semejante al tuyo? - Nadie. No tengo referente en Chile. Estoy gestando, buscando gente. Musicalmente hasta mis colegas de Congreso apuntan para otro lado. Estoy siendo. Quizá a la Violeta Parra cuando canta “El nguillatún” sea mi referente.
- ¿Qué añoranza musical tienes?
- Ninguna. Antes era ansioso. Coleccionaba discos y cuando salía uno nuevo lo copiaba. Si fuera como fui hace 20 años en este momento estaría en el paraíso con el Winamp. Mis alumnos de bajo llegan con altos de discos con Mp3. Eso no me interesa.
- ¿Nada de eso te interesa?
- Hay algunas cosas que sí. Por ejemplo, anoche con mi amigo Joe Vasconcellos escuché a Willy Colón, “Pedro navaja” y lo disfruté. Pero no lo hice pensando en qué lindos tiempos aquellos. Añoranza podría ser la pena que eso ya no se haga.
- ¿Cuándo vas a lograr tu meta?
- Cuando tome el kultrún y lo toque. No puedo partir del kultrún tengo que llegar a eso. El bajo eléctrico en un momento ya no va a tener sentido. En algún momento quiero llegar a estar yo con la naturaleza y la música internamente.
Movilizado por la inquietud de aprender de los antepasados, descubrió el jarrón de greda (metawe). Cuenta que: “como instrumento musical, en su esencia representa al útero materno, la Ñuke Mapu o sea la Madre Tierra, en el cual desarrolla una alta técnica de ejecución. Así quedó demostrado en el reportaje que se le hiciera en el programa “Tierra Adentro” de TVN”. Esto lo llevo a desarrollar un proyecto musical que intenta insertar a la sociedad chilena en la cultura mapuche. Integra este jarrón al trabajo con teclados y bajo. Todo basado en ritmos y danzas (mapuches) como el Purrún y el Choike Purrún. El resultado fue “Ñamco”, que quiere decir águila. Con ese nombre bautizó su reciente disco, realizado con el trío Kulapeñiwen, junto a los músicos Cote Vergara y Tilo González. Como solista antes grabó el disco: “Pájaro sobre las casas” (1987-1988) y de su etapa junto en el conjunto Congreso resultaron: “Viaje por la Cresta del mundo”, “Pájaros de Arcilla”, “Ha llegado carta”, “25 años de música”, “Por amor al viento”(arreglador). En la ruta descubrió también la belleza de hablar con las nubes, la elocuencia de expresarles a las aves qué sucedió en un día cualquiera y cómo la música emana de la naturaleza. Redefinió arte y música: “El hombre se fue encerrando en el cemento (esto tiene que ver con la Torre de Babel) El mapuche con su lenguaje le habla a las rocas a las nubes, puede danzar con un lobo o con un árbol. Tiene comunicación con todo. Con el cemento no tienes comunicación. El hombre se encapusuló. Error: el hombre creó su mundo propio y perdió contacto con la naturaleza. Sí te apartas de la naturaleza buscas algo que la supla, ahí viene el arte, en especial la música, que es algo que te contacta con lo divino. La música es el mejor médico, pero la creamos porque estamos encerrados en el cemento. El mapuche no necesita escalas ni cuestiones de esas. Está al aire libre. En la naturaleza no necesitas más que la danza. Con el pie entras en contacto. A mí ni las sinfonías ni los cuartetos de Beethoven me conectan. Es música representada del cemento”.
Diestro o no, Holman se aburrió del jazz, del virtuosismo preciosista, de la prestidigitación. Se cabreó de la frenética escalada por la velocidad. En el Conservatorio nunca encontró la conexión espiritual ni tampoco cuando tocó mil notas por segundo. Dio con ese sentido vital al llegar a la cultura mapuche. El trance mágico a su despertar estuvo ayudado por chamán. Así, cambió el sentido. Se conectó.
“La experiencia con el chaman fue sencilla. Me paré en el patio a las tres de la mañana y lo único que tenía que hacer era estar ahí. Andaba en una búsqueda musical. De repente sentí un tambor. Después de eso investigué en la cueca. Un día empecé a improvisar con el bajo y tras un largo rato abrí los ojos. Tenía como a diez mapuches antiguos parados, mirándome. De ahí pa’ delante busqué en lo mapuche”, cuenta de lo vivido en 1998.
En la indagación conoció al Machi Manuel Lincovil y hasta la fecha trabaja en la Comunidad Mapuche Kalfullkan de La Florida (Santiago). Descubrió que las manifestaciones musicales folclóricas, en especial de la zona central, “carecen del elemento básico de conexión con lo telúrico y ritual que es el tambor, específicamente el kultrún (intérprete básico del lenguaje de la tierra y específico para nuestra cultura)”.
Poco a poco, Holman cambió su lenguaje. Recuperó el sentido litúrgico que la música –hay que decirlo- pierde con el desarrollo de la tecnología o en la ciudad. “Mucha gente dice que la música mapuche es tan monótona, pero es que no es para escucharla. Es esencialmente ritual. Hay cantos maravillosos de la Machi o del mapuche típico que canta. La pifilka y la trutruca son, en general, de uso ceremonial. En la cultura mapuche te comunicas con la tierra, la Madre Tierra, de dos formas: una a través de la danza y la otra por el lenguaje (mapudungún), que es resonante, comunicativo, puro.
- Es difícil entender esa conexión para el occidental.
- Claro. El occidental tiene que crear música porque está en el cemento. El originario no necesita crear música, la tiene incorporada.
- ¿Esa conexión de la que hablas no podría estar en otros lugares?
- De hecho lo está. La tierra tiene una estructura. Es una estructura que no es igual en Pakistán que en la India. A cada una de estas tierras les corresponde un lenguaje, una cosmovisión. La que nos corresponde a nosotros es la mapuche. Es lo primero. Sí sacas todo el cemento de Santiago queda lo que está debajo de todo esto.
- En tu propuesta se unen dos puntos.
- Entre este mundo del cemento y el natural, lo mapuche, hay una brecha: la tecnología. Esos puntos me lo representan el bajo y el jarrón de greda. Cuando toco este jarrón vibra y nos conecta a todos con puntos ancestrales. Llega por resonancia. Vibra y tus mecanismos más sutiles vibran y se despiertan. Pero tampoco desconozco que toco bajo.
- ¿Cambian las formas con esta irrupción de lo ancestral?
- Sí. Aunque no aporto nada en cuanto a armonía. Para entrar, para conectarte tienes que tener una sola nota y si estoy es eso un largo rato empiezan a pasar cosas.
- ¿Es como el minimalismo?
- Claro, como el Om. Todo empieza a vibrar en una frecuencia. Para comunicarse, para pasar al otro lado tienes que tocar alrededor de una sola nota. Esto de alguna forma lo disfrazo con una armonía modal, pero siempre está pegado el trompe. Cuando soy intérprete te hago resonar. Todos somos una sola cosa en un momento.
- ¿Hasta qué punto se puede explotar comercialmente este música?
- Cada obrero tiene derecho a un sueldo. Hay cosas que no se pueden “chacrear”, por ejemplo, podría haberme tomado una foto con un kultrún en la montaña, pero el kultrún es un instrumento sagrado y no estoy autorizado a tomar uno. Hay cosas que no se pueden “chacrear”.
- ¿La música es sagrada?
- Lo es. Lo aprendí entre los mapuches. Lo no sagrado en ellos son algunos cantos, la Ayancán, eso es para entretenerse.
- ¿Cómo se tocan los instrumentos en un rito mapuche?
- El kultrún lo toca el Machi o las mujeres que él asigne para que lo toquen. La Pifilka y trutruca la tocan los hombres. Las dos pifilkas están siempre detrás del Machi. Todo es dual en la cultura mapuche. La pifilka ayuda a entrar al Machi al trance. Además, puede estar la karcahuilla que es un cascabel.
- ¿Qué te gusta de esta ruta por lo mapuche?
- Me gusta escuchar cantar al Machi cuando ya entra en trance y todos se quedan callados. Es de una fuerza tremenda, maravillosa. Sólo el Machi entra en trance, los demás, no. El Machi sube, trae la información y la cuenta. El Machi tiene un funge-machife, que es quien traduce lo que dijo el Espíritu para que el Machi sepa, porque él canta en lenguas extrañas.
-¿Ahora qué piensas del virtuosismo?
- A veces pienso que deberían poner una medalla musical en las Olimpiadas. Y ahora va a tocar el “Vuelo del Moscardón” a negra 100. Intentará a negra 120. ¡Oh, falló! Pero reintenta. Ahora sí. Lo logró. ¡Muy bien! Tiene medalla de oro- dice con visible ironía, y agrega- Pero no metamos la música en eso. La música es otra cosa. El jazz ha llevado la música a eso.
- ¡¿El jazz?!
- Sí, partió en el jazz. En los tiempos de Miles Davis, era ideal, los gallos eran virtuosos pero era por una necesidad de expresarse así. John Coltrane es una locura. Pero después no se interpreta lo que hizo Coltrane sino que las notas que hizo y tratan de tocar mil veces más rápido. Cuando no hay conexión es aburrido. Recuerdo lo que decía un integrante de Weather Report: ‘Ahora hay excelentes músicos pero nosotros antes contábamos historias’. Eso es lo que me interesa: contar historias. En mi disco siento que las cuento. Si no cuentas nada no hay música. Ahora, la gente muestra cosas. Hay mucho virtuosismo pero no se cuentan historias.
- ¿Qué te pasó?
- Lo que me sucedió fue que estudié Composición en el Conservatorio. Se supone que ahí uno tiene que encontrarse con los seres más espirituales, pero no están. Ahí no hay rito. No hay búsqueda espiritual. Hay repeticiones de técnicas.
- Bueno, pero así se enseña la música en los conservatorios.
- Claro. Partí preguntándome ¿cuál es el rol del músico? Desde mi punto de vista un músico tiene que ser un sacerdote, un ritualista que comparte energía con otros. En Chile casi no existe la música religiosa, lo otro es el new age, pero es muy sincrético. Al meterme en la cultura mapuche se me fue todo “a la cresta”.
- ¿Te arrepientes de algo?
- No reniego de ningún camino tomado. En un momento abandoné un lenguaje. Uno tiene que ser responsable espiritualmente de lo que hace. Cuando toco funk ¿a quién le rindo honores? Cuando le rindo honores a algo tengo que recibir algo. Esa forma, lo único que me genera es ansiedad. Hay una voz interna que me dice: qué bonito tocas pero no eres gringo.
- ¿Te dice, en serio?
- Sí. Te dice “tocas la raja. Imitaste muy bien a Jaco Pastorius. Tocaste casi igual a Chick Corea”. Tuve una experiencia cuando viví en Estados Unidos un año. Ahí aprendí que si quieres triunfar en la vida tienes que ser tú y no otros. Acá estamos llenos de otros. A uno le corresponde hacer algo en el lugar que nace. La autenticidad para es mí es rendir honores a lo correcto. El jazz es, supuestamente, lo más libre que hay. Me saturé, porque tocaba un lenguaje americano, gringo y estaba siempre de copión, de segundón imitando a “los papis”. No me llenaba. Al contactarme con la cultura mapuche descubrí la conexión con Dios, con la naturaleza.
- En un escenario en que predomina el espectáculo lo mapuche no es muy considerado.
- Ahí no pasa nada. Lo mapuche no es para el ser humano, es para la naturaleza. Con mi música lo que hago es decir: vamos a lo mapuche.
- ¿Cuál es tu percepción de lo que sucede en la actualidad con la música?
- Hay una polarización. Nuestro problema es que estamos subyugados a la globalización, que nos impone todo. Es difícil. Te imponen gustos, criterios, estructuras. Y te imponen tratar de llegar a ser como ellos. Así te pasas la vida, tratando y no llegas nunca. Creo que hay una polarización porque a la vez se están gestando cosas. Hay fuerzas antiquísimas que están despertando lo antiguo. La tierra está hablando. Hay espíritus que buscan. Estamos en transición máxima, como el paso del si al do. El do es lo primigenio, lo primario. El si es la tensión máxima. Se están los valores de la tierra y lo tribal.
- ¿Cómo percibes a tus colegas en Chile?
- En Chile se hace folclor latinoamericano y han dejado de lado la cultura mapuche. En esto nombro hasta mis colegas de Congreso. No es un juicio para decir que estos “gallos” no han hecho nada sino que todo tiene un momento. La gente está buscando.
- ¿Cuál es el límite para la fusión?
- Ahora se me mezcla al Buda con el Tibet y meten cellos con aymaras. Me pregunto: ¿dónde van? Lo que a nosotros nos corresponde es muy simple es lo de acá. - ¿A quién ves en Chile en trabajo semejante al tuyo? - Nadie. No tengo referente en Chile. Estoy gestando, buscando gente. Musicalmente hasta mis colegas de Congreso apuntan para otro lado. Estoy siendo. Quizá a la Violeta Parra cuando canta “El nguillatún” sea mi referente.
- ¿Qué añoranza musical tienes?
- Ninguna. Antes era ansioso. Coleccionaba discos y cuando salía uno nuevo lo copiaba. Si fuera como fui hace 20 años en este momento estaría en el paraíso con el Winamp. Mis alumnos de bajo llegan con altos de discos con Mp3. Eso no me interesa.
- ¿Nada de eso te interesa?
- Hay algunas cosas que sí. Por ejemplo, anoche con mi amigo Joe Vasconcellos escuché a Willy Colón, “Pedro navaja” y lo disfruté. Pero no lo hice pensando en qué lindos tiempos aquellos. Añoranza podría ser la pena que eso ya no se haga.
- ¿Cuándo vas a lograr tu meta?
- Cuando tome el kultrún y lo toque. No puedo partir del kultrún tengo que llegar a eso. El bajo eléctrico en un momento ya no va a tener sentido. En algún momento quiero llegar a estar yo con la naturaleza y la música internamente.
Movilizado por la inquietud de aprender de los antepasados, descubrió el jarrón de greda (metawe). Cuenta que: “como instrumento musical, en su esencia representa al útero materno, la Ñuke Mapu o sea la Madre Tierra, en el cual desarrolla una alta técnica de ejecución. Así quedó demostrado en el reportaje que se le hiciera en el programa “Tierra Adentro” de TVN”. Esto lo llevo a desarrollar un proyecto musical que intenta insertar a la sociedad chilena en la cultura mapuche. Integra este jarrón al trabajo con teclados y bajo. Todo basado en ritmos y danzas (mapuches) como el Purrún y el Choike Purrún. El resultado fue “Ñamco”, que quiere decir águila. Con ese nombre bautizó su reciente disco, realizado con el trío Kulapeñiwen, junto a los músicos Cote Vergara y Tilo González. Como solista antes grabó el disco: “Pájaro sobre las casas” (1987-1988) y de su etapa junto en el conjunto Congreso resultaron: “Viaje por la Cresta del mundo”, “Pájaros de Arcilla”, “Ha llegado carta”, “25 años de música”, “Por amor al viento”(arreglador). En la ruta descubrió también la belleza de hablar con las nubes, la elocuencia de expresarles a las aves qué sucedió en un día cualquiera y cómo la música emana de la naturaleza. Redefinió arte y música: “El hombre se fue encerrando en el cemento (esto tiene que ver con la Torre de Babel) El mapuche con su lenguaje le habla a las rocas a las nubes, puede danzar con un lobo o con un árbol. Tiene comunicación con todo. Con el cemento no tienes comunicación. El hombre se encapusuló. Error: el hombre creó su mundo propio y perdió contacto con la naturaleza. Sí te apartas de la naturaleza buscas algo que la supla, ahí viene el arte, en especial la música, que es algo que te contacta con lo divino. La música es el mejor médico, pero la creamos porque estamos encerrados en el cemento. El mapuche no necesita escalas ni cuestiones de esas. Está al aire libre. En la naturaleza no necesitas más que la danza. Con el pie entras en contacto. A mí ni las sinfonías ni los cuartetos de Beethoven me conectan. Es música representada del cemento”.
Publicado el martes, 31 de julio de 2007 por Milena Bahamonde en cartasdemilena.blogspot.com
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ResponderEliminarQue hermosa Música!!! Muchas Gracias!!!! Saludos :)
ResponderEliminarQue bueno Alejandro que te guste, es una alegría para nosotros!
Eliminarsaludos
grandisimo aporte, se agradece
ResponderEliminarSaben que , muy buen músico..pero encuentro tan cliché ya el tema mapuche y la cacha la espada ..y criticar al globalizmo es una excusa tan barata. O sea,hay que ser tan @#$ para dejarse llevar por el sistema, sistema por lo demás gozas y te sirve para vivir...vivan y gozen sin criticar, porque cuando la platita llega no se quejan
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