Deuda y ajustes sin destino: el eterno fracaso del modelo neoliberal. Con el nuevo acuerdo con el FMI, el gobierno del chupaculos Javier Milei reedita una fórmula conocida: deuda externa, liberalización cambiaria y disciplina fiscal. Pero lejos de tratarse de una refundación, es la persistencia de un viejo modelo ya fracasado. La promesa de que la inflación se combate con ortodoxia fiscal vuelve a chocar con una realidad más compleja, que los estructuralistas argentinos, como Eduardo Basualdo, explicaron hace décadas. Lo que sucede es que el FMI le pide a Milei que haga lo que no pudo hacer Macri en 2017; profundizar el ajuste y hacer las reformas previsional, laboral e impositiva. Devalúan, aumentan tarifas y suben la tasa de interés mientras pisan salarios y podan jubilaciones. Y después te dicen que la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario y el resultado de la puja distributiva. Delincuentes.
Dólares frescos para aceitar la bicicleta. Así celebró el Gobierno el anuncio de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por 20 mil millones de dólares. La novedad fue comunicada por cadena nacional, con un Javier Milei exultante, asegurando que Argentina “pasó de ser el peor alumno al ejemplar”. En paralelo, se estableció un nuevo esquema cambiario de “bandas de flotación libre”, que habilita una devaluación encubierta, y se eliminó el cepo para personas físicas, mientras que para las empresas se abrió parcialmente.El paquete se completa con un giro inmediato de 12 mil millones, más desembolsos sucesivos a lo largo del año, incluyendo apoyos del Banco Mundial, el BID y operaciones REPO. Luis Caputo —sí, el mismo que firmó el acuerdo de 2018— asegura ahora que “la deuda no sube, baja”, porque se canjea deuda en pesos del Tesoro por deuda en dólares con organismos multilaterales. El relato se sostiene, una vez más, en la promesa de orden fiscal, confianza de los mercados y lluvia de inversiones.
Pero la historia reciente y la estructura de la economía argentina dicen otra cosa.
La narrativa que se desarma
Primero recurrió al FMI. Luego, habilitó un nuevo endeudamiento externo. Finalmente, consolidó un esquema de tipo de cambio semifijo con dólar alto, sin ancla monetaria ni previsibilidad inflacionaria. Todo esto, con un “dólar turista”, un “dólar importador” y sin el ya extinto “dólar blend”. La narrativa de la “libertad económica” terminó rindiéndose al pragmatismo de siempre.
También en el terreno teórico, el modelo muestra sus límites. Según la ortodoxia neoliberal, si se logra superávit fiscal y se evita la emisión monetaria, “la inflación se pulveriza”. Pero los datos desmienten esa hipótesis: en un trimestre con equilibrio fiscal y sin emisión del BCRA, la inflación no solo no desapareció, sino que repuntó. Marzo cerró con un 3,7%, marcando el tercer mes consecutivo de alza.
Basualdo y la inflación como síntoma estructural
Para Basualdo, el problema central es que el país necesita dólares para sostener su matriz productiva, pero no los genera en cantidad suficiente de manera genuina. La restricción externa impone límites estructurales al crecimiento, y la respuesta neoliberal —ajuste fiscal, apertura indiscriminada y endeudamiento— no hace más que profundizar la dependencia.
Este modelo no busca resolver los problemas de fondo, sino administrar la escasez en beneficio de los grandes actores financieros y exportadores, transfiriendo los costos al conjunto de la población mediante caída del salario, licuación de jubilaciones, desinversión pública y empobrecimiento generalizado.
Historia repetida: Caputo, FMI y ajuste
El ministro asegura que esta vez es distinto, que ahora “el país hizo los deberes antes del acuerdo”. Pero el trasfondo es el mismo: sin dólares, sin reservas netas, sin crédito externo genuino, la única vía que queda es el auxilio del FMI. El riesgo es que los 12 mil millones de ahora se vayan tan rápido como se evaporaron los 45 mil del macrismo, alimentando la bicicleta financiera y la fuga de capitales.
Apoyo empresarial y apuesta especulativa
Milei y Caputo apuestan a que los dólares del FMI alimenten una pax cambiaria temporaria, que discipline precios y despeje incertidumbre. Pero el equilibrio que proponen no es sostenible: se basa en deuda, sobreajuste, represión salarial y confianza ciega del mercado. Sin industria, sin diversificación exportadora, sin inversión estatal ni política de desarrollo, el castillo de naipes volverá a caer.
El final anunciado de una ilusión
El fracaso no es solo político o económico: es teórico. La inflación no es solo un fenómeno monetario. La libertad no se logra abriendo mercados. Y la soberanía no se defiende entregando el timón al FMI. Argentina vuelve a caminar por el mismo sendero, con las mismas promesas y las mismas consecuencias. Y como tantas veces, será el pueblo quien pague la cuenta.
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