
Hace poco y a propósito de la aprobación en Diputados del DNU que habilitaba al gobierno a cerrar otro acuerdo con el FMI, decíamos: "Y esta vez -mal que le pese a Caputo, que es el mismo de entonces- no es distinto: un gobierno que se ufana de tener superávit en pesos (al precio de un ajuste descomunal con efectos devastadores en la economía y la sociedad) y que concedió a través del RIGI beneficios exorbitantes al capital internacional, le pide dólares con la excusa de fortalecer las reservas (que está rifando a diario para sostener el ancla cambiaria del plan antiinflacionario) y mejorar el balance del Banco Central (un argumento tan absurdo que ni ellos creen), para que -otra vez más, y van- se vuelvan a ir por la canaleta de la fuga de capitales, dejándole al país la mochila de la deuda, aun más pesada de lo que ya está".
"Insistiendo en "condicionalidades" y "reformas estructurales" que jamás garantizan el crecimiento y mucho menos la redistribución del ingreso, como todas las políticas "ofertistas" ensayadas desde siempre: en plena vigencia del RIGI las petroleras se están yendo de Vaca Muerta, en lugar de llegar. Y llegado el caso que esas reformas se impongan -generalmente a palos- lo único que consiguen es que la insustentabilidad económica se profundice hasta devenir política, e incluso institucional: ahí están los ejemplos de 1989 y 2001 y el fracaso de Macri desde 2018 en adelante, para recordárnoslo.".

Con 16 meses de un ajuste fenomenal del gasto público (con las consecuencias económicas y sociales que todos, menos Milei, podemos percibir) y deteniendo (en teoría) la emisión monetaria, estamos en el mismo punto de partida, tanto que el gobierno cederá a la presión del FMI y devaluará la moneda otra vez, como cuando arrancó. Imponiendo en el camino un ajuste inútil (otro más y van) al pueblo argentino, que fue solo el preludio de otro mayor, que seguramente exigirá el Fondo a cambio de su ayuda.

El fracaso conceptual del marco teórico (si es que se puede llamar así) desde el que Milei perpetra su política económica es tan grande como la desconexión absoluta que existe entre el palacio y la calle, o entre el descontento social, su expresión en forma de protesta en las calles y la generación de respuestas desde la política y las instituciones para zanjar la crisis: del mismo modo que la CGT permaneció hibernando mientras crecía el daño causado por las políticas del gobierno y ajena a los vaivenes institucionales del Congreso como caja de resonancia (las hinchadas de fútbol acompañaron antes que su dirigencia el reclamo de los jubilados), cuando finalmente rompe su inercia declarando un paro general y acompañando a los jubilados, la política (en especial el peronismo) está envuelta en una absurda pelea interna, como si no hubiera cosas más urgentes e importantes que atender. Cierto es que el estado anímico (por decirlo de algún modo) de las mayorías populares argentinas es más de desesperanza y abatimiento, que de enojo traducido en voluntad de luchar y resistir; pero habrá que ver que pasa en los días por venir, en los que todo indica que la respuesta del gobierno a los reclamos será una mayor licuación de los ingresos vía una fuerte devaluación que no hará sino acelerar un proceso inflacionario que ya se venía recalentando, y no precisamente porque lo empujen los salarios o el consumo.
Y eso sin considerar un marco internacional complejo y francamente adverso paras el país, del cual ni siquiera se está tomando debida nota, no hablemos ya de articular medidas en respuesta, algo en lo que éste gobierno no cree y aunque creyera, decidió no hacer para no contrariar las determinaciones del gobierno de Trump, al que le está mendigando apoyo ante el FMI y el Tesoro. O dicho de otro modo, canjear su salvavidas para llegar a las elecciones y la ventana de oportunidad para que los amigos de Caputo dolaricen sus ganancias del carry trade y se rajen, por puestos de trabajo, salarios y tejido productivo argentinos destruidos primero por sus políticas, y después por las de la nueva administración yanqui.Mientras tanto, mientras todo esto sucede, la herramienta de la política -la única que nos puede sacar de éste lío- sigue oxidad y mellada, perdida en los meandros de discusiones secundarias y estériles: así como su deterioro trajo a Milei, solo su recomposición se lo llevará. De lo contrario el 2001 (en términos políticos e institucionales) estará siempre a la vuelta de la esquina.
PD: Macri fue al FMI a los 28 meses de mandato después de haber ganado la elección de medio término y eso fue el fin de su gobierno y el fracaso de su intento de reelección. Milei va a los 16 meses, seis meses antes de las legislativas. Saquen sus propias conclusiones.
Aclaración: las notas de los diarios son todas antiguas, pero completamente aplicables a casi cualquier momento de la historia argentina, incluido (principalmente) el momento actual.
Que lindo es dar buenas noticias, como decía este buen señor...
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